Capitulo 5. "Primero se su amigo"
—Matthew—
Primero se su amigo y todo a su tiempo.
Primero se su amigo y todo a su tiempo.
Primero se su amigo y todo a su tiempo.
Hazla reír y que note que has cambiado.
Hazla reír y que note que has cambiado.
Hazla reír y que note que has cambiado.
Después de una noche de pensar y no dormir, unas ojeras aparecieron en mi dulce rostro a pesar de desvelarme un sólo día. Ya tenía un plan y hasta el discurso listos para el día de la ruptura... si llegábamos a ser novios.
Acomodo los libros en mi casillero y lo cierro. Desvío la mirada unos cuantos casilleros y veo a Courtney guardando unos libros y cuadernos en el suyo, sin percatarse de mi presencia; azota levemente la puerta y se dirige a su salón a zancadas muy rápidas.
Echo a correr por el pasillo y me detengo a su lado.
—Hola —la saludo mientras intento respirar normal.
—Hola —me mira—. ¿Tienes asma?
La miró confundido y comienzo a reírme.
—¿Por qué la tendría?
Se pone un mechón de cabello detrás de su oreja y sonríe levemente. Miro sus mejillas naturalmente rosas y esa hermosa sonrisa, incluyendo su imperfecta trenza. Ya no usa su diadema negra, al parecer trae un nuevo look.
Tú, Matt, ¿dijiste "hermosa sonrisa"?
Me miro mal a mí mismo al hacer esa pregunta en mi mente y me doy cuenta de que es verdad. Dije que tenía hermosa sonrisa.
Muevo levemente la cabeza intentado distraerme y la miro.
—Respiras como perro después de correr mucho.
Comienzo a reírme.
—¡Qué linda!, gracias —bromeo—. ¿Qué clase te toca?
—Clase libre.
Asiente con la cabeza y mira al piso. Presiento que ya no sabe qué más decir, así que la observo de reojo. Sus típicos Converse negros, jeans, camisa de mezclilla, y su trenza extraña... ¿Ella desde cuándo viste así? ¿Cuándo dejó de usar sus sudaderas?
Algo en mi mente me recuerda que tiene clase libre... ¡Clase libre!
—¿Y qué haces en tus clases libres?
Me mira un momento y clava su mirada en el suelo.
—Nada en especial. Cristina tiene varicela, así que tendré que aburrirme yo sola.
—¿Tiene dieciséis años y no le había dado varicela? —le pregunto sorprendido. Arruga su nariz mientras niega con la cabeza.
Lo medito con rapidez y quiero hacerle compañía en su hora libre, aunque eso implique que yo tenga que faltar a una clase.
Pues pregúntaselo, idiota.
—¿Puedo estar contigo en esta hora?
Y ahí están de nuevo los nervios y un poco de dificultad al hablar. ¿Por qué de- monios me pasa eso? No tengo la menor idea.
—Si quieres —me mira—. ¿Quieres aburrirte en un jardín mientras ves nubes y más nubes?
Ver nubes y más nubes es un tanto aburrido, pero estar con ella viendo las nubes quizá no. Tal vez puedo convencerla de que he cambiado y echar a andar mis encantos más rápido.
Tu no has cambiado, sólo quieres ganar la maldita apuesta.
Me quedo quieto, un poco confundido. La vocecita en mi mente no se parece a mi voz, se parecía más a la de Courtney y la miró confuso, pero ella espera mi res- puesta.
—No creo que sea tan aburrido.
Las cosas que voy a tener que arriesgar por la apuesta.
❤
Llevábamos apenas quince minutos sentados en el pasto y mi trasero ya me dolía. Courtney se había recargado en un árbol y al parecer dormitaba.
—Yo te dije que esto iba a ser aburrido.
Pego un brinco cuando escucho su voz y una risa un poco burlona.
—No me estoy aburriendo... Sólo... sólo pienso cómo no aburrirme.
Recargo un brazo en mi rodilla flexionada y con la otra mano comienzo a arran- car pasto. Ella se queda en silencio mientras mira a un pájaro que busca algo entre el pasto. De repente, el ambiente queda en un incómodo silencio.
—¿Por qué estás aquí? ¿Por qué intentas hablar conmigo?
