Capítulo [I]:
—¿A dónde creen que van? —pregunta la voz severa de Newt. El rubio de pronto va saliendo de algún rincón del pasillo y su rostro refleja mucha seriedad, mas también se nota confundido y muy curioso, expectante a la respuesta.
Teresa suelta una estrepitosa carcajada un poco fuerte y Thomas tiene que taparle la boca para que nadie la escuche. Newt suelta un bufido y, con muy mala cara, niega repetidas veces con la cabeza, tomando el papel de chico serio y responsable todo el tiempo; desaprobando severamente a sus dos amigos.
Es medianoche. Thomas y Teresa se han propuesto ir a la playa y pasar un buen rato a solas. Era sabido que los padres del castaño se habrían negado rotundamente a tal chiquilinada, entonces hubieron congeniado en que hacerlo a escondidas era mucho mejor, incluso más divertido. Mas jamás advirtieron en la posibilidad de encontrarse con el correcto Newt en el camino.
—Pues... —inicia Thomas una improvisada explicación—; Papá dijo que debíamos disfrutar las vacaciones desde el primer día —repone sencillamente, dándole un falso aire inocente a sus palabras y envolviendo a su novia entre sus brazos con una enorme sonrisa pintada en los labios.
Teresa vuelve a reir una vez más mientras besa con ternura la mejilla de su novio y el rubio amigo de Thomas vuelve a bufar ante aquella escena, para él, desagradable, cerrando los ojos por varios segundos, como contando números en su mente para no acabar perdiendo la calma ante la causticidad y la obvia burla de la pareja.
—Sí, claro —dice Newt entre dientes, irritado, sin privarse de virar los ojos con fastidio—. Pero no creo que se haya referido a tener sexo en la playa ¡a media noche! —grita en un tono acusatorio, con su voz austera y malhumorada poniéndolo en evidencia: está casi enojado.
Thomas y Teresa ríen al unísono sin poder evitarlo, divertidos por la situación e incapaces de negar tal imputación; eran exactamente esos los planes de la noche antes de salir del cuarto y caminar en silencio hasta la puerta, sin esperar ni por dos segundos encontrarse con su amargado amigo impidiéndoles tal aventura. Y es que Newt siempre suele cargar consigo el papel de chico responsable que nunca se mete en líos e, inútilmente, también trata de inculcar madurez en sus dos amigos, decepcionándose siempre con los desastrosos resultados.
—¡Hey, tranquilo! —le habla Teresa esta vez, su voz intentando sonar seria—. Y ya deja de gritar, que vas a despertar a todo el mundo —reprende, su tono denunciante se confunde fácilmente con irritación o incluso bronca.
Newt deja sus ojos en blanco mientras bufa, negando nuevamente. Su expresión es sobria; no hay en su rostro ni un atisbo de diversión o accesibilidad, por el contrario, tiene los brazos cruzados en una postura poco amigable y para nada vadeable. Y Thomas ríe entretanto le mira, su amigo está a pocas canas de parecer una madre enojada y 'decepcionada' al pillar a sus hijos in fraganti.
—Puedes venir con nosotros, si quieres —le dice Teresa unos instantes después con un obvio desinterés en el timbre de voz, invitándolo a ir con ellos sólo porque no le queda de otra.
Newt entreabre la boca, atónito. Sus ojos oscuros se llenan de asombro y se muestran levemente asustados. Su expresión es casi en blanco: mira a Teresa y luego a Thomas, anonadado. Pasa su mirada sorprendida entre los dos rostros como por lo que parecen ser unos diez segundos y luego frunce exageradamente el ceño, tanto, que por poco y sus cejas se hacen una sola línea oscura. Más que molesto, Newt se manifiesta totalmente confundido. Thomas puede leer en sus orbes el desconcierto y la duda.
—¿Estás proponiéndome un trío? —pregunta de pronto el rubio, sus iris pardos intentan escudriñar la mente de sus dos amigos, buscando algo certero en lo qué cimentar la cuestión. Mas el ceño fruncido instalado entre sus oscuras cejas da a entender que no ha encontrado nada.
