Capitulo 8

Pov narrador

Nami cruzó los brazos y frunció el ceño, esperando una respuesta clara.

Nami: ¡Ya dímelo de una vez! ¡¿Qué eres?! Ningún humano debería poder hacer lo que tú haces.

Satoru suspiró con dramatismo mientras colocaba dos latas de refresco sobre la mesa.

Satoru: No me grites, Nami. Observa con atención.

Nami alzó una ceja, confundida, pero decidió prestar atención. Ante sus ojos, la primera lata pareció recibir un impacto invisible, dejando una gran abolladura en su superficie mientras la bebida se derramaba. Luego, la segunda lata comenzó a contorsionarse y estrujarse como si una fuerza invisible la estuviera aplastando hasta que quedó completamente destrozada.

Nami: ¿Qué... fue eso?

Satoru sonrió y apoyó el codo sobre la mesa con una expresión tranquila.

Satoru: Escucha con atención, Nami. La primera lata fue golpeada con energía maldita, la segunda fue con mi técnica ritual.

Nami frunció aún más el ceño.

Nami: ¿Técnica ritual? ¿Energía maldita? Será mejor que te expliques, Satoru. —dijo, entrecerrando los ojos, esperando una respuesta lógica. Satoru se estiró con pereza antes de asentir.

Satoru: Bien, Nami, presta atención, ya que el gran Satoru te dará una clase sobre la energía maldita. —dijo con una sonrisa mientras se sentaba tranquilamente.

Para Satoru, no había razón para ocultar la existencia de la energía maldita. Después de todo, él era el único que realmente podía explicarla y, hasta donde sabía, nadie más en este mundo podía usarla. ¿Por qué no divertirse un poco enseñándole a Nami algo que probablemente nadie más entendería?

Satoru sonrió al ver la expresión de Nami, una mezcla de sorpresa y escepticismo.

Satoru: Bien, empecemos con la energía maldita. La energía maldita es un tipo de energía que nace de las emociones negativas y naturalmente fluye a través del cuerpo.

Nami frunció levemente el ceño al escuchar aquello. ¿Energía nacida de emociones negativas? No sonaba como algo muy confiable. Sin embargo, antes de que pudiera interrumpirlo con preguntas, Satoru continuó.

Satoru: La energía maldita tiene muchos usos. Por ejemplo, manipulo su flujo dentro de mi cuerpo para endurecerlo o fortalecerlo, lo que me permite aumentar mi propia fuerza, velocidad y resistencia.

Nami entrecerró los ojos, tratando de recordar si alguna vez había oído hablar de algo así. No tenía mucho sentido, pero explicaba varias cosas sobre Satoru. Su velocidad absurda, su fuerza descomunal… Si lo que decía era cierto, entonces podía aumentar su poder a voluntad.

Nami: Eso explica tu velocidad y fuerza, pero no el hecho de mandar a volar personas.

Satoru soltó una risa ligera, claramente disfrutando de la confusión de Nami.

Satoru: Oh, qué desesperada, aún no termino de explicar. —Con una sonrisa, Satoru señaló la lata abollada que había sido golpeada anteriormente. —La energía maldita también se puede generar como fuerza bruta para destruir un objetivo. Puede ser lanzada directamente al enemigo o usarse para mejorar los ataques físicos de una persona.

Nami miró la lata naranja con atención. Si ese pequeño golpe había sido suficiente para abollar el metal, ¿de qué sería capaz si lo usara contra una persona?

Nami: Fortalecer el cuerpo… lanzar ataques invisibles con esta energía maldita… —murmuró para sí misma, aún tratando de procesarlo todo. Era difícil de creer, pero lo había visto con sus propios ojos.

Sin embargo, había algo que aún no encajaba.

Nami: Eso todavía no explica lo de los marines. No solo los golpeaste, sino que fueron arrastrados como si los estuviera jalando algo invisible.

Satoru sonrió aún más.

Satoru: Ah, eso... —se inclinó hacia adelante con una expresión juguetona— Eso es gracias a mi técnica ritual. Y créeme, Nami… esto apenas es la punta del iceberg.

