Capítulo [X]:|maratón 2/5

Los ojos de Thomas se desorbitan al oír las palabras de Newt. La voz de Teresa no ha sonado como una broma en realidad, de hecho, se ha oído como todo lo contrario, y el castaño no sabe si dejarse llevar por la esperanza o fiarse a la razón y a lo que siempre sucede cuando se trata de su mejor amigo: desenlaces improbables.

Newt no le mira ni siquiera para ver su reacción; los ojillos celestes de su novia permanecen mirando el vacío del aire frente a sí, tal vez esperando una carcajada o una respuesta seria a su tímida y para nada casual sugerencia, Thomas no podría deducirlo con exactitud. Su mejor amigo luce realmente cálido esta noche, hasta le ha pedido perdón por haberle tratado mal durante todo el día, se han abrazado antes de meterse a la cama y su voz ha sido muy suave al pedirle que duerman uno junto al calor del otro, —cuando la noche anterior apenas si hubo accedido a dormir en la misma cama—. El castaño fácilmente podría perder la cabeza tratando de descifrar las actitudes de su compañero sin tener éxito alguno y, francamente, ya está harto de ello. Ha hecho justamente eso durante todo el tiempo que pasó junto a su novia desde el cuerpo de Newt: pensar en ésto y en aquello, levitar sobre ésta y esa otra posibilidad, perdiéndose acá y allá, queriendo arrancarse los cabellos por éste y aquel comentario que no logró comprender.
Completamente comido por el cansancio mental de un día para nada convencional, él decide acortar el camino de sus dudas con preguntas directas:

—¿Qué? —cuestiona Thomas, no dice nada más porque incluso esa simple palabra se ha oído temblorosa.

En la espera de una respuesta, el castaño casi puede jurar que su ex-rubio amigo se echará a llorar de la risa y le pegará un buen golpe en la cabeza por atreverse a creer semejante disparate, pero lo que ve en el rostro tímido de su chica le hace, no sólo sonreír, sino arder de felicidad. Los ojos azules de Teresa le miran brillantes y una sonrisa dulce se manifiesta en sus rosados labios. Por un momento, el castaño se remonta a noches pasadas, a cuando su verdadera novia dormía junto a él y le regalaba calidez antes de cerrar los ojos para que pueda dormir tranquilo hasta el amanecer.

—Estamos en pleno verano, shank, en medio de una playa miertera y muertos de calor —empieza Newt, rompiendo, con su tan particular forma de hablar, la linda burbuja en la que Thomas se ha metido—. Dormir con mantas sería algo exagerado, cerrar las ventanas no es adecuado y el sonido de las olas me ayuda a conciliar el sueño con mayor facilidad —explica rápidamente—. Dormir... cerca parece una buena... idea. Ya sabes, Tommy. Sólo es-... estar juntos hoy...

La voz abrumada de la chica deja de escucharse en la habitación para dar lugar a una silenciosa emoción por parte del castaño, a quien le gustaría gritar y abrazar el cuerpo contrario contra él como si el mundo se fuera a acabar.
Mas Thomas sabe —de sobra— que debe comportarse y mantenerse en sus debidos cabales, teniendo siempre en cuenta que es su buen amigo Newt quien se encuentra apresado dentro de la caja torácica de su novia y no ella, y que fiarse de su genio sin importar qué podría ser un burrada monumental de la que se arrepentiría luego. Por lo que únicamente atina, con cierta dificultad, a esconder su enorme alegría bajo una sonrisa sencilla y un 'okay' que suena bastante casual comparado con la majestuosa euforia que se encierra dentro suyo, perfecto para su inofensiva farsa.

Tras una última sonrisa tímida por parte de la boca femenina, ambos cuerpos se acomodan en sus respectivos lugares: Newt se acerca a ese particular centro de la cama, del cual no quiso saber la noche anterior, y le da la espalda a su mejor amigo al instante, privándole ver su nervioso gesto y el sonrojo esparcido en su mejilla. Lo cierto es que siente algo de pena por lo que está ocurriendo, pero a la vez no es capaz de frenarlo como dicta a gritos su razón y aquel antaño credo que divulga firmemente que dos amigos no pueden, ni deben, ni tendrían que querer dormir así.

