Capítulo 14: Atrapados
Ya habían pasado tres días desde que el rey Gerónimo había dado la orden de mandarlos a los calabozos, Miles y Esmeralda no se veían desde la última visita del rey, solo podían escuchar sus respiraciones pausadas y lentas, algunos sollozos de parte de ella y su desalentada alma pura romperse más y más, a él le generaba rabia e impotencia, de la que ya llevaba después de enterarse por boca de su mejor amigo, aquella nefasta traición pero lo único que ahora le importaba era salir con vida de allí.
Mientras tanto, una Esmeralda triste, agotada, con el alma quebrantada y los ojos hinchados de tanto llorar, se encontraba acurrucada en las paredes de aquel frío lugar, abrazando sus piernas, sus lágrimas bajaban por sus mejillas, lloraba de dolor, de ira y tristeza, su cuerpo tenia moretones, marcas de látigo, su vestido rasgado, sucio, todo hecho por el rey, en ocasiones de la noche, algunos de los centinelas bajaban a torturarla y cada vez que lo hacían, caía en un desmayo generado por el trauma y el cansancio, no habían comido en cuatro días.
—Torturare un rato al muchacho — La voz de Antonio hizo eco entre los pasillos del lugar acercándose a la celda de Miles, iba a su lado otro centinela, este último abrió la celda, dejando entrar a Antonio y entregándole la llave para luego irse — Estás mal, amigo — se acercó un poco a Miles, este solo se limitaba a observarlo con extrañes, Antonio se puso en cuclillas para estar a su nivel, lo observo detenidamente, viendo cada una de sus heridas y moretones.
—No vengo a torturarte, Miles. Melina me pidió personalmente que viniera y viera como ustedes estaban... veo que se tomaron muy en serio eso de torturarlos hasta que mueran — Antonio tomo una gran bocanada de aire luego la soltó pausadamente, parecía incomodarle o estresarle esta situación — Estarán aquí atrapados hasta que el rey así lo desee, tienen que resistir... la ayuda estará aquí pronto, quizás no confías en mí, pero Melina si, y ustedes deberían empezar a confiar en mí, los ayudare a salir de aquí, pero deben resistir un poco ¿ok? — Miles observaba a Antonio, no quería responder, ni confiar para luego sentirse traicionado, pero tenía que poner de su parte para que él y Esmeralda saliesen con vida de ese lugar.
Después de unos minutos, Miles asintió — Antonio, ve a Esmeralda... — Miles diviso a lo lejos, a fuera de su celda un balde más el desconocía el contenido del mismo — ese balde ¿para qué es? — Si es agua... dásela a ella — continuo el entre el desespero y la agonía que se estaba presenciando en el lugar, Antonio hizo una mueca y asintió, luego se levantó y se fue hacia la celda de Esmeralda.
Al otro lado del castillo, en la alcoba más alta del mismo Melina se encontraba en su cama, abrazada a su almohada, llorando a montones, a su lado una mujer de unos cuarenta años, esta mujer era de un metro sesenta y tres, tez blanca, delgada, castaña, cabello largo y unos ojos color marrón oscuro; la mujer acariciaba el cabello de la joven con sutileza mientras esta lloraba.
—Melina, mamá ya está aquí... aquí estoy — La mujer hablaría haciendo cesar por un breve momento el llanto de Melina, la muchacha levanto su rostro y la vio sorprendida no podía creerlo, se abalanzo sobre ella y rompería en llanto nuevamente, la mujer sonreía y le acariciaba el cabello — Hija, aquí estoy, no llores más — La mujer separo a Melina de su cuerpo, sujetó el rostro de la muchacha con ambas manos para verla, esta hizo una mueca y le limpio las lágrimas, Melina sonrió.
—Mama no sabes cuanta falta me has hecho, desde que te fuiste mi padre se ha comportado peor, haciendo más diferencias entre Francheska y yo, ya no lo soporto — La mujer hizo una mueca por lo que le estaba diciendo Melina, se levantó maldiciendo el nombre de su esposo, el rey — Mamá hay algo que tú no sabes que... padre ha hecho con unos extranjeros —
La mama de Melina se sentó inmediatamente, viéndola directamente a los ojos — Melina, hija, tu sabes que tu padre no le gusta los extranjeros, los mete al calabozo y los mata, eso no es novedad para mí — dijo como si no quisiera saber del tema.
—Lo sé, pero esto no son unos simples extranjeros — La mujer arrugo el entrecejo — Son parte de la corona de Quiroga, la princesa Esmeralda y su guardián, había hecho lo mismo con el príncipe Benjamín de Montier, pero lo dejo ir por algún motivo que desconozco y a estos no — La mujer se mostró asombrada ante tal revelación — Mamá, mi padre me encerró aquí, no he comido en días ¡me encerró como si fuera su prisionera! ¡Si no fuese por Antonio me estuviese muriendo del hambre! — su voz estaba entre cortada y sus ojos avisaban un nuevo llanto.