Satoru, con su sonrisa traviesa y su actitud relajada, miraba a Nami mientras disfrutaba del momento. No era solo su poder lo que dominaba la situación, sino también su presencia. Su forma de ser, llena de confianza, hacía que la atmósfera se cargara de una energía peculiar, algo que Nami no podía evitar notar, a pesar de lo frustrante que era.

Satoru: Pero lo de mi técnica ritual, será para otro día. Además, dudo que la entiendas. —Dijo con un tono burlón mientras observaba a Nami, disfrutando de la curiosidad que claramente comenzaba a consumirla.

Nami: ¡Oye! ¡No puedes simplemente darme explicaciones a medias! ¡Dime todo de ti! —gritó Nami, señalando a Satoru, exigiendo respuestas.

Satoru se recostó con una sonrisa aún más amplia, relajado en su silla como si estuviera en un escenario y el público esperara su próximo movimiento.

Satoru: ¿Así de plano? Ya sé que soy irresistible, pero por lo menos invítame un café primero.

Las palabras de Satoru hicieron que Nami se pusiera roja, no solo de ira, sino también de una leve vergüenza, algo que él, claramente, había notado.

Nami: ¡No me refería a eso!

Satoru: Ya, ya, ya. Qué no te dé vergüenza admitir que te gustó, Nami. No te culpo. ¿Quién podría resistirse a este bizcocho?—Mientras hablaba, Satoru adoptó varias poses como si fuera una modelo, presumiendo su propia belleza, disfrutando de cada instante.

Aunque no era el Satoru original, sino alguien que había obtenido su cuerpo, disfrutaba demasiado de la perfección que había adquirido. Aquel cuerpo de ojos azules y cabello blanco, con su aspecto puntiagudo y atractivo, era suyo ahora, y aprovecharía cada momento de su nueva apariencia. ¿Quién no lo haría?

Y aunque la venda negra cubriera sus ojos, dándole un toque misterioso, Satoru no podía evitar el regodearse en su atractivo físico, sin preocuparse demasiado por las consecuencias de su actitud juguetona.

Nami apretó los dientes, su ceño fruncido reflejaba su frustración. Satoru tenía la pésima costumbre de cambiar el tema y evadir respuestas cuando más interesada estaba.

Nami: ¡No me refería a eso, idiota!

Satoru: Ajá, ajá, claro, claro —dijo con una sonrisa burlona mientras seguía posando como si estuviera en una sesión de fotos.

Nami sintió un tic en la ceja. Este tipo era desesperante. No solo era absurdamente fuerte, sino que además tenía una personalidad insoportable.

Nami: ¡Deja de hacer tonterías y dime más sobre tus habilidades!

Satoru dejó de hacer poses por un momento y la miró con diversión.

Satoru: Mmm… nop.

Nami: ¡¡¿Qué?!!

Satoru: Ya te dije bastante por hoy. Además, si revelo todos mis secretos de golpe, ¿qué misterio me quedaría? —Se encogió de hombros con una sonrisa despreocupada. Nami se cruzó de brazos, aún molesta, pero sabía que no iba a sacarle más información de inmediato. —Pero tranquila, Nami, Tendremos tiempo de sobra para que te enamores más de mí y descubras lo increíble que soy.

Nami: ¡Cállate! —gritó, con las mejillas levemente sonrojadas por la rabia y la vergüenza.

Mientras Nami refunfuñaba, Satoru se acomodó en la cubierta, disfrutando del viento marino. A pesar de no ser el original, disfrutaba demasiado de este cuerpo. Era fuerte, guapo y con unos ojos que, aunque en este momento estuvieran cubiertos, eran simplemente deslumbrantes.

Sí, definitivamente aprovecharía al máximo ser un pasito rico de cabello blanco y ojos azules.

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Al llegar finalmente a la isla, Satoru aterrizó en el muelle con un ágil salto, cayendo de pie con la gracia de quien estaba acostumbrado a saltar grandes distancias sin esfuerzo.

Satoru: Nami, información. —dijo con una sonrisa mientras se sacudía las manos, como si de alguna manera todo aquello fuera tan fácil para él.

Nami, ahora más confiada por haber aprendido un poco sobre las habilidades de Satoru, respiró hondo antes de responder.

