Capítulo [VI]:
El resto de la noche ha sido demasiado rara lejos de los brazos de Teresa. Thomas despierta aturdido, con un manto frío cubriéndole la espalda y el desconcertante sentimiento de que algo vital falta en la habitación mientras otra cosa está sobrando. Un sabor amargo en la boca le indica que la sensación de la pesadilla de la madrugada aún continúa vigente.
«¿Pudo haber sido una pesadilla?» Thomas se pregunta, luchando internamente por convencerse a sí mismo de ello. Quizá nunca fueron a la feria, él piensa con cierto optimismo, pero el tatuaje temporal que lleva en la muñeca le señala que efectivamente anoche estuvo fuera de casa. El cuerpo de su chica está en la otra punta de la cama, el castaño también toma eso como una referencia a favor de la loca teoría fantástica.
Él suspira; le gustaría volver a cerrar los ojos y despertar con la agradable sensación de que nada ha cambiado, que todo sigue exactamente igual que antes de entrar a aquella condenada tienda del demonio.
No se siente precisamente con ánimos de enfrentar un nuevo día con esas condiciones pero tampoco quiere seguir durmiendo. La situación no le ha permitido dormitar de manera adecuada y él está harto de obligarse a volver a conciliar el sueño cada vez que se despierta sintiendo la ausencia incorpórea de su novia, no.
Jamás va a mencionar que en algún momento alcanzó la mano suave de Teresa mientras su cuerpo descansaba. Recuerda que Newt le hubo dicho que no, pero Thomas sabe que él tiene el sueño algo pesado; nada pasaría si dormía sujetado a su mano. De todos modos, si algo no hubiera salido bien, Newt sabría que Thomas pretendía tomar la mano de Teresa y no la suya. Aquel pequeño gran accidente no debería cambiar las costumbres de Thomas, Newt debe entender.
La luz brillante del sol entra por la ventana a la que no le cerraron las persianas el día anterior. El viento gélido de la mañana también entra por aquellos pocos centímetros de vidrio corrido; no es desagradable, para nada, pero levanta un fuerte escalofrío por toda su espalda y es inevitable estremecerse entre las sábanas. Si la situación fuese distinta y Teresa fuera Teresa y no Newt, Thomas se habría aproximado en ese mismo instante, hubiese alargado los brazos y le hubiera atraído hasta su pecho para fundirla en el primer abrazo del día.
Pero las cosas son y se sienten distintas: es Newt quien está dormido al lado suyo, en el cuerpo de Teresa, luciendo y oliendo exactamente igual a ella, pero no siendo su novia, sino su mejor amigo. Y aquel pequeño gran detalle echa a perder todo lo bonito que pudo haber llegado a ser esa mañana, porque no puede abrazar ese delicado cuerpo que se esconde bajo las sábanas, no puede verle dormir como otros días sin sentir culpa en su interior porque, aunque es el rostro de su novia, no es ella y Thomas no puede fingir que no lo sabe.
La apestosa mañana arranca de esa manera; con un Thomas que se odia por querer y no poder abrazar a su novia y el terrible presentimiento que le sustenta que lo ocurrido en la feria fue completamente verídico aunque aún le cueste creerlo.
El castaño gira en la cama y acerca su mano al reloj circular que reposa en la mesita de luz: la hora exacta que marcan las manecillas negras es la 10:23am. Es normal en vacaciones levantarse a esa hora; Thomas piensa que es lo único que no ha cambiado, y está bien, aunque le habría gustado poder dormir un poco más, hasta que todo vuelva a la normalidad al menos.
Sonríe sin ánimos y de manera demasiado irónica mientras se voltea nuevamente hacia el cuerpo que aún descansa del otro lado de la cama; los ojos bonitos de Teresa aún siguen sellados por esos párpados pálidos repletos de las pestañas más largas que Thomas alguna vez ha visto; se ve hermosa desde la primer hora del día, incluso cuando sigue durmiendo.
Thomas la ve tan bonita y quiere acercarse sólo para besar su mejilla; despertarla de aquella manera tan dulce como siempre lo hace cuando duermen juntos cada vez que el castaño se escapa de su casa a medianoche para ir a la de ella o viceversa, también quiere acercarse a su boca y dejar un casto beso sobre aquellos bonitos labios rosas, incluso está a punto de hacerlo, totalmente cegado por el deseo inapelable de estar cerca de ella. Pero un botón se pulsa en su cabeza antes de llevar a cabo la mayor estupidez de su vida: «¿Qué haces imbécil?» le cuestiona de pronto su consciencia «¡Es Newt, carajo!»
