Capítulo 3: Descenso
La caída fue bastante rápida, aparentemente habíamos caído en una especie de cueva, al cual de ahí llegaba el río Horing sin ninguna salida aparente; Salí del fondo del agua, empecé a divisar bien, pude percatarme que Esmeralda ya no se encontraba a mi lado, empecé a preocuparme, primer día como su guardián y ya habíamos caído en una cueva y ahora la había perdido de vista.
—¡Esmeralda! ¡Esmeralda! — Gritaba desesperado, me sumergía y salía paulatinamente, buscándola, cuando pensé que no la encontraría, a lo lejos divise su cuerpo flotando casi llegando a la orilla de la cueva, nade lo más rápido que pude cuando me aproximé a ella, está me miró con una sonrisa para luego hundirse en el agua y nadar hacia a mí, me había alterado por una mujer que lo que estaba haciendo era jugar, su salida del agua se había tardado más de lo que esperaba en este punto pensé que era parte ya de su juego, así que nade hasta la orilla y salí, en todo ese rato, ella no salió, ahora sí me estaba preocupando, me abalance hacia el agua y me sumergí, nadando hacia al fondo, pude ver qué su vestido se había atascado en una roca y ella ya no se movía, nade rápidamente, me acerque al vestido y lo rasgue rápidamente, la tomé de la cintura y salí a la superficie, ya llegando a la orilla la cargue para sacarla del agua, estaba algo fría y con pulso leve, la recosté de una roca y empecé a darle respiración boca a boca un par de veces hasta que escuche su respiración regularse, está volteó, botando el agua que había tragado, me miró y me abrazó.
—Miles... Miles, no te alejes de mí, por favor — Su tono de voz era suave y pausado, estaba cansada. —Casi muero — estalló de la risa para luego darme un abrazo —me separé de ella bruscamente, la mire con los brazos entrecruzados e hice una mueca de desprecio, casi muere, le salvó la vida ¿Y a ella le parece un juego? — Oye... gracias por salvarme — decía con una voz apenada y de niña pequeña, le devolví el abrazo, sentía como ella se apretaba más a mí, luego de unos instantes nos separamos. Le di un vistazo rápido a la cueva, no había salida alguna perceptible con facilidad, debíamos recorrer la cueva hasta salir de ella.
—¿Cómo saldremos de aquí? — Me miraba mientras se frotaba los brazos por el frío. Le di mi mano para que se levantase, esta acepto la ayuda, se dispuso sin previo aviso a caminar hacia una de las rocas profundas de la cueva, yo la seguí —Miles ¿Qué son estos? — En la roca había unos garabatos tallados, parecía una especie de calendario, pero ¿por qué habría algo tallado aquí? Observando un poco más allá a la cercanía de la roca se podía ver una abertura la cual podría ser el camino afuera de la roca o el camino a nuestra pronta muerte.
—Esmeralda, ven, vamos por aquí — Le señalé la abertura, esta me sujetó del brazo y empezamos a caminar, pero de pronto, paró en seco.
—¿Y si no es seguro? Miles no quiero morir, no he conocido lo que es el amor, ni he viajado a todos los sitios que quiero ir, soy muy joven — la mire de soslayo y marque una sonrisa.
—Te recuerdo que yo también soy casi de tu edad y también tengo mis sueños y metas, y tranquila, no moriremos, vamos, a lo mejor es la salida — se me quedó mirando un par de segundo, para luego hacer una mueca.
—Vamos — diría ella algo insegura mientras avanzábamos hacia la abertura cada vez el lugar se hacía más oscuro o era porque la noche estaba llegando o nosotros nos estábamos adentrando a la cueva, cualquiera de las dos opciones podía ser, pero lo que importaba era salir de ahí con vida.
—Está muy oscuro aquí, Miles. ¿Y si esperamos a dónde caímos? Quizás alguien nos escuche —Pare por un momento, voltee a verla, reí — ¿Qué le parece tan gracioso, señor Córdoba? — Su tono de voz pasó de ser dulce a amargo, mi risa aparentemente le había irritado.
