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Coco & Las leyendas no me pertenece, uso sus personajes sin fines de lucro.

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Leo miró con mucha fascinación como el lápiz rueda por el escritorio, era algo interesante de ver, era más fácil enfocarse en ello que analizar la hoja que había escrito.

Como buena persona ordenada, tenía la fecha en su esquinita superior, ya después seguía el título de esta con una serie de incisos.

"Como hacer que Marco hable"

Unas semanas antes, no hubiera considerado hacer tal cosa, de seguro su Leo del pasado lo mira feo, pero tenía que admitirlo; toco un tema delicado. ¿Cómo chingados iba a saber que Ernesto de la Cruz era un tema prohibido?

Bueno, debería suponerlo, bueno; asesinó a su mejor amigo, robó sus canciones de las cuales ganaría la fama y el reconocimiento del cual sería inmortalizado en la historia.

Y el de su apellido.

Se golpeó la frente con la palma de la mano «Idiota» murmuro para sí mismo, solo había sido una pelea, pero no pensó que fuera tan grave el asunto hasta que se dio cuenta que ya no hablaba de forma tan amena.

En primera instancia, parecía que esa discusión fue lo que necesitaba Marco para bajarse de la nube y poner los pies sobre la tierra.

No era su culpa que fuera un irresponsable y mal roomie. Él sabía que ya no podría tener las mismas libertades que tiene en su casa al aceptar tener un compañero de departamento. Pero, admite que se pasó de la raya, aunque de cierta forma, fue por un bien común.

Es decir, las cosas que le molestaban, desaparecieron; Marco entendió el mensaje y mejoro sus hábitos, pero eso tenía un costo.

Y ahora la casa está en silencio espeluznante la mayoría del tiempo desde que sucedió esa pelea. A veces tenía que poner la tele para que hubiera un poco de ruido, era deprimente.

Suspiro por un poco por la hoja casi en blanco, ¿Cómo podría disculparse? ¿Debería de hacerlo de todas formas a pesar que fue Marco el que empezó? Bueno, es orgulloso, por lo que se le hace difícil admitir que la rego en algo tan trivial como una relación de roomies... ¡Y ni siquiera había pasado un semestre! ¿¡Cuenta como un récord!?

Sostuvo el lápiz por un instante y tamboreo con él en busca de algo, pero las acciones se repiten, incluso cuando llega a casa y se postra en el escritorio de su cuarto en busca de alguna respuesta ante ese problema.

Aunque lo esquiva y le da mil vueltas para no pensar en ello, hacerse creer que esto es lo mejor, la culpa lo hace volver de nuevo en sí y replantearle la idea para que no lo olvidé.

Mira los incisos, a su pensar, son algo absurdos o tal vez no está del todo convencido ¿Con eso podría ser perdonado? ¿Y si los combina? ¿Juntarlo todo?

No sonaba mala idea, lo intentaría.

[...]

Marco no iba a permitir que Leo lo viera de esa forma; ser comparado con De la Cruz era algo que siempre le desagrado.

Incluso mucho antes de que se descubriera que fue un farsante.

Él sabía que fue fruto de una aventura, no tenía que ser un genio, su familia paterna siempre fue un desastre comenzando por Ernesto, que dejó embarazada a una de sus bailarinas, pero logró comprobar que era hijo de ese hombre.

Por lo que recibía regalías, y así fue como los hombres De la Cruz se fueron viviendo de las regalías de ese hombre; explotando su imagen aún en la tumba.

Una maldición que no parecía acabar.

Al momento en que abrió sus ojos, sonará loco, pero escuchó "Se parece a Ernesto, igualito que él ¿No lo cree?" y sus oídos se fueron acostumbrando a esas frases.

Más cuando tuvo interés en la música.

"La próxima estrella"

"Serás el nuevo De la Cruz"

"El futuro de esta generación"

Sonreía por esos halagos, aunque por dentro quería callarlos, pero no podía, no debía de hacerlo, él era el nieto de Ernesto de la Cruz, gente esperaba cosas de él.

Ellos veían a un nuevo Ernesto de la Cruz.

Él aprendió a vivir bajo esa sombra.

Por eso, cuando las pruebas se dieron, lo primero que hizo, fue gritar y decir que los Riveras eran unos malditos mentirosos; había estado viviendo tanto tiempo a la par de ese nombre, era casi su identidad ser una copia de él, por lo que desde un principio intento sabotear a esos zapateros.

Después se dio cuenta de la oportunidad que perdía, empezar desde cero. Ser alguien en la vida, tener su propia identidad, una en la que se ligue de su nombre y no de su apellido.

Cuando su madre comento con firme decisión volverse a Sinaloa, soltó un suspiro de alivio. Por allá no les afectaba tanto esa noticia, todo cambiaría.