Entonces, casi atontado, se detiene a mitad de camino; todo da vueltas en su mente y él trata de encajarse en la cabeza la idea de que no puede besar la boca de su novia las veces que él quiera porque aquellos labios en realidad ya no los maneja su novia, sino Newt, nada más y nada menos que su maldito mejor amigo.
—¿Tommy?
Thomas casi da un salto fuera de la cama al escuchar su voz. Newt ya ha despertado, o está en éso. El castaño le mira; el cabello azabache de su novia está totalmente desparramado hacia todos lados aunque no deja de verse hermosa todo el tiempo, su rostro es casi tan blanco como la nieve, sus labios están algo resecos porque aún es de mañana y no ha comido nada, su ojos todavía achinados y tan azules que parecen irreales. Se ve bellísima, aunque la manera en la que se despereza no es propia de ella; es tan exclusiva de Newt: estira sus brazos tanto como puede y hace lo mismo con sus piernas, provocando leves truenos en sus articulaciones, haciendo una expresión con la cara que Teresa jamás haría estando en su propio cuerpo y bosteza como si quisiera tragarse toda la habitación. Es un poco vulgar y para nada se asemeja al refinamiento de Teresa, pero Thomas admite que se ve muy tierna y graciosa con aquellas actitudes.
—¿Qué hora es, shank? —pregunta su mejor amigo. Aquella palabra tan propia de Newt suena demasiado rara saliendo de la boca de su novia pero Thomas no se molesta.
—Las diez y media —contesta. Trae una sonrisa dibujada en el rostro y ni él mismo sabe por qué. La expresión rara plasmada en la cara de Teresa le hace saber a Thomas que Newt también se está preguntando lo mismo—. ¿Qué tal la noche, Newtie?
—¡Horrible! —es la respuesta inmediata de su amigo, la voz cargada de una gran cantidad de fastidio acumulado—. Me ha dolido el estómago toda la maldita noche. ¿Qué garlopa se ha tragado Teresa o qué demonios? —pregunta. De pronto la voz que utiliza ya no es una fastidiosa sino una de tortura.
La expresión en su cara es de ostensible dolor y Thomas hasta llega a preocuparse. Luego se tranquiliza; conoce a Newt, sabe que tiende a exagerar un poco(mucho) las cosas y no pretende hacer tanto pamento por algo que tal vez sólo es maña desproporcionada producto de la mente extremista de su mejor amigo.
—Tranquilo —le dice Thomas, su voz es serena y aún algo perezosa—. Le diré a mamá que te prepare un té. No ha de ser na...
Thomas intenta terminar de hablar pero su voz es opacada e interrumpida de manera súbita por el sonido de la puerta al abrirse.
—¿Qué hay, chicos? —es Teresa, en el cuerpo de Newt, pero Teresa en fin—. ¿No piensan levantarse de la cama hoy?
Thomas y Newt le observan aún sentados en la cama, ambos cuerpos enrollados entre las sábanas y, al parecer, sin intensiones de levantarse aún. El castaño sólo hace una mueca y Newt vuelve a tirar la cabeza contra la almohada y cierra los ojos. Parece demasiado desanimado a comparación con su cuerpo, que ahora es manejado por el huracán Teresa.
Thomas observa detenidamente y casi psicópatamente el cuerpo de su mejor amigo; le resulta muy extraño verlo así; tan erguido y manifestando tanta energía que para nada es propia de Newt. Es, sencillamente, alarmante.
—¿Y...? —insiste Teresa, la voz de Newt suena igual pero con un toque de vitalidad que nunca antes tuvo.
—Eh, sí. Ya íbamos —contesta Thomas, de pronto obligándose a dejar de comparar tanto a Newt con su novia y a su novia con Newt. Considera que se volverá loco si decide seguir de esa manera, debe desconectar su cerebro por un rato.
—"Íbamos" me suena a manada —protesta Newt. Tiene la cara tapada con una mano y con la otra sujeta su estómago. Se ve un poco más mal que hace tres minutos—. Yo no iré a ningún lado.
