capítulo [XIV]:

Uno debe de estar demente para seguir ahí después de todo lo que ha ocurrido, es lo que Aris piensa al zigzaguear entre la puerta del garaje y los objetos que obstaculizan su escape del lugar. Pero el matón asiático lo ve huyendo y se acerca a él rápidamente antes de que pueda siquiera sentir el aroma a su tan anhelada libertad.

El aprendiz del brujo busca en su interior una voz dominante y firme para enfrentar al coreano, para explicarle que ya hizo su parte y que, por su bien, debe dejarlo ir, pero eso no es necesario realmente, porque el cuerpo del citadino rubio viene pegado a él y Minho siente un extraño deseo de obedecer cuando ese tipo está cerca, Aris lo nota. Algo le avisa que ese torpe surcoreano musculoso no tiene idea de que es una chica quien domina el cuerpo masculino que le sacude el suelo y los cielos, casi le hace sentir pena.
Pero prefiere no desencantarlo y, por el contrario, usar aquella ciega atracción a su favor y librarse de él.

Por su parte, aunque lo ven, Newt y Teresa no piensan en detenerlo al salir del garaje detrás del joven brujo como si fueran la extensión de un relámpago. Evocando algo de honestidad, ellos también desean huir de ese hechizado y diabólico lugar, así que no pueden culparlo por escabullirse como un conejo lejos de todo ese caos.

Newt, dentro de la delgada anatomía de la azabache, tiene los nervios de punta y necesita algo de aire, un poco de silencio para asimilar todo, por lo que ni siquiera mira a Thomas o a nadie en especial cuando sus pies vuelven a pisar la arena maldita de ese tramo de la playa. El lugar apenas recibe la luz del día y el sol está a sólo segundos de dar su último suspiro cuando él llega a la orilla del mar y respira hondo por primera vez desde que llegó a esa horrible feria del demonio.

Su estómago de mujercita no ha parado de dar vueltas al igual que su cabeza, que ya no es rubia pero sigue siendo un verdadero desastre. Sus pensamientos no encuentran orden en aquella terrible maraña de enredos y condiciones; si al menos tuviera una cosa clara de todo lo que han descubierto, tan solo una pista..., pero no, nada cuadra en la ecuación y el ex-rubio está a pocas exhalaciones de desmayarse de frustración. Para colmo, sigue lidiando con aquella estúpida regla de la que no sabe cómo deshacerse aún. Tiene ganas de meterse a la tienda de la bruja y buscar entre sus pócimas algún polvo mágico que le seque el útero y le permita vivir en paz mientras esté en ese cuerpo miertero lleno de cosas raras. Perderá la cabeza, de verdad se volverá loco si las cosas no se solucionan.

—¿Estás bien? —Es Thomas, hablándole desde atrás.

Newt tarda en mirarlo y todavía más en responder. Le gustaría otorgarle la culpa al enojo, pero lo cierto es que ya ni siquiera puede descifrar con exactitud lo que siente respecto a la situación, a Thomas y a Teresa.
Luego de un suspiro pesado y prolongado, cuando la mirada zafiro se posa sobre el castaño, Thomas no debe siquiera preguntar algo para saber que nada anda bien. El cuerpo de Teresa se nota tenso, cansado, y sus brazos pasan rápidamente de estar a sus costados a cruzarse sobre su pecho, la expresión que Newt dibuja en la cara de la chica es una entre irritación y frustración, un equilibrado revoltijo de ganas de golpearlo y la certeza de saber que eso no arreglaría nada. Se siente un poco tonto, buscando escape en una persona que, a su vez, está atrapada dentro de otra, literalmente.

—¿Dónde garlopas está tu novia? Quiero largarme de este lugar —su mejor amigo dice. La voz de Teresa se escucha realmente molesta pero Thomas puede notar fácilmente que sólo está tratando de no llorar. Es típico de Newt camuflar su debilidad con indiferencia; es su forma de proteger al joven rubio que sigue en el interior, perdido y sin ideas, cansado y furioso. No importa qué tan alta sea la muralla que su mejor amigo levante a su alrededor, Thomas siempre sabe lo que hay detrás.

