Capítulo [XI]:|maratón 3/5

Calor. Esa es la palabra.

La noche ha sido sencillamente cálida y cualquiera odiaría una noche así en pleno verano, pero no Thomas; tener el cuerpo de su novia pegado al suyo toda la noche fue simplemente un deseo hecho realidad. Nunca se imaginó que algo tan común podría de plano volverse un milagro.

Entre sueños, pudo sentir como, un par de veces, Newt se alejaba hasta la orilla y deslizaba sus pies al suelo, levantándose para ir al baño. Y luego volvía a la cama, sorprendiendo hermosamente al castaño, y acomodándose justo en el mismo lugar de antes.
Thomas sigue preguntándose por qué lo hizo. Si bien su mejor amigo suele ser algo bipolar, esos cambios no tienden a ser tan fuertes al punto de ser un gruñón un día y un dulce al siguiente.
Pero no va a quejarse, no. Le agrada. Mucho, de hecho. Incluso más de lo que considera seguro, aunque no va a pensarlo demasiado. Olvidar que Teresa ya no es Teresa no fue tan difícil en realidad, por lo que dejar el tema en stand by para su futura claudicación es una tentadora idea para el castaño.

Esa mañana es Thomas el primero en abrir los ojos y quedarse como idiota observando el rostro pálido y hermoso de su novia. Esos párpados caídos tienen un ligero tinte violáceo y bajo sus cuencas, un suave tono oscuro se pincela, formando no tan marcadas ojeras. Newt pasó más tiempo en el baño que sobre la cama, Thomas supone que esa es la razón por la que sus ojos demuestran tanto cansancio pese a seguir durmiendo.

Los cabellos de Teresa están hechos un desastre; se desparraman desordenadamente sobre la funda blanca de la almohada que sostiene su cabeza en una nube de plumas suaves. Su respiración es tranquila y silenciosa, a Thomas le encanta saber que está descansando. Su mejor amigo lo merece; dormir horas enteras hasta sentirse mejor. De todo el rollo embrujado que están atravesando, a él le ha tocado la peor parte. A veces la mala suerte se enamora de la gente y no hay mucho que se pueda hacer, Thomas cree. Le gustaría cambiar las cosas de alguna manera, volver el tiempo atrás y decidir quedarse en casa, a salvo, simplemente no haber salido de la habitación aquella noche..., pero supone que es realmente tarde para lamentaciones.

Ha sido un tiempo difícil para todos y aún queda esperar un poco más, confiar en ese desconocido petulante, aguardar a un llamado o un mensaje esperanzador que avise del paradero de la bruja psicótica que desacomodó sus vidas. Thomas aún desconfía de lo que el chico de ojos rasgados vaya a pedir con 'Newt'. No está precisamente tranquilo con el asunto; intercambiar mensajes parece algo demasiado casto como para compararlo con las miradas tan acosadoras que el coreano le hubo dirigido al rubio todo el tiempo que estuvieron en la feria. Debe haber otra cosa que desee, algo más importante que simples textos o llamadas. Una cita es palabra mayor y el castaño teme no soportar la idea de Teresa a solas con un tipo completamente loco. Ella está muy ansiosa por mantener a Newt lejos de su novio y él lo sabe; es capaz de darle falsas alas a ese chico sólo para conseguir lo que quiere. Manipular la situación a su antojo con el único fin de alcanzar sus objetivos es algo que haría sin ningún problema, a veces sólo piensa en ella y en sus propios beneficios.

Resulta difícil digerir toda la idea ahora mismo. A Thomas le gustaría parpadear y que de repente todo se acomodara en el mismo lugar de siempre; que su novia despierte y bese sus labios, que su mejor amigo vuelva a ser su compañía favorita en el mundo y no el momento más incómodo del día, que deje de dolerle tanto la cabeza al pensar en todo ese lío. Todavía le cuesta amoldarse a verles en cuerpos tan distintos; un tímido Newt en las facciones potentes de su chica o la fuerte actitud de Teresa en el rostro amigable de su mejor amigo, es algo que aún no le cabe en la cabeza.