—¿Y a la niña qué le pasa? —pregunta la voz de Newt manejada por Teresa; la burla en sus palabras hace fruncir el ceño de Thomas y fastidia un poco(mucho) más a Newt.
—Le duele el estómag...
—¡Se me retuercen las malditas tripas! —interviene Newt, la voz de Teresa se oye muy molesta y le habla a quien maneja su cuerpo—; ¿¡Qué porquerías comes, mujer!?
—Comida —Teresa contesta. Parece no moverle un sólo pelo el problema estomacal por el que pasa Newt, y por ende, su propio cuerpo. Luego mira a Thomas y se dirige a él cuando vuelve a hablar—; Amor, ¿desayunamos? El día está hermoso y preparé café con tostadas para los dos.
Ella habla pero Thomas nunca termina de entender sus últimas palabras porque se ha quedado totalmente estancado en cuando la voz de Newt dejó ir de sus labios aquel tierno apodo que sólo podría pertenecer a Teresa y jamás a su rubio amigo. 'Amor' es una palabra muy dulce para la voz grave de Newt y ha sido malditamente extraño escucharla salir de su boca. Por dos segundos cree que es pura imaginación suya y que realmente él estuvo durmiendo con la Teresa real y que Newt está gastándole una broma porque le cuesta infiernos enteros conectar todas las cosas, pero entonces aquellos ojos de chocolate le miran como enamorados y la clara ilusión rebosa en el brillo de sus pupilas. Por lo tanto Thomas se tiene que obligar a ver a su novia en aquellos intensos orbes marrones, aún cuando no se parezcan en nada a Teresa.
Thomas va a contestar algo aún cuando no ha entendido claramente qué ha dicho Teresa mas cree saber qué inventar como respuesta, pero Newt se le adelanta por milésimas de segundos;
—¿"Amor"? —pregunta él, su voz intenta asemejarse a la suavidad con la que lo ha dicho Teresa, en forma irónica obviamente, pero no lo consigue—. ¿Qué viene después? ¿Se darán un beso e irán de la mano hasta la playa para tomar su maldito desayuno? ¿Pasarán radiantes frente a los Caine como dos garlopos enamorados? —Newt sigue, parece desorbitado y horrorizado sobretodo—; ¿Pretenden seguir como si nada hubiera pasado? Teresa, estás en mi maldito cuerpo. Sí lo notas, ¿verdad?
La avalancha de palabras caen sobre la habitación violentas y difíciles de consumir; Thomas es el primero en reaccionar y entrar en pánico, pero lo mantiene bien camuflado bajo una expresión en blanco que demuestra muy poco lo que realmente siente por dentro; terror.
Teresa no es una pieza cortada por el filo de la misma tijera, definitivamente no; dentro del cuerpo de Newt, ella se mantiene firme y fría, erguida como nunca lo ha estado su mejor amigo y confiada también como nunca lo ha estado su mejor amigo. Ella hace lucir a Newt tan diferente. Los ojos chocolates de ese rubio que está parado frente a la puerta no se parece en nada al rubiecito que se eclipsa cuando alguien le levanta la voz. Aquellos conocidos ojos marrones ahora lucen extraños; filosos e impenetrables, firmes en una postura inamovible de coraje y dominio. Y cuando Thomas repara en los brazos cruzados frente a su pecho y la sonrisa ladina que asoma en sus labios, él se confirma por enésima vez que Newt no es Newt, que él es Teresa y que no hay ninguna duda de eso.
—¿Podrías dejar de ser tan dramático una vez en tu vida, Newt? —habla Teresa. La voz de Newt no suena tan fastidiosa como lo son sus palabras—. Solucionaremos ésto, ¿va? Pero primero quiero desayunar con mi novio.
Newt frunce el ceño. El rostro de Teresa jamás ha tenido una expresión ni remotamente parecida. Ella es tan alegre y risueña. A Thomas le cuesta mucho acostumbrarse a eso. El rostro de su novia ha fruncido el ceño más veces esa mañana de lo que lo ha hecho en toda su vida.
—¿No entiendes que no es tu jodido novio? —Newt le pregunta. Realmente se oye como si estuviera a punto se perder los estribos.