Nami: Estamos en la isla Organ, y esta es la ciudad Orange. Se dice que aquí está Buggy el inmortal junto a toda su tripulación.

Satoru asintió, tomando la información sin mucho interés, pero sabiendo que su próxima acción sería lo que realmente contara. Con Nami a su lado, nada podría detenerlo.

Satoru caminaba con paso firme, seguro de sí mismo y del rumbo que seguía.

Satoru: Bien, vamos por ese mapa. Síganme los buenos. —dijo con una sonrisa confiada mientras comenzaba a caminar hacia su destino. Gracias a sus seis ojos, ya sabía exactamente dónde estaba el barco de Buggy-God.

Nami, levantando una ceja con escepticismo, lo siguió de cerca.

Nami: ¿Por lo menos sabes dónde estás yendo?

Satoru: Pues claro que lo sé. Estamos yendo en línea recta. —respondió con tono juguetón, como si fuera lo más obvio del mundo.

Nami soltó un suspiro, algo entre frustración y resignación. Estaba acostumbrada a las respuestas crípticas y a la arrogancia de Satoru, pero aun así no podía evitar sentirse un poco molesta.

Mientras avanzaban, ambos comenzaron a notar un ambiente extraño. No había casi personas a la vista, y las casas alrededor estaban destrozadas, lo que creaba una atmósfera sombría. Nami frunció el ceño, apretando los puños mientras observaba los vestigios de destrucción a su alrededor.

Este era el sello de los piratas de Buggy, y era algo que Nami no podía soportar. La falta de empatía de los piratas, su deseo de dinero sin importar a quién lastimaran, le recordaba demasiado a lo que su propio pueblo había sufrido. Esa injusticia, esa sensación de impotencia… No podía evitar que le doliera.

Satoru: ¡Namiiiiiiii! ¡Te estoy hablando! —gritó, sacándola abruptamente de sus pensamientos.

Nami parpadeó un par de veces, volviendo al presente y dándose cuenta de que había estado perdida en sus recuerdos.

Nami: ¿Eh? Oh, perdón, estaba pensando...

Satoru se rió entre dientes, sin mostrar el menor asomo de preocupación por el estado emocional de Nami.

Satoru: En fin, llegamos al barco de ese tal Buggy. Aquí debería estar el mapa de la Gran Ruta Marítima. —dijo, señalando el barco que se alzaba frente a ellos.

Aunque la situación era peligrosa, Satoru no mostraba ni la más mínima señal de incomodidad, confiado de su poder. Nami, sin embargo, aún no podía dejar de sentirse intranquila por todo lo que había pasado antes. Pero ahora solo quedaba un paso más hacia lo que estaban buscando: el mapa.

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Nami, con una expresión de satisfacción en su rostro, alzó la voz mientras salía de la cabina de mando del barco, el mapa de la Gran Ruta Marítima en mano.

Nami: ¡Satoru! ¡Encontré el mapa!

Satoru, que estaba observando el entorno con total calma, giró hacia ella con una sonrisa.

Satoru: Por fin. —Tomó el mapa que Nami le extendió y comenzó a examinarlo detenidamente. Su expresión era de pura concentración, pero su mirada mostraba una clara evaluación, como si supiera exactamente lo que estaba viendo, como si fuera un experto en mapas y rutas. —Interesante, muy interesante.

Nami, viendo la manera en que Satoru miraba el mapa, no pudo evitar preguntar, aún con una ligera esperanza de que tal vez estuviera entendiendo algo.

Nami: ¿De verdad lo entiendes?

Satoru: No. —Satoru, sin perder su sonrisa, respondió de manera casual, quitando toda la fachada que había mostrado antes.

Nami soltó un suspiro aliviado pero también frustrado. Por un momento, había creído que Satoru sabía lo que hacía, pero eso rápidamente se desvaneció.

Nami: Eres increíble. —dijo, ahora con un tono claramente sarcástico, mientras le quitaba el mapa de las manos de Satoru.

Satoru, sin inmutarse, respondió con un tono igualmente despreocupado.

Satoru: Dime algo que no sepa.

