capítulo [XVII]:
Un grito eufórico le da a Thomas la bienvenida al mundo real, echándolo a patadas de un sueño muy bonito del que habría pagado por no despertar jamás; una vida utópicamente aburrida, donde la magia no existe y nunca va a una feria maldita que cambia por completo toda su existencia.
Mas, la realidad de ahora lo precisa.
Y de manera urgente al parecer, él piensa, cuando escucha un desastre de agua y otras cosas cayendo al suelo en el baño, seguido de pies descalzos que corren hacia su dirección y no se detienen al tenerlo enfrente.
Thomas, que se hubo sentado en la cama por el barullo de histeria desconocida y se encontraba tallándose los ojos, vuelve a su lugar sobre el edredón cuando el cuerpo de su novia se trepa sobre el suyo de un solo salto y lo abraza con una fuerza tal que le roba todo el aliento:
—¡Se ha ido, se ha ido! ¡Ya terminó! —grita la voz alegre de la chica, sacudiendo su cuerpo sobre el castaño para expresar su incontenible felicidad—. ¡Maldita sea, soy libre! ¡Ha terminado, se ha ido!... —continúa repitiendo una y otra vez mientras abraza a Thomas, quien corresponde, entre el desconcierto y la somnolencia, unos segundos después.
—¿Q-... qué? —le pregunta pero no recibe respuesta más que lo mismo que ha estado diciendo desde que saltó sobre él.
La risa femenina y la alegría que emana hace a Thomas sonreír también aunque no comprenda mucho la situación, mientras corresponde al abrazo de la misma forma, envolviendo al cuerpo contrario como si su vida dependiera solo de ese acto. Piensa y analiza lo que la voz de Teresa repite una y otra vez, se emociona de la misma forma y sonríe hasta que le duelen las mejillas. Quiere gritar de felicidad igual que su novia y agradecer al Cielo, a los dioses o a quién sea en las Alturas por aquel milagro, quiere salir afuera, contemplar un nuevo día, admirar la luz del sol brillando en su cara y sentir que el planeta se encuentra rotando sobre su eje otra vez, quiere ver y escuchar la risa de Teresa todo el día, todo el rato por el resto de su vida. Si ya ha terminado entonces quiere que todo vuelva a la normalidad, necesita que ella se lo vuelva a confirmar, que le mire a los ojos y le diga que ya puede respirar.
Thomas gira sobre la cama sin aflojar ni un poco el abrazo, dejando el cuerpo contrario debajo del suyo y lo próximo que hace es repartir besos en las mejillas y parte del cuello de la muchacha reiteradas veces hasta que escucha su risa amortiguada por palabras y las manos, que antes lo abrazaban, ahora tratan de apartarlo.
—Bueno. ¡Ya Tommy! ¿Qué te pasa?
«¿Tommy?»
El castaño frena casi en seco con sus acciones, deteniéndose justo antes de volver a besar como por décima vez la mejilla derecha de su novia. El olor a coco de su cabello, el jabón de frutos rojos, el característico perfume de rosas de su ropa, las notas dulces inconfundibles, todo eso le hace patinar en sus pensamientos y Thomas se aleja de su rostro unos centímetros sólo para ver si los ojos celestes le vuelven a transmitir lo que antes.
Pero lo que sea que espera nunca llega; en cambio, las manos de su chica le sujetan desde los hombros en un malogrado intento por apartarlo o, por lo menos, procurando evitar que vuelva a acercarse como hace unos segundos.
Esa mirada zafiro confundida y algo chistosa le confirma que ha pensado algo que no corresponde a la realidad. Las maldiciones que hubo escuchado cada dos palabras en medio del júbilo de hace menos de cinco minutos ahora cobran mucho más sentido.
—¿Qué-...? —el castaño intenta formular una pregunta que lo libere de la duda, pero ni siquiera sabe si de verdad quiere bajar de la ilusión por completo. El rostro de la azabache empieza a esbozar un gesto un poco raro y Thomas decide que quiere aclarar las cosas antes de colapsar—. Espera, ¿qué acabó?
—La miertera regla, shank —Newt le responde, y Thomas no sabe si soltarlo e ir directo a una pared para golpearla o si solo quiere volver a fundirse en un abrazo que lo consuele durante el resto del día porque ahora se siente, francamente, deshecho.
