Pastel

Coco & Las Leyendas no me pertenecen, uso sus personajes sin fines de lucro.

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El semestre acabó y ambos regresaron a sus respectivas tierras natales, Marco no se quejó y Leo no mando ningún mensaje o algo que intuyera que quería pedirle perdón.

Fue un breve descanso antes de volver a compartir el mismo aire.

Muy pronto sería el cumpleaños de Marco, y la verdad, no le importaba. No era bueno para recordar fechas, y eso no excluía a su cumpleaños, ¿La razón de esto? Muy sencilla.

Su cumpleaños caí antes de San Valentín.

Por lo general, parecía que celebraba un largo día de los enamorados cuando en realidad cumplía santo. Y es que, no lo malinterpreten, era difícil ser un casanova y que tu cumpleaños sea casi ese día tan especial.

Había rastrado con ese título desde su nacimiento, nunca le fue raro tener alguna pretendiente fémina que gustará de él únicamente por su apariencia.

Los halagos ya no lo hacen sonrojar, y las miradas picaras dan un mensaje con la única intensión de querer llegar a ese punto y nada más.

Desde esa discusión, procura tener dinero de sobra para un hotel o si la chica vivía sola, usar su casa para esos momentos, tal vez eso le quitaba algunos puntos de cortesía por no mostrar su castillo ante esas doncellas.

Pero al decirles que lo compartía y su compañero era un gruñón amargado, lo aceptaban y le daban la infinita razón. Por lo general, sus compañeras de cama eran solo eso, nunca hubo más allá de la relación con sexo y ellas lo entendían; así que era más factible el asunto.

Aunque resultará de alguna forma monótona, le funciona para aliviar el estrés; no era como si no pudiera vivir sin sexo, es que solo las chicas siempre se prestaban para eso.

A sus largos casi 19 años, las chicas solo querían eso o en primera instancia una vida junto a él, algo que por supuesto no podía ofrecer por tener bien estables sus metas y deseos de largo plazo desde el principio, y por lo general, esas chicas que querían una vida junto a él, aún arrastran el espectro de lo que fue Marco de la Cruz; antes del fraude...

A ellas las evita.

Por otro lado, las otras, le decían lo que quería y como buen amante, les cumplía sus exigencias, y tal vez era por eso que nunca espera llegar a algo más con ellas. Está tan acostumbrado a ese acuerdo mutuo de «nos satisfacemos y cada quien se va por su camino».

Así de simple era y así de simple termina.

Nunca hubo chicas que le llamaron más de la atención, y aunque eso sucedía, por lo general, corta el contacto con ellas con la excusa de "ya me aburriste". Aunque era todo lo contrario, el miedo lo carcome cuando piensa en llegar a tener algo más especial con alguna persona.

Nadie lo ha logrado, nadie... excepto Leo.

Aunque Leo era un caso aparte, es decir, era su roomie de departamento, el señor amargado y gruñón que vive con él; y tuvieron una mala relación por pecar de foráneos y no tener las cosas en claro desde el principio.

Cuando regreso a Sinaloa para las vacaciones y su mamá pregunto por él, no podría creer el montón de cosas que sacó de él únicamente por vivir un semestre a su lado; aunque era más que nada pequeñeces. Desde su silbido con el cesto de la ropa sucia para ir al área de lavandería en el departamento hasta ese asqueroso vicio de morder las plumas al hacer su tarea.

No es que lo prestará tanta atención, solo que era un poco observador con eso. Y con solo una mirada podía intuir que Leo es un amargado que no le busca diversión a las cosas más banales, pero también es un manojo de angustias y ansiedad cuando se trata de algo importante...

Pudo notar hasta unos ligeros tic's cuando sucedió la discusión.

Nada más.

Así de especial era Leo para él.

No había otro sentimiento que abarcará más allá que en los conceptos que ya tenía de él, más que «el cabrón que vive conmigo y apenas convivimos». Esa hubiera sido su punto de vista por varios semestres... si no fuera por los panes.

Desde que terminó el semestre hasta que empezó el otro, Leo siempre le tenía unos panes en una bolsa de papel junto con una notita. Lo interpretó como una compensación por su mal carácter al traer al innombrable a cierta discusión, sino fuera por el detallito de la nota.

En esta, nunca veía palabras de perdón por lo que pasó, solo notas divertidas con rimas del contenido de lo que tenía cada pan. Por alguna razón, eso le parecía muy detallista y lindo de su parte; aunque como seguía sin disculparse, las cosas parecían estar como antes, en cambio, menos tenso el ambiente.

[...]

