Capítulo DIEZ | parte 2


Iba a morirme. Estaba segura de que iba a morir, por amor a Dios. Mi corazón latía fuertemente amenazando con desgarrarme los músculos intercostales, romper mis costillas y salir a través de mi pecho. Cada paso era un martirio.

Aunque Mekaal, con toda su amabilidad, había mandado a hacer que los puentes tuvieran sogas a los lados como barandas para mí, me seguía aterrando caminar por allí. Traté de no gatear sobre las maderas para no hacer el ridículo como muchas otras veces. Aferré mis manos a las sogas y paso a paso, muy lentamente, fui avanzando hacia la casita de Shali.

El sudor me recorría y tuve deseos de llorar cuando el puente se balanceó con el viento, pero resistí hasta poder llegar a un cruce entre dos puentes. Avancé hasta lo de Shali, y solo me sentí verdaderamente tranquila cuando pude pisar la base, el pequeño pórtico de madera que tenía en la entrada. Mis piernas temblaban muchísimo.

Menos mal no me quedé con Ilmaku como pareja, no podría hacer eso todos los días de mi vida.

Tomé las piedritas que usaban como llamador y las hice sonar, golpeándolas unas con otras para hacer su bonito sonido.

—¡Déjame en paz, Yoyogu! —gritó Shali desde adentro—. ¡Vete con alguna de tus compañeras y déjame tranquila!

—Soy Erin.

Shali no hizo un solo sonido. Vi su rostro asomarse tras las cortinas de su ventana, quizá para ver si estaba Yoyo conmigo. Parecía sorprendida de verme allí sola, y abrió la puerta al instante.

—¿Erin? ¿Viniste sola?

—Vine sola, siento que voy a morir pero aquí estoy. ¿Puedo pasar?

Se hizo a un lado para permitirme entrar, y luego de que ella cerró la puerta nos acomodamos sobre la alfombra. Su cama estaba deshecha y desordenada, como si hubiera estado allí todo el día.

—Tienes los párpados hinchados, ¿estás bien? —preguntó con voz suave.

—Tú también tienes los ojos hinchados y rojos, ¿puedes decirme qué pasó? Jamás había visto a Yoyo tan enojado con Ilmaku.

Ella apretó los labios y corrió la mirada, para que no pudiera verla a los ojos. Estaban rojos, hinchados de tanto llorar y aún con lágrimas en ellos.

—Estoy bien, dime qué te pasa a ti.

Dejé ir un suspiro. Ambas estábamos preocupadas por la otra y pondríamos a nuestra amiga por encima de nuestras necesidades, así que coloqué las manos en mi cadera y dije muy rápido:

—Estoy enamorada de Knox, él se quiere morir, no sé qué hacer con mi vida. Te toca.

Me miró tan rápido que su cabello danzó en el aire. Sus ojos negros se veían enormes por la sorpresa.

—Ilma me dijo que no serían compañeros porque tú ya tenías otro, pero creí que se refería a alguno de esos humanos.

—Hablaremos de esto luego, ahora dime qué te sucede, por favor —Posé mi mano sobre la suya, con cariño—. Somos amigas, Shali. Déjame ayudarte en lo que pueda.

Ella se mordió los labios y parpadeó muy rápido para eliminar la acumulación de lágrimas. No tenía florecitas en su cabello como siempre, y parecía demasiado triste como para usar sus hermosos vestidos bordados, pues estaba en pijama.

—El primer día del solsticio, cuando Ilma te acompañó —comenzó a decir—, me quedé sola porque Yoyo se había ido por ahí con alguna de sus compañeras de cama. Cuando Ilma regresó estaba tan triste, me dijo que tú y él no serían compañeros. Recostó su cabeza en mi regazo y le hice caricias mientras hablábamos. Él se sentía solo por eso, yo me sentía sola porque nadie me sacó a bailar, ni me dio una cinta.

Se mordió los labios nuevamente.

—Entonces me dio su cinta para bailar conmigo toda la noche, y luego dormimos juntos para sentirnos menos solos. Como amigos, Erin, pero...