Thomas ha quedado pasmado al escuchar su pregunta, sabe que su duda es veraz y eso le altera más de lo que debería. Newt generalmente tiende a ser muy literal, jamás entiende los comentarios en doble sentido y es incapaz de captar la burla a simple vista. Incluso a veces llega a molestar a Thomas aquella actitud tan cándida, pero la mayor parte del tiempo sólo le causa gracia y le da mucha ternura. Aún con sus dieciocho años, Newt no tiene la mente llena de basura libertina ni piensa tanto en los vicios o en demás cosas mundanas, como sí sus dos amigos.
Y el castaño sigue preguntándose cómo alguien tan inocuo como ese rubio es amigo de una persona tan nociva como él. A veces aquello no tiene el menor sentido, (como ahora).
Incontables segundos después, es la risa estrepitosa de Teresa la que logra sacar del letargo a Thomas. Él, aún un poco aturdido ante la confusión y la duda desconcertante de su mejor amigo, le hace señas a Teresa de que guarde silencio. El alboroto de su risa podría despertar a sus padres y todo acabaría muy mal para los tres. Sus papás entienden perfectamente el delirio adolescente, mas no estarían ni un poquito de acuerdo en que salgan, pasadas las diez de la noche, a recorrer un lugar que ni siquiera conocen. Han hablado de eso antes de salir de casa y el primer día de vacaciones es un poco pronto para meterse en problemas.
La chica de ondas azabaches pone sus manos sobre su boca en un intento por callar su risa, que parece ser un trabajo más que forzoso y le lleva un buen rato hacerlo. Mientras tanto, Newt, que se mantuvo quieto y callado todo ese tiempo, cambia su rostro dudoso devuelta a una expresión malhumorada, con aquel gracioso ceño fruncido dominando todo su semblante.
—No seas idiota, Newton —es la contestación bruta de Teresa una vez que logra controlar su jocosa risa—. Me enteré de una feria a unos kilómetros de aquí. ¿Haría el honor de venir con nosotros el Señor Gruñón?
Thomas ríe ante las palabras de su novia y más aún luego de ver la mirada asesina que le dedica su amigo al acabar de oírla.
Teresa suele burlarse mucho de las actitudes introvertidas de Newt, y es que son dos polos totalmente opuestos: uno es amante de los libros y la otra fanática de las películas; uno casi ermitaño y la otra aventurera; uno amante del invierno, el té y las fogatas y la otra es una eterna enamorada del verano, el sol, la arena y la playa. Son blanco y negro, agua y fuego, hielo y lava: absolutamente diferentes uno del otro, insolubles.
Y luego, justo en el centro de todo, se encuentra Thomas; entre oscuro y claro, un perfecto color grisáceo. En medio de ambos, siempre indeciso entre si ir tras una aventura con su novia o mantenerse sano y salvo cerca de su mejor amigo.
"Ni de chiste" es la respuesta que espera la pareja por parte del rubio, como siempre, pero luego de unos eternos minutos, con Teresa tirando del brazo de Thomas para salir de la casa de una buena vez y un castaño que se niega a seguir con aquella andanza sin el consentimiento de su colega, Newt responde:
—Está bien —él dice, aceptando en contra de todos los pronósticos.
Teresa levanta las manos hacia el techo, elevando una adoración fingida a algún dios en las alturas, musitando un malhumorado y casi inaudible "aleluya", y luego camina hacia la puerta, nunca esperando al asombrado pero feliz Thomas, que se nota ansioso ante la idea de que su amigo les acompañe.
Y Thomas y Newt salen de la casa de verano de los padres del castaño, siguiendo a una efusiva Teresa que ya los espera en el Jeep Wrangler de la familia Caine, sentada en el asiento del copiloto con una sonrisa hermosa pintada en sus rosados labios.
El menor entra al coche recién luego de ver a Newt ya acomodado en el asiento trasero del mismo y habiendo confirmado que no saldrá corriendo arrepentido antes de que él ponga en marcha el Jeep.
Thomas echa a andar el coche; Teresa le habla todo el camino, diciéndole cuánto le encanta la playa y lo feliz que le ha hecho que le haya invitado a sus vacaciones. El castaño sonríe cuando la oye, su voz es dulce y muy bonita cuando habla de algo que le gusta. A Thomas le encanta escucharla emocionada.