Son agua y aceite; una mezcla heterogénea que ni siquiera puede verse en un mismo cuadro, y Thomas realmente debe dividirse en dos cuando Newt despierta y bosteza como si fuera un león. Un nuevo día empieza pero la incomodidad es igual a la del día de ayer.
El desayuno, ahora en familia, también consiste en separar mente y sangre. Es la misma historia que durante la cena de la noche anterior; Teresa, por momentos, olvidando que ahora es Newt y que debe actuar como tal, un Newt incómodo e impotente, buscando hasta debajo de las servilletas un poco de paciencia para no ahorcar a la novia de Thomas cada vez que usa su voz para llamarlo por apodos cariñosos como si eso fuera lo más normal del mundo.

El castaño podría fácilmente esconderse en el sótano de la casa, olvidarse de todo ese lío y conseguir algo de paz en la música ruidosa de sus auriculares, pero sabe que si deja solos a esos dos, terminarían revolcándose en la arena como un par de gatos callejeros hasta matarse uno al otro, por lo que no le queda de otra más que ajustarse los pantalones y enfrentar la situación como un adulto.

Después de la misma guerra en el almuerzo, la tarde pasa relativamente normal. Comparado al día anterior, hoy las cosas parecen estar más calmadas.

—¿No puedo usar varias a la vez? —le pregunta Newt a Teresa, refiriéndose a las toallas higiénicas, mientras esperan a Thomas.

—No —es la respuesta obvia de la chica dentro del cuerpo masculino—. Una es suficiente, Newton. Sólo debes comportarte como una señorita —explica, enfatizando la última palabra mientras estira el brazo para acomodar las piernas femeninas al comando de Newt. El chico sigue sentándose como un chico y le arranca un suspiro frustrado—. Y ya no vas a ir tanto al baño, ¿okay? Me dejas en ridículo.

—Es que... sólo me muevo y... —se interrumpe, una viva expresión de asco se dibuja en su rostro y cierra los ojos—. Siento que... ¡Agh! ¡Es una mierda, shuck!

Newt se tapa la cara con las manos; odia lo que está pasando, no puede creer que esté hablando de ese condenado tema con la novia de su mejor amigo, no puede entender cómo lo está viviendo en primera persona ahora. Siempre supo, por comentarios externos, que el período de una chica es realmente horrible, pero jamás pensó que superara tanto los límites de irritación. Le gustaría arrancarse el útero con algún cuchillo de la señora Caine; piensa que una herida en el abdomen sería significativamente más tolerable que sangrar por días enteros.

—Hey, ya. Sólo es una sensación —ella dice, restándole importancia a la frustración patente en la expresión del ex-rubio. Ella sabe, lo ha experimentado en carne propia desde hace años y cada maldito mes que pasa. Puedes echarme una mirada cómplice cuando te sientas inseguro y yo te aviso si te has manchado o algo, ¿va? —le propone con amabilidad—. Pero basta de ir al baño cincuenta veces por hora.

—Está bien.

Newt no está seguro, pero tampoco tiene muchas opciones. Se pregunta cómo una chica puede soportar esa mierda cada jodido mes de su vida, «¿realmente se acostumbran en algún momento Con la mano en el corazón, Newt preferiría no tener hijos; siempre se puede adoptar o simplemente rescatar mil gatitos de la calle, cualquier cosa es mejor que esa incómoda sensación de descarga espesa cada dos jodidos minutos.

No ha entendido muy bien el punto de "mirada cómplice". Se pregunta internamente si es algo parecido a los ojitos que se hace con Thomas cada vez que se meten en problemas, pero no podría asegurarlo y tampoco se anima a retomar el tema. Teresa le ha contestado todas sus dudas pero realmente ya está harto de hablar de esa garlopa miertera, sabe que es algo normal pero no deja de ser horrible y asqueroso. Newt ya encontrará la forma de deducir lo que ella quiso decir.

Dejando ese desagradable asunto de lado, piensa que ha hablado más con Teresa durante ese día que en todo el tiempo que se conocen. Ella le parece más agradable de lo que puede aparentar la mayor parte del tiempo y es graciosa, divertida a su manera. Newt agradece poder tolerarla en ese aspecto, no empeorar las cosas por simples desacuerdos. Sería un verdadero calvario pasar el día entero peleando hasta que todo vuelva a acomodarse y, de ser así, seguramente Thomas terminaría con la cabeza enterrada en un hueco en medio de la playa.
Ellos nunca congeniaron de la mejor manera, pero lo están haciendo más llevadero sólo por Thomas, el único cable que los une obligadamente. Suponen a la par que tendrán tiempo de odiarse luego de volver a sus respectivos cuerpos, que por el momento deben intentar no llevarse tan mal por el bienestar mental de Thomas.

