Parte II 💮

Hashirama cogió la mano derecha de su amante con la suya, besándole el dorso y los nudillos de ésta con desbordante dulzura, indicándole que estaba bajo sus deseos, hechizado por su particular belleza y listo para complacerlo en todo.

El menor pudo sentir una increíble sensación de calor atravesarle el cuerpo desde la punta de los pies hasta las orejas, percibiendo un mayor ardor en sus mejillas y en la zona de su vientre, lo que despertó aún más su necesitado sexo.

Vio al mayor bajar con lentitud sus pantalones y deshacerse de las vendas que envolvían sus propias pantorrillas para protegerlas de los golpes. Luego le quitó la última prenda que cubría un poco de su expuesto cuerpo, sintiendo de inmediato la maldita necesidad de tapar su piel con alguna tela suelta de por allí, pues la mirada del otro le hacía arder en vergüenza y deseo. Estaba completamente desnudo frente a él, sin nada que pudiera esconderlo de aquellos ojos tan penetrantes.

Demasiado vulnerable.

El mayor lentamente descendió su rostro hasta rozar con la punta de su nariz el hueso de la cadera izquierda de Madara, donde respiró con calma provocándole pequeños espasmos ante el estímulo de su tibio aliento. Hizo un camino de besos húmedos a lo largo de su temblorosa pierna mientras acariciaba con suavidad sus incitantes muslos, siguiendo la misma ruta de sus ansiosos labios. Hashirama se estaba controlando, o eso intentaba, porque la constante respuesta del menor le animaba a seguir sin detenerse por nada ni nadie.

La piel del Uchiha se erizaba ante ese contacto tan dócil. Respiraba profundo y con cierta dificultad al tiempo en que dirigía sus antebrazos hacia su rostro para cubrir esa erótica vista. Seguía avergonzado, era inevitable para él, pues tener al Hokage casi a sus pies y de esa forma, más aun teniendo en cuenta lo que eso significaba, le hacía llegar al séptimo cielo sin gran esfuerzo.

Hashirama por su lado llegó hasta el pie de Madara donde ofreció un montón de besos largos, tocando el talón y la planta de éste como si fuesen de costosa porcelana. Luego volvió a subir, esta vez por su pierna derecha siguiendo la ruta empleada con anterioridad para terminar mimando con su boca el miembro duro de su amante, sin que éste pudiera predecirlo.

Madara ahogó varios jadeos después de percibir, con mayor frecuencia que antes, las lamidas que el otro le daba a cada centímetro de esa receptiva y sensible piel. El no verlo le daba un factor sorpresa a todo movimiento que su lengua realizara sobre su falo, así que alejó sus brazos de su cara y se apoyó con ellos sobre su futón para mirar con lujo de detalles al moreno, sintiendo demasiadas cosas a la vez.

Cuando sus ojos se encontraron en ese acto, logró experimentar una bomba de emociones que agitó cada uno de sus alterados nervios, lo que le obligó a gemir en el proceso para liberar tensión. La mirada de Hashirama era intensa, y se fortaleció aún más cuando engulló gran parte de su sexo en su sensual boca sin pizcas de duda, succionando con voracidad y haciendo que el menor perdiera de lleno la cordura.

Una de sus trémulas manos se dirigió a la larga cabellera del Senju y se aferró a ésta, al tiempo en que comenzaba a marcar con sus caderas un lento vaivén que el otro aceptó sin reclamar.

Se dejaron llevar por sus ansias, pero la mente de Madara continuaba divagando entre lo que era correcto hacer y lo que no. Le resultaba complicado centrar todos sus sentidos en aquella placentera acción, porque de un modo casi inevitable, retornaban a su alborotada cabeza imágenes aleatorias de ese pasado que tanto le atormentaba. Recuerdos sobre él y Hashirama iban y venían sin un orden aparente. Un par de memorias sobre una adolescencia despreocupada, mientras los dos seguían siendo amigos en secreto y actuaban como unos tontos, hasta recuerdos de la guerra como enemigos mortales destinados a matarse sin piedad alguna en el cruel campo de batalla, donde perdió al último miembro de su familia cercana.

El Uchiha quería dejar aquello, quería darse la oportunidad y abrirle su corazón al mayor. Estaba dispuesto a darle algo de lo que quisiese, empezar de nuevo, pero ahí estaba su voz interna recordándole todo eso que quería superar y aceptar de la mejor forma posible ahora que ni la venganza ni la fuerza bruta eran un camino viable. Se sentía un tanto culpable por permitir que sus sentimientos fluyeran de ese modo, incluso le pidió perdón a su fallecido hermano por todo lo acontecido hasta ese momento, pero ya no valía la pena prolongar y frenar las cosas, ya que tampoco había motivos reales para hacerlo. Ya no...

