capitulo 2
POV Satoru
Estaba mirando a los idiotas que habían derribado mi puerta, con sus caras llenas de confusión y enojo. La verdad, no podía culparlos, mi actitud despreocupada claramente los había descolocado. