Capitulo 9
POV Narrador:
Nami caminaba al lado de Satoru, su mente todavía procesando todo lo que había ocurrido. Tras el inesperado combate y haber obtenido el mapa de la Gran Ruta Marítima, ahora se encontraba cuestionándose a dónde irían a continuación. La idea de robarles a los piratas de Buggy no le parecía tan mala, pero lo que realmente la desconcertaba era el hecho de que Satoru parecía tan relajado en todo esto.
Nami: Satoru, ¿Ahora adónde vamos? —preguntó mientras caminaba al lado de él, sintiendo que la situación se volvía más y más extraña con cada paso.
Satoru: ¿No es obvio? Vamos por el tesoro de Buggy. Ladrón que roba a ladrón tiene el perdón de Dios.
Al escuchar esa respuesta, una chispa de complicidad se encendió en los ojos de Nami. Por primera vez, estaba de acuerdo con él. Robarle a los piratas de Buggy le parecía mucho más justo que robarle a otros.
Nami: Por primera vez dices algo con lo que estoy de acuerdo.
Satoru: Bien, haz lo que te digo. Mantente cerca de mí y saldrás sin ninguna herida cuando enfrentemos a Buggy.
Nami no pudo evitar alzar las cejas, sorprendida por la audacia de Satoru.
Nami: ¿Qué? ¿Lo vas a enfrentar directamente? —sus ojos se abrieron aún más en sorpresa. Buggy no era cualquier pirata. Con una recompensa de 15,000,000 de berries, era un hombre al que muchos temían.
En East Blue, una recompensa como la de Buggy era sinónimo de un pirata peligroso. Pero aún así, Nami no podía dejar de pensar en la diferencia de poder entre Buggy y Satoru. A pesar de todo lo que sabía sobre los piratas, nunca había visto a alguien tan seguro de sí mismo como él.
Aún así, una parte de ella se sentía un poco insegura. Buggy tenía a su tripulación, su propio barco, y una fama que lo precedía, pero las palabras de Satoru eran claras y confiadas.
Satoru no pareció preocupado en absoluto. Miró a Nami con una sonrisa aún más amplia.
¿Buggy? En East Blue, no hay nada realmente peligroso. A excepción de algunas apariencias como la de Dracule Mihawk, aquí no hay nadie que pueda hacerle frente a Satoru. Además, conocía sus límites, y en este lugar, Satoru era él más poderoso.
Nami lo observó un momento, la impresión de su desbordante confianza se hacía más evidente. Sin embargo, no podía negar que, a medida que avanzaban, algo dentro de ella comenzaba a relajarse. Satoru parecía tener todo bajo control, aunque el simple hecho de enfrentarse a un pirata con esa recompensa le parecía una locura.
A pesar de sus dudas, Nami no pudo evitar sentir una pequeña chispa de emoción. Estaba a punto de enfrentarse a algo grande, con Satoru a su lado. Y si algo había aprendido de él, era que con él, cualquier cosa era posible.
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Satoru y Nami observaban desde un lugar seguro el campamento de los piratas de Buggy. La atmósfera estaba cargada de tensión, pero Satoru no parecía muy afectado. De hecho, soltó un bostezo, claramente sin mucho interés en la situación. Nami, por otro lado, se mantenía pensativa, claramente evaluando sus opciones para robar los tesoros de Buggy.
Satoru: Le das muchas vueltas, mujer. El plan es sencillo, entrar y salir.
Nami frunció el ceño, aún dándole vueltas al asunto.
Nami: ¿Entrar y salir? —Satoru asintió con una sonrisa despreocupada.
Satoru: Sí, entrar y salir. —Nami lo miró con escepticismo.
Nami: Suena más fácil decirlo que hacerlo. ¿No tienes otra idea? —dijo, cruzándose de brazos. Usualmente, Nami confiaba en su encanto femenino para robarle a los piratas, pero aquí no parecía tan seguro.
Satoru, sin perder su actitud relajada, le respondió con una sonrisa aún más amplia.
Satoru: Lanzarnos a los putazos sin miedo. —dijo señalando a los piratas reunidos con una mano, como si se tratara de una opción obvia. Nami suspiró, claramente no convencida por el plan. Sin embargo, su mente ya estaba trabajando en otra alternativa.
Nami: Tengo un mejor plan. Te amarro y te entrego como un falso prisionero. Así me gano la confianza de Buggy y puedo robar sus tesoros más fácilmente. —La sonrisa de Nami se amplió mientras pensaba en su doble propósito. No solo quería robar el tesoro de Buggy, sino también apoderarse del barco de Satoru. A medida que lo pensaba, su plan se veía más y más prometedor. —(Puedo seguir reuniendo berries y así estar más cerca de comprar Cocoyashi Village, además de liberarme de ti...)
Pero Satoru, con su mirada perceptiva, pudo ver más allá de su plan. Sabía lo que Nami estaba tramando, aunque ella pensaba que su estrategia era infalible. A pesar de la naturaleza de su situación, Satoru, un hombre con una mente tan aguda como un rayo, había visto esa jugada antes. Como latinoamericano, tenía una comprensión innata de cómo funcionaban las trampas. Mientras Nami apenas estaba comenzando, él ya había pasado por cinco situaciones similares. Sabía que Nami necesitaría hacerlo mucho mejor si quería engañarlo.
Satoru: Nah ah, mi plan es mucho mejor. —con eso dicho, comenzó a caminar hacia el grupo de piratas de Buggy, como si nada.
Mientras avanzaba, Satoru levantó una mano y le hizo una señal a Nami para que lo siguiera. Nami, frustrada por su falta de control sobre la situación, soltó un suspiro. No iba a poder liberarse de él tan fácilmente, pero al menos aún podía sacar provecho del desastre que seguramente Satoru causaría. Un plan de contingencia empezó a formarse en su mente, y con una sonrisa astuta, decidió seguirlo.
A lo lejos, la risa de los piratas resonaba, y Nami sabía que esta sería una oportunidad para sacar algo más de esta situación. Después de todo, ¿quién mejor para crear un caos que Satoru?
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Los piratas de Buggy celebraban como si no hubiera un mañana. Bebían, comían y hacían trucos de circo, reflejando la influencia de su líder, el infame "Buggy el inmortal". Sin embargo, la diversión se vio abruptamente interrumpida cuando dos figuras aparecieron entre la multitud.
Satoru caminaba con su característica sonrisa casual, mientras que Nami, siguiéndolo de cerca, no podía creer que este fuera realmente su plan. ¿Acaso pensaba simplemente aparecer en medio de la tripulación y que todo saldría bien?
Dentro de la carpa principal, Buggy el Payaso descansaba sobre su trono improvisado, con una expresión de fastidio en su rostro pintado. Era un hombre alto con cabello azul largo, ojos grises y, por supuesto, su infame nariz roja, que era completamente real. Su maquillaje de payaso y su extravagante atuendo solo aumentaban su aire ridículo.
Cuando sus ojos se posaron en los recién llegados, Satoru tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no reírse en su cara. Por más que intentaba mantener la compostura, simplemente no podía tomarse en serio a alguien con esa apariencia.
Buggy: Mira qué tenemos aquí. ¿Quiénes se supone que son? —preguntó con una sonrisa, sus ojos clavándose en la llamativa vestimenta de Satoru.
Satoru, sin perder el ritmo, respondió con total confianza.
Satoru: ¿Yo? Yo soy el guapo Satoru Gojo. —dijo con una sonrisa radiante, como si fuera lo más importante que Buggy había escuchado en su vida.
Nami, al escuchar semejante presentación, no pudo evitar llevarse una mano al rostro en un evidente facepalm.
Nami: (¿Por qué este tipo tiene que alardear sobre sí mismo todo el maldito tiempo?) —pensó con irritación, sintiendo cómo su paciencia se agotaba poco a poco.
Buggy, por su parte, arqueó una ceja, claramente confundido.
Buggy: ¿Satoru Gojo?... Nunca he escuchado ese nombre. —dijo con desinterés, cruzándose de brazos— ¿Qué te trae aquí junto a tu amiguita?
El payaso pirata no estaba de buen humor, y la actitud despreocupada de Satoru solo lo estaba irritando más. Sin embargo, si había algo que Satoru sabía hacer bien, era molestar a la gente… y, por supuesto, hacer que se rindieran ante su presencia.
El ambiente en la carpa de Buggy se volvió tenso en cuestión de segundos. Todos los piratas presentes palidecieron cuando Satoru soltó aquel insulto prohibido. No importaba lo loco que fuera su capitán, había una regla no escrita entre los tripulantes de Buggy: nunca mencionar su nariz.
Satoru, sin inmutarse, sonrió aún más.
Satoru: Podemos hacer esto de dos maneras, mira, naricota. —remarcó la palabra con total descaro, haciendo que la vena en la frente de Buggy palpitara peligrosamente— La primera, nos entregan sus tesoros por las buenas y todos felices. La segunda… me los puteo a todos aquí mismo. Ustedes deciden.
El ojo de Buggy tembló con furia mientras su ceja se arqueaba repetidamente. Su paciencia pendía de un hilo.
Buggy: ¿Te atreves a insultar mi nariz? —preguntó con una voz que oscilaba entre incredulidad y rabia.
Nami: ¡Idiota! ¡¿Tenías que insultarlo?! —le gritó, agarrándolo por el cuello de la camisa y agitándolo de un lado a otro de manera cómica.
En ese momento, una nueva voz interrumpió la escena.
???: Señor Buggy, no se moleste en ponerse de pie.
Buggy dirigió una mirada de reojo a su jefe de personal y sonrió con malicia.
Buggy: Ah, Cabaji… ¿Quieres encargarte tú de este payaso?
Desde la penumbra de la carpa, un hombre alto y delgado avanzó montado en un monociclo. Su cabello verde oscuro caía de manera desordenada, cubriendo parte de su rostro, mientras que las secciones afeitadas resaltaban en un tono más claro. Su vestimenta extravagante, que incluía una bufanda de cuadros y una chaqueta morada sin mangas, le daba un aire tan teatral como el de su capitán.
Cabaji detuvo su monociclo y sacó su katana con un movimiento fluido.
Cabaji: Así es, señor Buggy. Déjeme mostrarle a este insolente el poder de los piratas de Buggy. —declaró con confianza, apuntando su espada directamente a Satoru.
La tensión en la carpa aumentó exponencialmente. Los piratas de Buggy observaban con asombro cómo Satoru ignoraba por completo a Cabaji, tratándolo como un simple extra en la función.
Satoru: Mirá, guacho, estoy hablando con el dueño del circo, no con los changuitos. No me interesan los segundones. —declaró con total descaro, agitando su mano en un gesto despectivo. Los piratas sintieron un escalofrío recorrer sus espaldas.
"¿Acaso este tipo no sabe dónde está parado?"
"¡Le acaba de decir segundón a Cabaji! ¡A Cabaji!"
Cabaji, cuyo orgullo ya había sido herido por la simple presencia confiada de Satoru, sintió que su rabia alcanzaba un nuevo nivel. Su ceja se crispó violentamente y sus dientes rechinaron con furia.
Cabaji: ¿¡Segundón!? ¡¿Me llamaste segundón?! ¡¿Crees que puedes simplemente ignorarme y despedirme como si nada?!
Satoru: Sí.
Cabaji sintió cómo su alma abandonaba su cuerpo por un instante. La respuesta fue tan directa, tan sencilla, que casi lo hace tropezar con su propio monociclo. Pero no. Él no se dejaría humillar de esa manera.
Cabaji: ¡Pues entonces déjame mostrarte el poder del Gran Cabaji! ¡Asesinato en los baños termales!
Dicho esto, comenzó a pedalear su monociclo con una velocidad impresionante, rodeando a Satoru y Nami en círculos. Las espadas que llevaba en ambas manos rasgaban el suelo, levantando una polvareda densa que dificultaba la visibilidad.
Los piratas de Buggy, que ya daban la pelea por terminada, estallaron en vítores y risas.
"¡Ya valió ese tipo!"
"¡Cabaji lo va a hacer picadillo!"
"¡Nadie sobrevive al Asesinato en los Baños Termales!"
Mientras tanto, Nami se pegó más a Satoru, observando con preocupación cómo la nube de polvo los envolvía.
Nami: Oye, haz algo, ¿no?
Satoru, con su sonrisa intacta, simplemente metió las manos en los bolsillos y esperó. Como si lo que estuviera ocurriendo fuera una simple distracción sin importancia.
Cabaji: ¡Prepárate a morir! —gritó Cabaji mientras continuaba girando con su monociclo a toda velocidad, las espadas listas para cortar a Satoru. El polvo y el humo generado por el movimiento veloz de sus espadas creaban un campo de visión casi nulo.
Sin embargo, había un pequeño detalle: los seis ojos de Satoru Gojo. Gracias a su increíble habilidad, podía ver a través de todo ese caos sin problema. Sabía exactamente dónde estaba Cabaji en todo momento.
Satoru, sin prisa, silbó despreocupadamente mientras detenía las espadas de Cabaji con una facilidad increíble. Las hojas pasaron a centímetros de su rostro, pero Satoru las bloqueó con una calma que desbordaba confianza. Nami, al ver cómo las espadas venían a toda velocidad hacia ella, soltó un chillido de terror, instintivamente pegándose aún más contra Satoru.
Satoru: Ya tuviste tu turno, sigue el mío. —dijo con una sonrisa, mirando la expresión de sorpresa de Cabaji.
Cabaji: ¡¿Qué?! ¡¿Detuvo mi ataque?! ¡Puaj!
En un parpadeo, Satoru levantó la mano y lanzó un golpe de palma directo al pecho de Cabaji. El impacto fue brutal. Cabaji salió volando hacia atrás, estrellándose contra una de las mesas y rompiéndola en pedazos. La escena fue tan rápida y tan potente que los piratas de Buggy apenas tuvieron tiempo de reaccionar.
Satoru, después de su demostración de poder, se sacudió el polvo de la ropa con indiferencia, como si no fuera nada. Los piratas de Buggy, en shock, se quedaron paralizados por un momento, sin creer lo que acababan de ver.
Piratas de Buggy: ¿Cómo...? ¿Solo un golpe?
Sus expresiones confiadas desaparecieron por un segundo. Pero luego, recordaron que todavía tenían a su capitán, Buggy, y a su primer oficial, Mhoji. Esto les dio un poco de aliento.
Satoru: Como dije, segundones. En fin, ¿en qué estábamos? —preguntó Satoru, volviendo su atención a Buggy, como si nada hubiera pasado.
Buggy: Tsk. —chasqueó la lengua, viendo cómo Cabaji había sido derrotado de un solo golpe. Pero rápidamente sonrió, no dejándose intimidar. — Bien, eres fuerte, derrotaste a Cabaji, pero... ¿podrás contra una bala de cañón especial Buggy? —preguntó mientras un pirata apuntaba a Satoru y Nami con un cañón. Dentro del cañón había una bala roja con la insignia de los Piratas de Buggy.
Satoru: ¿Balas, Buggy? —Satoru observó el cañón sin inmutarse, ni un ápice de miedo o duda en su rostro. Simplemente sonrió. — ¿Crees que tu juguete puede hacerme algo?
Viendo cómo el pirata comenzaba a encender la mecha, Satoru no se movió ni un centímetro de su lugar. La situación parecía un juego para él, mientras el cañón se preparaba para disparar.
Nami, con el corazón acelerado, corrió rápidamente para apartarse de la línea de fuego del cañón. Al darse vuelta, sus ojos se abrieron de par en par al ver que Satoru seguía ahí, con esa sonrisa de "todo está bien", como si nada fuera a ocurrir.
Nami: ¡Satoru! ¡¿Qué diablos haces?! ¡Muévete o te van a matar! —gritó, con una mezcla de preocupación y asombro. No podía creer lo que veía: Satoru no se movía ni un ápice de la línea de fuego.
Satoru, sin inmutarse, soltó un bostezo, y de repente...
¡BOM!
La bala del cañón salió disparada con una fuerza brutal hacia Satoru, y cuando la bala lo alcanzó, la explosión fue devastadora. La onda expansiva arrasó todo a su paso, destruyendo el área a su alrededor. Los piratas de Buggy, al ver lo que creían sería la derrota de Satoru, estallaron en carcajadas.
Piratas de Buggy: ¡Ja! ¡Lo hicimos!