Aunque ante la respuesta el semblante de Thomas permanece impasible, algo se ha quebrado en él y el ex-rubio, que lo conoce tanto como a sí mismo, logra captar la dolorosa desilusión en los ojos pardos de su mejor amigo al instante y casi se siente culpable por no haberle dado un contexto más explayado a sus gritos de alegría. En el momento, no hubo advertido que Thomas podría interpretarlo de otra forma, ni siquiera él lo hubo pensando demasiado; sólo estaba feliz de que, de la jodida hilera de problemas mierteros que tiene encima actualmente, al menos uno se haya solucionado.
La boca femenina hace una mueca cuando escucha a Thomas suspirar, el castaño parece dejar ir toda su vitalidad en aquel breve soplo. Newt puede casi palpar la tristeza del chico y no logra evitar sentirse responsable por ello y reaccionar; desliza con cuidado una de las manos de Teresa hasta acunar un lado de la cara de su mejor amigo, llamando su atención de inmediato. Necesita que Thomas sepa que lo siente; el haberlo ilusionado sin querer y el no haber vuelto a su estúpido cuerpo todavía.
—Lo lamento —le dice cuando la mirada parda se posa sobre la suya, la voz de Teresa se escucha como nunca antes, arrepentida.
Thomas sólo mira a los ojos azules; ve a Newt, cada maldita mancha cobalto de esos iris le gritan que Teresa ya no se encuentra ahí, sabe que es su mejor amigo, posee destellos exclusivos de su esencia en cada mueca de esa cara que, aunque no le corresponde, ahora es suya, tiene incluso gestos que sólo pueden pertenecerle a él, la piel, para el castaño, tan diáfana le deja ver con perfecta claridad al chico enjaulado dentro; la expresión cálida de su rostro, la sonrisa afable y conmovida, la mirada gentil que nunca lo ha juzgado y esa actitud limpia y confortable, todo tan inmanente a él..., es, sin sombra alguna de duda, su Newtie a quien está mirando.
Pero, aún consciente de todo eso, no logra rechazar el contacto y ni siquiera intenta aceptarlo como una simple caricia amistosa. Se arma de cinismo y resuelve que no le importa nada. Mima su rostro contra la palma tibia de la mano de Teresa y finge que es algo normal entre dos buenos amigos mientras Newt parece estar haciendo lo mismo.
—No lamentas nada —Thomas le contradice, sin querer que la caricia termine—. Y agradece que no te besé de verdad —bromea, aunque sabe que estuvo peligrosamente a punto de hacerlo antes de que Newt le hiciera reaccionar. La crisis de conciencia no le permite completar el pensamiento pero quizás lamenta terriblemente haber cedido a sus empujones.
Contra todo pronóstico, el golpe juguetón que Thomas espera nunca llega y en su lugar Newt dibuja en la boca de Teresa una sonrisa hermosa y enorme que incluso hace que sus ojos se cierren y eche su cabeza hacia atrás; Thomas lo admira como una visión celestial y deja que eso lo consuele mientras el ardor del desencanto desaparece como bruma bajo los rayos del sol.
El dolor de la desilusión de saber que nada se ha resuelto sigue presente, mordaz y necrosante, Thomas todavía quiere que todo vuelva a la normalidad pero, justo ahora, le gustan las cosas como están.
Y por supuesto que se hace el tonto consigo mismo después: nutre con descaro su falta de sensatez y evita tocar el tema con su yo interno, no le da ni un mínimo de espacio en su cabeza para analizarlo y deja que esa calidez inexplicable se estacione en su pecho y se quede ahí por cuanto tiempo su aporreada y, sobre todo, descarriada conciencia se lo permita. Cree que el autoengaño es mejor a solo estarse destrozando los nervios por culpa de su actual (espantosa) realidad.
Ni siquiera se atreve a desechar aquel doloso efecto placebo cuando Newt lo empuja para sacarlo de encima suyo porque alega que lo está aplastando y tampoco se aparta de ese sentir durante el desayuno; se asegura que lo utilizará como combustible todo el día por si las cosas se salen de control otra vez, como parece ser la diabólica rutina diaria que el narrador de su destino ha escogido para él.
