IV
La sangre de su rostro fue removida en su totalidad, dejando visible la herida en su ojo izquierdo dónde jamás podría volver a ver. Tomó un par de vendas de los suministros y con mucho cuidado se fue vendando aquella herida que permanecería con ella hasta por el resto de sus días.
—Un parche te sentaría bien —comentó Pieck a la distancia, obteniendo silencio como respuesta.
La cabaña dónde ambas se encontraban era un refugio creado por el antiguo comandante Erwin Smith, cuya ubicación solamente fue revelada a los líderes de escuadrón de cada facción como lo fueron Hange y Pieck en su momento; ese refugio resguardado en lo profundo del bosque sería la base de protección para los soldados en caso de encontrarse en un peligro inminente, de manera que se un líder de escuadra estaba presente, podría llevarlos a la cabaña dónde estarían seguros hasta que pudieran volver a su distrito.
Con la muerte de Erwin, Hange y Levi se encargaron del mantenimiento de la cabaña asegurándose de llenarla con suministros necesarios para sobrevivir en caso de usarse durante la guerra. Ante la invasión de Marley y la destrucción del distrito Trost, Hange sabía que el único lugar seguro en esos momentos era la cabaña, así que optó por llevar a Pieck ahí para mantenerla en resguardo con la seguridad de que nadie sabría de su paradero y por ende podría matarla de una vez por todas.
Atada a una silla con una soga en el abdomen, Pieck observaba a la castaña curarse sus heridas, no podía hacer nada para liberarse ya que sus extremidades fueron cortadas así que solo podía esperar sentada a que el vapor que emitía su cuerpo cesara terminando con la regeneración de sus brazos y piernas.
—Te volviste más fuerte que antes, no me sorprende que te hayan nombrado comandante de la legión —suspiró—, al final ese puesto siempre te perteneció.
—Me lo dieron porque Erwin murió —se giró sobre su asiento para ver de frente a su prisionera—. No tengo el puesto porque me lo merezca, lo tengo porque ustedes mataron al comandante.
—Marley lo mató.
—Tú formas parte de Marley, Pieck.
—Soy una eldiana.
—Dejaste de serlo cuando nos traicionaste —se levantó de su asiento, tomó sus cuchillas y se acercó a la guerrera—. Te mataré ahora que tus extremidades no se terminan de regenerar.
—Antes de que lo hagas, ¿me dejarías hablar?
—Tus últimas palabras no es algo que le interese escuchar.
—Yo sé que no, pero es necesario que lo hagas, aunque me sigas odiando, quiero darte las respuestas que tanto ansiabas tener —la miró fijamente al ojo derecho, sintiéndose culpable por haberle arrebatado el izquierdo—. Por el amor que alguna vez me tuviste...
—No trates de manipularme con eso —interrumpió—, no cuando tus sentimientos jamás fueron sinceros.
—Te equivocas, Hange, nunca te engañé en ese aspecto.
—Mientes —levantó su cuchilla colocándola sobre el cuello de la joven—. Me traicionaste.
—No tuve otra opción, no fue algo que haya hecho para ir en contra de Eldia, ya solo lo hice por ti.
—¡Deja de decir eso! —Exclamó ejerciendo presión con su cuchilla al tiempo que un nudo se le fue formando en la garganta—. No me culpes de tu traición.
—No lo hago, solo quiero que sepas que las decisiones que tomé las hice pensando en ti.
—¿Por qué?
—Porque te amaba, Hange... aún lo hago y la única forma en la que podía ayudarte a cumplir tu más grande sueño, era uniéndome a Marley —observó lo que se había regenerado de su brazo derecho que aún se encontraba envuelto en vapor—, solo así podría conseguir el suero que necesitabas para tu investigación con la que salvarías a nuestro hogar.
—El fin no justifica los medios, Pieck. Mataste a cientos de los nuestros.
—No hay día en el que no me culpe de ello, pero no podía regresar, Marley aún no tenía la suficiente confianza en mí para elegirme como su guerrera. No podía volver a ti con las manos vacías.
—Yo jamás te pedí que lo hicieras.
