Siendo un Niwike
Capítulo 2
Alan estaba aterrado desde que hizo esa confesión públicamente. Él tan siquiera sabía en qué pensaba o que le pasaba por su mente en ese momento. Es decir, jamás se vio confesando abiertamente que accedería tener un futuro con un hombre. Sencillamente era inimaginable, ya que, si se tratara del reino de Franderland, este sería condenado, o más bien, sería llevado devuelta al camino hacia Quizz. Pensándolo mejor, se dio de qué para Franderland él ya había sido condenado, pues aunque no estuviera en la ciudad en sí, se encontraba en tierras de estas.
Mara, había llegado al día siguiente luego de la confesión, y felicitó al chico por aquella proclamación de su parte.
Sin embargo, el chico se sentía que había cometido un delito y que, en cualquier momento, vendrían tropas del reino por su cabeza. Seguramente estos no buscaban de su paradero, pues quizás habían pensado que estaba muerto como el resto de los soldados y los reclusos de aquella carreta.
Aquel pensamiento llevó a Alan a preguntarse, si su amigo estaría, al menos, sintiendo culpa por haberlo mandado a su propia muerte, o si agradecía que fuera devorado por una bestia antes de que llegara a Quizz.
Él no lo sabía, pero fuera lo que sucediera, consideraba que haber llegado a este lugar había sido una bendición. Bueno, al menos así lo parecía hasta el momento.
Pero, Mara había mostrado las verdaderas intenciones de su aparición, ya que, comenzó a empacar las pocas cosas de Alan; el cual se trataba de la única prenda que llevaba encima, más otras cantidades de telas que Alan incluso vio ofensivo en probárselo. Simplemente no deseaba andar en la selva desértica de esa forma. No era decente para él.
Suspiró agotado, pues al parecer iba a ser trasladado a la casa de Nomaru, el líder del pueblo. Ya que, tanto Rao como Mao, habían solicitado la estadía del chico en aquel lugar. Y parte de su cultura era, que cuando había un reclamo, la mujer o el hombre reclamado debía irse a vivir con esa persona, sin ningún acto sexual de por medio, con la intención de probarse ambos como futuras parejas. Y sólo si se brindaba las tareas necesarias para ambos chicos, estos podían permanecer. Las tareas eran diferentes para el rol de cada uno de los integrantes: el hombre debía brindar protección, alimento, vivienda y una vida plena sexualmente activa; y si esto se incumplía, existía la posibilidad de una separación. Una decisión tomada únicamente por la mujer. Mientras que la mujer, debía brindar cuidado, atención y administración del hogar. Pero si esta faltaba a todo esto, el hombre era quién tenía la carta de divorcio.
Cuando Mara finalizó de empacar en una Wariné todas las cosas, caminó junto a ella a través de las numerosas vías hechas de tablas, puesta unas al lado de la otra, con enormes tronco que separaba el suelo de estas. Formando caminos en el aire que daban la impresión de palafitos, pues tenían una pequeña separación entre el suelo y ellas. A su vez, todas las vías tenían conexión a todas las casas y lugares de acceso público fácilmente.
Aquello estaba tan bien construido, que verlo, parecía asemejar una tela de araña, dónde cada punto de encuentro era una casa o un lugar en particular. La razón de esto era para prevenir cualquier contacto con animales peligrosos, como las serpientes, alacranes, o cualquier otro, y, aunque sabían que aquello no era suficiente, si ayudaba a minimizar el riesgo de un accidente.
Luego de haber caminando por unos minutos, apartando las distintas ramas que se esparcían por el camino, como si intentaran recuperar el espacio robado por parte de la mano del hombre, al fin habían llegado.
La enorme casa o Korako, como realmente le llamaban para referirse a esta, era lo que más llamaba la atención de Alan. Las enormes paredes de bambú se podían observar con una majestuosidad asemejada a los muros del palacio real donde prácticamente creció; tenía diferentes niveles, y al final, dónde estaba el techo, en medio de ello, se podía ver un enorme árbol que atravesaba el hogar hasta el centro de él mismo. Ahora Alan entendía, porque aquel hogar era precisamente la del líder, ya que al igual que en el reino de Franderland, el líder del pueblo, también llamado Tuhé, era considerado como una persona de respeto y gran valor. Y todo lo que tuviese debía ser especial.
Ver aquello le hizo sentir escalofríos, ya que no deseaba tener las mismas experiencias que en el castillo. No quería estar rodeado de un montón de personas que lo buscaban era hacer cumplir sus propios caprichos, así como lo hacía Dietrich. No quería vivir en esclavitud o servicio obligado de nuevo.