—Qué linda soy.

—¿Qué? —pregunta el ex-rubio, saliendo de su burbuja de pensamientos. No le ha entendido muy bien. En realidad, no le ha estado prestando atención desde hace ya un par de minutos.

—Que soy muy linda —reitera con una sonrisa—. Siempre quise verme a través de los ojos de alguien más y ¡waoh! —proyecta, los ojos oscuros que ahora ella controla se ven emocionados y alegres, brillando con genuino entusiasmo.

Newt sólo piensa que es extremadamente raro verse en tercera persona y no reconocer ni sus propios ojos cuando se mira de frente. Él es consciente de que nunca ha llevado una sonrisa en la cara todo el tiempo, de hecho, sus sonrisas son realmente escasas en su vida por alguna razón que nunca se atreve a averiguar. Su rostro serio le parecía su mejor perfil hasta que vio a Teresa sonriéndole a Thomas hoy en la mañana. A duras penas, acepta que una cara de garlopo enamorado le sienta mejor que la expresión de un ogro al que acaban de molestarle mientras dormía su siesta.

Teresa mira su rostro desde los ojos pardos del rubio; observa profundamente cada detalle de su cara y aquellos lunares que le gustaría cambiar de lugar. Verse desde la mirada de otra persona puede cambiar o reforzar la idea de uno mismo, Newt cree, y tal vez por eso ella no le quita los ojos de encima. Se pregunta por qué le incomoda tanto hacer lo mismo; tal vez el vacío decepcionante que siente en su estómago cada vez que observa su rostro tiene mucho que ver.

—Eres muy egocéntrica, ¿sabías? —Newt comenta, absteniéndose de usar un tono de voz irritado. No es que esté enojado, pero le molesta no sentirse bien con él mismo cuando en otras personas parecer ser algo tan natural.

—No —Teresa niega un instante después, analizando su imagen desde donde está, aprovechando una posibilidad que no todos pueden tener—, sólo admito que soy hermosa. ¿Puedo besarte?

—¡¿QUÉ?! —grita ni bien escucha la última frase de la chica.

—No debería pedirte permiso —ella interviene, ignorando los ojos desorbitados de su propio rostro dominado por Newt—. Después de todo, es mi boca —concluye, bastante segura de lo que dice.

Newt parece pensarlo por un segundo, alarmado, recordando que ha dormido literalmente abrazado al novio de esa chica sin su previo consentimiento y pensando enérgicamente que podría existir una enorme posibilidad de que ella sintiera, de alguna remota manera, lo que ocurre con su cuerpo aunque no esté presente. Pero descarta la idea enseguida; el efecto debería ser igual en ambos casos, él cree, y realmente no ha sentido nada viniendo desde el aire, sólo siente la estúpida regla y ganas de asesinar a Thomas porque todavía piensa que todo es culpa suya.

—Deberías pedirme permiso para usar MI boca —murmura el ex-rubio luego de un momento, sintiéndose un tanto hipócrita al pensar en la noche anterior pero ignorándolo descaradamente. Supone que si Teresa no lo sabe, no tiene porqué demostrar pena.

—Ya, tonto. No voy a besarte sólo porque Thomas se está acercando. —La chica se aleja un poco de su cuerpo y finge que han estado hablando del clima todo ese tiempo—. Hola, amor —saluda al castaño cuando éste llega a ellos, ganándose la incomodidad de los dos chicos al instante.

Ambos jóvenes piensan que ella lo hace apropósito. Es el tercer día en esa asquerosa situación pero es estúpido intentar acostumbrarse a ella; a Thomas le resulta imposible corresponder los dulces tratos de su novia cuando vienen directos de la boca de quien ha sido su mejor amigo durante años. Es inadmisible. Pero lo peor de todo, él piensa, lo que lo mantiene con la mandíbula apretada la mayor parte del tiempo, es que no logra meterse en la cabeza que es su buen amigo Newt el que ahora invade los ojos azules del amor de su vida. La noche que acaba de pasar es la clara evidencia de eso. Es fácil para él olvidar que es el ex-rubio quien recibirá sus caricias y miradas embobadas y no su novia. También se ha dado cuenta de que le es doblemente fácil hacer que ese insignificante detalle no le importe en absoluto.

