En tus manos confío Chapter 8
Chapter 8
Durante un mes entero estuve entrenando para todo tipo de cosas. Me levantaba muy temprano para aprender a luchar con Sam y, en las tardes, pasaba horas practicando tiro con Dean. Eso me dejaba agotada al principio, pero con el tiempo me percaté de los cambios en mi fuerza y habilidades. En ese tiempo, por más que lo intentara, me era muy difícil acercarme a Castiel. Se pasaba casi todo el tiempo encerrado en su cuarto y, cuando lo visitaba, nuestras charlas no eran las de siempre. Se notaba decepcionado y me dolía hacerlo sentir así.
-¡Headshot! Estás de miedo.
-Gracias, Dean. -suspiré quitándome los audífonos de protección.
-¿Qué tienes, pequeño cuervo? Lo haces muy bien. Puedes defenderte.
-Lo sé, Dean. No es eso. Es solo que,... Quisiera saber qué pasa con Cass. Quiero ayudarlo. Pero él no me dice qué le pasa.
-Yo no soy muy bueno para esto, pero él no cree que estés lista aun para este riesgo.
-Pero, si hago esto por él,... No entiendo.
-No sabes a lo que te arriesgas. Nosotros sí, sobre todo él, y por eso se comporta así.
-Quiero saber, Dean. Dime.
-Niña, si fuera por mí ya tendrías las esposas puestas y estarías atada en una cama, con tal de que no salieras de aquí. Dale tiempo a Cass para que sepa lo que puedes hacer. Y para que esté listo para contarte.
-Está bien. -suspiré sin ánimo.
-Vamos arriba, el entrenamiento termina por hoy.
Sin decir más, nos dirigimos al salón de guerra, en el cual se encontraban Castiel y Sam conversando en una de las mesas. El Winchester más joven nos hizo un gesto para que nos acercáramos y viéramos el libro que estaba leyendo.
-¿Encontraste algo? -le preguntó Dean.
-Bueno,... Puede ser. Lo más que pudiera coincidir es que Gabby sea un acheri. Aunque no logro poner en duda su humanidad.
-Ella es humana, Sam, lo he comprobado yo mismo. –aclaró Castiel.
-Lo sé. Por eso dije "lo más que pudiera coincidir". Aparte de eso, ella no tiene ninguna característica, ni siquiera física, que la haga especial para los demonios.
-No creo siquiera que ella tenga algo que quieran los demonios. Es solo una chica.
-Cass, algo debe haber. –intervino Dean. –Si ella fue el objetivo de ese demonio por órdenes de Crowley, cualquier cosa puede ser.
-Podemos preguntarle a Garth, él puede saber algo.
-Entonces, vamos, Sam.
Yo estuve todo el tiempo en silencio y eso incomodó a Castiel. Los Winchester se alistaron y se fueron diciendo que regresarían al día siguiente. Al estar solos, el silencio reinó entre el ángel y yo. Quería hablar con él, pero el miedo y la pena por la decepción que sentía hacia mí no me dejaban pronunciar palabra. Castiel movió la cabeza en varias direcciones buscando con su oído mi posición.
-¿Gabby?
-Estoy aquí, Cass.
-Ven aquí conmigo. –yo me acerqué y tomé su mano. -¿Eres feliz aquí?
-Soy feliz junto a ti, Cass. Sé que esta vida no es fácil de llevar, pero eres lo único que tengo en el mundo. Te quiero, y me importas mucho. Contigo, y con los Winchester, mi vida no es perfecta, pero sí es feliz.
-Quiero decirte que estos días no han sido fáciles para mí. Debo pensar de forma distinta a la que pensaba. Ni siquiera estoy curando lentamente con mi Gracia y eso me preocupa. Pero no tanto como lo que estábamos conversando hace un momento. No quisiera ponerte en peligro ni que te llevaran al Infierno.
-Cass, si eso ocurriera, sé que tú me protegerías y no dejarías que me llevaran. ¿No es cierto?
