Capítulo 6: Negación
La noche estaba en su punto mas alto, la luna brillaba en todo su esplendor, el sonido de los grillos y el viento en el pasar del calbargar del caballo era lo único que yo escuchaba, estaba lejos del palacio y de Quiroga. Y terminé en un lugar que tenía mucho tiempo sin ir...
Pensé que al estar en esta cabaña que no es mía, sino de Magnolia y su familia, pensé que la encontraría aquí, solo encontré una lápida con su nombre... abrace la lápida como si fuese ella, y llore desconsoladamente, quizás aún era lo suficiente inmadura para no darme cuenta que ya está muerta y no hay vuelta atrás y que huir no era lo correcto, pero me dolía y partía el alma que están decidiendo por mí, y por sobre mi felicidad y ni siquiera he sido lo suficientemente valiente como para decir no...
-Magnolia, ¿qué harías tú en mi caso? No aborrezco a tu hermano, al contrario lo quiero mucho, pero yo... yo no estoy lista para casarme ni mucho menos sin amor, yo amo a otra persona, se llama Miles ojalá pudieras haberlo conocido te hubiera encantado. Es un chico único, amoroso y respetable, no es de familias adinerados pero es único y lo amo... – Soltó un quejido – Magnolia, hermana mía. No debiste morir, ¿qué te hicieron?, ¿por qué no te defendieron?, ¿por qué terminaste así? ¿Fue tu elección vivir esa vida? ¿Qué hago hermana mía?
*** Narrador omnisciente***
A la mañana siguiente, Esmeralda estaba recostada entre dos lápidas, la lápida de la madre de Magnolia y la de Magnolia, ella se había quedado profundamente dormida ahí, y no se percató de que alguien ya la había encontrado. Este hombre la tomo entre sus brazos y la llevo colina abajo hasta la cabaña, entro y la recostó en la cama para que estuviese más cómoda. El hombre solo la miraba expectante y pensando "Es hermosa, pero es tan impulsiva, espero este bien".
Al despertar, Esmeralda observo con cansancio en sus ojos el lugar, ya no había frío, ni lápidas, ni árboles, había un techo, calor, cobijas y paredes. Se levantó de golpe sin saber a dónde estaba, bajo corriendo, cuando escucho algo en la cocina, se asomó y vio a un hombre que ella conocía.
-¿Dante? El chico voltea sonriente con dos tazas de té
-Buen día, Esmeralda. ¿Te encuentras bien? ¿Descansaste? aquí está un té para que estés mejor, tomate eso para irnos a tu castillo. Esmeralda parpadeo dos veces mientras con alguna duda tomaba la taza de té
- ¿Cómo me encontraste? ¿Dónde estoy?
Dante sonrió – Mi hermano te conoce tan bien, que me dijo que te viniera a buscar en las tumbas de mi hermana y mi madre... el intuía que estabas aquí por alguna extraña razón, llegue y te ví dormida entre ambas lápidas... te cargue y te traje hasta la cabaña para que descansaras mejor.
Esmeralda quedó sorprendida, no se había imaginado que Damon podría intuir a dónde se encontraba ella o que la conociera tanto.
Dante continuó – Esmeralda, sé que la idea de casarte con alguien que no sea Miles te agobia, y mi hermano lo comprende por completo, creo que él allá donde está se siente igual que tú, sé que es sorpresivo y apresurado, pero fue algo pactado por nuestros padres... Por lo que se ve tu madre era la más apresurada. Aún así Esmeralda debes tomar una decisión, no sé qué tan estricta sea tu madre con respecto a las clases pero sino opones tu decisión, tendrás que poner tu posición como princesa por sobre ese amor. Tómalo como consejo, yo prefiero que las personas que conozco sean felices no que se amarguen la existencia con decisiones malas, se de lo que te hablo... solo piénsalo mientras volvemos porque estoy seguro que seguirán con el tema.