—Mis padres nos esperan —avisa el castaño cuando la incomodidad los estruja por dentro. Hasta Teresa, perdida en la delgada anatomía del rubio y actuando como si nada malo ocurriera, nota la poca comodidad de su novio cuando están juntos. No quiere culparlo, mucho menos enojarse con él, pero le es un poco inevitable ponerse de mal humor cuando Thomas ni siquiera se esfuerza en hacer las cosas llevaderas para ambos. No son amigos y ella no puede pretender que sí, al menos, no si pueden evitarlo.

—Okay —dice la ex-azabache—. Vamos entonces. —Sonríe y, contra todo pronóstico, toma la mano de su novio para caminar con él. No entrelazan sus dedos, pero el solo contacto hace que a Thomas le tiemblen las piernas.

El ex-ricitos de oro ahoga una maldición y camina detrás de la pareja con la cara roja de furia; en realidad no esperaba menos de Teresa, pero luego de ver a Thomas incluso aferrándose aún más a la mano de su propio cuerpo, Newt no puede evitar querer golpearlo hasta hacerle reaccionar. Los señores Caine podrían pensar cualquier cosa, y eso en el mejor de los casos, si es que no les da la imaginación para pensar en lo que en realidad ocurre; que ese rubio ahora es Teresa. Le molesta que sean tan inconsecuentes.

¿Tú no vienes? —Thomas le pregunta a Newt cuando Teresa le suelta la mano para subir al auto y él parece no querer hacerlo. El ex-rubio puede leer en el rostro calmado del castaño las sinceras y silenciosas disculpas que le ofrece por la inmadura actitud de su novia.

Antes de que Newt pueda contestar, los señores Caine aparecen en la escena, ya listos para ir al supermercado y llenar el portaequipajes con montañas de comida. Se ven muy felices, contentos de ver a su hijo con un amigo incondicional y una novia que lo ama sin fronteras..., si tan sólo supieran del problemón en el que están metidos esos jovencitos, caerían desmayados ahí mismo.

—Yo prefiero quedarme —se disculpa Newt con los padres de Thomas, usando la voz más simpática de Teresa y una sonrisa que sólo el castaño nota que es más falsa que las peleas de los Power Rangers.

—Oh, ¿por qué, cariño? —indaga la amable señora Caine, consciente o no, puede que note que no todo anda sobre rieles en 'la novia' de su hijo.

—Am... la regla... —susurra Newt, algo avergonzado e inseguro, tal vez mintiendo porque, muy por dentro, duda que esa sea la verdadera razón por la que no quiere acompañarlos.

—Bueno —dice la mujer, acariciándole el hombro—. Ya sabes lo que dicen, hija. Mejor periodo que parto, ¿no?

Luego de ese incómodo comentario, la señora Caine sube al Wrangler como si nada, despidiéndose de una 'Teresa' hecha un tomate maduro, y Thomas, pese a que no debería, comienza a reír como un idiota, ganándose un horrible codazo en las costillas por parte de Newt.
La divertida situación termina cuando el castaño se acerca al rostro de Teresa para dejar un dulce beso en su mejilla. Sus excusas podrían ser una de muchas; fingir frente a sus padres, hacer creíble el noviazgo y que todo marcha perfectamente, incomodar aún más a su mejor amigo porque eso le divierte, simplemente besar la mejilla de su novia porque la extraña..., ni siquiera él se atreve a contestarse.

Dejando a un Newt paralizado dentro del cuerpo de una chica, el señor Caine enciende el auto cuando Thomas se acomoda en el asiento trasero del Wrangler y luego emprenden la marcha.
El viaje al supermercado más cercano y completo de la zona no queda a menos de una hora de distancia, por lo que, para no crear conjeturas indeseables, los jóvenes tratan de sobrellevar una conversación con los mayores como normalmente lo harían si nada malo hubiese ocurrido el sábado anterior en una feria desconocida con una bruja del infierno.

Todo es normal dentro del coche hasta que Thomas siente que a Teresa le cuesta demasiado no hablar sin querer tocarle la pierna o tomarle de la mano. Hasta los padres del castaño saben que es su hijo el que insiste en el contacto con el rubio y no viceversa, pero tampoco es tan evidente como para que la pareja de adultos note la incomodidad de su hijo o los ojos enamorados del rubio cada miertera vez que lo mira.