Todavía falta lo que podría considerarse el mal mayor y es que su novia haga las pases con su mejor amigo sin arruinar aún más el frágil humor de ambos. Sus padres ya sospechan que las cosas no andan bien y Thomas casi que no sabe qué más inventar para tapar todo el lío mágico en el que están metidos hasta las rodillas, excusando actitudes absurdas y tensión infundada a cualquier horario, se le acaban las ideas y el temple, lo último que necesita es que su novia complique aun más las cosas y acaben en un interrogatorio a puertas cerradas guiado por sus padres.
En la cabeza del castaño no cabe un problema más: ya tiene la paciencia estrictamente medida con el asunto, la aguja de su termostato de tolerancia ha llegado a niveles desquiciantes, y se supone que está ahí de vacaciones «¡por Dios!». Ya no puede consentir los arrebatos de Teresa, que lastiman a Newt, y luego arreglar los platos rotos con besos a escondidas. «¡Shuck!» también tendrá que hablar de eso con ella en algún momento, cuando junte valor y consiga dar con alguna excusa creíble; que se haya sentido bien no quiere decir que haya sido lo correcto.
Si existiera en la anatomía humana algún interruptor capaz de apagar la conciencia a voluntad, Thomas ya lo habría presionado decenas de veces hasta averiar el botón y dejarlo inservible y a su noción anulada.
Un rato después, cuando la verdadera Teresa aparece en su campo de visión a casi mitad del desayuno, excusándose con los señores Caine por la tardanza, Thomas le ve algo radiante; ella de verdad hace lucir a Newt espléndido, aquella seguridad con la que actúa hace ver a su mejor amigo doblemente atractivo. Ella sonríe y platica mientras empieza a endulzar su café apenas con una cucharada de azúcar y nadie nota nada raro porque solo Thomas sabe que el verdadero Newt lo toma por lo menos tres veces más dulce que eso o que jamás se habría puesto una camiseta tan ajustada, que de hecho ni siquiera es suya, pues se la ha robado a él de la maleta y le queda pintada. Sí el verdadero Newt la quiere, le dirá que puede quedarse con ella cuando todo eso termine.
Se ve tan distinto, puede que al castaño hasta le moleste que Teresa quite del cuerpo masculino cada característica que hace a Newt Newt. Le inquieta que ni siquiera se esfuerce un poco en aparentar que sigue siendo el mismo chico que los Caine trajeron de vacaciones porque su hijo no podría sobrevivir un mes entero sin ver su cara.
Quiere decirle a su novia que al menos continúe usando aquella colonia herbal que su mejor amigo usa desde la secundaria, que mantenga la costumbre de secarse las manos con el pantalón o la de no comer la parte más abrasada de las tostadas.
«¡Newt ni siquiera sostiene de esa forma la taza!... y ya habría cambiado de servilleta tres veces. No le gusta el pan con semillas de lino...»
El castaño suspira y deja de mirar. También, puede que a Thomas ya le empiece a preocupar la facilidad con la que logra encontrar mil diferencias entre su novia y su mejor amigo en un simple acto. Es enfermizo, lo está volviendo loco.
«¡Encuentra una solución antes de terminar en un maldito manicomio, estúpido shank!» le suplica la atormentada voz de su cabeza mientras, con trabajos, continúa con su desayuno y analizando todo a su alrededor, preguntándose también cómo es posible que solamente él se dé cuenta de cosas tan obvias.
El señor Caine escucha las noticias internacionales con un oído y con el otro a su esposa, que le cuenta la receta que planea hacer para el almuerzo; los adultos viven en un mundo distinto al de los jóvenes, eso es seguro. «Mamá, metí la pata y no sé qué carajos hacer», dice en su mente, amordazando el deseo de darle voz audible a las suplicas de su cabeza. De verdad necesita ayuda, alguna dirección, un oído en el cuál descargar todas sus confusiones sin recibir como respuesta un golpe. Sus amigos ya no parecen un buen sitio a donde recurrir, tienen sus propios líos emocionales.
Teresa le ha hecho trencitas a la cabellera de su mejor amigo pero Newt, encapsulado todavía en el cuerpo femenino, finge que el contrario no existe. La mandíbula tensa de la chica le hace saber a Thomas que su huésped sigue enojado con la dueña de la anatomía que ahora él posee, y no es para menos con el cúmulo de información desdeñosa que le ha dado a conocer la noche anterior y de la manera menos simpática que encontró. Él estaría igual de furioso en su lugar, o tal vez más.