Aunque al castaño le gustaría saber por qué lo hace ahora mismo, por qué el enfado de todos, por qué la falta de esperanzas y la irritación, por qué la distancia. Pero no le pregunta nada, no está seguro de querer saberlo realmente. Guarda la duda en el bolsillo de su mente y sólo gira sobre sus talones para apuntar con su barbilla el paradero del cuerpo masculino, sarcófago viviente que aún guarda a su novia bajo la epidermis de un chico rubio.

Justo contra la pared de la casa azul, el cuerpo de Newt se encuentra recostado y acorralado por el asiático a quien Thomas ya no puede ni ver sin desearle cosas malas. Teresa luce más tranquila que ellos dos, eso salta a la vista de cualquiera que tiene ojos. Sonríe y habla animadamente con Minho mientras el coreano trata de no saltarle a los labios para besarle, algo que disimula con poco y nada de éxito. Thomas puede notar ese detalle porque el chico no deja de mirar la boca de Newt y cada segundo parece restar los centímetros que le separan de su novia como si no estuviera siendo completamente obvio en el acto.
Thomas, aunque le gustaría ir a partirle la cara, sabe que debe controlarse porque aún necesitan la ayuda de ese idiota. Además, confía en que Teresa sabe lo que hace y que debe de estarle sacando información justo ahora, que aquel acercamiento no es peligroso ni importante porque nada pasará entre ellos.

El chiquillo rubio y golpeado a quién tenían encerrado en contra de su voluntad había desaparecido de la escena cuando él volvió a la realidad y recuperó sus sentidos para salir de aquel garaje. No es para menos, Thomas piensa, que haya huido de ellos. Para empezar, lo tenían amarrado a una estúpida silla y el bravucón asiático le había dado una paliza innecesaria sólo para pasar el rato, seguido de que ni siquiera le pidieron 'por favor' o le dieron alguna recompensa al final de todo ese circo. Si hubieran sido más atentos, quizás ahora contarían con su ayuda para hallar a la señora Beatríz y, con ella, la solución a todos sus problemas. Siente que ese tal Aris podría cooperar si habla con él a solas y sin la amenazante presencia del capitán Golpes Innecesarios o sus, a veces insoportables, amigos, pero ahora mismo no quiere pensar en cómo volver a encontrarlo o si valdría la pena perder su tiempo en al menos intentarlo.

—Thomas —le llama Newt. Cuando el castaño le presta atención, la expresión de Teresa es una de intriga—. ¿Puedo hacerte una pregunta?

—Claro, Newtie... —acepta, porque de todas formas sabe que el ex-rubio se la hará aunque diga que no. Además, Thomas haría lo que sea para borrarle a su mejor amigo todas sus dudas.

—¿Están prostituyendo mi cuerpo por información o algo así? —suelta.

Si Thomas hubiese estado bebiendo algo, lo habría votado todo por la nariz. Sin embargo, es una tos seca la que lo aborda al instante, impidiéndole negar semejante desvarío y poniéndolo en un aprieto aún mayor cuando Newt toma aquella torpe reacción como una respuesta afirmativa.

El ex-cabellos dorados lleva una de sus manos a su actual rostro y reprime con fuerzas las ganas de bufar. Se pregunta internamente de quién chingados ha surgido una idea tan estúpida pero le hieren las respuestas mucho más que la irritante duda.
Al final sólo resuelve que no le importa demasiado; sólo es un nuevo día en el Paraíso, una plopus más agregada a la lista.

—No es lo que piensas, Newt —intenta Thomas. Suena bastante sincero y el ex-rubio tiene que juntar todas sus fuerzas para no perdirle mil explicaciones mientras lo golpea contra la arena de la playa—. La idea en realidad era... es... ¡Shuck! Teresa, ella sabe lo que hace, ¿sí? —«o eso creo», termina en su mente, no muy convencido en realidad—. No te preocupes. T- te prometo que todo estará bien.