Cuando la boca de Newt menciona el apodo 'Tom', sólo es Thomas quien siente que algo va terriblemente mal. Los señores Caine no logran notar el pulso acelerado del castaño cada vez que la voz de Newt suena en el auto; ellos no saben ni sospechan de absolutamente nada. Y eso está bien, Thomas piensa, aunque le gustaría que lograrán percibir al menos un poco de la incomodidad que él siente cada vez que 'Newt' se acerca lo suficiente como para reír en su cuello o recostarse en su pecho. ¿Acaso no ven que todos los pelos de su cuerpo se erizan al tener a ese rubio cerca? ¿desde cuándo ese chico lo pone tan nervioso? Thomas cree que sus padres deberían conocerlo y leerlo un poco mejor, al menos no se sentiría tan condenadamente perdido. Le encantaría pedirle algún consejo a su mamá, una guía. ¿Qué sabrá ella de brujería? ¿Podría ayudarle al menos a estar más cerca de su novia, de Newt, del cuerpo que ahora él maneja, algo?...

Hay otras mil preguntas que serpentean dentro de la mente del castaño, entre ellas también, si sería correcto ceder a los tratos cariñosos que Teresa tiene con él desde el cuerpo de su mejor amigo. Por alguna extrañísima razón, no había pensado que está mal querer besar la boca de Teresa manejada por Newt, pero que la sola idea de tratar cariñosamente a su novia encerrada entre las costillas de su mejor amigo sí le paralizara todos los huesos del cuerpo, como si fuera algo totalmente erróneo, y no sabe cómo sentirse al respecto. ¿Ambas cosas están mal? ¿ninguna lo está?

Para su (increíble) buena suerte, la hora de viaje se consume antes de que él pueda indagar más entre esas dudas tan íntimas y complejas, como si realmente está mal recordar con una sonrisa el beso que compartió con 'Teresa' aquella noche antes de descubrir que en realidad era Newt y otro par de cosas que aún no cuenta con el valor suficiente para desmenuzar completamente. Supone que comerse la cabeza con todo eso deberá esperar un poco más.

Al bajar del Wrangler, los adultos sugieren que los chicos tomen pasillos diferentes, buscando lo que ellos necesiten, para demorar lo menos posible y puedan regresar a casa antes del anochecer, a lo que Teresa, atrapada en los ojos oscuros de Newt, se muestra encantada y no tarda en adueñarse de un carrito para luego aventurarse entre las góndolas del supermercado.

Mientras caminan por los pasillos, Thomas piensa que le gusta ver una sonrisa en la boca de Newt. Realmente le gusta. Su amigo no suele manifestar tanto lo contento que se encuentra en ninguna ocasión, y Teresa no para de sonreír. Por ese lado, no le pega tan mal el cambio de cuerpo, quizás así descubra que sólo se crea complejos demasiado infundados.
Teresa es extrovertida, hiperactiva y ruidosa, a veces incomoda pero siempre es agradable estar con su novia. Ahora observa a su mejor amigo y no lo encuentra por ninguna parte; ni siquiera la ropa que trae puesta parece ser la que Newt usaría estando en su propio cuerpo. Nuevamente Thomas se encuentra mirando de más y comparándolos, pero no deja que le importe esta vez; le impactan las diferencias que puede hallar en las dos personas más importantes en su vida: su mejor amigo y su novia. Odia ponerse a cotejárlos tan descaradamente pero le resulta inevitable.

Todas las veces que se ha preguntado, no ha logrado contestarse una sola vez la razón por la que ahora se encuentran en ese terrible embrollo. Es completamente sobrenatural y fantasioso, pero debería existir una razón lógica, un porqué que explique detalladamente qué hace Teresa en el cuerpo de un chico y por qué encerraron a Newt bajo las mechas azabaches de la novia de su mejor amigo. Ellos simplemente se detestan, Thomas lo ha notado desde el principio, pero le parece muy inadecuado encarcelarlos a ambos en los cuerpos contrarios para que logren entenderse mejor. Y si la razón no es esa, entonces él no sabe por qué será.