—Sí, entiendo —ella contesta. Su voz denota mucha calma, desentonando demasiado con Newt y con la situación en sí—. Es tuyo —comenta con aburrimiento, pero ni Newt ni Thomas pasan por alto sus palabras, mas no dicen nada, guardando el asombro en su interior. La voz de Newt se sigue oyendo—; Iremos a desayunar como 'buenos amigos' que somos. Tú también puedes venir, si quieres.
—¡YO NO IRÉ A NINGUNA PARTE! —interrumpe Newt de manera violenta. Thomas se sobresalta, ha estado como ausente hace minutos aunque la riña lo involucre de forma directa—. ¡ME DUELE EL ESTÓMAGO! —comunica ya harto, el malestar brotando de su voz y su rostro manifestando lo descompuesto que se encuentra.
Thomas se acerca más al cuerpo de su novia. Es Newt, pero no puede evitar sentirse en la obligación de cuidarle. Con algo de temor, le pone una mano en el hombro y le acaricia con ternura, aunque en todo momento trata a fuerzas de que parezca algo estrictamente amigable y no una actitud amorosa para con él. Y, siendo franco, le cuesta mucho.
—Le diré a mi mamá que te haga un té, ¿sí?
—Thomas —Teresa le llama, la voz de Newt suena como si estuviera próxima a decir algo estúpidamente obvio—: Es Andrés. No se va con un tesito. Ni con dos, ni con tres, ni con mil.
El castaño parece no entenderle al principio. Se ha quedado estancado en la poca suavidad de sus palabras y en el inmerecido menosprecio a los benditos tés de su madre que siempre lo han curado todo, más si se trata de dolores de estómago. Pero luego voltea a ver a Newt. La expresión en el rostro de Teresa es indescriptible; mantiene sus ojos como muertos, el zafiro de sus iris casi viéndose a un blanqueado celeste, fijos en un punto perdido en el aire, su boca entreabierta y sus manos apretando su abdomen con precisión.
—Ahí, en la maleta, al fondo —ella explica, la voz de Newt ha vuelto a sonar aburrida y desinteresada, señal de que Teresa ha ignorado totalmente el estado pre-pánico de Newt—; Es un paquete rosa. No creo que seas tan idiota, pero de todos modos hay instrucciones de como usarlas.
Ante las palabras poco entusiastas que dejan ir los labios de Newt, Thomas le encuentra todo el sentido al shock que expresa el rostro pálido de su novia. La menstruación. El castaño se mete por un momento en la mente de Newt, él piensa que su amigo debe estar odiando profundamente al mundo entero. Por primera vez en su vida se atreve a cruzar la línea de la obediencia y se escapa a una aventura con sus amigos; no toma alcohol, no consume nada raro, se mantiene al margen de tantas cosas para no meterse en problemas serios, pero termina entrando casi obligado a una horrible tienda que desde un principio le dio la peor espina, una vieja loca hace que cambie de cuerpo con casi la persona con la que peor se lleva en el universo, novia de su mejor amigo y, para colmo de todos los colmos habidos y por haber, justo en la fecha de su jodido periodo.
Cuando Thomas vuelve a estar en sus pensamientos, Teresa está ayudando a Newt a encontrar el antedicho paquete rosa.
El cuerpo de Teresa se ve hecho un auténtico desastre; lleva la ropa desarreglada, su cabello despeinado, sus pies descalzos, ojitos cansados y debajo de ellos, delineador corrido de la noche anterior. Sus labios no tienen color, su cara tampoco; está muy pálida esta mañana pero Thomas no quiere preocuparse. No debería, su novia, desde el cuerpo de Newt, ha dicho que es sólo su periodo y nada más, debe confiar en ella.
—No te preocupes —le escucha decir a la voz de Newt, su novia le está hablando y el cuerpo original de Teresa se ha perdido dentro del cuarto de baño personal de la habitación—. Newt estará bien, amor —dice—. Sólo es un poco de...
—¡SANGRE! —grita Newt desde el baño, es la voz que usa Teresa cuando ve cucarachas o ratones en el mismo compartimiento que ella—. ¡QUÉ MIERDA! ¡ES MUCHA! ¡NO! ¡THOMAS! ¡TOMMY! ¡SHUCK!
Los gritos de Teresa atraviesan la puerta que les separa y, a juzgar por el rastrillaje de su garganta, Thomas sabe que está lloriqueando. Le ha llamado y los pies del castaño se mueven por inercia pura hacia donde esa voz se encuentra, no soporta escucharle así.