El mayor ahoga un bufido y reprime una maldición. Le hierve la sangre cada vez que escucha a Thomas defender los métodos diabólicos de su novia psicótica; habla como si ellos fueran amigos incondicionales, como si ella fuera el monumento a la confianza y a la búsqueda del bien común, como si Teresa no hubiera tratado de quitarlo del camino un millón de veces desde que se conocieron. Se pregunta, con miedo a la respuesta, por qué Thomas ha aceptado algo así.

Ambos jóvenes observan a Minho y al cuerpo de Newt tan cerca uno del otro: Teresa se ríe en algún momento y dirige su atención a los chicos, más precisamente, a Thomas, y le dedica una mirada feroz justo antes de volver a sonreír con el asiático como si estuviera totalmente derretida por él y sus estúpidos ojos rasgados. No. Más bien, como si "Newt" lo estuviera.

—Ooh... —emite Newt desde el cuerpo de Teresa, parece algo entretenido y Thomas evita preguntarse la razón—. Eso parece una venganza —sugiere, entrecerrando los ojos como si analizara un cuadro abstracto colgado en una pared.

Thomas frunce el ceño y, aunque trata de no pensar en nada, termina cediendo a su curiosidad, esa que se mezcla con ira al volver a mirar al asiático y a sus atrevidos dedos tocando la cintura de Newt con una libertad que nadie le ha dado. Teresa vuelve a mirarlo y, en lugar de una mirada cómplice que lo tranquilice, los ojos de Newt le muestran furia contenida y amenazas silenciosas.

—Parece que... ¿está enojada? —le pregunta a Newt, como si su mejor amigo fuera a saber más de su novia que él mismo.

—Oh, sí —afirma el ex-rubio, bastante tranquilo para su gusto—. Es que descubrimos que toooda esta garlopa es por tu miertera culpa. —Su tono apacible resulta ser, al final, irritada ironía.

Thomas abre su boca para contestar, o preguntar algo, pero vuelve a cerrarla un segundo después. Una horrible sensación le asegura que decir alguna cosa sólo podría empeorar su situación. Trata de recordar todo lo ocurrido en la sesión pero no lo consigue; gran parte del trance hipnótico es una enorme mancha blanca que él no sabe con qué rellenar; las palabras, las preguntas, incluso sus respuestas son, en su mayoría, incomprensibles, sin son ni ton, un montón de afirmaciones sin contexto alguno. Le gustaría saber qué pasó realmente, qué dijo puntualmente, por qué es su culpa, por qué su novia está enojada y por qué Newt luce tan frustrado con ello. Está algo confundido y ya le duele la cabeza de tanto analizar posibilidades: le gustaría volver el tiempo atrás y obligar a alguien más a dejarse invadir la mente por aquel chico, recordar su voz todavía le debilita la vista y la voluntad.

—Tú no pareces enojado —Thomas le dice, tratando con fuerzas no mirar a su novia en el cuerpo de Newt para no tentarse a ir corriendo y separarla de aquel imbécil.

—¿Por qué lo estaría?

—Bueno, porque yo...

—Él es lindo —responde su mejor amigo, mirando al asiático con atención, a Thomas le recuerda a cuando Teresa ve zapatos caros en las tiendas del shopping en Denver. Oh, Denver. Cómo extraña Denver.

—¿¡Qué!? —Thomas casi se desorbita hasta la furia al analizar la información. Ni siquiera está seguro de saber por qué está enojado, si es porque su novia está coqueteando con otro chico justo en sus narices o si es porque lo que más temía de todo aquel estúpido juego se está materializando ahora mismo frente a sus ojos, con la mirada zafiro que Newt domina y estampa sobre la imagen del coreano insoportable.

Thomas en realidad había querido saber por qué su novia estaba enojada y por qué Newt no, cuando suele ser el más enojón del grupo. En cambio, su mejor amigo le ha contestado algo que al castaño le habría gustado jamás saber.

