29

Una vez que ambos terminaron de comer, ambos se levantaron de sus asientos y estiraron sus cuerpos, luego recogieron sus cosas, al poco tiempo llegó el mesero para recoger los platos sucios y limpiar la mesa. Calisto quitó la bolsa de tela color marrón que colgaba de su cintura, la abrió para sacar unas cuantas monedas de Moras y se acercó al mesero; un joven de cuerpo delgado y aspecto débil.

El mesero lo miró con curiosidad, al ver qué no se iba.

— Señor, ¿se le ofrece algo más? — preguntó dejando de hacer lo que estaba haciendo.

— Sí, toma. Esto es para ti, espero que te ayude en algo.

Calisto le extendió unas cuantas monedas de Moras. Sin comprender, el chico las tomo y se les quedó mirando por un tiempo, hasta que miró al extranjero y se decidió en preguntar.

— ¿Por qué me está entregando estos Moras, señor?

Calisto ladeó su cabeza hacia un costado, pensó que el chico sabría el significado detrás de darle Moras.

— Es una propina — aclaró sin darle mayor importancia, sin embargo, el chico pareció estar más confundido al escuchar sus palabras.

— ¿Qué es una propina?

¿No existen propinas en este mundo?, pensó dentro de su mente, la confusión se reflejó en sus ojos. No retiro su mano, en su lugar, sostuvo la mano del chico y le dio los Moras.

— Es una recompensa por tu buen servicio — le dijo con una sonrisa en sus labios, los ojos del chico se abrieron y miró de nuevo las monedas de Oro puro.

— Yo... gracias, no era necesario.

El mesero se volvió tímido en cuanto recibió los Moras, sus manos temblaban sin saber que hacer al respecto. Por el contrario, la reacción interna del extranjero tampoco era muy diferente, su corazón se estrujó al verse reflejado en los humildes ojos del chico, se asusto de su propio reflejo, incluso tuvo miedo de el mismo, también, se dio cuenta que por poco se olvidaba de quien era.

En el pasado, él también estuvo en ese mismo lugar. Hubo un tiempo en el que trabajaba como mesero y en una ocasión, llegó una persona de Clase Alta¹, un hombre que manejaba una empresa exitosa, si era famosa, no lo sabía. El restaurante donde trabajaba Calisto era famoso entre el vecindario porque vendia el mejor pollo frito, estaba ubicado en una zona escondida.

El asunto es que cuando llegó esa persona, fue una sorpresa incluso para sus jefes que temían atenderle. Calisto que era bastante social y muy curioso por el mundo de los 'ricos', lo recibió y lo atendió con el mayor cuidado posible. Cuando el hombre estaba por irse, hizo lo mismo que Calisto con el mesero, le dio un par de billetes.

Ese día fue un día bendecido para Calisto, ¿quién iba a pensar que ese día ganaría un par de billetes extranjeros? Tanto fue su amor por esos billetes extranjeros que no los cambio y los guardo como un tesoro nacional.

Sus sonrisa se ensanchó de forma inconsciente.

— No tienes que agradecer, te lo mereces por tu gran esfuerzo — soltó aquellas mismas palabras que una vez fueron dirigidas para él, el chico se sintió conmovido por sus palabras.

Fue como verse así mismo en el pasado.

Calisto se despidió del joven, en su corazón le deseo éxito para su futuro y esperaba que logrará cumplir todas sus metas. Con el corazón y la conciencia tranquila, Calisto se apresuró en alcanzar a Lumine quién estaba por llegar a la salida de Caravasar Ribat.

— ¡Princesa, espérame!

Lumine continúo caminando sin detenerse en ningún momento, así que el forastero se esforzó por llegar a su lado. Al llegar a su lado, estabilizó su respiración para que está ya no fuese agitada, aunque el ya no tenía su vieja enfermedad y el mismo cuerpo del pasado, su nuevo cuerpo recordaba la falta de ejercicio.