Esmeralda asintió, aquello que le dijo Dante la dejo pensando, él tenía razón o aceptaba la decisión o debía imponer su posición.
***Esmeralda Narra***
Ya de regreso en el castillo, todos estaban preocupados, pero al que menos me imaginé que estuviera ahí, ahí estaba, Miles me miraba sorprendido y un poco desconcertado, yo solo hice una mueca.
-¿Dónde estabas Esmeralda? ¡Cómo se te ocurre irte así en medio de la noche, tú no eres alguien cualquiera, eres una princesa, te podían hacer daño! – Mi madre, la reina, me tomaba de los hombros fuertemente mientras me regañaba.
-Clariet, no es para tanto - interrumpiría el rey Dalton – Mi hijo Dante la encontró, es lo importante y ella se ve que está bien, dejémosla descansar y más tarde hablan.
-Si cariño, Dalton tiene razón – hablaría está vez mi padre. Mi madre me soltó de los hombros y me dejó ir a mi habitación
-Miles, escolta a Esmeralda hasta su habitación. Ordenaría mi padre, este asintió. En todo el camino a mi habitación ninguno de los dos dijo nada, ambos estábamos callados sin emitir ningún sonido.
-Gracias, Miles. Ya puedes retirarte. – Dije cerrando la puerta de mi habitación. Solté un quejido de dolor para proseguir llorando en mi cama.
Un rato después, el sonido de la puerta abrirse y cerrarse de golpe despertó a Esmeralda, era su madre un tanto enfurecida.
-Aquella acción que hiciste anoche puede costarnos el estatus, y la vida, y no solo eso, el reino entero. Eres una malagradecida, altanera y grosera. Ya no eres una niña Esmeralda que lo único que sabía era huir, asume tu rol como princesa. – Esmeralda solo la veía – Ahora, yo como tú madre y tú reina, te ordeno que te arregles, te pongas preciosa, porque aunque no quieras vas aceptar el matrimonio con el príncipe Damon.
- Madre pero, pero yo no...
-¿Tu no que, Esmeralda? Tu no decides, quien decide tu vida soy yo, no me importa la excusa que vayas a poner, pero te vas a casar con el príncipe Damon lo quieras o no. ¡Y no es una propuesta es una orden! Dicho eso, ella salió rápido, no dio chance a qué yo respondiera, algo más que se añadió a mi incontrolable llanto.
-Esmeralda... -escuchó un susurro en la puerta de su habitación – Esmeralda abre, soy yo, Dante.
Ella pensó un poco antes de abrir, pero decidió hacerlo. Su llanto era incontrolable, está se abalanzó sobre él, este la abrazo
-Ya, ya... no llores tan alto, shh... – este cerró la puerta de la habitación. – ¿Qué pasó?
-Mi madre... mi madre no me dejó decidir me ordeno a qué... a qué tengo que casarme si o si... – Dije entre sollozos
-Ay Esmeralda...
Alguien en la puerta parecía haber escuchado la conversación: -Señorita Esmeralda. Se escuchó el sonido de la puerta, miré a Dante. Lo tomé de la muñeca y caminamos hasta el balcón
-Escúchame, Dante. - Voltee hacía la puerta y luego lo mire rápidamente - Aquí hay unas escaleras improvisadas, son seguras, úsalas, para bajar hasta el jardín, intenta bajar en silencio. – Se volvió a escuchar la voz de Marian. – Ve, ve Dante.
Me dirigí hacía la puerta, y la abrí. Sonreí
-Señorita, vine porque su madre me ordeno a venir a verle y ayudarla arreglarse, además de que están buscando al príncipe Dante ¿lo ha visto?
-¿Dante? – Hice como si estuviese pensando – No he salido de aquí, no creo haberlo visto, pero si me pareció escucharlo por el jardín – esto último lo dije en un tono un poco alto, acercándome al balcón, levemente. Marian me miraba raro – ¿Qué? Viniste para ayudarme, empecemos.
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