—¿Pero qué?

—Los demás comenzaron a creer que me estaba cortejando. Me vieron con su cinta, bailando con él, o haciéndoles caricias y creyeron que era un cortejo, y luego lo vieron salir de aquí en la mañana y todo fue peor —Parpadeó nuevamente para evitar llorar—. No habría problema con esos rumores tontos de no ser porque las otras hembras comenzaron a insultarme. Me empujaron, me dijeron mala amiga porque creen que te estoy robando a ti a Ilma, y porque creen que se lo estoy robando a ellas.

Comenzó a llorar así que la abracé, y ella respondió el abrazo. Me aferró con fuerza y sentí las gotas de sus lágrimas caer en mis hombros desnudos.

—Son unas estúpidas, Ignóralas. Les daré una revolcada por el barro que van a ver, ¿eh? —dije y alisé su cabello con los dedos—. Tranquila, lo resolveremos.

—Eso no es todo —sollozó y se apartó para poder secarse las lágrimas—. Los otros machos que me ignoraron siempre comenzaron a intentar cortejarme, porque ahora que creen que el próximo líder está interesado en mí me ven como un objetivo interesante.

Parpadeé con confusión.

—¿No era lo que querías, conseguir una pareja?

—¡Solo me quieren porque piensan que le gusto a Ilmaku! —chilló—. Me estuvieron llenando de regalos. Algunos solo quieren acostarse conmigo, pero hubieron dos que me ofrecieron construir una casa, y pensé que al fin había encontrado alguien que me quiera...

—Shali...

—Creí que al fin le gustaba a alguien, Erin —sollozó—, creí que ellos me querían de verdad, pero cuando dije que no quería tener sexo, que solo deseaba un compañero a mi lado, uno me dijo que no perdería el tiempo y el otro me dijo que...

Apreté la mandíbula, sintiendo la ira acumularse en mi pecho.

—Dime qué te dijo ese último imbécil.

—Que si le temo a los embarazos podíamos tener sexo anal, que no fuera tan dramática —sollozó con más fuerza—. Nadie me quiere a mí, Erin. Todos los machos decentes que podrían aceptar una relación como yo quiero ya están ocupados, a mí solo me quieren los idiotas. Solo me quieren porque creen que podrán arrebatarle algo a Ilmaku, porque creen que él me está cortejando, y porque creen que ya no soy virgen y ya accederé a sus estúpidos juegos.

Hizo un puchero al intentar dejar de llorar, pero más lágrimas comenzaron a caer por su rostro, así que nuevamente la abracé. La angustia de mi amiga se contagiaba en mí, en la molestia que sentía en la garganta, en el deseo que me daba de ir y apuñalar a esos monos estúpidos, y también en el deseo de llorar con ella.

—Y para peor, cuando le reclamé a Ilma por esto él fue y los destrozó a golpes, y eso empeoró todo. Ahora con más razón creen que me corteja y que solo quiere quitarlos del camino. Creen que está celoso, solo empeoró todo.

—Está bien, Sha-sha, estoy contigo —dije con voz suave—. Sé que te duele mucho, pero trata de no prestarles atención. Que piensen lo que quieran, que crean cualquier tontería. Tú sabes la verdad.

—Solo quiero que alguien me quiera, Erin —gimoteó—. ¿Por qué nadie me quiere? ¿Por qué soy la única a la que nadie quiere amar? ¿Qué tengo tan mal? —Lloró tan fuerte que incluso yo comencé a llorar con ella—. Las otras chicas sí logran tener compañeros así, que las respeten y cuiden, o aceptan relaciones sin sexo, ¿por qué yo no puedo? ¿Por qué nadie me quiere, por qué no le gusto a nadie?

Acuné su rostro entre mis manos, llorando con ella porque estaba tan destruida, tan rota. Esos estúpidos machos la habían ilusionado con algo que no pensaban darle.