—Disculpe mi atrevimiento, pero me parece gracioso que usted, princesa, una persona la cual la tachan de "aventurera y temeraria" sea la primera en tener miedo— sonreí al ver su expresión de molestia, que más de molestia parecía manipulación. Esta se incorporó, me miró seriamente, luego miró al piso, se quedó viéndolo fijamente por unos instantes hasta que reaccionó, agachándose y tomando con sus manos un pedazo de madera, parecía una antorcha, ya en su mano me volvió a mirar.
—¿Tendrá usted señor Córdoba algo para encender esto? — la miré reflexionando su cambio drástico con un atisbo de risa, luego asentí, busqué un par de rocas para frotarlas, eso era más que suficiente para encenderla— Muchas gracias, señor Córdoba— lo irritada y lo mal humorada se le notaba en todo su ser, pero era bastante ingeniosa, también era gracioso como ella transmitía su molestia dejando de tutearme, cuando ella misma me sugerirá que no la llamara por su título, en fin, fue un cambio lo bastante dramático y cómico. Tomó camino delante de mí, girando sobre sus talones y mirando con altivez mientras lo hacía —¿Viene? — Hice una mueca y la seguí, ella era una niña de lo bastante caprichosa... — Espere ¿esto no es lo que creo que es? — Indicó, señalando con su dedo índice a la pared de piedra a su izquierda, me acerque a ella para darle un vistazo a lo que ella me señalaba, era un mapa, en la parte superior izquierda, tenía un escrito "He aquí el mapa de la cueva de Horing, si caíste aquí por culpa de la corriente del río haz de cuenta que la vida te está preparando para una gran hazaña", moviendo la antorcha por la pared hacia la parte inferior izquierda se pudo ver otro escrito, más que una instrucción parecía una advertencia "Huir del destino es imposible, pero aprender del destino es posible. ¡Cuidado! Huyan del gigante antes de que sea tarde". Esmeralda y yo nos vimos desconcertados ¿Un gigante en esta cueva? ¿Era posible?
—Miles... ¿Por qué empezarían una advertencia de esa forma? ¿Cree en los gigantes? —Negué— ¿Nunca leyó o escucho las narrativas de Quiroga hace mucho tiempo? — Asentí.
—Princesa Esmeralda, solo son fábulas, historias inventadas, no le dé importancia, solo son juegos de aquellos que cayeron aquí y salieron con vida, caminé, vamos — El camino era largo y después de un rato que parecían horas eternas caminando, el cansancio ya se estaba haciendo presente, Esmeralda se escuchaba fatigada, así que de vez en cuando yo la cargaba para que no caminara tanto, la luz de la antorcha se estaba agotando y el final del sendero cada vez se hacía más y más estrecho y lejano. Ya no se veía el cielo, no sabíamos si ya era de noche, ni el sonido de los grillos se oía, solo se escuchaban nuestros pasos y las llamas de la antorcha.
Esmeralda paró entre unos cimientos de roca que encontramos, paramos ahí a descansar cuando cesaron nuestros pasos a lo lejos se escuchaba la caída del agua ¿Cómo era posible? Si llevábamos un tiempo prudente alejándonos a menos que estuviéramos caminando en círculos, Esmeralda se quitó la falda que estaba debajo de su vestido transparente.
—Estoy cansada de esto, de caminar y no conseguir la salida — Miraba la prenda de ropa en su mano mientras se quejaba yo irritada — ¡Eso es tu culpa, Miles Córdoba! — Me miró seriamente, yo la mire confundido no podía creer que después de todo me eche la culpa a mí — Sí, si es de usted no me ponga esa cara, ¡le dije que nos quedáramos allá en la caída de la cueva para que alguien nos escuchara y usted nada! Solo se rio de mí ¿Qué le pasa usted es un tonto o qué? — Esmeralda se había alterado un poco, sentía su ira latente y en crecimiento, y si no salíamos de aquí, iba a ser peor.
