capítulo [XV]:

Claro, no es ella la que debe pasar toda la noche al lado de un Newt completamente enojado, Thomas piensa cuando enciende el auto y emprenden el camino de regreso a la residencia Caine.

En la carretera, el vehículo es literalmente impulsado por la furia del pie de Thomas presionando sobre el pedal sin cansancio y las ganas que tiene de llegar a la playa y golpear la arena hasta hacer un hoyo lo suficientemente grande como para poder enterrarse ahí dentro hasta sentirse a salvo de la locura que rodea su vida.
Todo está mal, la situación empeora cada día más, las cosas se están saliendo de su control y Teresa, no sólo no ayuda a suavizar el asunto, sino que no tiene otra mejor idea que complicar todavía más la relación con su mejor amigo, exponiendo en voz alta y de la manera más despectiva posible un acuerdo privado sin el menor de los recaudos y sin ningún tipo de contexto explicativo que lo acompañe o, al menos, que lo excuse de alguna forma. El castaño no quiere ni imaginar la horda de pensamientos desatinados que estarán invadiendo la mente de su compañero ahora mismo, seguramente planea asfixiarlo con la almohada mientras duerme una vez estén en la habitación.

Por otra parte, no menos importante, Thomas sigue intentando entender el enojo que inhala y exhala el cuerpo de Newt, dominado por el desorbitado espíritu de su novia, furia que, también, la llevó a gritar palabras absolutamente fuera de contexto para meterlo en problemas con Newt.
Thomas puede escuchar su respiración pesada, algo que Teresa hace siempre que está enfadada y también puede oír, en los asientos de atrás, el rechinar de los dientes de Teresa, algo que Newt nunca consigue evitar cuando está molesto por algo. Lo peor del caso no es que los tres estén completamente desbordados de cansancio e irritación, no. Lo que a Thomas le revuelve las entrañas es que ni siquiera sabe la razón de tanto enfado.

A Thomas le gustaría frenar el auto y pedirles una explicación, al menos una mínima pista de lo que sucede para ir inventándose una explicación en lo que llegan al tramo seguro de la playa. Él está en obvia desventaja; no recuerda nada de la sesión con Aris y ni siquiera tiene la culpa de que el chico no les haya ayudado en lo absoluto con el paradero de su maldita tía. En el fondo, algo le dice que todo lo que ocurre es por su causa, que algo dijo en medio de su trance para que Teresa explotara de rabia y atacara a Newt, que algo hizo antes para que la señora Beatríz decidiera intercambiar las almas de los cuerpos de sus amigos para demostrar más gráficamente lo que ninguno de los tres ha logrado ver en mucho tiempo, quizás es él el que está mal, tal vez sea él el del problema y, como siempre, las personas de su alrededor pagan las consecuencias de sus estúpidos descuidos.

Pero, de todas formas, piensa que entendería mucho mejor las cosas si Newt y Teresa pararan dos segundos para explicarle qué demonios ocurrió durante su hipnosis y por qué ahora parece que ambos quieren atarlo a un poste y arrojarle piedras hasta matarlo. Odia aquella falta de comunicación.

Para colmo, no termina de borrar el sabor de Newt de su boca, ni siquiera puede enfilar sus pensamientos y ordenarlos por niveles de importancia o, al menos, por algún tipo de relevancia coherente. Pero no. Nada de eso; su mente sólo sabe funcionar mal: cuando intenta recordar alguna palabra que le haya dicho Aris, automáticamente piensa en la boca de Newt contra la suya, en lo íntimo y extraño que se sintió besar a su mejor amigo y en lo horrible que fue separarse de Teresa. Puede jurar que era su novia quien lo acariciaba detrás de esas manos fuertes y dominantes, sabe que se trataba de ella pero no consigue ignorar que fue el sabor de la boca de Newt lo que lo atrapó realmente.

Sabe que se va a volver loco si no encuentra respuestas lógicas respecto a lo ocurrido pero a la vez, al jodido y maldito unísono, una voz en el interior de su cabeza grita que desde su ignorancia estará mucho mejor, que, con lo que sabe, ya se siente anclado al infierno y que la realidad es mucho peor.
Mas quiere saber, necesita entender para poder ayudar a sus amigos porque es cierto que ellos la están pasando mal por su culpa, y no está bien con ello.

Entonces cuando llegan a su tramo resguardado en la playa y Teresa baja del Jeep y cierra la puerta con toda la fuerza del brazo de Newt, Thomas sabe que debe hablar con ella, incluso si no se siente preparado para eso.

Teresa, espera —le pide antes de darle el tiempo suficiente para huir de la conversación, ante el arrebato, casi termina de cara contra la arena—. Tenemos que habl...