No me sorprendo ante la pregunta. Yo mismo sé que en este momento no soy capaz de responder, porque sinceramente no puedo revelar nada, aunque Andrew me acon- sejó que le mintiera, pero no soy capaz. No sé la razón exacta y el porqué soy incapaz de verla a los ojos. Lo único que puedo hacer en estos momentos es pararme, limpiarme el trasero e irme, pero eso expresaría que no he cambiado y que soy un cobarde.
—No lo sé, tal vez sólo quiero arreglar las cosas. Ya sabes, por lo del año pasado.
Asiente con la cabeza en señal de que no está cien por ciento segura. Pero no la culpo, yo tampoco creería eso.
La miro.
—¿Y qué te gusta? —trato de cambiar la charla.
—¿Gustarme de qué?
No seas tonto, Smith, tienes que especificar qué le gusta.
—¿Cuál es tu canción favorita? —le pregunto. Lo piensa unos segundos antes de responder:
—Tengo muchas canciones favoritas. Pero, ¿cuál es la tuya? Saco mi celular y busco la canción.
—¿Tienes audífonos?
Ella busca en su mochila y me entrega unos audífonos blancos. Los conecto y me acerco más a ella, tanto que su brazo toca el mío, para compartir auriculares. Le doy play a "Dirty Diana".
—¿Te gusta Michael Jackson?
Asiento y ella sonríe. Comienzo a cantar en voz baja mientras muevo la cabeza al ritmo. Quizá nunca haya hecho esto con una chica ni tampoco hablar de mi canción favorita, pero ella es tan diferente, que de cierto modo me impulsa a ser un poco sin- cero. Apenas son dos días de estarla conociendo y a simple vista se ve como una chica común, pero con lo poco que he hablado con ella, puedo convencerme de que no es ordinaria, sino diferente, linda, con sentimientos auténticos y que no le importa lo que digan de ella, mientras sea feliz ella está bien. Por un momento me siento mal al pensar que tengo que romperle el corazón y hacer que llore pero, sabiendo lo fuerte que es, quizá termine llorando yo de un golpe en la entrepierna o de una bofetada.
La canción termina.
—No creí que escucharas ese tipo de música —le sale una sonrisa—. Pensé que te gustaba la electrónica o esa cosa, como a toda la escuela.
—Courtney, la buena música nunca se olvida.
Noto cómo sus mejillas se ponen rojas y ella mira a otro lado. Gana dos puntos por sonrojarse. Ninguna chica con la que he estado se ha sonrojado, ni cuando miro sus ojos o su escote, ni cuando las beso por primera vez, ni nunca. Mucho menos cuando digo alguna cosa sobre música.
No sé si por fortuna o por desgracia, el timbre suena y nos ponemos de pie al mismo tiempo. Sé que está nerviosa por la forma en la que se acomoda la mochila.
—Creo que me voy a clases.
—Creo que yo también —respondo.
La miro alejarse con pasos decididos; también noto que dos chicas la miran mal después de darse cuenta de que estaba conmigo. Ellas me miran y me sonríen, las miro y no les devuelvo la sonrisa. Se dan la vuelta e intentan caminar como modelos, lo cual hace que se vean mal porque mueven de más las caderas y no coordinan los brazos con las piernas. Me río de ellas.
—Oye, niño, ¿qué haces ahí dentro? —alcanzo a escuchar. Es el jardinero.
—¿Qué, está prohibido descansar aquí?
—No, niño, pero es la hora en la que se prenden...
Se escucha un zumbido y los aspersores arrancan.
—... los aspersores.
Ya era demasiado tarde para correr: estaba empapado. O no tanto, pero sí estaba un poco, demasiado, bueno... mojado.
Salgo a grandes zancadas rumbo a mi casillero. Ignoro a las personas que se burlan de mí o que me regalan miradas burlonas al cruzarse conmigo; no hago caso del camino de agua que voy formando detrás de mí, incluso mis Vans rechinan. El ca- bello me tapa la frente y me pica los ojos; con un gesto de molestia lo peino hacia atrás, mientras intento no patear un casillero. Abro el mío para buscar los libros de la siguiente clase y echarlos a la mochila; intento abrir la mochila pero no la siento colgada en mis hombros... ¡Mi mochila!
Con un vuelco en el estómago, miro al suelo, esperando que la haya dejado ahí, pero no está.
La olvidé en la estúpida jardinera.
La había dejado por salir enojado. Vuelvo a peinar mi cabello y corro por la maldita mochila. Un poco más molesto que antes.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top