—Mara, de verdad no deseo estar aquí. No quiero vivir aquí. Me gustaba estar contigo y la familia Rulé. Contigo y con ellos me sentía muy bien —Imploró Alan, con desespero—. Me hacían ser parte de ustedes. Prometo ayduarles más en casa, si eso es necesario pero...
—Pero será mejor que te calles —dijo ella con amabilidad—. Alan, simplemente no puedes. Recuerda que ahora eres parte de este lugar. Les debes la vida a todos aquí. Además, fuiste tú quién dio esperanza a los Tobirae cuando aceptaste pensar con el corazón. Eso fue una aceptación directa de lo que ellos reclamaban. De hecho, no puedes vivir tan siquiera más con los Rulé, ellos te hubieran echado de igual forma y no te dejarán volver. Nuestra cultura nos obliga a obedecer nuestras propias leyes. Y como verás, parte de ello es que no puedes vivir dónde esté un chico soltero; los Rulé tienen un hijo de 20 años y no sería bien visto que estuvieras ahí. Peor si él intentara reclamarte.
—¿Qué pasaría si eso ocurriera? —Prgeuntó asustado.
—Mao y Rao tiene derecho a darle caza y matarlo por deshonra y traición a la aldea —contestó ella.
—Pero Dionor siempre me ha respetado. Nunca se me ha insinuado —explicó Alan, refiriéndose al hijo de la familia Rulé.
—Sí, porque sabe que has sido reclamado por la familia líder. De lo contrario, créeme que ya estarías viviendo con él. ¿Tan difícil te es entendernos? ¿Tan complicado es creer que eres un chico hermoso que tienes a una aldea entera babeando por ti?
—No, Mara, difícil es aceptar lo que me piden... —confesó—. La verdad es que nunca me había pasado algo igual. Las atenciones en mi mundo eran para la familia real, no para un sirviente —agregó—. Pero no quiero causar problemas, así que vayamos de una vez por todas a la realeza de este lugar.
Mara botó el aire por aquella respuesta, pero entendió al chico. Había estado en un infierno para ella. Y así resignado caminó Alan. Mara suspiró abatida, ella sabía que el chico estaba afligido y temía sobre las decisiones que este tomara, puesto que, si por cualquier motivo faltaba el respeto a la comunidad, este sería condenado a muerte.
Al atravesar la entrada sin puerta del Korako del líder, Alan se paralizó inmediatamente al ver las decenas de mujeres que limpiaban por todo el lugar. Cada uno desnuda sin pudor alguno, siendo únicamente tapadas con la tela al que Alan le tenía pavor, pues aquello no ayudaba mucho para cubrir del todo la desnudez de todas ellas. El chico no pudo evitar sonrojarse, sin embargo, dejó de observarlas justo cuando todas dejaron sus tareas para mirarle. Allí notó y se asombró de ver los bonitos colores que tenían las paredes en el interior; tenían formas abstractas que se distinguían ciertas similitudes con muchos animales.
De una bonita escalera de madera apareció Nomarú; verlo le hizo recordar lo imponente que este era. Su cabello era largo e igual de oscuro que el resto del pueblo, al igual que su piel tostada. Su musculatura era muy proporcionada, con tatuajes en los brazos y el pecho, pero lo que realimente le hacía distinguir de los demás miembros de la comunidad, era la túnica de color azul oscura, con piel de animal en los bordes, como símbolo de autoridad.
Alan y Mara inclinaron los rostros en señal de reverencia, y ambos dijeron.
—Hori Tuhé.
Este hizo señas con la mano, indicando que tenían permiso para verle y hablar, y fue Mara quien inició aquello.
—Tuhé, aquí está el Niwike como había prometido.
Este asintió y le agradeció. Luego de ello, esta se marchó dejando a Alan con más nervios que antes.
El líder, sin dejar de mirarle, caminó alrededor de este con una mirada curiosa, y dijo.
—Sí que eres un Niwike muy extraño, tan extraño que superas la belleza de todos nuestros Niwike. Estoy agradecido con Fuka por traer a nuestra familia, alguien tan único y especial como tú. Espero te sientas cómodo en este lugar.
Alan asintió con los mismos modales que había aprendido en el castillo. Algo que le maravilló a Nomarú.
—Dime... ¿Cómo te llamas pequeño?
—Soy Alan Cooper, señor. Vengo del reino Franderland y fui atacado por una bestia cuando me llevaban a Quizz.
—¿Quizz? ¿La prisión de los blancos? ¿Por qué?