—Shhh — Dijo una voz a lo lejos, voltee a ambos lados a ver de dónde provenía el sonido.
—¡A mí no me mande a callar! ¡Respete que soy la princesa! — vociferaría la princesa ya bastante iracunda.
—Shhh — Volvió esa voz, mire a Esmeralda que estaba allí sentada con furia, me le acerque al oído — Esmeralda no soy yo quien la está mandando a callar — Me miró confundida
—¿Me está viendo cara de tonta o qué? ¡Somos nosotros 2 nada más aquí! — la ira ya estaba por llegar al límite, pero mi enojo estaba creciendo dentro de mí, que sea la princesa no quiere decir que me trate así.
—¡Venga mujer que no le estoy mandando a callar! — exalté molesto, esta me miró sorprendida, no se esperaba una reacción así de mi parte — Perdone, princesa, es que... escuché otra voz, yo no la estoy mandando a callar, le estoy diciendo la verdad — dije más calmado
—Shhh ¿pueden hacer silencio ambos? — Esa voz habló tan cerca que hasta Esmeralda lo oyó, y me vio despavorida — ¿Quién está ahí? — preguntaría Esmeralda sujetando la antorcha con fuerza, no hubo respuesta por unos minutos — Por favor, díganos ¿Quién está ahí? —
—Yo — Un hombre de unos cincuenta años aproximadamente apareció detrás de Esmeralda, está salto del susto, mire al hombre con cierta curiosidad, este estaba hasta los huesos, la barba y el pelo le llegaba hasta un poco más debajo de los hombros — Sus gritos se escuchan hasta allá — dijo señalando la dirección de la que provenía.
—¿Usted vive aquí? — Hable con una notable firmeza y frialdad, más en el fondo si tenía algo de miedo, miedo a que la pasase algo a Esmeralda estando conmigo, ella era mi responsabilidad. El hombre negó.
—Vivo a las cercanías del bosque Horing, en la salida del pueblo de Quiroga, caí en esta cueva hace veinte años y no he podido salir de aquí, he sobrevivido con los pocos peces grandes que caen del río, estaba resignado a salir de aquí porque como ven es un completo laberinto algo difícil de salir. — Esmeralda y yo nos vimos, y luego al hombre — ¿Fue usted quien escribió ese calendario en la roca? — Pregunte, era necesario saber si fue él o fue otro que llevaba más tiempo y pudo escapar o murió en el intento. El hombre asintió — Si fui yo, después de un tiempo me harté y empecé a divagar por la cueva intentando salir de ella, pude crearme una especie de alcoba en los túneles para así saber por dónde estoy avanzando y no estar andando en círculos. El hombre nos miró de arriba abajo, inspeccionándonos — Veo que no le estaban haciendo caso a la instrucción —
— ¿Cuál instrucción, señor? — Esmeralda habló ahora después de un rato, el hombre le transmitía sabiduría y benevolencia, pero algo en mí me decía que dudase de él.
—La del gigante — Hice una mueca — Muchacho el gigante es... — El hombre se quedó en completo silencio, y volteó hacia un lado y luego nos miró — ¿Escuchan la caída del agua? — Asentimos — No sé si sabían, pero, a las afueras del Río Horing está el pozo de las tabernas, que da hacia el reino de Montier— Esmeralda miró al hombre y se acercó a él.
—Entonces, acompáñenos, salgamos de aquí — Esmeralda estiró su mano para que el hombre la sujetara y fuera con nosotros, mostrando así su lado amable. El hombre miró su mano y luego la de Esmeralda con cierta duda.
—Vamos... se lo pido, salgamos de aquí — volvería a decir Esmeralda, con sutileza y con una sonrisa dulce.
—Vamos — dijo el hombre con una chispa de esperanza en sus ojos.