Ella le ha prometido a Thomas disculparse y arreglar las cosas con Newt, pero la ocacion aún no se ha presentado y no lo hará hasta que puedan estar en calma y a solas los tres, o por lo menos ellos dos, lo que es aun más improbable (y peligroso). El castaño solo espera que eso ocurra rápido antes de que su mejor amigo pierda el temple una vez más, pues no sabe cómo hará para tranquilizarlo si Teresa vuelve a dejar en números rojos la paciencia del ex-pelirrubio en algún estúpido arrebato de celos.
Y aquél es otro tema. «¿Por qué diablos estaba tan celosa y enojada y... triste?» Es una duda que le gustaría aclarar para poder, también, hablar con ella después. Con Newt las cosas parecen estar mejor dentro de todo; la noche anterior no esperaba menos que un golpe o que lo sacara a patadas de la habitación por la sarta de tonterías que escuchó en el Wrangler y por los demás absurdos que vio en la feria, como el secuestro fortuito de aquel brujo rubio del que fue forzado a ser parte o el lío romántico en el que metieron a su cuerpo por las estúpidas ideas de casamentera de Teresa y que, al parecer, funcionaron perfectamente con el idiota de Minho y ahora tendrá que lidiar con él también.
Debe solucionar las cosas y que todo vuelva a la normalidad y, cuando dice «todo», Thomas se refiere a todo.
Pero primero es crucial que sepa qué demonios ocurrió durante su trance hipnótico: necesita llenar con algo aquella mancha blanca que tiene en su memoria. Quizás deba ganar ventaja y hablar con Newt antes, al menos sabe que él no va a golpearlo o, si quiere hacerlo, puede salir corriendo fácilmente hacia cualquier extremo de la playa.
Entonces, cuando el desayuno termina y Teresa se ofrece a limpiar toda la vajilla mientras los señores Caine siguen discutiendo sobre las próximas comidas, Thomas sale afuera con su mejor amigo. En el fondo sabe que su novia solo busca excusas para evitar estar a solas con ellos, para eludir responsabilidades y no disculparse porque, como ella lo ve, no ha hecho nada malo y confía en que el asunto solo quedará en el olvido.
—¿Qué fue lo que pasó en la sesión con Aris? —Thomas suelta de pronto cuando estan lo suficientemente lejos de la casa, sin mirar la reacción del contrario, que sólo emite un sonido de confusión que se pierde con el ruido del mar chocando contra la costa de arena—. Dijiste que todo era mi culpa —le recuerda, casi como una acusación, pero en realidad solo está muy desorientado y necesita respuestas.
Newt tarda en contestar. Tal vez debió haber aclarado aquellas dudas la noche anterior, cuando era todo más reciente. Su amigo es más directo en el calor del momento, ahora debe estar buscando una forma suave y empática de decirle que por su miertera culpa toda su vida se ha jodido.
«Vamos, Newtie. No hay una forma linda de decirlo, sé cruel si tienes que serlo. Solo quiero saber la verdad», ruega en el silencio de su mente, esperando una respuesta que llega en voz baja unos segundos después.
—No lo sé —le dice Newt, apartando el cabello de Teresa que el viento lleva hacia sus ojos. Thomas piensa que quizas ya sea hora de pedirle a Teresa ayuda con las ligas para su pelo—. Ayer parecía tener más sentido, mientras respondías esas... estúpidas preguntas —menciona sin mirarlo. «¿Qué preguntas?» Thomas quiere cuestionarle pero al mismo tiempo sabe, por el semblante que el chico maneja, que está mejor sin enterarse—. Ese brujo garlopo dijo que, de alguna manera, no sabes separar tu relación con Teresa de la que tienes conmigo y su tía intentó hacértelo ver... de una forma jodidamente literal, y luego todo se fue a la plopus. —Pasa su mano por la nuca y evade la mirada, tal vez avergonzado—. Debió durar solo una sesión, pero... No sé qué pasó. Yo no... ¡Shuck! —Bufa con pesadez. Thomas quisiera abrazarlo ahora mismo. Nada de lo que ocurre es justo para él y es el que peor la está pasando—. Sea como sea, esa mujer estaba loca y ese garlopo, Aris, no fue de gran ayuda. No creo que tenga razón... Pero aquí estamos, ¿no?