Por esa misma razón no podía permitir que sus dudas le siguieran causando pavor de un hecho que ya era inútil negarse con tanta insistencia. Además, no podía darse el lujo de huir en un punto claro de no retorno a pesar de las gigantescas ganas que poseía por desaparecer de ese lugar lo más pronto posible. Ese definitivamente no era él, pero tal vez se sentía así porque la situación era totalmente diferente a lo que estaba acostumbrado a vivir. Ahí, por mucho que le costara reconocerlo en voz alta, había un sentimiento tan e incluso más fuerte que el mismísimo odio que sintió alguna vez.

Amor.

De pronto, un fuerte cosquilleo comenzó a embargarle cada extensión de su cuerpo, sintiendo las inconfundibles señales del orgasmo avecinarse. Estaba tan ensimismado en sus pensamientos que no logró darse cuenta de mucho hasta que se vio al borde del mismísimo abismo. La lengua de su amante lo tenía enloquecido, sin embargo, le detuvo antes de cruzar ese esperado umbral, tomando su suave rostro y aproximándolo al suyo para poder besar esos labios y sentir su sabor mezclado con el dulce gusto de la boca del Senju, levemente amargo por el sake antes consumido.

Allí se quedaron por un extenso tiempo, embriagándose con el beso y explorando así la cavidad húmeda del otro, acariciándose con sus juguetonas lenguas cada parte de éstas y dejando que los minutos corrieran sin prisas.

Madara ya estaba entregándose casi por completo al cariño de Hashirama, resignado a la pasión, aunque el temor continuaba presente en cada centímetro de su piel, inherente a la nueva experiencia, pues nunca antes se había imaginado en una situación similar y mucho menos con un hombre ¡Ni siquiera en sueños!

Sin embargo, con el moreno era distinto, se conocían demasiado bien, reconocían las manías, las fortalezas y las debilidades del otro, y ya habían transitado casi todas las etapas más importantes de sus vidas con la presencia implícita del contrario. La simpleza y complejidad de su relación era única.

Eso y sus sentimientos a flor de piel lo llevaban a seguir más allá con él. Sólo con él.

El Uchiha dirigió sus pálidas manos hacia los pantalones del Hokage, bajando toda la ropa que le cubría la parte inferior de su cuerpo con una lentitud tortuosa, mientras que sus ojos oscuros viajaban por el torso desnudo de él. Con algunos de sus dedos fue acariciando los muslos morenos de su amante, sintiendo en el transcurso de su camino el cómo la piel de éste se erizaba bajo sus tenues toques. Entonces Hashirama le ayudó a quitarle la última prenda que vestía y la lanzó junto al resto de la ropa que permanecía tirada en el suelo sin cuidado. Se acercó cual animal hambriento hacia su presa, pero notó una vez más el pánico dibujarse en los ojos de Madara cuando lo hizo.

Vulnerable, así se veía el temible guerrero que muchas veces intentó matarlo a sangre fría. No obstante, el rencor no existía en él y en Madara tampoco, probablemente.

A la vista de Hashirama, el joven lucía más hermoso que de costumbre, había algo diferente en todo. Al fin lograban ser ellos mismos sin la necesidad de las etiquetas de siempre. Por ese motivo apreciaría y guardaría en su memoria cada detalle y momento de esa noche sin importar qué, porque eran pocas las veces en las que podía estar junto a Madara siendo simplemente él.

    — ¿No te molesta estar abajo? —le preguntó el Senju casi en un susurro, buscando el tono de voz más suave e indicado para no espantar al menor.

    — ¡¿Por qué mierda preguntas eso?! ¡Qué vergonzoso! —respondió el otro mucho más que rojo—. Mejor ni preguntes, eso no me importa.

Hashirama acarició el rostro sonrojado de Madara con mucha sutileza, rozando con sus dedos su mentón y quijada mientras sonreía con calidez y observaba absorto su cuerpo sin perder de vista ninguna parte de éste. Ahí descubrió, luego de todos esos besos a lo largo de su piel, que en el cuerpo del más joven aún se hallaban cicatrices casi invisibles de algunas batallas. Y Madara descubrió lo mismo en la piel morena del mayor.