Mas, por mucha atención que quiera prestarle a su chica, él no puede quitar sus ojos pardos del espejo retrovisor que apunta a Newt.
Su rubio amigo está con los brazos cruzados sobre el pecho en el asiento trasero, con el cinturón de seguridad bien puesto y la oscura mirada patentemente preocupada. Sus ojos chocolates parecen cargar una terrible intranquilidad encima y sus pupilas se mueven ansiosas de un lado a otro, mirando hacia nada en especial mientras se muerde los labios con nerviosismo.
Thomas está seguro de que se arrepiente de haber cedido, apuesta su pierna izquierda a que si llegara a frenar el Jeep, Newt saldría corriendo de vuelta a la casa sin siquiera importarle que estén en medio de una calle desierta ya a muchos kilómetros de la residencia de verano de los Caine.
Thomas no puede evitar sonreírle cuando sus miradas se cruzan. Avellana y chocolate; unos ojos divertidos contra otros completamente asustados. Thomas quiere alargar la mano hacia atrás y tocarle el hombro, decirle que no pasará nada malo, que todo estará bien y que deje de preocuparse por tonterías, mas sólo se obliga a fijar su vista en la carretera para no sentir pena de su temeroso amigo y terminar volviendo a casa, echando a perder lo que podría ser una mágica noche de verano.
Thomas ve el follaje a los costados de la ruta de vez en cuando, observa la calle oscura iluminada sólo lo justo y necesario por la luz que proporciona el coche y también intenta prestarle más atención a su novia. Él trata de distraerse. La mirada atemorizada de Newt ha logrado inquietarlo a él también, pues sabe que si sus padres llegaran a enterarse de aquella salida casi a media noche con el Jeep y sin avisarles, a una feria insegura y desconocida a kilómetros de la casa...
Thomas palidece ante sus propios pensamientos; quiere dar una vuelta en U y volver a toda prisa porque los riesgos que está corriendo al desobedecer a sus padres son paralizantes, pero antes de que la cobardía se adueñe por completo de todos sus huesos, Teresa le informa que ya han llegado.
Es tarde para arrepentirse, él piensa. «Tarde, tarde, tarde, muy tarde...»
Thomas mira desde la ventana del auto; algo sencilla, es una feria pequeña que ocupa todo un tramo de la costa. Se ve prometedora y muy bonita, incluso hasta el bullicio de la gente divirtiéndose junto con la música llega a sus oidos y no parece algo malo que pueda meterles en problemas tan serios.
Pero antes de aventurarse a observar más, el castaño mira a Newt por el espejo retrovisor. El rubio se mantiene con una expresión asustada en todo el rostro y Thomas quiere decirle que si no se siente bien, volverán. Mas Teresa le dice que estacione el auto a un costado de la carretera y él, aunque con la conciencia perturbada, le hace caso.
Cuando termina de aparcar el auto a un lado de la calle, junto a la hilera de otro par de vehículos; los novios salen del coche al instante, sonriendo y analizando cada cosa que alcanzan a ver desde aquella distancia: unas tiendas de juegos y un pequeño bar, una improvisada pista de baile sobre la arena a orillas del mar, con miles de luces por todos lados, música, personas y otras tiendas de una infinidad de cosas que ya no llegan a identificar. Thomas puede ver la cantidad de gente que camina descalza sobre la arena, riendo y pasándola bien, en su mayoría son adolescentes; algunos juegan, otros beben y bailan y hay quienes son más aventureros que hasta se animan a meterse al agua. Todo se admira muy bonito; no es una fiesta como a las que está acostumbrado en Denver pero a Thomas le encanta de todas formas.
Teresa estira del brazo de su novio, invitándolo a caminar y a acercarse más a aquellas luces de la pista de baile que parecen estarles llamando. Mas, cuando Thomas está a punto de seguirle el paso, mira hacia su costado, donde se supone que debería estar Newt, pero él no está.
El rubio ni siquiera ha bajado del auto y se mantiene de brazos cruzados, bien adherido al asiento del coche, abrazado literalmente el cinturón de seguridad y sin intenciones de moverse. Sabe que han llegado pero parece totalmente negado a salir del vehículo.