—¿Qué? ¿Hablar de qué? —dice ella de repente, girando sobre sus talones para enfrentar a Thomas con toda la anatomía de Newt en su estado más salvaje, con la respiración profunda y los puños apretados, con la piel de sus brazos tirante y las venas de su cuello marcadas, la luz de la Luna alumbrando su rostro enfurecido y triste—. ¿No prefieres estar solo, "Tommy"? —pregunta, pronunciando con voz ácida el apodo por el que sólo Newt lo llama—. O mejor, ¿no quieres quedarte a hablar con tu "Señor Paz"? Vamos, que ahora tienes un dos por uno, un estúpido combo con el cual entretenerte un rato.

Mientras Teresa hablaba, el cuerpo de Newt se ha ido acercando a Thomas con pasos firmes y el de Thomas ha retrocedido hasta chocar contra el Jeep, y sólo entonces la chica se detiene. El castaño mira el rostro de su mejor amigo a varios centímetros sobre él y jura jamás haber visto una expresión tan herida en su cara. Los ojos chocolates del rubio brillan tanto de furia como de tristeza y no tardan en esquivarle la mirada para darse la vuelta y alejarse de él. Thomas piensa que lo hace sólo para no golpearlo hasta dejarlo inconsciente, aunque eso a Thomas le encantaría.

—No quiero hablar hoy, Tom —le dice por último, suavizando el tono de su voz pero sin mirarle. Camina en dirección al pórtico pero el castaño le toma de la mano antes de que se escape. No puede dejar que se vaya así.
Cuando sus miradas se vuelven a cruzar, los ojos de Newt están ya al borde del llanto y el castaño se siente el ser más estúpido del universo.

—Sí, ustedes hablen —dice el ex-rubio a un lado. Thomas casi había olvidado que también estaba ahí—. Siempre se trata de ustedes, no sé de qué te quejas —Newt dice sin mirar a nadie pero Thomas sabe que se dirige a Teresa, ese tono ácido y frustrado lo deja en evidencia—. No importa si sus garlopas me larchan la vida a mí, siempre se va a tratar de ustedes, ¡siempre se va a tratar de ti!

Thomas suelta la mano de Newt y corre al cuerpo de su novia, su mejor amigo está mal, se oye tan mal, que el castaño no sabe qué hacer para contradecir todo lo que acaba de exponer. Quiere abrazarlo, apartarlo al lugar más calmado de la playa y encontrar la manera de hacerle reír, incluso se siente capaz de arrullarlo hasta conseguir que se duerma. No soporta la idea de su mejor amigo pasándola mal por su culpa, por la de Teresa, se le encoje el pecho con sólo imaginarlo y quiere aliviarlo de alguna manera.
Pero Newt ni siquiera deja que Thomas lo intente, pone una mano entre ellos mientras pasa la otra por su cara y se aleja hacia el pórtico.

—No, Thomas. Ustedes deben conversar —Newt le dice, con voz gélida—. Solucionen sus malditos problemas de una puñetera vez. Es la única forma de que toda esta mierda mágica termine.

Dicho eso, arrastra sus pies e ingresa a la casa. El castaño puede ver cómo se limpia la cara y saluda a alguien dentro de la residencia pero no le importa a quién y tampoco le interesa nada más. Su amigo tiene razón; debe hablar con su novia y hallar el verdadero problema, debe inspeccionar cada recodo de su relación y encontrar la manera de solucionar las cosas; debe liberar a Newt de ese tormento.

Después de un minuto juntando valor, Thomas traga saliva y vuelve a respirar de repente. Su corazón se vuelve loco dentro de su pecho e intenta recordar en qué momento dejó de darle oxígeno a las extremidades de su cuerpo, quizás se paralizó cuando Teresa lo acorraló contra el auto y lo miró como si quisiera golpearlo hasta desmayarlo o quizás en el segundo exacto en el que Newt no le permitió acercarse por primera vez en los años que llevan de amistad, él no lo sabe.

El castaño gira sobre sus talones sólo cuando se da cuenta de que jamás reunirá el valor que requiere para enfrentar a Teresa y encuentra al cuerpo de Newt recargado contra el Wrangler; su chica no lo está mirando, ni siquiera parece estarlo esperando, confiada en que él seguirá huyendo del problema como lo ha hecho desde que todo eso empezó. Ella sólo mantiene esos oscuros ojos ajenos mirando las zapatillas de su mejor amigo. Parece estar pensando en algo pero la forma nerviosa en la que muerde su labio inferior deja en evidencia que su mente no llega a nada bueno.

—¿Qué nos pasó, Tom? —ella le pregunta de repente, sin siquiera mirarle, aunque sabe que Thomas la está escuchando—. ¿Por qué sigo aquí? ¿Acaso ya no...?