-Por supuesto. Jamás dejaría que algo te pasara, lo juro.
Con una gran sonrisa, me senté en el regazo de Castiel y le di un gran abrazo. Él me lo devolvió algo confuso y retraído, pero correspondiendo a mis sentimientos. Al soltarlo, me quedé sobre él. Miraba cómo sonreía hacia mí a pesar de no verme. Sentí que tenía de nuevo al ángel que me había rescatado, al que me apoyaba cuando más asustada estaba, al que confiaba en lo que conocía de mí,...en mis manos. Con ellas toqué su rostro, él tembló sorprendido. Yo lo acaricié suavemente sobre los párpados cerrados. Luego sostuve sus mejillas y lo besé sobre cada párpado. Él levantó su mano y compartió la caricia en mi rostro. Yo reí ligeramente haciendo que mi ángel también sonriera.
-Pero que escena tan romántica. –dijo una voz repentina en la habitación.
-¿Quién está ahí? –reclamó Cass ante el intruso.
-Solo un enviado del Rey del Infierno. Vengo a tomar a la chica y llevarla con mi soberano. –Castiel se puso de pie y me colocó tras de él.
-¿Qué planes tiene ese bastardo con ella?
-Ops, cuida tus palabras, ángel, o pecarás.
-No te tengo miedo.
-Oh, lo tendrás. –el demonio se abalanzó sobre nosotros.
-¡Cass, cuidado! ¡Por la derecha! –él lo esquivó a tiempo y me volvió a colocar detrás.
-¿Qué pasa? El ángel guardián está fuera de forma. –el demonio volvió a atacar.
-¡Diagonal izquierda, a la altura del abdomen! –Cass logró sujetar el brazo que se disponía a matarlo y le hizo una llave poniendo su cara frente a la suya.
-¿Para qué la quiere tu Rey? Responde. –el atacante se fijó en la inseguridad de la mirada de Castiel.
-Esto sí es una sorpresa. –dijo el demonio. –El famoso ángel de los Winchester está ciego.
-Esto terminará ahora. –anunció Cass colocando su mano sobre la frente del demonio.
-Oh, no lo creo.
-¡Tiene una espada de ángel! –grité lo más alto que pude.
El ángel soltó al intruso alejándose preventivamente. Aun sin dominar bien el espacio donde se encontraba, trató de orientarse para no tropezar con algún mueble y verse con la guardia baja. Sus pasos fueron tan atrás que se alejaron ligeramente de mí. Cuando traté de ir a su lado, una mano me sujetó del hombro.
-¡Ah! ¡Suéltame!
-Tienes una cita en el Infierno, niña.
-¡Déjala ir, monstruo! –Castiel se acercó con pasos trémulos.
-¡Cass, no! Estoy bien.
-No le mientas, estás en mi poder.
Miré con furia al demonio, cuya malvada sonrisa de victoria se hacía conocer en su cara.
-Exorcizamus te omnis inmundus spiritus, omnis satanica potestas, omnis incursio infernalis adversarii... -comencé a recitar.
-¡Argh! Pequeña humana bastarda. –el demonio cubrió mi boca con su mano.
-¡Gabby! –me llamaba Castiel, pero no le podía contestar.
-Hasta nunca, ángel sin Gracia. –mi captor dejó caer una bolsa con un hechizo y un humo negro nos comenzó a cubrir.
-¡No! –solo pude ver a Castiel tratar de dar conmigo en medio de su oscuridad, pero no llegó a tiempo.
La bruma negra se mantuvo por unos segundos y, al desaparecer, me encontraba frente a un hombre rubio y de corta barba. Este sonreía de una manera que parecía desalmada. Sus ojos querían devorarme y sus manos apretaron los apoyos del trono donde se encontraba sentado. El demonio que me capturó se arrodilló ante él con un "su alteza" muy respetuoso. Al hacerlo me soltó, lo que yo aproveché para darle la paliza que se merecía. Entre nuestros forcejeos, le arrebaté la espada de ángel y se la clavé justo bajo la barbilla. Tras un brillo interno el cuerpo sin vida se desplomó en el centro de la habitación. Agitada por la pelea, empuñé mi arma hacia el hombre del trono.