Thomas hace una mueca, suelta la mano de Teresa y abre la puerta trasera del Wrangler, esperando a que Newt salga de una buena vez. De verdad no pretende avanzar sin él, no va a permitir que su rubio amigo se quede encerrado en el auto mientras ellos dos se divierten en todas las atracciones de la feria que ya los espera; él no podría. Bueno, tal vez sí podría, pero jamás ha soportado la culpa y realmente quiere que Newt se entretenga con ellos, no quiere dejarlo ahí solo.
Luego de casi dos minutos con un Thomas sosteniendo con aburrimiento la puerta abierta del vehículo, Newt suspira y se aventura a salir del coche, refunfuñando y frunciendo excesivamente el ceño, malhumorado, casi gruñéndole a sus amigos. Thomas lo asemeja bastante a un niño pequeño que no quiere ir al dentista y le parece muy gracioso.
El castaño sabe de su particular problemita con las personas, de aquel trastorno social que lo ha acompañado desde siempre, y es por eso que no se enoja ni le obliga a apurarse. Le da su tiempo porque le entiende.
Comprende que es un chico cerrado y huraño, que está enojado con el mundo entero y que prefiere leer un libro a salir de fiesta. Siempre ha optado por quedarse en casa, a salvo del desastre de alcohol y ruido, resguardado de miradas ajenas y de personas estúpidas dispuestas a juzgarlo hasta por el timbre de su voz. Es introvertido, huidizo de la gente y malditamente tímido; aparenta seriedad, incluso amargura, pero todo aquello se resume en que es muy inseguro. Tal es así que sólo tiene un amigo, Thomas, y conoce a Teresa sólo por causa de él. El castaño no entiende a qué le teme tanto, de hecho piensa que es un chico muy atractivo e inteligente y que sus inseguridades no tienen base alguna en la realidad, pero ésto jamás se lo ha dicho ni pretende decirle. Sólo se limita a estar con él y no dejarlo por nada del mundo.
El menor se acerca al rubio con una gran sonrisa que ocupa toda su boca, cerrando la puerta una vez que Newt sale, y le abraza por los hombros, prácticamente arrastrándolo con él hacia Teresa, que está tan ansiosa que no ha querido esperar a su novio y camina velozmente al centro de la feria. Thomas sólo sonríe y observa la espalda de su chica, la forma irregular en la que su cabello azabache se mueve de un lado a otro y como sus pasos apresurados la hacen ver como una niña entusiasmada a punto de entrar a una dulcería. Thomas piensa que se ve hermosa y que le gustaría ir corriendo hasta ella, abrazarle por detrás y besarle la cara. Aunque en realidad no lo hace.
Entretanto, Newt arrastra las zapatillas en la arena y trata de huir de los firmes brazos de Thomas, que le rodean por los hombros y le apretan los bíceps, sin brindarle la posibilidad de escapar de ninguna manera y le hacen acelerar los pasos por la fuerza.
Los muchachos alcanzan a Teresa un rato después. Ella mira hacia todos lados sin saber a que atracción ir primero, totalmente maravillada por las luces que decoran todo el lugar y, de vez en cuando, tironeando la remera de Thomas para que no vuelva a quedarse por detrás. El castaño está en la misma sintonía, curioso por descubrir los juegos y atracciones que esconde la feria de un pueblo tan alejado de la urbanización y sólo habitado temporalmente, en su mayoría, por turistas y playeros.
Por otro lado, Newt sólo quiere irse a la mierda. Literalmente. No piensa en otra cosa que no sea quitarse del agarre de su amigo y volver corriendo al auto. No quiere estar ahí, no le gusta el lugar y se siente ahogado por todas las personas que están aquí y allá. El rubio se arrepiente con cada maldito hueso de su cuerpo el haber acompañado a sus amigos, incluso tiene el fuerte impulso de decirle a Thomas que los esperará en el Jeep mientras ellos se divierten y que no le importaría en absoluto quedarse solo hasta que ellos se harten y decidan volver a casa. Él sólo quiere largarse.