Ahora sentía que la culpa le embargaba un poco, e incluso le pidió disculpas a su amante por aquellas heridas que aún adornaban su figura, cosa que al Uchiha le sorprendió, mas no le otorgó gran trascendencia. Defendió esas marcas que tanto apreciaba como simples trofeos de guerra, porque así las veía.

Y de esa forma transcurrió la noche de ambos, a costa de miradas dulces y otras un poco más acusatorias, con caricias tímidas y otras de carácter más travieso, acompañados por un par de insultos y disculpas en medio de sus acciones, con halagos y respuestas lerdas tanto por los ánimos como por el alcohol que paseaba a través de sus venas desde hacía horas. Eran cosas típicas que ellos dos ejecutaban, esta vez, en un contexto mucho más apasionado.

El silencio era casi sepulcral afuera, sólo un par de grillos continuaban con su trillado cantar y la noche avanzaba sin reparo, mientras todos parecían dormir en plena madrugada como se supone debía ser. El ambiente en sí era cálido debido a la época del año, aunque el calor era notablemente mayor en la casa del Uchiha, dentro de su reconfortante habitación, donde los amantes dejaban fluir todas las cosas que llevaban consigo, todos los deseos y verdades sin más sentimientos de culpa.

El sonido de sus suspiros y uno que otro gemido arrancado, era acallado en parte por sus propias bocas y el resto por las paredes del recinto, las que no podían hacer mucho con el ímpetu de los dos hombres a la hora de amar.

Hashirama hizo de todo para ir al ritmo del Uchiha, quien se mostraba decidido a ratos y temeroso en otros, era difícil avanzar con él por tal o aquel camino, pero logró persuadirlo con mera paciencia y cariño, cariño que al otro —por momentos— le parecía demasiado empalagoso para su gusto, generándole unas inmensas ganas de huir otra vez.

Lo peor vino después, cuando el Senju quiso seguir dando pasos más allá. Madara sabía perfectamente a dónde iban y con qué propósito desde que aceptó su propuesta y pisaron juntos esos no tan desconocidos parajes. Aun así se le hacía complicado no pensar en cada minúscula cosa que se le presentara. Si bien le permitió seguir hasta el final y él se permitió complacerse, el temor le seguía carcomiendo levemente.

El Senju le preparó con cuidado, el dolor del inicio fue bajando conforme el placer iba incrementando, y una vez más la paciencia fue clave en ese encuentro. De a poco el moreno se fue abriendo paso en su interior, y estuvieron en eso por un tiempo indefinido, disfrutando de las nuevas sensaciones en compañía de ese alguien especial. Hasta que llegó el siguiente paso.

Se adentró con miramientos, pensando siempre en su amante pese a que le costaba controlar ciertos impulsos. Madara por su parte estaba sin aliento, sus ojos buscaban la mirada de Hashirama con indudable pánico y sus labios entreabiertos intentaban recuperar el aire que iba perdiendo conforme la penetración continuaba. Trataba de impedir a toda costa que el dolor en ese punto lo poseyera por completo, hasta que las manos del Senju lo ayudaron a relajarse más. Se concentró en las caricias ajenas que fueron desde sus ardientes mejillas hacia sus costillas, y luego desde su marcada cintura hasta su miembro erecto.

Empezó a moverse con lentitud, esperando a que su joven amante se acostumbrara a la invasión. Fue considerado desde el principio, ambos cuerpos se movían a la par en aquel balanceo y Madara temblaba de miedo y placer bajo el cuerpo del moreno. Era algo completamente distinto en varios aspectos, pues el Uchiha jamás había tenido un papel semejante con nadie y nunca creyó hacerlo.

De repente sintió un hormigueo acrecentándose por todos sus nervios y músculos, provocando en él un extraño debilitamiento, su respiración rehuía de su boca con vigor, y en ocasiones salía de sus pulmones en forma de suspiros. Llevó sus manos hacia los hombros de Hashirama enterrando sus uñas sin mucha fuerza, pues por cada embestida que recibía, un golpe de cosquilleos le hacía delirar y perder resistencia, siendo acompañado por un gemido provocador saliendo de sus rojizos labios.

Le costaba mantener los ojos abiertos debido a la vergüenza y más aún cuando se encontraba con la mirada profunda del Senju sobre él. Su cara ardía como el infierno, no quería verle, pero poco pudo hacer ante el imán que las iris ajenas solían ser.

