CAPÍTULO ÚNICO
«Mucho amor germina en la casualidad; tened siempre dispuesto el anzuelo, y en el sitio que menos lo esperáis encontraréis pesca.»
—OVIDIO.
[...]
¿Quién les dijo que todo lo que sucedía simplemente era mera casualidad?
Ese día en el bar, un sitio elegido por ambos para canalizar sus frustraciones, se convirtió en la cuna de revelaciones tras una larga noche de varias copas de más.
No era extraño que Nagi y Reo salieran juntos a distintos lugares, pero esa ocasión fue especial e inesperada.
—¡¡Cómo es posible que hagas lo que hagas, no pueda quitar mi mirada de ti!! —expresó Mikage con frustración, luego de vaciar su tercera copa de vino tinto.
Dejó caer su cabeza sobre la barra del bar, refunfuñando después de expresarse tras la derrota de un partido de eliminatoria.
—Lo mismo me pregunto, Reo. —Nagi respondió cansino, demostrando que no importaba la cantidad de alcohol que tomara, él trataba de mantener su actitud como tal.
—Pero es que tú —Levantó su cabeza y se acercó peligrosamente a Nagi, tomándolo por su mentón. — eres jodidamente atractivo cuando por fin entras al flujo del partido. Te llevas al mundo por delante, incluso al mío y no te importa a quien aplastes, no te detienes hasta lograr tu objetivo.
¡Su boca expresaba con certeza lo que sus ojos observadores captaban!
Sus orbes no se apartaban de los de Seishiro, deseando algo más que una simple respuesta. Sus labios temblaban ante la cercanía, por nerviosismo y porque ya llevaba demasiado tiempo pensando en qué era lo que le impedía alejarse de Nagi.
No obstante, Nagi comprendía perfectamente sus sentimientos y las razones por las cuales se esforzaba tanto para jugar al fútbol: Reo lo había cautivado. Algo dentro suyo sabía que se trataba de algo mutuo, pues Mikage dejó muchas evidencias del amor o admiración que tenía hacia su persona pero el mundo futbolístico era muy crítico y, afortunadamente, no notaron esos detalles que él sí.
El goleador sentía la necesidad de acercarse más y aprovecharse de la situación, pero notando el estado de Reo, era realmente muy complicado. Aún así, Mikage se tomó la libertad de ir acortando lentamente la distancia, cerrando lentamente sus ojos hasta posar sus finos labios sobre los de Nagi.
¿Cómo era posible que ese muchacho supiera exactamente todo lo que quería si ni siquiera se lo decía?
Reo era perfecto para él: su sonrisa lo llenaba de felicidad y su mirada radiante lo impulsaba a seguir luchando. Su desesperación, su frustración, su dolor... Cualquier sentimiento negativo lo orillaba a tomar el toro por las astas y luchar para revertir cualquier situación, por el simple hecho de verlo feliz.
Reo era su mundo, su todo.
Y aquel primer beso entre ellos no era insignificante, sino todo lo contrario: un beso anhelado desde hacía mucho tiempo y que jamás tuvo espacio donde pudiera darse.
Aquel bar sería testigo de ese primer acercamiento que daría paso a la entrada al amor, a las relaciones sexuales, a todo.
Aún siendo unos novatos algo ebrios, Nagi y Reo se dieron la oportunidad de encontrarse a solas en la lujosa habitación de éste último para expresar toda la tensión que sus pieles habían guardado por tanto tiempo.
Se besaron como nunca antes lo hicieron con nadie. Se tocaron como alguna vez lo imaginaron —incluso en sueños—.
Ahogados en lujuria, las manos de los jugadores iban aflojando sus prendas sin siquiera despegarse de sus bocas. Estaban sedientos de ellos: Nagi quería absorber su energía positiva, transformarla en desesperación y que suplicara para que se detuviera. Necesitaba ver esos ojos hundidos en una inminente pesadumbre en la que probablemente no pudiera superar sin su intervención.
La mente de Nagi pensaba de manera retorcida cuando buscaba complacer a Reo. Se trataba de un amor que primero devastaba para luego reconstruirlo aún más hermoso de lo que estaba antes.
Esa transición era difícil de superar para Reo, pero una vez que lo atravesó, no resultaba complicada de experimentar una vez más.
Los labios de Nagi comenzaron su travesía por el cuerpo de Reo, iniciando por sus mejillas; al mismo tiempo que sujetaba su nuca y su cintura. La piel del muchacho se estremecía y eso le indicaba que iba por buen puerto. Luego se dirigió hasta su cuello, debilitando por completo a Mikage.
El joven dejó caer su cabeza y los suspiros escaparon de su interior uno tras otro. Nagi lo sostuvo con fuerza y lo llevó lentamente hasta el sofá, dejándolo caer con sutileza. Terminó de abrir su camisa y lo observó con lascivia, mordiendo su labio inferior al notar lo nervioso y excitado que estaba Reo.
Acarició su piel con la punta de sus dedos, deteniéndose especialmente en el límite de su pantalón. Reo se retorcía ante él y Nagi, mediante una sonrisa socarrona, afirmó que su plan estaba muy bien encaminado.
Continuó del mismo modo, provocando a Reo con sus besos húmedos y caricias ardientes en las zonas en donde Mikage gemía más fuerte: su abdomen, su cintura y, principalmente, en sus pezones. Éstos se ponían más erectos conforme pasaban los minutos.