El olor de pan horneado se podía percibir aún afuera del departamento, Marco ya se le hacía agua a la boca sin ni siquiera verlo, pero en cuánto abrió la puerta, un puñado de confeti cayó sobre su cabeza y el vitoreó de Leo le retumbó los oídos.

—Feliz día, ¡Ya tienes un año más cerca de la tumba!—el silencio se presentó, uno incómodo para Leo y otro de sorpresa para Marco—Sé que no lo hemos resultó, pero solo te quería hacer un pastel por tu día, es una vieja costumbre en mi familia... tal vez no tengo del todo de andar en la confianza de decírtelo o algo por el estilo, si quieres te puedes llevar el pastel para tu fiesta y allá lo f-...

— ¡Oh! ¿Hoy cumplo años?—pregunto parpadeando en un intento de procesar todo.

—Sí... ¿Eso creo? Le tuve que preguntar a mi abuela y no sé si yo me equivoqué.

—No, está bien, es solo que, siempre olvidó que es mi cumpleaños.

Leo abrió los ojos en sorpresa— ¿Cómo puedes olvidar eso?

—Bueno, siempre se emocionan más por San Valentín, creo que le tomo más importancia a esa fecha.

—Eso suena triste.

— ¿Lo crees?

— ¡Sí! Todos merecen celebrar su cumpleaños, es una fecha importante, es...—Leo no pudo encontrar las palabras correctas, y mucho menos por la indiferencia que tenía Marco con respecto a la fecha.

Sus acciones fueron casi por puro impulso, ni siquiera se percató de ello, sujeto la muñeca del azabache y lo llevó a la cocina rumbo a la barra, lo sentó en una de las bancas y buscó entre los cajones. Agarró un tenedor y se lo ofreció al sinaloense.

Marco examinó el pastel, el betún blanco y las frutas que lo decoran solo lo hacen más apetecible, cortó una pequeña porción y la engulló... ¡¡Estaba delicioso!! ¿¡Tres leches!? Podría morir en ese mismo instante por el dulzón del postre, sería una muerte hermosa fallecer por ese pastel.

— ¡Está riquísimo! ¿Dónde lo compraste, Leo?

— ¿Comprar?—cuestionó con la ceja arqueada.

Marco miró con más detenimiento; Leo aún está sucio de los brazos por la masa junto con su mandil. Los cables de su cerebro se unieron para hacer un corto circuito, su mamá había mencionado que los San Juan tenían un negocio familiar, el cual era una panadería; por lo que siendo algo lógicos, Leo tenía vasto conocimiento para...

— ¿¡Tú lo hiciste!?

—Sí...

— ¿Y también los panes?

—Por supuesto, y hablando de eso, lamento lo que dije la vez anterior, solo que...—Marco lo interrumpió con el dedo y mejor le ofreció que se sentará junto a él—Bueno, tenía demasiado estrés porque es tan distinto de donde vivo y... realmente lo lamento.

—Bueno, no eres el primero que me insulta con eso, es solo que odio todo ese tema, es algo que me gustaría olvidar; pero creo que no se puede—Leo tragó en grueso antes de que Marco volviera a darle otro bocado al pastel—Aunque... siendo sinceros, eres el primero que me pide perdón o se da cuenta que odio la comparación, como también en querer enmendarlo con panes y un pastel...

—No te estoy comprando―exclamo con indignación, algo que le hizo gracia al azabache.

—Lo sé, solo me parece detallista y dulce que alguien haga esto por mí.

Marco se percató del uso de esos conceptos, en vez de usar otras palabras, ahorita se venía a la cabeza agradable y amable o atento y cortés, tuvo que usar algo que podría verse con otro rumbo. Ambos sintieron las mejillas arden al instante de ello.

—Es decir, como amigos—se retractó con la mejor simpleza que podía antes de darle otra mordida al pastel.

—Claro, lo entiendo.

El silencio se instaló por un momento, el norteño miró por el rabillo como Leo frota sus manos en sus piernas por encima del mandil con nervios. ¡Genial! Sale de uno y se mete en otro lío, las cosas hubieran salido estupendas y no tendría que sofocarse en su misma casa, si tan solo no relacionara a los panes con el panadero.

―Entonces ¿Aceptas mis disculpas?

¿Con que era eso? ¿Nervios ante un posible rechazo de la disculpa?

Marco fingió pensativo—Unos cuántos panes y ya...

— ¡Oye!

—Bromeo, solo ayúdame con el pastel, dudo que pueda quemarlo después en el gym.

Leo prefirió agarrar un plato y servir en pedazos; también aprovecho para poner en la estufa agua para un café.

Y después de mucho tiempo, al fin pudieron hablar sin tanta tensión.

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