—Algún día va a aparecer alguien, estoy segura de eso —dije con voz suave, tratando de reconfortarla—. Alguien que te quiera a ti, Sha-sha, que le gustes tú. No porque crea que le gustas a otro que es popular, no porque te vea como un objetivo interesante. Un día le vas a gustar a alguien de verdad, tanto, te juro que tanto le vas a gustar que sería capaz de enfrentar al más temible nawel por ti, que iría al cielo solo para traerte polvo de estrellas.

Gimoteó con fuerza.

—¿Cómo lo sabes? Tengo veintidós solsticios y no le gusto a nadie. Solo les gusta la posibilidad de tener sexo conmigo, no les gusto yo, ni mis sueños, ni las cosas que me gustan. ¿A qué macho le interesaría oírme hablar de mis bordados? ¿Qué macho soportaría que su compañera aguante más alcohol que él? —Se refregó los ojos para secarse las lágrimas—. ¿Quién querría estar en una relación de solo besos, sin placer carnal?

No supe qué decirle. Sentía la angustia en mi pecho por verla llorar así, con tanta desesperación, con tanta necesidad de ser amada por alguien.

—Eres tan hermosa, Shali —dije con tristeza—, y tan buena, y dulce, y divertida, y especial. Y eres mi mejor amiga.

Sorbió por la nariz y continuo secando sus lágrimas.

—Y si lo soy, ¿por qué nadie me quiere?

—Porque son estúpidos, y ciegos, y mil veces más estúpidos —dije y comencé a peinarla con los dedos, con cariño—. Tal vez tu compañero no está en este pueblo, tal vez esté en otro pueblo de koatás. Tal vez sea un sexy y hermoso iwase de cornamentas largas y varoniles.

Comenzó a reírse.

—Un sexy iwase de cabello castaño y grandes cuernos —dijo con una risita—. Yoyo haría muchos chistes al respecto.

—Yo también buscaba en mi pueblo, ¿lo recuerdas? Y ninguno me quiso —Le quité unas ramitas que tenía enganchadas en el cabello—. Y entonces apareció Ilmaku, que no es de mi pueblo.

—Pero te enamoraste de un nawel.

—Me enamoré de un nawel que se quiere morir —dije con la sonrisa más triste de todas—. La vida a veces es cruel.

Nos quedamos en silencio por unos minutos, donde ella se puso de pie para poder servir agua para ambas. Llorar nos dio sed.

Shali se veía tan triste, tan rota, no como Knox deseando morir, sino como si estuviera perdida y no supiera a dónde ir.

—Yoyo dijo que nos espera para cenar.

Se enjuagó el rostro con un poco de agua y luego me miró desde su ubicación.

—No estoy de ánimo.

—Lo sé, pero estarás conmigo —aseguré—. Está Uri durmiendo, y Yoyo seguro nos hará reír con alguna tontería, y está también Ilmaku.

Bajó la mirada con tristeza.

—No estoy enojada con él, no tuvo la culpa de nada. Solo fue un buen amigo, no es su culpa que los otros inventaran rumores sobre nosotros —dijo e hizo un puchero—, pero no quiero que por ser mi amigo arruine su vida.

—Shali, ¿cómo podría pasar eso?

—Tal vez alguna chica de verdad quiera ser su compañera, no porque va a ser el próximo líder, no porque es popular, porque lo quiera a él, y tal vez esa chica no se acerque si piensa que él me está cortejando.

—Estás imaginando muchas cosas que ni siquiera han pasado. Vamos un paso a la vez, Sha-sha —dije y sorbí un trago de agua—. No pienses en todo lo que podría pasar, vamos a concentrarnos en lo que puedes hacer ahora.

—¿Como qué?

—Como arreglar ese hermoso pelo y ponerle florecitas otra vez, o ponerte un bonito vestido para ir a cenar con tus seres queridos —sonreí para ella—. ¿Qué te gustaría hacer? Dime qué quieres hacer y lo haré contigo. ¿Quieres ir a cenar, quieres que solo seamos tú y yo? ¿Qué quieres hacer?

Se encogió de hombros, abrazándose a sí misma.