Caminamos entre los túneles por un buen rato, Esmeralda y yo lo único que hacíamos era discutir y gritarnos por cualquier pequeñez, a veces nos callábamos y volvíamos a lo mismo, era un círculo vicioso; el hombre cada vez se me hacía sospechoso, siempre se me quedaba viendo como si estuviera planeando algo o solamente eran ideas mías. Cada vez caminábamos entre los túneles la caída del agua se escuchaba más cerca, paramos en seco cuando Esmeralda jaló de mi brazo para detenerme.
—Es aquí — informó Esmeralda parándose al frente de una pared con rocas superpuestas entre sí — Se escucha la caída ahí, pero está sellada — tocaría la pared de piedra con sus manos y luego pondría su oreja en ella, luego de unos minutos me miro — es aquí, señor Córdoba, pero no tenemos como salir — agachó la cabeza algo decaída.
El hombre se acercó a la pared y empezó a tocarla buscando un punto frágil, cuando lo consiguió, sacó la roca y nos miró — Llevo 20 años aquí encerrado y gracias a ustedes puedo salir ahora — de su bolsillo sacó un cuchillo, apuntándonos; Esmeralda retrocedió lentamente hasta estar detrás de mí.
—Señor — soltaría Esmeralda con la voz temblorosa, el hombre la miro.
—Yo caí aquí por culpa de mi esposa— continuaría el hombre — el gigante éramos nosotros, ambos teníamos constantes discusiones y gritos, eso acabo con nuestro matrimonio, con nuestra paciencia y para acabarla uno de los dos debía morir, ella huyó dejándome en el río a mi suerte, dejando que la corriente me llevará y para mi mala suerte, caí aquí, prefirió dejarme morir en vez de intentar luchar por nuestra relación y ustedes niños con sus peleas tontas, sus gritos, me hartaron; ahora el gigante son ustedes, deben aceptar al otro tal y como es —
Esmeralda y yo nos vimos.
—Descendieron hasta lo más oscuro de la cueva, la instrucción fue clara, si cayeron aquí fue por algo, la vida quieres enseñarles algo, y tarde o temprano tendrán que entender que es — Calló por un momento — estamos aquí y no, no los voy a matar como ustedes piensan — Dicho esto, encajó su cuchillo en la pared y jaló despacio las demás rocas hasta que todas estas cesaron, pudimos ver la luz del día, estaba amaneciendo, pero no estábamos en Quiroga.
—Señor ¿Cómo que la vida nos quiere enseñar algo? — A Esmeralda la comía la curiosidad, quería obtener respuestas de lo que ha dicho el hombre.
—Es simple, ¿usted nunca se imaginó que caería en la cueva? — Esmeralda negó — Ni mucho menos imagino que tendría que saltar desde esta altura para llegar al pozo de las tabernas, la vida siempre nos impresionara, nos pondrá desafíos, pruebas que debemos pasar para crecer, madurar o simplemente conocer a la persona que tenemos al lado — Esto último lo dijo viéndome, el hombre debió suponer que yo era pareja de Esmeralda, cuando es todo lo contrario — Es un largo viaje, nos vemos abajo — Dicho esto, el hombre se lanzó desde aquella abertura hasta al pozo.
Esmeralda me miró, tragó saliva y respiro profundamente soltando un suspiro largo — Miles... quiero disculparme por haberte gritado, no fue la actitud correcta, pero — Se acercó a mí, viéndome directamente a los ojos, asentí.
—Discúlpeme usted por haber sido tan grosero — dije sonriendo levemente, Esmeralda me tomó de las muñecas, y sonrió levemente.
—Tranquilo Miles ¿saltamos? — Asentí, nos sujetamos de la mano mientras aún nos veíamos.
—A la cuenta de tres, Uno — ambos miramos hacia abajo viendo la altura de la caída, era de unos cuatro metros aproximadamente.
—Dos — diría ella consecutivamente para luego mirarnos
—Tres — dijimos al unísono, para luego saltar, la caída fue rápida, el hombre nos estaba esperando afuera a la orilla del pozo, se podía ver un gran paisaje, árboles, montañas y en el fondo un gran palacio.