—¿A dónde vas? —le pregunta la voz enfadada de Newt—. Déjalo. Sabe lo que tiene que hacer.
—¡NO! —Newt vuelve a gritar—. ¡NO SÉ UN CARAJO! ¡QUIERO QUE VENGAS, TOMMY! —lloriquea su mejor amigo desde el otro lado de la pared de concreto.
—Métete a la ducha, Newt —le dice Teresa—. Luego cámbiate de ropa y haz lo que dice el estúpido paquete. No seas animal —ruge con impaciencia. A Thomas le da algo de pena que le hable así, él en lugar de Newt estaría trepando por las paredes—. Y tú ven conmigo, el café se enfría —murmura de repente mirando a Thomas.
El castaño le mira sin expresión, le cuesta muchísimo ver a Newt así. No se hace a la idea de que Teresa esté dentro de esos ojos de chocolate, detrás de esa voz y ese rostro, no. Mucho menos se acomoda al cosquilleo que le invade cuando la fuerte mano de Newt toma la suya y comienza a jalarle fuera de la habitación. No quiere ir con ella, está muy preocupado por Newt y lo que vaya a hacer con el cuerpo de Teresa.
El castaño se pregunta cómo es posible que su novia luzca tan despreocupada, se cuestiona si realmente está enterada de que ya no lleva su adorada cabellera azabache y que sus ojos ya no son azules. De estar consciente de que ahora mide más de un metro setenta y que ya no lleva labial ni sombra de ojos, no estaría tan tranquila, él cree.
La mano de Newt le suelta cuando salen fuera de la casa y Thomas casi choca contra su cuerpo cuando Teresa se detiene para saludar en la distancia a los señores Caine, que están tomando fotos al mar casi al otro lado del tramo de la playa. Es todo tan raro, tan malditamente extraño. No va a acostumbrarse nunca. Él debería ir a dormir hasta que las cosas se solucionen, eso le gustaría, sí.
—Bebé —la voz de Newt le sacude de sus pensamientos—. Ven. ¿Qué haces ahí parado? —le pregunta con una sonrisa que nunca ha visto en la cara del rubio, aunque le sienta muy bien.
Thomas traga saliva al darse cuenta de que se ha quedado estacionado como un idiota a medio camino y luego avanza hasta su chica.
—T...Teresa —tartamudea, se ha sentado algo lejos del cuerpo de Newt y los ojos de chocolate le miran confundidos—. Será mejor que... actuemos como... amigos —enfatiza de más la última palabra y trata de evitar la mirada contraria.
Teresa suspira. Thomas puede sentir el aliento a pasta dental llegando hasta él a través del aire, luego ella empieza a untar miel sobre una tostada que cogió del plato del centro de la mesa.
—Está bien —contesta ella, sin ningún tono en particular mientras comienza a desayunar con gesto aburrido.
—Hey, entiendes lo que está pasando. No pod...
—Ya lo sé, Tom —ella interrumpe—. ¿Te vas a poner igual de histérica que Newt? —pregunta, ahora su tono es de molestia inconfundible—. Tratarnos como amigos. Sólo como amigos. Ya lo sé, no debes repetirlo, me ha quedado claro —dice, como si citara líneas de un libreto que ya se sabe de memoria—. Pero ahora estamos solos y tampoco es como si te estuviera besando. Relájate.
A Thomas se le estremece el espíritu al escuchar sus últimas palabras y le hace señas de que se detenga. Ya no quiere pensar en nada.
—Vale, ya —él dice, no ha empleado el mismo tono que ella aunque esté igual o incluso más frustrado—. Puedes decirme "amor" y esas cosas —por dentro, le ha costado muchísimo modular aquellas palabras—, pero sólo cuando estemos cien por ciento seguros de que nos encontramos solos y sin nadie mirando.
Teresa acepta, el cabello rubio de Newt se mueve cuando sacude la cabeza, asintiendo muchas veces. Thomas sabe que ella entiende, también puede considerar lo que le ha de costar comportarse como un simple amigo luego de años de noviazgo con él. Pero es necesario, la situación es extrema y lo amerita.