-Si no me sacas de aquí ahora mismo, eres el siguiente.
-Supuse que el estar con los Winchester te haría salvaje, pero no te preocupes, querida. Aprenderás a comportarte. –el hombre chasqueó los dedos y un dolor interno me obligó a arrodillarme y soltar el arma. –Piénsalo antes de enfrentarte a Lucifer. Llévensela a la celda.
Mientras iba siendo llevada a rastras por varios corredores del Infierno, mi mente maquinaba lo ocurrido. Fui capturada, para lo que me estaba entrenando tanto,... ¿qué sentido tenía? Lo peor estaba ocurriendo. Estaba en el Infierno, imposibilitada para defenderme y sin saber aun mi destino u objetivo para el Rey Lucifer. Pero,... algo estaba mal.
Los guardias abrieron una puerta de metal con apenas una pequeña ventana de barrotes en la parte superior y me echaron dentro como el saco de carne mortal que era para ellos. A los pocos segundos de ellos cerrar la puerta, el dolor del hechizo de Lucifer se desvaneció. Me incorporé y revisé la habitación, era muy oscura y polvorienta. Apenas un rayo de luz entraba por un pequeño agujero en alguna parte del muro contrario a la puerta.
Intentando no entrar en pánico, me acerqué a la puerta y me arrodillé. Comencé a rezar para ser oída por Castiel. Sabía que estaría preocupado por mí y debía decirle dónde me hallaba.
-Plumitas no escuchará tus oraciones desde aquí, querida. –dijo una voz desde la oscuridad.
-¿Quién eres? –pregunté a la penumbra.
-Soy un Rey ignorado por mis seguidores y por ahora, tu compañero de prisión. Te aconsejo que desde ahora dejemos las diferencias a un lado, porque nuestro tiempo aquí será largo.
-Tú eres Crowley. –dije sorprendida.
-En traje humano. Aunque he estado en mejores atuendos y apariencias, pero eso no es asunto de mucho tiempo.
-No entiendo. Tú,... eres el Rey del Infierno. ¿Por qué estás aquí?
-Digamos, querida, que he tenido unas vacaciones obligadas debido a mi sustitución en el trono. –Crowley me enseñó sus muñecas atadas a unas cadenas.
-Entonces,... fue Lucifer,... el que estuvo tras de mí todo el tiempo.
-Créeme, chiquilla, de haber conocido sobre tu existencia, te habría cazado de igual manera,... -el demonio se desplomó en el suelo.
-¡Crowley! ¿Estás bien? –me acerqué para comprobar su estado.
En efecto, respiraba con dificultad, se le notaba la debilidad en su estado y aun así conservaba esos orgullosos ojos. Lo ayudé a recostarse a la pared y me senté junto a él.
-¿Cómo es posible? Eres el demonio más fuerte del Infierno. ¿Qué hizo Lucifer para dejarte en ese estado?
-Él es el único capaz de tomarme con la guardia baja de esa forma y dejarme así. Volvió al Infierno contra mí, pero esos canallas me lo pagarán cuando recupere mi trono,... (cof, cof).
-No te sobreesfuerces. Dime, ¿sabes por qué Lucifer me quiere aquí?
-Supongo que lo que hicieron contigo Alce y Ardilla no fue suficiente.
-¿Los Winchester? –el demonio asintió. -Saben tanto como yo.
-Estarás encantada de saber entonces el privilegio que tienes, chiquilla.
-Dime Gabby, o pequeño cuervo.
-Eso es obra de Ardilla. –yo sonreí. –Bien, te lo contaré si hacemos un trato.
-Te ayudaré a recuperar tu trono.
-Eres una chica inteligente. Eso me gusta.
-Lo haré con la condición de que no vayas tras de mí o mis amigos cuando lo recuperes.
-Hecho. Ahora, escucha atentamente.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top