«Estás...» corrige él, apenado y abatido, tan arrepentido.
El suspiro que Thomas oye después se asemeja bastante a un casi sollozo. Si el castaño tuviera alguna idea, por muy remota que fuera, de cómo sacar a Newt de sus problemas, lo haría sin pensarlo dos veces.
Al mismo tiempo no puede ni levantar la mano para presionar el hombro contrario en señal de contención sin tentarse a abrazarlo y, tal vez, llorar con él. Es solo un cobarde sin excusa.
La plática que tuvo con su padre la noche anterior aparece en su mente como un relámpago en medio de un cielo oscuro y silencioso. Está ahí y no puede verlo, todavía no quiere hacerlo, solo sabe que cuando la tormenta finalmente comience no sabrá dónde carajos meterse.
—Entonces Teresa estaba celosa de tí, por eso dijo tantas cosas malas —Thomas dice, prefiriendo abordar un tema por el que cree tener más control y desviar la atención del chico antes de que empiece a llorar. El otro asunto tendrá que quedar en 'veremos' hasta que sepa qué demonios hacer, porque primero debe entenderlo y, francamente, su mente es una ensalada rusa ahora mismo. La única opción que les queda es seguir intentando hallar el paradero de esa mujer del infierno.
—Estaba enojada —Newt le corrige. Su voz ahora suena tres tonos más fuerte que antes, Thomas casi sonríe porque ha logrado su cometido, pero lo que oye no es muy grato en realidad—: Enojada y resentida.
—¿Y por qué me estaba besando? —le pregunta, solo porque también es una duda acumulada en su infinito catálogo de interrogantes sin sentido.
—Porque cuando lo hice yo no funcionó y Aris estaba por golpearnos a todos si entrabas a esa garlopa miertera del sueño profundo —responde, rápido, sin vislumbrar que su primera frase ha generado un sobresalto en su mejor amigo.
—Espera —Thomas dice, mirando a su compañero con más emoción que inquietud y el aludido mostrándose arrepentido de haber dicho lo que dijo—, ¿tú también me besaste?—La sonrisa del castaño casi escapando de su boca.
—Sugerí sacarte de la hipnosis a patadas pero ese mercachifle cara de garlopo no me dejó —se excusa, dejando que Thomas muerda una sonrisa en paz sin recibir de su parte un golpe en las costillas que, si debe ser honesto, muere por darle.
Entonces, evocando de nueva cuenta a esa estúpida manía suya de preocuparse por cosas absurdas y no urgentes, el castaño ya no intenta entender nada más. Thomas solo procura, con ímpetu escandalosa, escarbar en su mente tan hondo como puede en busca de aquel recuerdo, rogando encontrar al menos un vago déjà vu del pasado, algo, por insignificante que sea, que le permita recordar el sabor de aquella boca.
Pero lo que desea alcanzar nunca llega ni al filo de sus memorias: lo que sea que ocurrió entre el conteo en la voz de Aris y el beso de Teresa es una incógnita en su mente; una sombra blanca que le impide saber que hay detrás. «¿Cómo empezó? ¿Cuánto tiempo duró?»
Tiene mil cosas en las qué pensar, otras veinte preguntas sobre lo que realmente importa y que podría hacerle a Newt ahora que no está Teresa pululando alrededor de ellos, pero lo único que le interesa es encontrar la forma de recuperar aquellos recuerdos. Quizá deba buscar a Aris por su cuenta y preguntarle si existe una posibilidad de traer luz a su memoria de alguna forma, le pediría «por favor» y le pagaría de ser necesario. Extraña tanto a su novia y que sea su novia, echa de menos sus besos, demasiado, que haya ocurrido y que él ni siquiera logre recordarlo le duele en el centro del pecho. Besarla a través de la boca de Newt tal vez lo ha aliviado pero no basta para que se sienta satisfecho.
—¿Estaban prostituyéndome o algo así? —pregunta el castaño, haciendo alusión a lo que Newt le había preguntado el día anterior, apenas saliendo de la sesión, cuando vio a su propio cuerpo siendo acorralado por un asiático desconocido.