—Bueno, muchachos, muchas gracias por sacarme de aquella prisión en la que estaba — El hombre comenzó a andar hacia un sendero que daba a alguna parte del reino vecino.
—¡Espere! — Exaltó Esmeralda caminando hacia él, el hombre volteó esperando algún reclamo o pregunta —¿Cómo se llama? — El hombre sonrió
—Me llamo, Julián, Julián Pusset — diría sonriendo amablemente
—¿Usted no irá a su hogar allá en Quiroga? — Indagaría está —
El hombre negó.
—Señorita — Se acercó a nosotros — Yo me casé con una mujer de Quiroga, pero siempre he sido parte de mi reino, del reino de Montier, fui un noble caballero en mis tiempos, al enamorarme de mi esposa renuncié a ello para casarme con ella y ser feliz, pero... — El hombre volvió a callar y una lágrima recorría su mejilla izquierda, Esmeralda se dio cuenta de ello y lo abrazó, no le importó que el hombre estuviera sucio, ni que fuera un desconocido, solo vio su alma rota y afligida, eso fue más que suficiente para abrazarlo, este soltaría un sollozo para luego separarse de Esmeralda con una leve sonrisa.
— Me tengo que ir a reunir con mi familia que no he visto en veinte años, fue un placer conocerla, princesa Esmeralda — El hombre se apartó de Esmeralda, sonrió e hizo una reverencia — Y usted, señor...—
—Miles Córdoba — Dije rápido.
—Bueno, señor Córdoba, que bueno que la princesa Esmeralda cuente con alguien como usted que la defienda y proteja de cualquier mal, hasta la próxima — Dicho esto, se retiró del lugar dejándonos solos a ambos.
Esmeralda se acercó a mí —Tengo miedo de lo que pueda pasar después de esto — Esmeralda me abrazó, yo correspondí al mismo — Hablaré con mi padre apenas regresemos a Quiroga, no tendrás problemas por esto, lo prometo —
—Esmeralda, que tenga lo que tenga que pasar, tranquila ¿sí? —
—Pero, Miles, tu trabajo... —
—No te preocupes por mí, yo estaré bien ¿Si? — Esta asintió — Ven vamos a ir por este sendero — fuimos por el mismo sendero del cual ya había partido el hombre. Caminamos un buen rato hasta llegar a una plaza, el palacio se veía más cercano, había muchos pueblerinos caminando por la plaza, se podía observar varias tiendas, panaderías, fruterías, una librería, entre otras muchas.
Una señorita de complexión delgada, castaña, cabello largo hasta la cintura, de un metro sesenta y cinco, color de ojos negros, muy hermosa, con un vestido rosa pastel, se paró al frente de nosotros viéndonos detenidamente — ¡Caramba! Lo veo y no lo creo ¿Miles? ¿Eres tú? — La muchacha estaba muy sorprendida al igual que yo, la muchacha sabía mi nombre, pero yo no la recordaba.
—¿No me recuerdas? Soy yo, Louisa, Louisa Sallow — decía esto señalándose a sí misma con una sonrisa muy coqueta.
—¡Louisa! ¡Wow eres tú! — La abracé de inmediato, alzándola un poco; Louisa era mi mejor amiga cuando éramos pequeños, su madre y mi madre se conocían, eran amigas muy cercanas luego de la muerte de la madre de Louisa nos dejamos de ver seguido.
—Miles, que cambiado estas, y estás muy guapo — Su tono de voz era muy sexy, y picara al mismo tiempo — y empapado ¿qué hacías? — Reiría para luego mirar a Esmeralda de arriba abajo —Veo que andas muy bien acompañado — soltó una risita, pero luego callarse manteniendo una sonrisa en su rostro.
—Louisa, te presento a Esmeralda Quiroga, princesa de Quiroga — Louisa parpadeó varias veces para luego hacer una reverencia.