—No salí estos días porque me daba vergüenza que me vieran los del clan, que de verdad se crean los rumores, pero no me gusta estar encerrada.

La tomé de las manos con cariño, deshaciendo su nudo de brazos.

—¿Qué te parece si nos ponemos las dos el vestido más sexy existente, nos peinamos bien, nos maquillamos y perfumamos, y cenamos solo tú y yo? Una cita no-romántica.

Ella asintió con una sonrisa, aunque sus ojos negros aún se veían muy tristes.

Debía ser terrible para ella ver a todos emparejarse y que los únicos interesados en ella fueran unos tontos. No tenía más amigos que solo Ilmaku y yo, porque las otras chicas la veían como competencia y los otros chicos estaban concentrados en conseguir sus propias compañeras. Mi pobre amiga, tan dulce y preciosa.

Ambas nos dimos una ducha por turnos, porque aunque ella dijo que podíamos hacerlo juntas la verdad es que me daba vergüenza que me viera desnuda. Nos lavamos el cabello con esos deliciosos shampoos de frutas, y nos perfumamos con un delicioso aroma a flores.

Shali era muy delgada, aunque tenía unos senos bastante considerables para su raza, eran más grande que el promedio en su clan, aunque mucho más pequeños que los míos. Encontrar uno de sus vestidos que me fuera a mí fue imposible, pero encontramos uno que en realidad pertenecía a su madre. Era un tono de verde más oscuro, como el musgo, y sus bordados eran de flores amarillas. Shali se puso un vestido verde claro con hombros descubiertos y un bonito escote de corazón, tenía bordados de florecitas azules.

Cuando llegó el momento de maquillarnos, supe que era la hora de mostrar mis dotes para esto. No tenía mis productos aquí, ni mi paleta de cosméticos ni mis brochas, pero podía hacer algo interesante con lo que Shali tenía. Le puse sombra en los ojos con una pasta rosada, con cuidado de que no fuera demasiado. Luego le delineé los ojos con esa pasta negra que habíamos usado en el solsticio, y le hice una colita para enfatizar su mirada. Le coloqué rubor en las mejillas, para darle color, y luego un bonito tono rosado en los labios.

Ambas teníamos los ojos hinchados, pero logré que el maquillaje cubriera un poco esa apariencia de sapo que teníamos.

Con una corona de flores cada una estuvimos listas para nuestra cena no-romántica, la cena de la desilusión amorosa. Hablamos de Knox y de mis sentimientos por él mientras nos arreglábamos, así que ambas ya nos sentíamos un poco más tranquilas.

—Vamos con los chicos, no quiero que Ilma piense que lo odio —dijo Shali con una sonrisa triste.

Asentí y me puse de pie para poder salir con ella del lugar. Nos tomamos del brazo para caminar juntas, recorriendo esos puentes. Seguían dándome miedo, pero estaba mucho más concentrada en hacer que mi amiga se sintiera mejor, segura y hermosa.

Cuando pasamos por un cruce, a nuestro lado pasaron dos chicas koatá, una de una larga coleta negra que estaba segura de haber visto antes, y otra de cabello corto por el mentón. Las escuché chasquear la lengua y murmurar:

—Roba machos.

Shali se encogió de hombros con tristeza y yo me di vuelta al instante.

—¡¿Tienen algún maldito problema, perras?! —grité, llena de furia.

—Te está quitando tu macho y encima la defiendes —gruñó la de cabello corto y comencé a reírme.

—¿Quién sabe? Tal vez somos un trío, tal vez nos gusta eso. ¿Eh?

Los ojos de Shali se abrieron con consternación y sus mejillas se tiñeron de rojo.

—¡Erin!

—¿Tienes algún problema con nuestros gustos en la cama? ¿Te importa si comparto a mi macho con quien yo quiero? —escupí en su rostro—. ¿O te molesta no ser tú? Ilmaku tiene buen gusto, por eso le gusto yo.

—Qué desagradable —siseó la de la coleta.

La apunté con el dedo índice.