—Ahora entiendo por qué Antonio me previno de que tú estabas aquí — dijo sonriendo levemente, limpiando las lágrimas de Melina — Dime algo hija mia, quieres ayudar a esos chicos ¿cierto? — Melina sonrió ante tal pregunta, ella quería ayudar en lo que fuese para liberar a sus nuevos amigos — No cambias a pesar de todo el daño que tu padre y yo te hemos hecho durante años, eres buena y bondadosa Melina, llegaras lejos —
—¿Me ayudaras con eso mamá? — La mujer sonrió para su hija, y asintió — Mamá, otra pregunta ¿viniste sola a Lorey? — La mujer negó — ¿Con quién viniste mamá?
La mujer bajo la mirada viéndose las manos, Melina supo de inmediato la respuesta — Con Gal — Melina negaba y protestaba ante aquella respuesta.
—¡Mamá! ¿Por qué vino? ¿Dónde está? —
—No lo sé hija, se la llevaron a penas llegamos al palacio lo que si se es que vino voluntariamente antes de que los centinelas la obligasen, ella sabe cosas del pasado de tu padre y ella quiere morir en paz — La actitud de la mujer se mostraba inquieta pero despreocupada — Melina debo contarte algo de mi pasado, que tiene que ver con tu padre y el horrible presente —
—Te escucho.
—Hace casi ya veintiocho años, tu abuelo, el Rey Milan obligo a tu padre a casarse conmigo, yo no amaba a tu padre ni el a mí, solo éramos amigos, habíamos coincidido solo un par de veces; un día vine con mis padres de visita, en esos tiempos Lorey era más... tranquilo por así decirlo, no había tanto odio a los extranjeros así que nunca sufrí alguna tortura, hasta que me obligaron a casarme con Gerónimo. Antes de aquello unas mujeres que trabajaban para el rey, llegaron al castillo, eran tres mujeres hermosas, una rubia, una pelirroja y una castaña, se decía que ellas eran prostitutas, y una de ellas específicamente la castaña se acostaba con tu abuelo — La mujer enmudeció por un momento — Esa mujer era Gal, la mujer que tú le has cogido cariño, y llamas tita. En ese entonces la esposa de tu abuelo recientemente había muerto, a él no le importo en lo más mínimo guardarle luto a la mujer que estuvo con él durante mucho tiempo, tomo a Gal y la hizo su mujer, la hizo reina de este... reino maldito —
Melina se encontraba expectante ante aquello que le contaba su madre — Y... ¿esto que tiene que ver con mi padre? — preguntaba algo confundida e impactada.
—Escucha... esa noche que esas mujeres hicieron acto de presencia ante el rey, una de ellas que se había ganado mi confianza y alta estima, se acercó a mí y empezó a contarme barbaridades de cosas del rey Milan, desde que conocí a tu abuelo, le tuve mucho miedo y después de lo que esa mujer me había dicho, en ese momento tome la decisión de irme junto a mis padres, pero ella no me permitió ni levantarme para ir a decirles a mis padres, me tomo del brazo, y me aseguro que, si no pasaba esta noche con Gerónimo, su hijo, este la mataría a ella y a mis padres, yo no podía permitir tal acción de su parte, eran mis padres o yo... Esa noche Gerónimo estaba en el jardín, estaba decaído, algo triste y desalentado, no sabía el motivo ni el porqué, así que, decidí acercarme y fui su amiga, su confidente, su tumba, pero también fui su mujer — Melina abrió los ojos como platos — Si hija, aunque no me creas esa noche tu padre y yo estuvimos juntos, fue mutuo, nos dejamos llevar, él por su tristeza, por el deseo y la lujuria, y yo... por salvar a mis padres, éramos jóvenes no sabíamos lo que hacíamos, ni lo que acarrearía tal acción; semanas después me empecé a sentir mal, vómitos, mareos, náuseas, resulta que estaba embarazada lo que Gerónimo y yo no sabíamos era que mis padres nos habían visto esa noche, al enterarse que yo quizás estaba embarazada viajaron desde mi reino hasta Lorey, hablar directamente con el rey, dándole la noticia de que su hijo había avergonzado a su hija, así que tomaron la decisión de casarnos para que mis padres no se avergonzaran por el hecho de que su hija había estado con un hombre sin haberse casado y ahora estaba esperando un hijo del mismo... me atraparon con artimañas en esta prisión llamada palacio —
—Mamá ¿y nunca supiste por qué mi padre estaba tan triste aquella noche? — la mujer asintió.
—Aparentemente la mujer la cual él amaba y ama aún, había desaparecido junto a su mejor amigo y su bebé — Melina se mostraba asombrada ante aquello, la historia del pasado, había conocido parte del pasado de sus padres y sentía tanto asco por su abuelo, que no podía creer que ese hombre que tanto quiso antes de morir haya sido tan malo y manipulador, obligando a las personas hacer lo que no querían y su padre era el mismo reflejo de su abuelo.
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