Nami, por otro lado, miraba todo en estado de shock, sus ojos bien abiertos, incrédula. No podía creer lo que acababa de ocurrir. La explosión fue tan fuerte... ¿cómo podía estar Satoru allí, de pie, sin moverse, cuando la bala lo había impactado de lleno?
Nami: S... Satoru... —susurró, sus palabras vacías de confianza. Sintió cómo sus piernas se volvían de gelatina, dejándola caer al suelo, sentada.
La incredulidad la envolvía. No podía creer que Satoru realmente se hubiera dejado matar. A pesar de todo, Satoru era molesto, pero también tenía su encanto. Era extraño, pero incluso con su comportamiento, no podía negar que había algo en él que la hacía sentir que era más que solo un fanfarrón.
Buggy: Parece que solo era un fanfarrón. No era la gran cosa. —comentó Buggy, mirando cómo el humo comenzaba a disiparse, seguro de su victoria.
Sin embargo, justo cuando las risas llenaban el aire, una voz tranquila interrumpió el momento.
Satoru: ¿Quién dice que no soy la gran cosa? —preguntó, su tono relajado y despreocupado. Cuando el humo se disipó por completo, Satoru apareció de pie, exactamente en el mismo lugar donde había estado, sin ningún rasguño, sin siquiera un poco de polvo en su ropa.
Todos, sin excepción, quedaron en shock. La explosión de la bala de cañón había sido brutal, y sin embargo, Satoru estaba completamente ileso. Parecía como si la bala nunca lo hubiera tocado.
Nami, al verlo intacto, soltó un suspiro de alivio. Sin embargo, la confusión la invadió. ¿Cómo era posible? ¿Cómo podía estar tan bien después de haber recibido de lleno la bala del cañón?
Nami: ¿Cómo...? ¿Cómo lo hizo...? —musitó, todavía atónita.
Satoru, mirando a todos con su habitual sonrisa, se encogió de hombros, como si hubiera hecho lo más natural del mundo.
Satoru: ¿Eso era todo? —dijo con tono casual, mientras daba un paso adelante, sin ningún signo de estrés o preocupación. —¿A eso le llamas poder? —se rió Satoru mientras levantaba su dedo índice a la altura de su pecho. —Déjame mostrarte algo, narizota.
Con esas palabras, Satoru alimentó su Ilimitado Inverso con energía positiva, generada a partir de su técnica maldita inversa, que contrarrestaba la energía maldita negativa normalmente asociada con su técnica. Al hacer esto, invirtió el efecto del Ilimitado, llevando el concepto de divergencia a la realidad. En lugar de una atracción, la energía generó un fuerte efecto repelente.
Un orbe rojo vibrante se manifestó en la punta de su dedo índice, y la realidad misma parecía ceder ante la voluntad de Satoru. El orbe brillaba con un poder tan abrumador que la atmósfera misma parecía temblar, enviando ondas de presión que ponían los pelos de punta a todos los presentes.
Satoru: Convergencia, divergencia... ¿Qué crees que pase cuando este vacío se desate?
Sin esperar respuesta, Satoru disparó el orbe rojo directamente hacia Buggy y sus piratas. La esfera voló hacia ellos, y al momento de hacer impacto, explotó con una fuerza repulsiva masiva, liberando una onda expansiva que destruía todo a su paso. El suelo tembló con la fuerza del impacto, y el aire se llenó de una presión inhumana.
En cuestión de segundos, el área quedó devastada. La explosión había arrasado con todo lo que estaba a su alcance, dejando nada más que ruinas y caos. La onda expansiva que resultó de ese ataque lo barría todo, y el eco de la destrucción resonaba en la distancia.
Satoru, con una calma que parecía sacada de otro mundo, observó el desastre sin inmutarse. Solo necesitó un solo ataque para acabar con todo, dejando claro que no solo sus palabras eran poderosas, sino que sus acciones podían moldear la realidad misma a su voluntad.
Los piratas de Buggy, incluidos los más cercanos a la escena, ya no sabían cómo reaccionar. La magnitud del poder de Satoru había superado cualquier cosa que hubieran experimentado antes, y la incertidumbre de su destino flotaba sobre ellos como una sombra.
Fin dél capítulo
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