El ex-rubio siente algo extraño 'dentro suyo' y no sabe cómo controlarlo, es como si estuviera al mando de una máquina desconocida con las instrucciones en sueco, y no sabe cómo proceder. En la tarde tuvo ganas de llorar innumerables veces por un millón de razones que ni siquiera venían al caso, por momentos ansió correr fuera de la casa y abrazar a la primera persona que se le cruzara enfrente y no soltarla hasta sentir que todo estuviese en su debido lugar, para luego cambiar esas ganas de contacto por una inexplicable sed de violencia hacia sí mismo o hacia cualquier desdichado ajeno que se le presentara en el camino. Y aún ahora —y de forma más brutal— siente desorganizados todos sus sentidos. Puede percibir el desajuste de las hormonas del cuerpo que temporalmente posee y no consigue acomodar sus ideas, mucho menos calificarlas de buenas o malas ocurrencias, aunque podría apostar toda su anhelada cabellera amarilla a que esta última decisión tomada fue un error del que se arrepentirá ni bien acabe la noche.

Sus deseos están descompaginados y realmente no sabe por dónde empezar a ordenarlos, no con la cabeza tan llena de enredos confusos. Mas, aún con todas las incoherencias internas, Newt sigue pensando que ceder ante las ganas de fundirse en su mejor amigo hasta el amanecer suena bien después de todo, más fácil que desmenuzar sus pensamientos y encontrarse perdiendo la cabeza.

Pero la casi nula tranquilidad instalada en su pecho pasa de un uno por ciento a nada en absoluto cuando siente el pesado brazo de Thomas pasando suavemente por su cintura y el pecho caliente y desnudo contra la espalda femenina que ahora le pertenece. Newt simplemente piensa que le gustaría echarse a correr muy lejos porque todos sus conceptos de plano se amontonan en su cabeza y ninguno de ellos menciona que ese cuadro es normal entre dos compañeros, casi hermanos. Debería alejarse.

Pero no lo hace.

Por alguna misteriosa razón que teme averiguar, la incomodidad que le genera la excesiva cercanía de su buen amigo no le sienta tan mal ahora, como sí lo hubo hecho la noche anterior. Le gusta sentir el cosquilleo que le produce el roce del aliento tibio del castaño chocando contra su nuca y piensa que el sonido bajo de su pausada respiración es mejor melodía que las olas que se rompen a orillas del mar allá afuera. Quizás una parte de la verdadera Teresa sigue extraviada en ese cuerpo, y sólo por eso él se siente tan a gusto enredado entre los brazos de Thomas. Debe ser eso, tiene que serlo, de lo contrario, algo anda muy mal en su cabeza.

Y luego de un instante más polulando sobre extrañas ideas, el ex-rubio decide que debe dejar de buscarle explicaciones a todo lo que siente desde que fue encerrado dentro de ese diminuto cuerpo en contra de su voluntad. Piensa que las células de las mujeres son mil veces más pamentosas que las de los chicos y que esa es la única razón por la que ha experimentado cosas extrañas durante todo el día, incluyendo la injustificable placidez que siente al estar siendo abrazado por su mejor amigo.
Mientras intenta convencerse de esa tontería, también reza internamente una plegaria a los dioses para poder desconectar su mente del cuerpo en el que ahora yace y con ello conseguir dormir, pero las divinidades de las alturas parecen estar prestándole más atención a otros fieles y el sueño no quiere llegar.

Thomas, detrás del mayor, cuenta los segundos que durará el paraíso. Un noventa y nueve coma nueve por ciento de su conciencia se detesta por conocer tan perfectamente a Newt; está seguro que, en breve, estará durmiendo en el mismo lugar que la noche anterior, tan alejado del cuerpo de su novia que terminará con el corazón roto antes de cerrar los ojos. Un cero coma uno por ciento peca de optimista y confía en que su mejor amigo se dormirá antes de razonar sobre lo que están haciendo.