A pesar de la burla, Satoru disfrutaba de la situación. Sabía que lo que Nami había dicho no era verdad, pero en su mente, un halago, aunque fuera sarcástico, siempre era un halago.

Pero antes de que pudieran continuar con la conversación, una voz resonó detrás de ellos, seguida por una risa.

???: Baya baya, miren lo que tenemos aquí, unos ladrones.

Satoru, con una expresión de aburrimiento, giró hacia la fuente de la voz, observando a los tres hombres que se acercaban. No mostraba ningún signo de preocupación, como si ya hubiera anticipado el encuentro.

Los tres hombres estaban allí, uno de ellos con una estatura media, piel morena y cabello castaño que estaba peinado de manera peculiar, con mechones separados a ambos lados de su cabeza. Aunque su postura era desafiante, no parecía especialmente fuerte o amenazante. Satoru los estudió brevemente, sin mostrar interés real, pero aún así manteniendo su atención sobre ellos, sabiendo que esta pequeña interrupción podría ser interesante.

El primer hombre, el de piel morena y cabello castaño, parecía el líder del grupo. Sin embargo, el segundo era un tipo imponente, mucho más alto, con la cabeza calva y una piel pálida. Su cuerpo estaba marcado por varias cicatrices, algunas en la cabeza, otras en los brazos. Las cicatrices en su cabeza formaban dos líneas horizontales que rodeaban la parte superior de su cráneo, mientras que sus brazos estaban igualmente cubiertos por marcas, como si hubiera sobrevivido a innumerables batallas.

El último, aunque de estatura media, destacaba por su cabello corto y su tono de piel bronceada. Era pelirrojo, y sus patillas eran grandes y prominentes, dándole un aire peculiar. Llevaba maquillaje en los ojos y labios, y aunque parecía tener un estilo llamativo, su físico no daba la impresión de ser especialmente fuerte.

Satoru, sin mostrar ni un ápice de preocupación, observó a los tres y sonrió ligeramente mientras señalaba al primero de ellos, el moreno.

Satoru: No me hables con ese tono... Dé piel.

El hombre moreno, claramente irritado por el comentario, frunció el ceño y levantó su espada mientras sus compañeros también desenvainaban sus armas.

Moreno: ¿Sabes quiénes somos, mocoso? ¡Somos los Superhumanos Domingos!

El primer pirata gritó con rabia, haciendo que Nami diera un paso atrás, pero Satoru seguía tranquilo, casi como si estuviera escuchando una broma. El hombre continuó con su amenaza, ignorando por completo la indiferencia de Satoru.

Moreno: ¡Somos de la tripulación de los piratas de Buggy! ¡Ahora pagarán por atreverse a robarnos!

Los tres piratas se lanzaron al ataque con rapidez, sus espadas brillando bajo el sol mientras se aproximaban a Satoru y Nami. Sin embargo, Satoru ni siquiera se inmutó. Su expresión era tan relajada como siempre. En un suspiro, soltó un pequeño bostezo, como si la situación no tuviera importancia.

Con un movimiento fluido, concentró energía maldita en su mano derecha. La energía se condensó rápidamente, adquiriendo una forma palpable y potente. Sin esfuerzo, extendió su brazo y les dio una simple bofetada. No fue un golpe violento, pero el poder detrás de esa pequeña acción era descomunal.

Los tres piratas fueron lanzados por los aires, sus cuerpos se elevaron con fuerza antes de caer pesadamente al agua. El sonido de sus caídas resonó como un estrépito sordo, y todo quedó en silencio.

Satoru: Bueno, eso fue rápido.

Nami observó con asombro, aún en shock por la facilidad con la que Satoru había manejado la situación. Ella sabía que él era fuerte, pero este nivel de poder era algo que no se podía ignorar. Satoru se giró hacia ella con una sonrisa de suficiencia, como si lo que acababa de suceder fuera la cosa más normal del mundo.

Satoru: ¿Ves? Así de fácil. Los piratas de Buggy no son nada comparado con lo que he enfrentado.

Nami, sin saber si sentirse impresionada o aterrada, miró a Satoru, consciente de que aún quedaba mucho por descubrir sobre él.











Fin dél capítulo

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