—¡Ya te recuerdo! Eres la que lo obligó a bailar cuando él estaba conmigo. ¿Y Shali es la roba machos? ¿Qué eres tú entonces?

—No te creas tanto, tú no le gustas a Ilma, solo le gusta la idea de cogerse una criatura extraña como tú —dijo entre colmillos, en mi rostro, luego me miró de arriba hacia abajo—. ¿Has pensado hacer ejercicio?

—Por suerte hago mucho cardio, saltando sobre la verga de Ilmaku —dije con una risita—, pero tú no puedes hacerlo.

—Erin —rogó Shali al tomarme del brazo.

—Soy una humana, no una koatá —dije con la barbilla en alto—. Y no tengo por qué obedecer sus reglas, así que si vuelven a molestar a Shali voy a arrastrarles la cara por el suelo. ¿Me oyeron?

Ellas se rieron.

—No podrías hacerlo.

—¿Estás segura? —Las miré fijo y con intensidad, con las cejas caídas sobre mis ojos—. Porque no sería la primera vez que lo hago.

Por un momento se estremecieron ante mi mirada. Retrocedieron un paso, luego dos, y entonces la de la coleta alzó la barbilla con falso orgullo.

—Veremos si le sigues gustando a Ilma cuando sepa que nos amenazaste.

—Creo que se le va a poner más dura de solo saberlo, así que díselo —sonreí—. Le va a encantar.

Se fueron rápido hacia otra parte, aunque las seguí con la mirada para asegurarme de que no voltearan, y que en caso de hacerlo vieran esa mirada que aprendí de mi madre. Tal vez me parezca físicamente a mi padre biológico, tal vez no tenga el carácter fuerte de mi madre tampoco, pero me había criado una soldado y aprendí de ella a asustar a otras personas.

—No se van a meter más contigo —aseguré y reanudamos la caminata—. No van a arriesgarse.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque saben que si Ilma se entera de todo lo que dijeron, él las va a despreciar —La miré de soslayo, se veía triste y decaída nuevamente—. Tranquila, créeme que no sería la primera vez que arrastro a una por el suelo.

Me miró con sorpresa.

—Lían era muy sexy después de todo, alto, musculoso, y siempre había alguna que se arriesgaba —dije con una risita—. No seré una guerrera, pero una novia celosa puede ser letal.

Shali se rió, y con eso fue recuperando el ánimo mientras nos acercábamos hasta la casita de Yoyo. La voz de ambos muchachos llegaba desde adentro, también el sonido de algo similar a una guitarra. Era un instrumento que había visto en el solsticio.

Tocamos las piedritas llamadoras, y Yoyo abrió para nosotras. Le dio un gran abrazo a su hermana, tan fuerte que ella incluso se quejó por eso. Yo ingresé justo para ver a Ilmaku tocar ese instrumento con cuatro cuerdas. Cantaba por lo bajo lo que parecía ser una canción infantil, sentado junto a Uri, quien dormía plácidamente y con una sonrisa.

—¡Sha-sha! —dijo y se puso de pie al instante, haciendo el instrumento a un lado—. Sha-sha, lo siento. Lo resolveré.

—Está bien, tarado. Erin ya se está haciendo cargo —dijo Shali con una risita, como si no hubiera estado triste y preocupada hace solo unos instantes.

Yoyo se cruzó de brazos y se acomodó sobre la alfombra, mirándome fijo con una gruesa ceja alzada.

—¿Ah, sí? ¿Qué hiciste? ¿Se puede saber o primero cenamos?

—Primero bebemos —dije.

Los labios de Yoyo se curvaron en la sonrisa más pícara existente, y entonces se estiró para tomar una jarra de cerveza.

Junto a mí se ubicó Shali, quien reposó su cabeza en mi hombro. Le di un beso cariñoso y miré cómo Ilmaku se acomodaba justo frente a mí, para poder estar también junto a Uri. Nos separaba una pequeña mesa de madera donde había acomodadas distintas ensaladas, frutas cortadas, un cuenco con insectos especiados –que me parecían asquerosos– y una especie de humus de legumbres, hecho especialmente para mí.