—Yo ni siquiera me referia a... ¡Agh! ¿Sabes qué? Olvídalo —se rinde el castaño—. Es hora de irnos —dice de pronto, serio, caminando directo a los tortolitos que siguen riendo como si todo estuviera en orden. Newt le sigue el paso en silencio y un poco confundido, sin retrasos porque en realidad ya quiere irse también—. Andando, niño. Ya despídete —casi ordena al llegar a Teresa, llamando la atención de ambos con su voz tan irritada, que al propio Thomas le sorprende. Le recuerda a su suegro cuando, en los primeros meses de relación con Teresa, lo obligaban a despedirse al caer la noche.

Su novia, atrapada en el delgado cuerpo de su mejor amigo, simplemente rueda los ojos y asiente sin muchos ánimos, volviendo su atención al asiático un segundo después.

—Estaremos en contacto, Min —le dice la chica con la voz más seductora que ha encontrado en las cuerdas vocales de Newt. Thomas aprieta la mandíbula para no soltar una maldición. Luego, su novia le deja un beso en la mejilla y simplemente se va, seguida al instante por su cuerpo, ahora usurpado por un alma que lo hace lucir algo más que aturdido.

Thomas se ahorra los insultos y el buen golpe que quiere dejarle a Minho de recuerdo, saluda a Brenda con una mano desde lejos e inmediatamente sigue los pasos de Newt hasta el auto.

—¿Qué fue todo eso? —le dice, ya acomodados en los asientos del Jeep. Thomas debería encender el vehículo y no despegar su pie del acelerador hasta llegar a la casa de verano porque ya es realmente tarde y sus padres estarán preocupados (y furiosos), pero, en cambio, prefiere las explicaciones primero—. Teresa, ¿qué intentabas hacer?

La ex-azabache, que se encuentra justo en el asiento del copiloto evita mirar a su novio y mantiene su mirada, ahora achocolatada, fija en la oscuridad de la feria en reposo. No está molesta, está furiosa. Mantiene la mandíbula de Newt apretada y su respiración pesada, los músculos del pelirrubio se ven tensos bajo la camiseta que lleva puesta y parece a punto de querer insultar a todo el mundo para luego atacarlos con el primer objeto que encuentre suelto.

Thomas vuelve a insistir por una respuesta y ni siquiera se molesta en encender el auto mientras espera las explicaciones de por qué su novia estuvo coqueteando tan abiertamente con otro chico en sus narices y sin ningún tipo de disimulo; según recuerda, eso no es parte del trato, no tan explícitamente al menos.
Luego de un instante envueltos en tensión y con un Newt que está admirando la idea se volver a la casa veraniega a pie para salvarse de la guerra, Teresa suspira dentro del cuerpo masculino y mira a su novio para responderle.

—¿Acaso no era ese el plan? —le dice, la voz de Newt inunda el auto fuerte y filosa. Tanto el ex-rubio como Thomas entornan los ojos confundidos—. Coquetear con Minho para tenerlo de nuestro lado, usarlo y de paso quitarnos a Newt de encima literalmentecomenta—. Y tú deberías estar feliz, Newton. Te estoy haciendo un enorme favor. Te conseguiré un novio para que dejes en paz al mío. Cuando esa bruja nos regrese nuestras vidas, yo habré mejorado la tuya un poco, ¿no crees?

Thomas ha mantenido sus ojos cerrados desde la segunda frase que Teresa dejó ir de sus labios. Parte de lo dicho es cierto, pero también han acordado no decirle absolutamente nada a Newt por razones obvias.
Ahora mismo, el castaño tiene miedo de voltearse para ver a su mejor amigo y se odia profundamente por haber insistido en una respuesta, no sabe si es culpa suya o de Teresa que las cosas hayan empeorando todavía más. Ni siquiera al espejo retrovisor se atreve a mirar luego de las palabras tan crudas de la ex-azabache. Thomas se pregunta incesantemente cómo podría convencer a su cuerpo de que debería desmayarse en ese mismo segundo.

—Arranca el maldito auto de una maldita vez, Thomas —dice de pronto Newt con la voz más fría que halla entre los timbres de Teresa. Entonces a Thomas no le resulta nada complicado confirmar que la confesión de su chica le ha traído serios problemas con Newt.

«Diablos...»

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