Recibió embestida tras embestida, primero a un ritmo lento y luego rápido para saciar sus pasiones, en conjunto con lamidas y mordidas a lo largo y ancho de sus pieles. Eran sólo un par de acciones de las otras tantas que hacían de ambos unos locos cayendo sin cuidado en los brazos de uno de los placeres más grandes que habían sentido en tanto tiempo. Los temblores de sus cuerpos, el sudor, los sonidos y el ambiente tan propicio hacían del resto algo insignificante en aquel lugar. Todo era perfecto, no existía en el mundo otros seres que no fuesen ellos, porque ya nada que fuese externo les importaba realmente.

Las piernas de Madara cambiaron de posición un par de veces, así como el resto de sus cuerpos a lo largo de la noche. Se enredaron en la cintura de Hashirama, fueron sostenidas y a ratos permanecieron en el aire, se posaron en sus fuertes hombros, y descansaron sobre el futón soportando peso.

Compartieron más de una mirada prolongada, pues las palabras sobraban. Habían leído y vivido en carne propia la historia del otro a través de sus ojos y piel, por medio de los sentimientos expresados y recibidos en cada caricia, y en las cicatrices casi invisibles que marcaban sus debilitados cuerpos, las cuales narraban por sí solas un episodio distinto. Las memorias de ese pasado quedaron implícitas en ambos, no obstante, en ese momento poco importaban y poco lo harían de ahora en adelante, porque los recuerdos que más hacían eco en sus cabezas eran aquellos que involucraban las situaciones sutiles y subidas de tono como las de esa noche. Todos esos momentos de confusión y felicidad contenida, ahora liberados.

Tres orgasmos cargados de un shock eléctrico les hicieron gemir y gritar el nombre del otro en distintas oportunidades hasta casi llegado el amanecer. Hashirama, tal y como lo prometió en el bar, amó al Uchiha y fue amado en la misma medida e intensidad, llevándolo al cielo y quedándose junto a él entre las delicadas nubes de seda mientras se recuperaban del agotamiento. También logró percibir el deleite de observar el rostro ajeno constreñido de placer y sus involuntarios pero sensuales gestos, sin mencionar la dulzura de sus labios y voz.

El Hokage, quien se encontraba echado en las sábanas sosteniendo aún entre sus dedos las caderas del otro, sintió el peso de su compañero caer sobre su pecho y su respiración irregular acariciando su piel perlada, así como un par de cabellos rebeldes que le causaron unas leves cosquillas en su torso. Madara, después de haber cruzado el umbral del placer junto al moreno por tercera vez, había permanecido en la misma posición hasta que se vio débil y vencido por el cansancio.

    — Eso ha sido mucho —soltó el Uchiha con dificultad—. No creo que pueda levantarme.

    — Descansa hasta el mediodía —sugirió el otro.

    — Imposible, hay muchas cosas que debo hacer después del al...

    — ¿Qué?

    — Hashirama estúpido, debes irte antes de que el sol aparezca ¡Y hablo muy en serio! Eres el Hokage, y si nadie te ve trabajando en tu puesto a primera hora del día como siempre pensarán lo peor...

    — Oye —El aludido chasqueó su lengua despreocupado—. Sólo descansa, Madara. Quiero estar contigo lo que queda de madrugada.

    — ¿No te parece poco lo mucho que has estado conmigo hoy?

    — Nunca es suficiente —sonrió complacido.

"Imbécil".

Madara desvió su vista hacia abajo con cierta vergüenza. Odiaba su sinceridad, pero detestaba por sobre todo aquello el hecho de verse tan expuesto ante esos ojos que parecían no perderse de ningún detalle, incluso si éste era mucho más que mínimo.

Tarde o temprano terminaría acostumbrándose a la idea de ser leído con tanta facilidad por el otro.

    — Hashirama...

    — ¿Sí?

    — Gracias...

    — No hay nada que agradecer, tonto.

Responde entretenido y sonriente ante la mirada atónita del Uchiha, acariciando su rostro y acomodando sus despeinados cabellos detrás de sus enrojecidas orejas. Si no hubiese sido por la increíble y hermosa noche que el Senju le había dado, probablemente éste ya habría estado chamuscado y con la cara estampada en la pared.

    — Te amo, Madara.

*.:。✿*゚¨゚✎・ ✿.。.:* *.:。✿*゚¨゚✎・

Hola, no tengo el perdón de Dios 😂
He estado tanto tiempo ausente y sólo llego con esto :'(

Igual espero que lo hayan disfrutado, aunque todavía queda algo pendiente 😏

Bendiciones y cuídense 😁💕

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