Sabía que Uri no se despertaría hasta la mañana, así que podía beber unos tragos de cerveza. De todas formas él ya comía, podía saltear la lactancia por un día.

Hicimos un brindis y bebimos nuestros tragos. Mojé un pedazo de pan de maíz en el humus para poder saborearlo. Me gustaba ese humus, por eso Yoyo lo hacía seguido para mí.

—¿Y bien, van a contar el chisme? —preguntó Yoyo mientras se chupaba los dedos de la mano.

—Ah, sí —dije y miré a Ilmaku—, dije que hicimos un trío.

Ilmaku escupió la cerveza que estaba bebiendo y tuvo que toser varias veces.

—¡¿Qué... cosa?! —tosió.

—Me dijeron que haga ejercicio, para dar a entender que estoy gorda, y les dije que ya lo hago saltando sobre tu verga.

Yoyo comenzó a reírse a carcajadas, golpeando con la palma de su mano la mesa de madera. Shali se cubrió el rostro con vergüenza otra vez, mientras que el rostro de Ilmaku cambió por completo de color.

—Me estaba defendiendo, me siguen molestando —dijo Shali desde su escondite de manos—, pero Erin es una degenerada.

—Lo soy, no por nada tengo un hijo.

Ilmaku también se cubrió el rostro con las manos. No dijo una sola palabra, se mantuvo en silencio y escondido para ocultar la vergüenza. Yoyo le dio un empujón, aún riéndose.

—Ay, qué te haces. Bien que te gustaría que Erin lo hiciera.

—Está el bebé durmiendo, por favor —rogó, aún escondido.

Nos reímos con ganas, de mejor ánimo, y terminamos nuestra cena mientras explicábamos mejor lo que pasó. Ilmaku frunció el ceño con odio, lo que lo hacía verse mucho más intimidante de lo normal, y no dijo una sola palabra por largos minutos. A veces llevaba su mano hacia la cabecita de Uri para hacerle una caricia, y otras veces solo bebía de su vaso en silencio.

Era Yoyo quien alegraba el ambiente con bromas y anécdotas graciosas. Contaron algunas del pasado, de su infancia. Al parecer él y Shali solían meterse en muchos problemas y siempre debía ser Ilmaku quien les ayudara.

—¿Recuerdas cuando caí en la trampa de un humano y quedé colgado de cabeza? —se rió Yoyo.

—Te había dicho que era una trampa —suspiró Ilmaku—, pero fue divertido.

Debido a que ya era de noche no volvería al búnker, me quedaría allí con ellos. Pensaba dormir con Shali, pero como Uri ya estaba muy cómodo entre las almohadas de Yoyo nos quedaríamos allí. Tuve que revisar varias veces sus pañales, para evitar que moje las cosas de mi amigo.

Luego, mucho más tarde, cuando los ánimos estuvieron mejor, cuando me sentí nuevamente feliz, sin pensar tanto en el problema que significaba amar a Knox, Ilmaku me hizo una seña para que lo siguiera. Miré de reojo a Yoyo que hablaba con Shali, apenas llegué a oír algo de su conversación. «Yo puedo cuidarte, no necesitas un macho, cabeza de uva. Yo cuidaré de ti toda la vida» le decía él en un susurro.

Me puse de pie para seguir a Ilmaku afuera, al pequeño pórtico de madera que ahora, gracias a las sogas y palos que Mekaal ordenó poner en todas partes, parecía un bonito balcón.

Ilmaku se sentó en el suelo con la espalda apoyada contra la pared de palos y barro, así que me acomodé a su lado. La imagen frente a nosotros era simplemente hermosa, los puentes se iluminaban con la luz de la luna y las pequeñas antorchas que estaban en ubicaciones estratégicas. Parecían lámparas, se veía hermoso. Alcé la vista al cielo, apenas llegaba a verse la luna y las estrellas debido a la copa de los árboles, pero aún estaban allí.

—¿Querías hablar conmigo? —pregunté en un susurro.