—Hey... —Thomas detiene sus palabras cuando la voz de Newt se empieza a quebrar. El castaño ya sabe lo que Teresa va a decir y no está en lo correcto—. No nos ha pasado nada, absolutamente nada —le dice él, convencido, intentando acercarse a ella sin perder el equilibrio. Todavía le cuesta estar cerca del cuerpo de su mejor amigo sabiendo que su novia está atrapada en él—. Esa... esa señora sólo encontró divertido jodernos la existencia. No hay un motivo en específico, no hay una sola razón para esto, ¿de acuerdo? No es culpa de nadie más que de esa loca, ¿sí?

Thomas espera que sus palabras le devuelvan el color al semblante de su mejor amigo, que el espíritu risueño que lleva dentro vuelva a sonreír, que su novia le crea y sustituya esa tristeza por la esperanza de que encontrarán una solución mucho antes de lo que piensan.
Pero nada ocurre; Teresa no sólo parece incrédula sino que está a nada de echarse a llorar. Thomas todavía no entiende por qué de pronto su furia se ha convertido en desazón pero ya se ha confirmado que tiene algo que ver con lo que pasó en la sesión con Aris. Le gustaría recordar al menos una parte de aquel estúpido trance.

—¿Y si es cierto? —la ex-azabache le pregunta, mirándolo por primera vez después de muchos minutos—. ¿Y si realmente no significo tanto para ti como supones y Newt es...?

—¿De qué estás hablando? —Thomas le interrumpe, más que confundido, asustado.

—De lo que confesaste durante la sesión —le contesta, dejándose ver herida y enojada por igual, esa misma expresión que Thomas vio en ella después de volver en sí. El castaño tiene ganas de preguntarle cosas puntuales pero sabe que no es el momento más adecuado—, de que ya no me necesitas para estar en foco, que ya no soy tu tranquilidad, ni siquiera tu estúpido escape, Thomas. ¿Cuándo fue la última vez que me necesitaste? —Thomas se muerde la lengua recordando la noche anterior y la fuerza con la que abrazó a Newt, pensando que era ella, pero sabe que no es buena idea decírselo —. Quizás ya no sientes lo mismo por mí y ésta fue la única forma que encontró la bruja para hacértelo entender. Tal vez ya no me amas, Thomas. ¿Te pusiste a pensar en eso?

El castaño, en lugar de responderle y aclarar todas sus dudas con palabras, sólo quema ese medio metro que los separa y cierra sus ojos antes de besarla. No sabe qué está haciendo hasta que simplemente lo hace, y no se siente bien sino hasta que ella le corresponde.

Las manos fuentes de Newt toman a Thomas desde su cintura y lo acercan hasta que ya no hay brisa que cruce entre sus cuerpos. Teresa se hace presente en el beso y su novio la nota al instante, logrando captar cada movimiento con su esencia, cada caricia con su marca, y es que Thomas jamás podría olvidar esa especial forma de besar, incluso si no es a ella a quien está besando en realidad.

Por un momento, el castaño olvida que es la boca de Newt la que está enérgicamente acoplada a la suya y sólo trata de demostrarle a Teresa lo jodido que se siente con la situación y lo mucho que la extraña; ya después se comerá la cabeza pensando en lo raro que es que se sientan tan bien esas manos masculinas presionando su cintura o sus propios dedos enredados en el cabello rubio de su mejor amigo, o sus lenguas peleando por el control de un beso apasionado y necesitado por parte de ambos.

Cuando Thomas se separa de su novia, ella le sonríe sin poder evitarlo y el castaño vuelve a respirar con tranquilidad, como si acabara de salir de un incendio o si se hubiera salvado de morir ahogado en medio del océano. Jamás había visto en Newt una sonrisa así, tan alegre, que Thomas quería volver a besarle los labios sólo para mantener ese cuadro por más tiempo.

—Te juro que estoy perdiendo la cabeza —le dice Teresa.

—Y yo... —susurra Thomas, recordando que besar a su mejor amigo no soluciona nada así como tampoco arregló algo dormir acurrucado con Newt la noche anterior.

—Mañana me disculparé con Newton —ella comenta, algo desinteresada, llamando la atención de Thomas al instante—. Fue un momento de rabia, ¿sí? Lo lamento, no debí ser tan grosera. Espero no te haga dormir en el pasillo, y si lo hace, puedes venir a mi cuarto —le susurra para luego alejarse de camino a la casa. Ya han perdido mucho tiempo afuera y seguramente tienen preocupados a los padres de Thomas.

Por su parte, el castaño se ha paralizado ante la impensada sugerencia y el brusco giro que ha tomado la situación. No debería resultarle extraña la forma en la que Teresa cambia de parecer; ella siempre supera todo demasiado rápido. A Thomas le gustaría ser así a veces. La ex-azabache apenas terminó de besarlo luego de estar más de una hora con ganas de ahorcarlo y ahora le sugiere dormir en la misma cama como si se tratara de compartir una cerveza.

«Está loca», piensa Thomas, girando despacio y tomando aire para luego dirigirse al interior de la casa, directo a apagar otro incendio ubicado en su habitación y bautizado con el nombre de 'Newt'.

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