—Estamos a mano ahora —Newt le responde simplemente, procurando no sonreír más de la cuenta. Extrañaba aquel ambiente lleno de bromas, aunque ahora son de distinta índole, le hacen sentir bien, por lo menos ya no siente que cualquier comentario despectivo le hará llorar. Será la ausencia de la regla o que ya todo le importa una mierda, pero es mejor que la amargura y la aflicción que estuvo sintiendo desde que ya no está en su cuerpo.
Newt se encuentra, francamente, exhausto. Se siente un completo imbécil retrógrado atribuyendo cada sensación o nuevo sentimiento a las hormonas femeninas que ahora debe aguantar por estar en la maldita anatomía de una chica. Pero, si debe ser honesto consigo mismo por al menos cinco segundos, sabe que no todo puede ser por eso. Le gusta la bioquímica y que cada razonamiento suyo tenga una conexión indiscutible a una ciencia comprobada, pero sus estupidos sentimientos estan ganandole a la voz de la razón cada vez con más frecuencia y se siente, en verdad, patético, perdido y asustado, aterrorizado por el rumbo que a veces tienen sus pensamientos y a los que ya casi no puede controlar.
Se siente como un crank en fase final, enfermo de un virus que se come su lado más cuerdo y lo deja a la deriva, a merced de cualquier arrebato, bueno o malo, ya sea que venga de él o se lo pida ese estúpido cuerpo de mujercita que, al parecer, todavía tiene mucho de Teresa. Tal vez deba empezar a investigar por su lado; inspeccionar sus reacciones y las de ella, así al menos sabrá a quién otorgarle cada estúpido pensamiento que cruza por su cabeza cuando está tan cerca de Thomas.
En efecto, casi está seguro de que dormir tantos días a la par de su mejor amigo, deseando desde más alla de sus entrañas que el castaño vuelva a abrazarle hasta que todos sus pensamientos se apaguen, le ha afectado. Ha bajado la guardia y ahora ya no recuerda como mantener la distancia entre él y quien se supone debe ser frente a los Caine. Thomas no le pone un límite claro y ahora es él quien quiere cruzar todas las fronteras solo para sentirse más seguro, o más contenido, o tal vez más querido, ya no sabe con exactitud qué necesita y tiene mucho miedo de seguir indagando; puede que encuentre algo que le agrade demasiado y luego no quiera soltar pese a saber que no le pertenece.
Newt piensa que si continúa en aquella rama de pensamientos estúpidos terminará aún más desquiciado de lo que ya; necesita volver a la normalidad, en cuerpo y mente, y corazón, si no es demasiado tarde.
—Tommy... —Newt le llama después de varios minutos en silencio, solo caminando sobre la arena blanca de la playa y contemplando el mar calmo de la media mañana.
—¿Mmh? —Thomas le responde simplemente, invitándolo a continuar.
—Haz lo que tengas que hacer para solucionarlo —le dice su mejor amigo, sin ambages, la expresión en su cara es tan severa y preocupante que borra la sonrisa que Thomas tiene pintada en la cara.
—¿Lo que tenga que hacer? —pregunta, confundido, no por costumbre, es que de verdad no entiende a qué se refiere. Le asusta la seriedad de su semblante y la voz grave que ha usado para pedirle aquello.
—Con Teresa —le aclara. El timbre pulcro de hace un segundo ahora baja el volumen y la valentía, ahora tiembla—: Ya no quiero estar aquí —expresa Newt, angustiado, casi hace un mohín que Thomas se niega a mirar porque si lo hace lo próximo que ese chico sentirá son los brazos del castaño apretando todos sus huesos contra los suyos—. Averigua lo que ocurre entre ustedes..., y conmigo. Haz lo que sea, lo que quieras —dice, le cuesta sostenerle la mirada pero se obliga a hacerlo—, con ella... con ella aunque sea mi cuerpo, Thomas.
☆☆☆☆☆
Aaaah no saben, ya llegan los caps por los que escribí toda la mugrosa historia 🤧🤌💗
SSjskksks adjunto pruebas. (el espanglish de wattpad🤌🤨??)
(well, ojalá no se haya notado demasiado (o sí?,,) pero mi forma de escribir ha cambiado un poco desde que empecé la historia. Espero haber mejorado y no al revés u.u en fin, no prometo no volver a colgarme pero esta vez me tengo fe ahre)
UN MILLÓN de gracias a quienes siguen acá y a los nuevos que fueron llegando ♡ no saben cuánto significan para mí 😞❤️🩹
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