Aún no sabe, y está tratando de averiguar, qué demonios hace con el brazo enrollado en el torso de Newt. Ignorar a su juicio le está resultando una labor un poco difícil cuando sabe que también su amigo debe estarse preguntando exactamente lo mismo. Intuye que, quizás, Newt no se refería precisamente a eso cuando comentó lo de dormir juntos. Pero ahora que disfruta del particular aroma a coco que desprenden los cabellos de Teresa, realmente no quiere alejarse.

La parte más coherente de su conciencia le reprocha, diciéndole que no puede simplemente dejarse llevar por el anhelo y abrazarse a un cuerpo que sólo se parece al de su chica. ¿Dónde ha quedado su sensatez? Nunca le ha gustado hacerse el ciego a la realidad, aún intentando engañarse, debe saber que se trata de Newt.
Por lo bajo, entre pensamientos que trata de dejar pasar, su conciencia susurra cosas que él no puede negar y, siendo franco consigo mismo, admite derrotado que no consigue encontrar a Teresa en esa calmada respiración que oye frente a sí, no puede vislumbrar ni siquiera su esencia y, para colmo de los colmos, con tan poco tacto por parte del ex-rubio, el castaño siente como si estuviera abrazado a una piedra. La persona junto a él parece carecer de emociones y la indiferencia brota por cada uno de sus poros, Newt no ayuda, no hace nada para aclimatarse al cuerpo congelado del castaño y es que tal vez tiene las mismas mugrosas dudas en la cabeza.

Algo falta en la habitación mientras otra cosa está sobrando, la cama cuenta con el peso ineludible de una tensión casi sin sentido, que ninguno de los chicos consigue entender. Ambos piensan que todo sería más fácil si no le dieran importancia a los títulos que lleva cada uno; novio de Teresa, mejor amigo de Thomas. Pero son cosas que no pueden ignorar tan a la ligera.

A Thomas le gustaría contrarrestar el ficticio invierno del cuarto atrayendo más hacia sí el cuerpo gélido de su novia, pero teme incomodar aún más a su mejor amigo. No ha dicho una palabra, pero la pesada respiración que empieza a emitir basta para que el castaño deduzca su estado. Al menos sigue junto él y Thomas puede decir que el infierno de hielo de la noche anterior no es tan perceptible ahora que tiene el cabello de su chica contra su nariz.

Pero, contra todo pronóstico y sorprendiendo cálidamente al menor, Newt decide que en esas condiciones no podrá dormir, así que se da media vuelta, encontrándose al instante con su mejor amigo.
No dice nada, no tiene mucho para compartir. Sólo cierra los ojos y se reacomoda contra el pecho de Thomas. El aire fresco que entra por la ventana abierta de la habitación sirve de excusa para el estremecimiento que invade el cuerpo entero del castaño cada vez que su piel roza contra la de su novia.

Newt ya tiene los párpados sellados cuando Thomas se atreve a deslizar su mano por su mejilla una sola vez, murmurando un 'buenas noches' con voz suave y una sonrisa incapaz de ocultar su emoción. Su mejor amigo no contesta pero asiente y sigue buscando una posición cómoda para conciliar el sueño. Con cada moviendo, Thomas recuerda vagamente cuando dormía con su cachorro, que recorría media cama antes de encontrar una buena posición en la cual descansar.

—Hey, tranquilo —susurra Thomas, riendo y golpeando levemente el hombro contrario—. Duerme.

—¡Shh! Eso intento —Newt responde, devolviendo el golpe con la misma suavidad y riendo igual, reacomodándose otra vez y desencadenando una nueva carcajada en su mejor amigo.

—Sí, bueno, entonces deja de moverte —regaña con falsa molestia, la risa volviendo una y otra vez—. No vas a entrar dentro de mi cuello por mucho que lo intentes, Newt.

Cierra la boca, garlopo —gruñe su amigo, una nueva risa chocando contra la piel del castaño.

Mágicamente, la tensión parece irse de vacaciones, dejando la habitación sólo con ecos de risas cálidas. Ambos lo notan al mismo tiempo y Thomas supone que es mejor tratar al nuevo Newt como su mejor amigo y dejar de fingir que el ser dentro de ese cuerpo sigue siendo el de su novia. Le extraña que se sienta casi igual de bien, pero es demasiado tarde para desarrollar ese tema. Él debe dormir.

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