—¿La conoce? —se extrañó él, pero recordó que Mara había sido rescatada de allí, era fácil saber que ella reveló información de los blancos—. Me enviaron allí porque tenía gustos peculiares, señor —finalizó Alan, con mucha vergüenza. Él no quería dictaminar sus gustos.
—¿Gustos peculiares?
Alan asintió, con el rostro gacho en ese momento.
—¿Puedo saber qué tipo de gustos?
Alan sintió que le faltaba el aire y palideció. No estaba acostumbrado a admitir esas cosas en público, y aunque sabía que ese no era el mismo punto en la aldea, todavía luchaba consigo mismo sobre todo lo que había cambiado.
—Los hombres, señor —afirmó, tragando grueso.
—Ya veo... yo jamás te enviaría a un lugar tan cruel, —se acercó para acariciar la mejilla de él, y continuó, —eres muy fino y delicado para ello.
—Nemú —dijo una voz grave, interrumpiendo la plática. Alan miró detrás del líder y observó a Rao, el cual miraba al líder con el ceño fruncido.
Nomarú sonrió a su hijo, y dijo.
—Estoy dándole la bienvenida a Alan.
—Lo sé, pero sabes muy bien que iba a ser yo quien le enseñara este lugar, luego será Mao quién le atienda. Esas eran las condiciones acordadas.
El padre asintió, y nuevamente sonriendo a Alan, agregó.
—Bienvenido Niwike, mi hijo te mostrará el lugar.
Seguido de ello, llamó a una de las chicas del lugar y ella tomó todas las cosas que Mara había tirado en el suelo. Alan le dio las gracias, como muy bien había aprendido, y la sierva le sonrió. Pero, cuando observó a Rao, este tenía el ceño fruncido y estaba con el rostro enrojecido, claramente enojado. Alan lo percibió, pero lo que no entendió fue el porqué de ello.
Se acercó unos milímetros a él, se reverenció, y dijo.
—¿Puede complacerme con su compañía?
Alan asintió sorprendido, por la muy buena formalidad de este y el esfuerzo en actuar así aunque estaba enojado. No era tan fino como la realeza, pero para estar alejado de ella, lo hizo muy bien.
El chico le mostró primeramente un lugar dónde se realizaban las reuniones importantes de la comunidad. Esta era plana en su totalidad con una única alfombra; señal de que ellos se sentaban directamente en el suelo, como lo hacían para comer.
Luego lo llevó a la cocina, en esta abundaba un olor realmente delicioso, muchas mujeres se encontraban ahí, y todas sonrieron al ver al joven Rao. Algo que extrañó a Alan, ya que cuando le miró para ver su reacción, este estaba risueño y con una pizca de vergüenza que sonrojaba su rostro.
Lo llevó hasta lo que parecía una sala de estar, para luego llevarle a niveles superiores, dónde le mostró un salón de fiesta, el cual contaba con un bonito balcón dónde se veía una maravillosa vista hacia la luna, y más allá del terreno, la selva y más selva, y más allá, el desierto.
Luego de aquello lo llevó hasta su habitación dónde estaban todas sus cosas. Se sorprendió al verla, ya que era muy distinta a su antiguo dormitorio, lejos de tener una buena cama de bambú, tenía una exuberante cama con numerosas telas hechas a mano de distintos colores, las paredes estaban tapizada de arte indígena, con decoraciones de telas, pintura rupestre y bonitas antorchas.
—Es bonita —salió como si nada de la boca de Alan, luego de estar tan callado.
—Me alegro que te haya gustado. Debo decir que tanto Mao cómo yo la hemos elegido; creímos que era perfecta para ti.
—Gracias —respondió con sinceridad Alan.
Nunca había sido tan bien tratado.
Una fuerte ventisca fría hizo que se volviera en la dirección de dónde esta provenía. Y vio que también tenía una enorme ventana que daba a otro balcón. Corrió hacia aquel lugar, y la vista era aún más maravillosa.
Rao se acercó al chico muy curioso, nunca había visto una reacción tan exagerada según él, sobre su casa. Es decir, era bonita, pero ver esa emoción del chico blanco, le hizo querer saber más de él y de los suyos.
Estaba detrás de Alan. Y este volviéndose a Rao, no se contuvo en saltarle encima. Aquello era algo apresurado para Rao y su cultura, pero daba gracias a Fuka que nadie le estuviera viendo.
No le importó nada de aquello y correspondió el abrazo.
Alan se dio cuenta de lo que había hecho algo impulsivamente, y se apartó bruscamente de él.
—Lo siento, yo no quise...