—Quiero pedirte dos favores —dijo también en voz baja, mirando hacia un grupo de koatás que conversaba a lo lejos—. Si es que no te molesta.

—Dime, Ilma. ¿Qué necesitas?

—Lo primero es que yo sé lo que es ver a alguien destruirse de a poco, hundirse en su miseria —dijo y bajó la mirada—. Sé lo difícil que puede ser estar en tu posición, así que el primer favor que voy a pedirte es que te apoyes en mí cuando lo necesites. No va a ser fácil luchar contra la marea de malos pensamientos de Knox, así que puedes apoyarte en mí.

Lo miré con atención a su rostro de perfil, tenía la nariz ancha en la punta, pero a su vez su perfil era hermoso. Con una majestuosa barbilla, con sus largas patillas negras que le daban un aspecto elegante, y su corto cabello negro muy bien peinado.

—Está bien, así lo haré —dije con una sonrisa.

Él entonces dirigió la mirada hacia otra parte, a algún punto de la aldea que llamó su atención. No me miró cuando dijo:

—El segundo favor... —carraspeó—, es si puedes fingir ser mi compañera por un tiempo, solo para hacérselo creer a los demás. Si creen que de verdad tengo compañera dejarán de molestar a Shali.

Lo miré, sorprendida. Él parecía avergonzado de tener que pedirme eso.

—¿Harías eso por Shali?

—Haría todo por ella —susurró con la mirada baja—. Es mi culpa que la molesten, que los otros machos piensen que pueden jugar con ella, así que yo debo resolver esto.

Posé mi mano sobre la suya, los largos vellos del dorso eran suaves, se sentía extraño a la vez.

—No es tu culpa, eres un buen amigo, Ilmaku. Los otros son tarados que se dejan llevar por rumores, solo eso.

Él se encogió de hombros.

—Aún así tengo que hacer algo. Yo no pedí ser popular, nunca quise que las hembras me deseen tanto, ni que los machos me vean como competencia —dijo y en su voz se percibía una mezcla de vergüenza y tristeza—. Yo solo quería ser fuerte para proteger a mis seres queridos, ni siquiera quería ser el próximo líder.

—Pero eres el hijo de Mekaal —agregué, algo confundida.

Él me miró de soslayo.

—El liderazgo no se pasa de padre a hijo, lo obtiene el más fuerte. Mi padre se ganó su puesto en la guerra, el líder renunció al ver que él era mejor. Yo seré el próximo porque soy incluso más fuerte que Lumen —suspiró y con sus dedos rozó suavemente los míos—. Por eso me gustas tú, Erin. Porque a ti no te importa si soy fuerte, si soy débil, si seré el próximo líder, si soy o no popular. Tú solo querías alguien que cuide de ti y de Uri, y yo solo quería alguien que me recibiera con una sonrisa al llegar a casa. Una sonrisa sincera.

Se veía tan solitario, en sus ojos y voz percibía la esencia misma de la soledad.

—¿Entonces cuál es el plan? ¿Fingiremos ser pareja, crees que eso ayudará a Shali? —pregunté, muy decidida a hacer esto.

—¿Lo harás? —Me miró con sorpresa—. Será solo por un corto tiempo, unos días. Luego fingiremos romper frente al resto, así si me acerco a Sha-sha dará igual si creen o no que la cortejo, porque seré oficialmente soltero y ella ya no será vista como una roba machos.

—¿Y qué sucede con los machos esos que la cortejan? —Alcé una ceja.

Él frunció el ceño y apretó la mandíbula.

—Espero que al menos uno de ellos sea sincero, y que esté dispuesto a darle todo. Shali me prohibió golpearlos porque eso empeoró las cosas, así que... solo puedo rogar que uno la valore de verdad.

Mis labios se curvaron en una sonrisa y, aunque quise evitarlo, comencé a reírme.

—¿De en serio les diste una paliza?

Él también se rió, de mejor ánimo.

—Sí —Al sonreír, sus colmillos se veían en verdad muy adorables—. Espero no haber espantado a buenos candidatos.