—Un gusto en conocerla — Dijo un poco altiva, Louisa me miró — ¿qué haces aquí en Montier con la princesa? No me digas que...—
—¡No! — Negué de inmediato — Caímos en la cueva del río Horing, y salimos de aquella cueva con ayuda de un señor que estuvo atrapado allí por un largo tiempo — Louisa echó a reír, la miré seriamente — Louisa puedes... Dejar de ser tú por un momento y por favor ayudarnos —
—Llevamos años que no nos vemos ¿Y me pides que no sea yo? ¡Claro! — Louisa hablaría irónicamente y se llevaría las manos a la cintura.
—Louisa... — dije a lo bajo mientras sonreía.
—Sí, te disculpo, ahora que te disculpaste, vengan, vamos a mi casa — Louisa sonreía alegremente agarrándome de un brazo, mire a Esmeralda, ella miraba a Louisa seriamente, ella también me agarró del brazo y sonrió hipócritamente viendo a Louisa.
En todo el camino a casa de Louisa, esta me iba contando como han sido las cosas aquí en Montier luego de que me marche, Benjamín y sus amoríos, ella y él teniendo una relación formal para luego terminar por algún problema que no me quiso contar y así fueron las historias hasta que llegamos hasta su casa.
—Aquí es — La fachada de la casa sigue siendo la misma como yo la recordaba, pintada de rosa pastel, con una puerta con un arco en forma de herradura, marcos de las ventanas marrones con rejillas negras y con un par de plantas en ellas, Louisa abrió dándonos paso para entrar, adentro todo era diferente, todo muy acogedor, lleno de mucha luz y ambientación echa en cuadros — Princesa, por aquí — señaló Louisa a Esmeralda — Tú espéranos aquí — Me senté en el sillón que estaba ahí, observé todo el lugar, Louisa tenía su hogar muy bien cuidado, limpio y muy lindo, me dispuse a caminar por el lugar para seguir observando, al final del pasillo que da hacia las escaleras había un cuadro salía ella con una pancita un poco voluminosa y a su lado se encontraba un hombre el cual su cara fue arrancada del cuadro.
Escuche el carraspeo de alguien atrás de mí, voltee era Louisa — Veo que te cautivo mi cuadro — sonrió levemente —Esmeralda esta lista, está esperando en la sala de estar. Caminamos a la sala de estar, ahí se encontraba ella viendo por la ventana, lucia radiante con ese vestido amarillo pastel — Miles, ¿Qué tal me veo? —Sonrió.
—Como siempre Esmeralda, encantadora— Sonreí cordialmente, miré a Louisa.
—Louisa ¿puedes ayudarnos a llegar al castillo de Benjamín? Él puede ayudarnos a irnos a Quiroga —
—Pues sí, pero... — El sonido de la puerta golpeándose había captado su atención, tocaron de nuevo — Louisa, ábreme sé que estás ahí — Esa voz se me hacía conocida — Louisa, ábreme tenemos que hablar — Louisa me miro y se dirigió a la puerta sin abrirla — ¿Cuántas veces tengo que decirle que no me tutee? Además estoy ocupada, tengo visitas — en su voz se notaba algo de molestia.
—Louisa por favor, nadie te visita porque te niegas a entablar comunicación con alguien de aquí, ábreme — Louisa abrió la puerta parándose en medio de esta, dejándome menos campo de visión para saber quién era
—Señor Castillo le pido nuevamente que me respete — Puso sus manos en su cadera, soltó un largo suspiro — venga otro día.
—¿Quién tienes de visita que no me dejas entrar? — Louisa se movió, dejándolo pasar, al verme se sorprendió yo solo sonreí levemente —¡oh! Pero si eres tú — dijo Benjamín, sonriendo agradablemente — Louisa ¿por qué no me dijiste que Miles estaba aquí? — Ella cerró la puerta para luego dirigirse a donde estaba él.
—Señor Castillo, él acaba de llegar y necesita ayuda junto a la princesa —Dijo haciendo algo de énfasis a lo último, Benjamín volteo a donde se encontraba Esmeralda, este abrió los ojos de par en par.
—Vaya... esto sí que me sorprende.
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