—Tranquilo nadie nos ha visto —salvo Fuka, pensó—. Pero asegúrate de que eso no suceda delante de nadie, especialmente cuando aún no has decido a quién elegir.
Alan asintió avergonzado, pero Rao siendo un más descarado, se aproximó al chico y tomando sus manos, las besó.
—Quiero que seas mío, pero es importante que decidas con esto —señaló el corazón de Alan—. Solo espero ganármelo. Voy a esforzarme para eso.
Luego de aquello, simplemente se marchó, dejando allí a Alan, quién temblaba, y no precisamente por el frío. El trato que este le dio y la manera en que le hizo sentir: Tan importante, era algo que no había experimentado nunca, pues Dietrich era la única persona digna de esa atención.
A la mañana siguiente, Alan se levantó cuando escuchó que tocaban la puerta. Estaba maravillado de despertar allí y lo descansado que ahora se sentía, pues estando en el castillo no tenía la libertad de dormir hasta tarde. Se frotó sus ojos y caminó hasta ella.
Al abrirla, estaba Mao muy sonriente, el chico de cejas pobladas y mandíbula muy cuadrada traía consigo una bandeja con comida. Y él, sintiéndose mal por cómo había recibido al chico, corrió a la cama nuevamente.
—¿Por qué huyes? —Preguntó desconcertado Mao.
—Es solo que no estoy vestido como se debe y tan siquiera me he lavado —era cierto lo que Alan decía, pues sólo llevaba las telas blancas de los blancos para dormir que, para ellos, cubrían apenas su desnudez, al menos eso era lo que él creía.
Mao frunció el ceño, pues no comprendía, ya que el chico más bien usaba demasiadas telas. Este no acotó nada a su extraña reacción y sólo le intentó ayudar con la comida.
En verdad la atención que este mostraba era buena, pero su seriedad intranquilizaba a Alan. En ese momento comprendió que el chico no era tan predecible. Alan se tuvo que regañar así mismo, cuando él mismo se descubrió viendo la fisonomía de este. Aquel chico era músculos en su totalidad, sus brazos eran los más fuertes que alguna vez vio, al igual que Rao, pero su pecho se veía más tonificado. Las piernas de ellos era lo que más amaba Alan, y de verdad tenía deseos de tocarlas un poco.
El chico se sonrojó, cuando por causa de su distracción, se le cayó parte de la comida encima.
Se frustró por aquello, pues era lo único limpio que tenía.
—Yo... lo siento... —se disculpó apenado.
Mao le miró curioso, y como si nada, fue hasta el tendedero a un costado del balcón, y tomó el trozo de tela que tanto miedo le tenía Alan. Este quiso maldecir, pero sus principios no se lo dejaron. Así que, queriendo obedecer, se quitó la ropa y se lo colocó, no sin antes sacar fuera de la habitación a Mao, quien no ocultó su intención de no querer irse.
Este se sintió desprotegido cuando se colocó aquello. Lo único que cubría su cuerpo era la pequeña tela sobre su cadera.
Cuando abrió la puerta con vergüenza, Mao le miró deslumbrado.
—Te ves muy bien —dijo.
—Por favor no digas nada —dijo Alan, implorándoselo. Estaba que lloraba en ese momento.
Masi asintió, y sonriéndole lo llevó a la cocina. Al llegar, le dijo a Alan que debía preparar el almuerzo para toda la familia. Aquello sorprendió a Alan, pero entendió que era parte de toda la cultura de la aldea. No le pesaba hacerlo, pues ya había hecho algo parecido en el palacio real, solo no se esperó tener que hacerlo en ese lugar también. Aunque comprendió que era una forma de demostrar si él servía para ser un Niwike.
Como todo un experto, lo primero que hizo fue buscar en el depósito de comida, con qué contaba. Para su suerte, había cerdo, muchas hortalizas, y algunas aves.
Gracias a la experiencia en servir al príncipe, este tuvo que adiestrarse en muchos quehaceres del hogar, así que cocinar no representaba, por los momentos, un reto. Al menos que se hablara sobre los utensilios, eso sí que era otra cosa. Pues lo único que conocía de ese lugar era el cuchillo, del resto no tenía ni idea de que cosas se trataban o dónde se encontraban los implementos básicos.
Las chicas del lugar, le ayudaron un poco sólo para que este no tuviera problemas con la familia, y gracias a esa ayuda logró encontrar las cosas que necesitaba. Como conocía en poco la comida típica del lugar, al menos la forma en cómo se preparaban ya que había probado algunas de las cosas que ellos preparaban, decidió hacer algo que él sabía muy bien qué podía hacer, y que quedaría realmente bueno.