Dejé caer mi cabeza sobre su hombro y eso lo sobresaltó por un momento. Era increíble cómo Ilmaku podía verse tan intimidante por esa mirada heredada de Mekaal, y a la vez ser un tierno y vergonzoso gatito bebé. Bueno, un monito bebé.

—Está bien, haremos esto pero hay que aclarar ciertos puntos. Tendré que explicarle a Knox que esto es falso —dije exhalando todo el aire de mis pulmones—. No quiero perder la oportunidad de estar con él solo porque crea que esto es real, y tampoco quiero que te ataque si piensa que lo es.

Ilmaku giró instantáneamente para verme, con una ceja alzada.

—¿Atacarme?

—Ataca prácticamente a cualquier macho que se me acerque, y que no sea él o Yoyo.

Por un momento se quedó en silencio, luego comenzó a reírse despacio hasta que su risa se convirtió en una carcajada.

—Erin —se esforzó en resistir la risa, pero parecía muy tentado así que le di un golpe porque no era nada gracioso—. Ya lo tienes.

—¿Ya tengo qué? —siseé, molesta.

—A Knox, ya lo tienes. Ya es tu compañero, solo que él no lo sabe aún —Me dedicó una sonrisa feliz en compañía de una mirada llena de alivio—. Los naweles son posesivos por naturaleza, pero no con cualquier persona. Si él ataca a cualquier macho que se te acerque es porque siente que eres su hembra.

Sentí mi rostro arder hasta las orejas, la piel prácticamente me estaba quemando.

—¿Entonces...?

—Entonces Knox está loco por ti pero aún no se ha dado cuenta. Se comporta por instinto, porque su cuerpo sí sabe que eres suya y que él es tuyo, pero su mente no lo procesa todavía.

Mi corazón comenzó a latir muy rápido, con una mezcla de emoción y alegría, pero también miedo y ansiedad. Knox... Él no quería una pareja, si se daba cuenta de que yo le gusto... ¿qué sería capaz de hacer? Tal vez se alejaría para siempre, para no tener que verme. ¿Estaría conmigo?

Sentí la mano de Ilmaku en la mía, entrelazando los dedos con cariño.

—Todo va a estar bien, ya es tuyo. Solo debes sacarlo poco a poco de la niebla, va a ser difícil pero te ayudaré —dijo con suavidad—. Ahora aclaremos esos puntos de nuestro trato.

Asentí por inercia, porque aún no procesaba la nueva información.

—¿Debemos besarnos? No sé si quiero, sería como serle infiel y eso no me gusta —balbuceé.

—No es necesario. Los compañero de cama también se besan, un beso no demostraría que somos compañeros, pero... —carraspeó, algo avergonzado—. Tú no tienes cola así que... Supongo que con esto bastaría.

Me sobresalté al sentir algo en mi cintura, y al mirar allí vi la cola de Ilmaku rodearme, como si me estuviera abrazando con ella. Dirigí la mirada a su rostro, estaba tan avergonzado por eso. Yoyo había dicho que era algo íntimo, así que para él sería difícil hacer esto con alguien que no es en verdad su compañera.

—Ilma —Lo miré fijo a esos ojos apenados —. ¿De verdad quieres hacer esto?

—Me estoy muriendo de la vergüenza —dijo mirando hacia otra parte—, pero por Shali... Voy a aguantarlo. ¿Te molesta?

Si él estaba dispuesto a llegar a este punto por su mejor amiga, si estaba dándome algo tan íntimo e importante para su cultura, entonces yo debía poner también de mi parte.

—Podemos besarnos, así no habrá dudas.

Se encogió de hombros y cerró los ojos.

—Lo siento mucho, Erin.

Posé mi mano en su hombro, para darle una palmadita.

—Por Shali —dije, segura de todo esto.

—Por Shali.

Así que por unos días sería su pareja públicamente. Debía decírselo a Knox, para evitar confusiones.

«Todo va a estar bien, ya es tuyo», repetí las palabras de Ilmaku en mis pensamientos, y rogué que fueran ciertas.

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