Teresa le habla en cada esquina como si nada malo ocurriera. A Thomas, en gran parte, le agrada que actúe con naturalidad; primero, porque así no llaman la atención de nadie y, segundo, porque le ayuda a despejarse de ese problema por momentos. Aunque tanta naturalidad también implica que los apodos cariñosos aparezcan de vez en cuando, y con poco y nada de disimulo, cabe destacar.
Aún no logra acostumbrarse a esas palabras bonitas, por lo que a menudo se descubre ruborizándose o simplemente ignorando que la voz de Newt le ha dicho 'amor' o 'bebé', incluso el inofensivo 'Tom' suena extremadamente raro en los labios de su mejor amigo, pero quejarse de ello es totalmente inútil y, de momento, hay cosas peores de las que ocuparse.

—¿Qué es todo esto? —pregunta Thomas sólo para olvidarse un poco de sus pensamientos tan confusos. El carrito de pronto se ha llenado de fármacos y paquetes rosas o verde manzana, shampoo y otras cosas que desconoce.

—Es para Newt —responde Teresa, revisando las etiquetas de dos paquetes a la vez—. El muy idiota se acabó en dos días lo que yo usaría en una semana —comenta con resignación. Parece rendida a que las cosas con el ex-rubio deban ser de esa manera—. Estas son pastillas para el dolor de estómago, para jaquecas, perlas... ah, ¡y shampoo! —menciona sonriendo. Thomas supone que ha notado que Newt apenas puede controlar aquella importante melena ondulada.

Thomas le devuelve la sonrisa y decide ayudar con algunas cosas, también se busca dentífrico y otras cosas de higiene personal para él. En cualquier momento deben volver con sus padres para no perderse en ese supermercado tan alejado de la casa de verano, y ya han perdido mucho tiempo algunas góndolas atrás.

—Deja eso —Teresa le grita cuando Thomas toquetea algo del mostrador.

—¿Qué son? —pregunta con excesiva curiosidad. Las chicas usan cosas que él no puede ni imaginar su función. Ese paquete en particular parece ser algo realmente extraño, no recuerda haber visto algo parecido antes.

—Son tampones —su novia contesta. A Thomas, el nombre del producto no le ha dicho absolutamente nada, por lo que tampoco puede suponer su utilidad—. No creo que Newt se anime a usarlos —comenta dudosa—, pero de igual manera voy a llevarlos por si... no lo sé, vuelvo a mi cuerpo antes de que termine mi periodo —murmura, dejando el paquete sobre la pila de productos del carrito.

—¿Y crees que vuelvas pronto? —Thomas le pregunta, realmente interesado en oír su respuesta. No han hablando mucho del tema a decir verdad, es incómodo para ambos saber que todo está tan diferente a como era antes. El asunto es delicado.

—Yo espero que sí —Teresa contesta sin mirarle. La voz de Newt suena algo apagada aunque insólitamente firme; lo que le recuerda al castaño que es su chica quien está hablando.

—También yo... —se sincera Thomas, rogando encontrarse con los ojos oscuros de Newt que no quieren mirarlo. No sabe qué hacer para que su novia se sienta mejor, pero le gusta pensar que si es honesto, ella sabrá que él también desea que todo vuelva a la normalidad.

Teresa deja de buscar cosas entre los estantes y se dedica a su amado; lo mira como lo haría desde su propio cuerpo aún cuando no se sienta precisamente igual. Se acerca hasta él y le sonríe sólo para que esté tranquilo. Si debe ser franca, estar en el cuerpo de un chico no es tan malo, lo insoportable de la situación es que ese cuerpo sea el del mejor amigo de su novio. Ella supone que si hubiese quedado atrapada en cuerpo de alguien más, Thomas no se resistiría tanto a un acercamiento.

—En verdad te extraño —susurra Teresa, confesándose, la voz de Newt truena en los oídos de Thomas mientras siente cómo una mano muy cálida y firme se ajusta a su cintura.

Thomas mira los ojos de Newt y encuentra pedazos de su novia perdidos en los orbes marrones de su mejor amigo. Le gustaría decirle que también la extraña como una bestia, que odia profundamente a la maldita tarotista por haberles metido en ese embrollo, que se está volviendo loco..., pero de su boca no sale una sola palabra cuando nota que ella no lo está mirando a los ojos, sino a los labios.

El castaño traga saliva y su pulso se acelera como si hubiese dejado de respirar con normalidad hace dos horas. La boca de Newt está a punto de acercarse a la suya cuando, de pronto, Teresa simplemente cambia de parecer y Thomas no tarda mucho en entender por qué.
Los padres del castaño los interceptan al final de ese pasillo y saben que deben volver a actuar como si fueran mejores amigos.

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