Con poco esfuerzo, Alan logró preparar cerdo y pollo asado, junto con salsa especial a base de ajo, cilantros y aceite; junto a este sirvió un puré de papas, más una ensalada de lechugas, hongos, trozos de cerdo y pollo, con un aderezo especial.
De verdad, aquello olía suculento, pues la casa se había impregnado de olor de este. Esto llevó a pensar a Nomarú que el chico no solo fue bendecido con el don de la belleza, sino también con la cocina. En efecto cuando la familia esperaba en una pequeña mesa centímetros al suelo, dando entender que los miembros de aquella cultura comían sentados en el suelo, logró el chico percibir a los miembros que conformaban la familia Tobirae; entre ellos estaba una señora mayor que era muy bonita, pero en nada a lo que representaba el líder del pueblo aún para su edad, así mismo, estaban dos jovencitas que, a diferencia de su madre, sí que eran extremadamente hermosas, siendo su cabellera larga; y las formas de sus ojos, lo más llamativo a parte de sus enormes senos, era el trenzado en el cabello que tenían.
Por otro lado estaba Rao, quien miraba alegre a Alan, Mao, el cual también le sonreía, y otra mujer muy anciana que debía ser la abuela. Pero, aun con muchos años encima, Alan creía que debió haber sido una mujer muy hermosa.
Todos los miembros veían la comida, asombrados y extrañados, nunca habían visto algo igual, por lo que Alan se adelantó y comentó torpemente:
—Esto es un plato típico de dónde provengo. Espero no incomodarles con mi decisión y espero que lo acepten como un regalo de mi parte. Espero les guste.
Todos se miraron por un segundo, pero luego asintieron no muy seguros. Entonces, comenzaron a probar aquello con sus manos. Primero el puré, luego el cerdo y el pollo, y finalmente la ensalada.
—¡Esto es impresionantemente bueno! —Vociferó Nomarú.
Los demás asintieron con las bocas llenas.
Alan se relajó por completo. Estaba aterrado de que no les gustara.
Fue Mao quien le dio un espacio a su lado, para que este se sumara a la mesa y a la comida, y él obedeciendo, se sentó. En ningún momento Rao dejó de mirarles, pero como debía cumplir el trato, nunca interrumpió la gustosa conversación del chico con su tío.
Cuando la tarde comenzaba a caer, Mao subió a la habitación del chico junto a él, y al estar en ese lugar le dijo.
—Eres lo más hermoso que he visto.
—No creo que opinen eso de dónde provengo, pero gracias por decirlo.
El asintió sin comprenderle. No podía entender como los blancos vivían de esa forma tan atroz y sin disfrutar el regalo de Fuka sobre su gente. Aunque sabía que ellos no servían a Fuka. ¿Entonces a quién servían? Él solo decía lo que su corazón y su vista veían del chico.
Alan, sin embargo, por tener tanto tiempo a Mao allí, deseaba sólo poder tocarlo un poco. Es que, no entendía porque él y su sobrino tenían esa reacción sobre él de esa forma. Ni Cayden le había tentado tanto. Así que atreviéndose a ello, se acercó y tocó su pecho.
Mao le miró curiosamente y cerró los ojos.
—¿Por qué cierras tus ojos? —Preguntó curiosamente Alan.
—De esta manera evito la tentación de tomarte. No tengo problemas en que toques mi cuerpo, de hecho me gusta que lo hagas aunque no está permitido, pues no me importa, pero no estoy seguro de que pueda contenerme. Llevo mucho tiempo solo, Alan.
Alan asintió y entendiendo su imprudencia. Retrocedió.
En serio, tenía que estar algo muy malo en él para no respetar a ninguno de ellos como se debía. No sabía que le sucedía con Mao y Rao, pero ahora entendía las palabras de Mara; la pasión puede hacernos perder el control, a tal punto que nubla la capacidad del raciocinio. Por eso, su decisión no podía estar basada en lo que veía, sino en lo que experimentaba de ellos.
—Lo siento —llegó a decir, para caminar hacia el balcón. Se alegró de que Amo no le hubiera seguido.
Vocabulario:
· Wariné: Una cesta tejida base de palmas que, luego de endurecerse al secarse, podía ser usada para poder trasladar cualquier objeto.
· Korako: Casa u hogar
· Tuhé: Líder del pueblo, llamado por Fuka.
· Hori: Salve o viva
· Hori Tuhé. Salve el líder o viva el líder.
· Niwike. Título otorgado para referirse a un reclamado.
· Nemú: padre
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