El camino por el bosque sería largo, tomaría al menos unas horas sin descanso o dos días si tomaban descansos. Al ver lo frondoso que es el bosque, ambos piensan que la información del guía no está del todo correcta, creen que les tomara más tiempo llegar.

Calisto y Lumine se mantienen alertas. Tratan de ir con el menor silencio posible por si llegan a encontrar algún enemigo sorpresa, bueno, es Calisto quién camina con miedo por el bosque, camina con tanta inseguridad que a cada rato está mirando a la izquierda o a la derecha por si se encuentran con monstruos del abismo.

Sabe — o al menos eso creé él — los enemigos mecánicos que provienen de Khaenri'ah, no han invadido Teyvat, por lo tanto, no debería haber ninguno de ellos por ahí, sin embargo, el trauma que experimento la primera vez que exploró el mapa de Sumeru, jamás se fue. Calisto estaba preocupado de encontrarse con alguno de ellos, aún así, confío en que no los encontraría.

El viento mecía las hojas de los árboles, las aves cantaban mientras a lo lejos se escuchaba los bostezos de los animales de carga y los pasos de los jabalís. El sonido era relajante para Lumine, claro, si no fuera porqué habían movimientos extraños entre los arbustos.

— Oye, Calisto — ella lo llamó sin quitar su mirada de una inusual hoja roja que se movía.

Calisto volteó su cabeza hacía Lumine para mirarla, al darse cuenta que miraba en una zona específica, él también miró para buscar lo que veía con tanta atención pero él no podía ver más allá de unos arbustos.

— ¿Qué sucede, princesa? — preguntó.

— ¿Tú también ves esa hoja roja que se mueve?

Con una expresión confusa, Calisto busco con la mirada la dichosa hoja roja que se movía, no encontró nada. A pensar de que él creía en Lumine, le extrañó no ver nada de lo que ella veía.

— No veo nada.

Lumine lo miró unos cortos segundos y luego regreso su mirada a la misma zona, parpadeó un par de veces y trato de ver de nuevo. Esta vez, la sorpresa se reflejo en sus ojos y entonces vio una tierna y extraña criatura que parecía usar un par de hojas de árbol como sombrero.

— ¡Calisto, mirá!

Lumine apunto la tierna criatura y Calisto miró en la misma dirección que su compañera apuntaba, pero seguía sin ver nada. Su entrecejo se frunció con extrañeza.

— ¿Qué es lo que ves, princesa?

— Un ser pequeño, tierno y extraño.

Calisto pensó en esta descripción y uso sus recuerdos para recordar algun ser con esas características, pero entre tantos seres, habían unos en especial que solo habitaban en Sumeru.

— ¿Puedes describir un poco más de su aspecto?

Lumine agitó su cabeza como un gesto afirmativo.

— Se parece a un hongo, usa un gorro de hojas de árbol fresco y tiene un aroma floral.

Pensando en ello, Calisto tenía en la mente a unos candidatos que cumplían con estas características. Siendo seres puros que pertenecían a la naturaleza y además vivían ocultos entre el bosque lejos de la vista humana, solo podrían ser los Aranara.

— ¿Puedes ver a Aramuhukunda, Nara rubia?

El cerebro de la rubia tuvo un cortocircuito al escuchar el largo nombre de la criatura. Calisto casi se ríe al ver su reacción, aunque no sabía que le había dicho, supuso que pudo ser por la forma tan extraña en la que hablaba.

Llevo una mano a su barbilla y reflexionó. ¿Por qué él no podía ver al Aranara? ¿Será por qué no es protagonista?. Tendría sentido si el sistema le dijera que esa es la razón, después de todo, él llegó sin beneficios a este mundo, no serie extraño que ese tipo de habilidad especial la tuviese bloqueada.

Lumine miró a su compañero.

— Dice que es un espíritu del bosque, su nombre es Aramuhukunda — le informó.

— Si, son familiares de Rukkhadevata.

— ¿Los conoces? — preguntó con una ceja alzada, sus iris dorados reflejaban curiosidad.