—E-espera... —La voz temblorosa de Reo irrumpió en la escena. Sus mejillas ruborizadas y sus ojos entrecerrados sabían cuenta que él también era víctima del alcohol igual que Nagi. —¡¡N-no puedo más, Nagi!!
Finalmente cayó en ese estado que tanto deseaba Nagi. Reo, agitado y desesperado, se lanzó encima del albino para arrancarle todas las prendas que cubrían su cuerpo. Le devolvió cada caricia, cada beso y cada mirada con creces. Era jodidamente sensual cuando lo miraba imitando cada movimiento que había hecho minutos antes.
Pero Reo odiaba perder. Él no era una persona hecha para la derrota y no cedería ante Nagi. Él fue más allá, demostrando que podía redoblar la apuesta que ambos empezaron.
Y por fin pudo experimentar el placer en los ojos de Nagi. El joven se mantenía estoico casi todo el tiempo pero, en ese instante, sus ojos se iluminaron y de aquellos labios lujuriosos se escapó el gemido más intenso y atractivo que nunca antes oyó.
¿Acaso estaba haciendo demasiado bien su labor? ¡Por supuesto!
Reo lo había visto desnudo en múltiples ocasiones y sabía que el cuerpo de Nagi era un templo sagrado para él. Estaba dispuesto a rendirle su absoluta devoción y eso lo demostró al arrodillarse ante su presencia, degustando aquel miembro que se mantenía más firme que nunca.
Nagi, asombrado, no pudo contener el placer y llevó sus manos hasta la sedosa cabellera de su amante. Cada vez que se sentía devorado, el cosquilleo lo devastaba. Su miembro palpitaba y la desesperación que había despertado en Reo, se estaba trasladando hacia él.
No podía permitírselo, no debía ser así. Por esa razón, esos minutos en las cuales pudo sentir la satisfacción del sexo oral, las transformó en la búsqueda de ese rostro sumido en la impaciencia. Se levantó del sofá y extendió su mano para que Reo lo acompañara también.
Y como si fuera un adivino, Reo tomó la delantera para llevarlo hasta su habitación, arrojándolo en su lecho. Nagi estaba absorto ante la actitud de Reo, pues eso quería hacer exactamente y que lo haya imitado tal como lo imaginaba, lo sorprendió por demasía.
Inmersos en el calor de la lujuria, auxiliados por la desenvoltura otorgada por el alcohol, finalmente ambos tuvieron la oportunidad de sentirse uno solo. Reo se ubicó a horcajadas de Nagi y trató de encontrar la mejor manera para culminar un fogoso encuentro que, a primera vista, nunca pensaron que podría pasar.
Debía admitir que era incómodo al comienzo, pero una vez que logró hallar la posición correcta, decidió moverse lentamente para poder adaptarse por completo. Nagi no podía dejar de mirar las expresiones de Reo, cómo sudaba más y más, sus movimientos de caderas encima de él...
¡¡Tenía demasiadas ganas de destrozar su ser!! ¿Cómo podía calmar esa sed de una buena vez?
Lo sujetó de sus muslos, clavando ligeramente sus dedos en la piel. Reo gimió con más fuerza, ejecutando un movimiento brusco que incluso tomó por sorpresa a Nagi. Al verse envueltos en la calentura, ya ninguno controlaba absolutamente nada y simplemente se dejaron llevar por la pasión. Reo se movía con frenesí, estimulando a Nagi con caricias en su pecho mientras él contenía su propia eyaculación.
Reo sabía perfectamente que Nagi esperaba que primero cayera él y no le permitiría volver a ganarle. No en ese terreno.
—¡¡R-Reo!! ¡¡A-ahg!! —Mordió su labio inferior con fuerza y esta señal fue la que Mikage esperaba para, finalmente, seguir por el mismo camino.
El calor en su interior lo quemaba más de lo que pudiera imaginar, se sentía abrumado y bastante mareado. Sin embargo, una de las manos de Nagi se posó sobre su miembro, masturbándolo con maestría mientras él continuaba moviéndose. Bastaron algunos segundos hasta que él acabó por completo sobre su piel, derramando toda su esencia contenida desde hacía mucho.
Aún sin despegarse el uno del otro, se miraron con ternura. Sus cuerpos, sudados y exhaustos, anhelaban un buen baño y descanso.
—D-definitivamente, no puedo quitarte la mirada de encima... —espetó Nagi, tratando de recuperar el aliento. —Más cuando gritas de placer...
Las mejillas de Reo se tiñeron de carmesí y una sonrisa tímida se formó rápidamente. Con sumo cuidado, se bajó de la cama y se dirigió hasta la puerta de la habitación.
Giró apenas su cabeza y respondió: —Seguiré pensando en que eres jodidamente atractivo cuando entras al flujo del partido —Suspiró. —, pero lo eres aún más cuando te devoro sin que lo esperes... —Guiñó su ojo izquierdo y se retiró de la habitación, victorioso.
Nagi, por su parte, comenzó a reír por lo bajo y acomodó un poco su alborotada cabellera.
Luego, procedió a quitarse el condón y cerró sus ojos, enfocándose en un solo pensamiento: «Lograr que Reo entre en pánico por no poder controlar el encuentro y sea él quien lo sorprenda, quien lo contenga, quien lo destruya y reconstruya una vez más...»
Y en cuestión de tiempo, quizás en un abrir y cerrar de ojos, Nagi y Reo volverían a repetir el encuentro con el único objetivo de saber quién resultaría victorioso...
Fin.
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