Teresa no dice nada más, sólo engulle su desayuno como lo haría cualquier día normal, común y corriente desde su propio cuerpo, aunque con un poco más de azúcar. Toma su café con cierta delicadeza y se lleva la taza a la boca, la vuelve al plato en la mesa y unta más miel a su tostada; ni siquiera hace migas a su alrededor, no se mancha la comisura de los labios ni ensucia más que la servilleta descartable que está al costado derecho de todo su desayuno.
—Tom —Teresa le llama la atención con una sonrisa muy particular—. Deja de mirarme así y al menos tómate el café —sugiere—. ¿Nunca habías visto a Newt?
—¿Eh? —Thomas reacciona y ríe nervioso—. Bueno, nunca lo he visto comer tan ordenadamente —comenta para no dar otra explicación más comprometedora mientras se obliga a empezar a desayunar aunque realmente no tenga hambre—. ¿Cómo estás? —le pregunta, se ve bien pero en realidad le cuesta pensar que ahí termina todo—. Es decir, ¿cómo te sientes con todo ésto?
—Bien —ella dice simplemente, el tono de voz que usa es más convincente que el que suele utilizar Newt en estos casos. Teresa sabe fingir muy bien, Thomas supone.
—¿De verdad? —indaga el castaño. Teresa luce realmente tranquila pero le resulta imposible creer que todo dentro de ella está en orden. Por Dios, ¡ahora lleva cabellos rubios! Debería estar corriendo por todos lados como una loca, como mínimo—. Sé sincera. ¿Cómo lo estás llevando?
—Te digo que bien —insiste, su timbre de voz y la expresión en el rostro de Newt de verdad son muy convincentes—. Ya he ido al baño. Bueno, es más difícil de lo que pensé, pero ya casi lo domino —comenta como si estuviera hablando del clima y el sol que baña la playa.
—¡Teresa! —Thomas casi grita, eran datos que hubiera preferido no enterarse. De hecho, había estado tratando de no pensar en ello.
—¿Qué? —ella dice y se encoje de hombros—. Tu viste los litros de limonada que se tomó este chico en la feria. Traté de evitarlo pero... ya dolía.
—Ya, ¡shh! —dice Thomas, trata de no reír pero en un segundo explota en una carcajada incontenible.
Pasan el resto del desayuno hablando como normalmente lo harían, Thomas trata de ignorar que su chica ahora es un chico y Teresa lucha por dejar pasar todas las miradas extrañas que su novio le dedica a cada par de minutos, como si nunca hubiera observado a Newt en toda su vida.
[...]
Antes del almuerzo, Thomas corre con la (mala) suerte de ir a buscar a Newt, que no ha dado señales de vida desde que Thomas y Teresa desaparecieron de la habitación para ir a desayunar.
El castaño trata de ir tan lento como puede cuando avanza al temible encuentro con su mejor amigo. Tiene tanto miedo de verle, incluso le tiemblan las piernas cuando se detiene frente a la puerta del cuarto: Thomas imagina un millón de cosas horribles, entre ellas, a su mejor amigo enojado con él.
El ojiavellanas cierra los ojos y sube la retaguardia cuando, luego de dudar cien veces y querer salir a correr otras mil, se adentra a la habitación, esperando encontrarse con el rostro más molesto de Teresa o con algún objeto que se acerque volando hacia él con cierta velocidad.
No halla nada de eso. Cuando abre los ojos se encuentra con el cuerpo de su novia acurrucado en la cama. Una de las sábanas más finas se encuentra cubriéndole casi por completo, sólo dejando a la vista su lívido rostro.
Thomas se acerca a Newt. Se ve tranquilo mientras duerme, nota su mejilla humedecida y el rastro fantasma de algunas lágrimas casi secas. Al castaño se le encoje el corazón cuando el remordimiento le abraza. No. Le asfixia. Su amigo estuvo llorando hasta quedarse dormido mientras él desayunaba de lo más normal frente a la playa como nada malo hubiera ocurrido la madrugada anterior.
«Egoísta. Egoísta. Egoísta. Egoísta...»
Se coloca de cuclillas en el piso, quedando a la altura del rostro desvaído de Teresa y le limpia las gotitas que aún molestan en sus mejillas, le acaricia el cabello y está a punto de besar su frente, pero la voz de su madre los llama desde el comedor.
Se aparta rápidamente y decide no molestarle más. Le dirá a sus padres que 'Teresa' se siente mal y que prefiere descansar. Luego se va, cerrando la puerta detrás de él y dejando a Newt solo otra vez.
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