—Era un bien mayor que estaba dispuesta a pelear por ti. Si te contaba mi plan, no me hubieses dejado hacerlo, por eso solo le conté a Erwin que me iría.
—¿Él lo sabía? —Preguntó sorprendida.
—Fui su infiltrada, de la misma manera que Marley mandó a sus guerreros a Paradis, yo estuve en Liberio obteniendo información que les hice llegar, ¿o de qué manera explicas que Erwin siempre los mantuvo preparados para las invasiones a la isla?
Hange se alejó de Pieck dejando caer al suelo sus cuchillas. Por fin pudo escuchar las respuestas que tanto quería, pero algo dentro de ella se sentía devastado, tenía tanto por asimilar y el tiempo no era suficiente, estaban en medio de una guerra y sus emociones se comenzaban a desbordar.
—¿En dónde está realmente tu lealtad? —Preguntó al fin después de varios minutos en los que ambas permanecieron en silencio.
—Contigo, siempre fuiste tú mi prioridad, aunque ahora me odies y solo quieras matarme.
—No te odio —respondió manteniéndose de espaldas a la pelinegra—, traté de hacerlo varias veces, pero uno no puede odiar a la persona que quiere.
—¿Aunque te haya ocasionado tanto daño?
—Sin importar qué —dijo volteando a ver la contraria quien no pudo evitar derramar un par de lágrimas con sus palabras—. Ya no quiero seguir peleando, esta guerra me tiene harta, ya no quiero seguir jugando a ser un soldado.
—No tienes que hacerlo, tú intención nunca fue pelear.
—No sé realmente cuál es mi intención en primer lugar.
—Acércate —pidió a la castaña quien dudó un poco antes de obedecer—. Tienes el suero que tanto buscabas justo aquí, úsame en tu investigación y termina con esta guerra sin mancharte las manos con sangre.
—No van a dejarme, aunque sea la comandante de la legión, estoy segura de que harán todo lo posible por hacerte daño.
—Entonces no volvamos al distrito, que nos den por perdidas para que nadie nos moleste. Podemos quedarnos a vivir aquí un tiempo, la cabaña tiene lo suficiente para ambas estemos a salvo y puedes continuar tu investigación sin problema. Piénsalo un momento, Hange, quedarnos aquí es lo único que nos queda.
—¿Y abandonar todo lo vale?
—No me importa si se trata de ti.
—Pieck...
—Sé que hace cinco años arruiné nuestra relación con esto y sé que posiblemente hayas dejado de amarme con mi traición, lo cual estaría bien porque me lo merezco, así que déjame compensar el dolor que te causé de esta manera, es lo único que tengo para ti —se inclinó un poco hacia adelante para juntar su frente con la ajena—. Nunca dejé de amarte, Hange.
—¿Cómo sé que no mientes? —Preguntó alejándose un poco del rostro de Pieck.
Aquella pequeña distancia que las separaba poco a poco se fue acortando hasta que sus labios se unieron lentamente en un cálido y nostálgico beso que las hizo volver al pasado cuando la relación de ambas aún no era destrozada por la guerra. En esos cincos años de engaños y separación, el sentimiento mutuo que tenían jamás se desvaneció y en aquél beso que por fin pudieron darse, se dejaron en claro lo mucho que aún se amaban y se extrañaban.
Separándose de aquella muestra de afecto, Pieck llevó su mano izquierda, que ya se había regenerado por completo, al rostro de Hange para limpiar la lágrima que su ojo derecho había derramado.
—Sin importar qué, siempre te amaré, Hange —mencionó acariciando su mejilla.
—Sin importar qué —respondió con una sonrisa de medio lado—. Lo siento.
—¿Por qué te disculpas?
—Traté de matarte.
Pieck no pudo evitar reír un poco.
—Me lo merecía, después de todo me volví tu enemiga, además —pasó su mano por el vendaje de Hange—, jamás me perdonaré por esto.
—Eso ya no importa —dijo sujetando la mano de Pieck para depositar un beso en ella.
—Hange, quedémonos en el bosque, vivamos juntas aquí hasta obtener la cura.
—Está bien —respiró profundamente—, quedémonos aquí.
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