Por lo que tomaría otro talento en mano, tenía una facilidad por las matemáticas y desde chiquito siempre quiso ser de esas personas que hacen casas, por lo que tomo ese rumbo. Ernesto hizo que casi odie la música, por suerte; no fue así, a veces toca por puro hobby, pero nunca lo haría como profesión.

Eso nunca fue su sueño.

Por lo que ser arquitecto lo veía como algo más fascinante que rascar las cuerdas de un instrumento.

No tuvo ningún remordimiento al irse de Santa Cecilia, siempre estuvo acompañado de buitres que se hacían llamar sus amigos y de pretendientes que decían solo quererlo a él.

Sabía de sobra que eso era mentira.

Lo único que lamenta, es no haberse disculpado con la familia Rivera, aunque ya los De la Cruz lo hicieron a su tiempo con ellos; él hubiera querido hacerlo, no solo por las fechorías de su abuelo, sino también por lo que le hizo a algunos miembros de la familia.

Aún siente un ligero nudo en la garganta por lo que pasó con Rosa y Miguel Rivera.

En adelante, todo lo consiguió gracias a sus esfuerzos; era Marco el que entró cuadro de honor, era Marco el que consiguió trabajo, era Marco el que ganó la beca.

Siempre fue Marco...

No hubo un De la Cruz de por medio.

La única persona que siguió ayudándolo, era su madre, la quería y mucho; mando a su padre a la chingada (lo cual agradece porque era un desgraciado), se fueron de Santa Cecilia, consiguió varios empleos para mantenerlo, y aún seguía chingadose la espalda cuando consiguió su beca en la secundaria.

La quería y mucho, y no quería causarle ningún conflicto, por eso siempre llevaba condones, por eso intentaba ayudar a casa, a pesar de ser pésimo en eso, y por eso; no se quejaría sobre lo ocurrido con Leo.

No lo haría por eso y porque también le quería demostrar que no era el desgraciado de su tatarabuelo, que sí se parte el lomo por cumplir sus metas. Por eso mismo mejoro sus hábitos, por el orgullo, pero aun así, no le hablaría.

Ya no le apetecía.

Aunque se sentía algo tenebrosa la casa con tanto silencio, no doblaría su temple de hablarle como si nada hubiera pasado. Solo lo hace por cosas importantes.

"No hay leche" "El garrafón se está acabando" "A la próxima tú lo haces" eran esa clase de frases por el estilo y/o acompañados de monosílabos, nada relevante para hacerle creer a Leo que había olvidado todo y las cosas podían seguir como antes y tener la normalidad de ser hablador.

Las cosas ya no eran como antes.

Había tensión en la casa, el lugar nunca volverá a la convivencia agradable de los primeros días, todo se había ido al caño ¡Y antes de que se acabara el semestre! Marco debía de pensar en cómo sobrellevar todo eso hasta que termine la carrera, sería un dolor de cabeza.

Podría pensar en mudarse con alguna de sus pretendientes, pero eso sería repetir los patrones de sus padres y eso es lo que menos quería. Aparte, la mayoría eran citas de una noche, sería demasiado raro, y la mayoría sabían que eso era, solo un pequeño acostón y ya... nada serio.

Suspiro en enojo antes de ir a la cocina, se le hacía tarde para ir a la Uni, y aún no había desayunado, pero antes de que pudiera pensar en solo agarrar una manzana e irse, en la pequeña barra de la cocina está su termo lleno y una bolsa de papel color café.

Por un momento, temió encontrarse con Leo al fisgonear el contenido de la bolsa, pero conociéndolo, de seguro ya se marchó, lo abrió con cuidado y adentro había pan dulce, en específico; unos deliciosos cuernitos rellenos, aún calientitos. Había tragado en grueso por el olor y lo apetecibles que se veían, también iban acompañados de una nota.

"De chocolate, fresa y vainilla, para que tengas suerte en tu día"

Acompañado en un pequeño dibujo de un león en la esquina inferior, tal vez se hubiera enojado sino fuera por la ocurrente que era la nota o por el hambre que traía y que los panes se vieran tan deliciosos.

Sin pensarlo mucho, agarró esas cosas y después se fue a su auto, con algo de suerte, podría comerse algunos en el camino, en el primer semáforo, agarró el primer cuernito y fue como besar el cielo...

Eran dulces, suaves e increíblemente buenos, después tendría que encontrar esa panadería donde las consiguió Leo, aunque era una manera muy vil de sobornarlo, no pensaba aún hablarle, esperaría a ver cuándo se detendría en darle este tipo de obsequios o hasta que él volviera explotar y echarle en cara que ya no podría quejarse de él.

Por mientras, disfrutaría de esos obsequios.

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