Calisto asintió con un gesto de cabeza y se cruzó de brazos. Entonces, Lumine recordó que él sabía mucho más que ella sobre este mundo, por lo tanto, no dudo de él y creyó en sus palabras. Bajo su mirada para observar al espíritu del bosque que los miraba interactuar.

— Nara rubia y Nara blanco, ¿están perdidos? — preguntó mirando a ambos.

Una sonrisa se dibujo en los labios de la rubia y negó con un gesto de cabeza. Se puso en cuclillas para estar más o menos a la altura del Aranara.

— No, pero nos dirigimos hacia Sumeru para encontrarnos con la Reina Mayor Rukkhadevata.

Calisto observó a su compañera que hablaba con la nada, a pesar de saber que entre los arbustos había un Aranara, resulta extraño verla hablar a la nada.

— ¿Reina Aranyani? — la rubia asintió un poco desconcertada, pensó que esa era su forma de llamar a la Arconte Dendro —. Aramuhukunda puede guiarlos por el bosque para que no sean atacados en el camino.

La idea le pareció buena a Lumine, levantó su mirada para observar a su compañero que la observaba en silencio.

— Aramuhukunda dice que puede guiarnos por el bosque — le dijo.

— Es una buena idea.

Escuchando su respuesta, Lumine acepto la propuesta del Aranara. El pequeño espíritu los guío por un camino en el que no habían muchos peligros, aunque el camino era largo, según el Aranara el camino corto tenía más peligros que el largo y siguiendo esa lógica, los forasteros lo siguieron.

Después de abandonar Caravasar Ribat, siguieron por un camino que conectaba con Floresta Apam y que los conducía al Jardín Dhyai. Al ser noche, los peligros eran más grandes pero el Aranara los llevo a una choza de los Aranara donde pudieron pasar la noche con tranquilidad, bueno, Calisto decidió vigilar para que la rubia pueda descansar.

Al amanecer, el pequeño espíritu del bosque les dijo que era hora de retomar su viaje, así que comieron algo ligero y tomaron sus cosas para seguir su camino. Al mediodía, llegaron a las cercanías de la Aldea Vimara y los suspiros de alivio sonaron, ambos sintieron el cansancio en sus pies.

— Nara rubia, solo deben seguir por esa zona y llegarán con la Reina Aranyani.

Lumine bajó la vista hacia su pequeño guía.

— Muchas gracias, Aramuhukunda.

El espíritu se despidió y desapareció entre los suelos, claro, la rubia se sorprendió al ver su extraña habilidad pero esto no duró mucho. Calisto se dejó caer la chaqueta con la que vino a este mundo para que la rubia se sentará, Lumine que vió esta acción como algo innecesario, también se avergonzó.

Ella podía sentarse en la hierba sin temer a ensuciar su vestido, tal parecía que Calisto creía que ella era delicada y no le gustaba eso.

— No vuelvas hacer eso — dijo, desvío la mirada hacia una pareja de aves.

— ¿Hacer que cosa? — llevo su mirada a ella, no comprendió sus palabras.

— No necesitas preocuparte por mi ropa, no me importa si se ensucia.

Entonces, lo entendió. Observando la roba donde ella estaba sentada, se dio cuenta que ella se refería y comprendió que inconscientemente la había ofendido.

— Lo siento, no pretendía ofenderte. Solo quería que te sintieras cómoda aunque fuera por unos minutos — respondió sin apartar su mirada de ella.

Al oír sus palabras, ella dirigió su mirada al príncipe heredero. Su cuerpo se congelo cuando se encontró con los ojos dorados del otro y se sintió nerviosa por un minuto, desvío la mirada para que el príncipe heredero no viera el sonrojo en sus mejillas.

— Hmph, lo dejaré pasar esta vez.

Los labios de Calisto se curvaron.

•••

¡Hola!

Gracias a todos por leer el nuevo capítulo de hoy. Espero que les haya gustado y haya sido de su agrado.

Nos vemos la próxima vez con una nueva actualización.

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