Pero cierra la boca y ahoga sus ganas de desaparecer al ver la sonrisa brillante en los labios de Thomas. No quiere arruinarle la diversión a su mejor amigo, ni tampoco a Teresa, que sonríe encantada ante cada cosa que se encuentra por el camino. No tiene ese derecho, incluso la salida en un principio sólo les hubo pertenecido a ellos. Todavía no entiende qué se le cruzó por la cabeza al decir que sí.
Newt suelta un suspiro; supone que debe hacer un esfuerzo y soportar aquel ambiente aunque no le guste, por Thomas, así como él a veces decide quedarse en casa, jugando video-juegos en lugar de salir, sólo por Newt.
Caminan un poco más y llegan a una especie de bar, que no es más que un conjunto de mesas rodeadas de sillas y una barra improvisada delante de un carro lleno de bebidas frías. Thomas obliga a Newt a que tome asiento y le avisa que irá por algo de tomar, de paso advirtiéndole que si se atreve a moverse de ese lugar, le volverá a traer a rastras de las mechas de su bonito cabello dorado. El rubio sólo le regala una mirada lacerante y malhumorada, seguida de un insulto que el menor ignora completamente. Segundos después, Thomas se despide de Teresa con un casto beso en los labios, le susurra al oído que no se separe de su mejor amigo, a lo que ella asiente, y luego se va en dirección a la barra, que no está tan atestada de gente, por suerte.
Newt ve impaciente como el castaño se aleja de ellos hasta la cantina. Está malditamente incómodo. Su relación con Teresa no es más que por educación, por Thomas. Y Newt también sabe que no le agrada mucho, a Teresa no le contenta tener que compartir la atención de su novio con él y es por eso que casi siempre le dedica miradas de fastidio. Pero tratan de llevarse bien a pesar de todo, por el castaño en común, su punto medio, el puente entre los dos.
Newt está nervioso, quiere irse de ese lugar. No está seguro de si es por estar solo en compañía de una Teresa que no le presta ni la más mínima atención o porque el ambiente es tan insoportable para él que le da dolor de cabeza. Supone que ambas cuestiones tienen cierta relevancia en la fundación de sus ansias por salir disparado de vuelta al auto o correr por la carretera dieciocho kilómetros hasta regresar a la residencia de verano de los Caine.
Ni siquiera consigue distraerse; la música retumba fuerte en sus oídos y le molesta, siempre ha preferido el silencio, la brisa del viento o, incluso, le parece más bonito el ruido de las olas del mar al quebrarse contra la orilla. Ni siquiera conoce la canción que está sonando, pero es horrible. También le irrita tanta muchedumbre acumulada y el sonido de las voces hablando todas a la misma vez. Aquello lo desencaja y le pone histérico. Busca algo de distracción en sus manos sobre la mesa, juega con sus dedos y se muerde los labios con inquietud. Sus pies se mueven sobre la arena, su mirada acecha el Wrangler a lo lejos y está a punto de echarse a correr hasta él, pero Thomas llega justo a tiempo.
—Una caipirinha para mi hermosa novia —dice Thomas cuando vuelve a ellos, dejando frente a Teresa el reconocido cóctel brasileño—, y una limonada para el señor NoTomoAlcohol.
Newt le regala una sonrisa muy fingida e irónica al oírle y toma el vaso frío entre sus finos dedos. Él precisa hacer algo más que sólo morderse las uñas o atajarse las piernas para no salir corriendo de vuelta al Jeep, entonces le da el primer sorbo a su bebida. Es dulce en su justa medida y gélida, le encanta el ruido de los cubos de hielo chocando unos con otros dentro de su vaso; es lo único bueno que ha encontrado en el lugar hasta ahora.
Thomas le sonríe una última vez y decide no prestarle más atención a su ceño fruncido y a la expresión aterrorizada que domina todo su rostro prácticamente desde que salieron de casa. Si Thomas sigue mirándolo y sintiendo pena por su amigo, terminará tomándolo a él y a Teresa de las manos y saldrán a rastras de ahí. Así que acerca más su silla a la de Teresa y la abraza, bebe de la lata de cerveza que tiene en la mano, ignorando que Newt esté en desacuerdo con eso, ya que debe volver manejando, y observa más a fondo todo su alrededor, rogando distraerse de la inquietud interna que su mejor amigo ha logrado transferirle.
[...]
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top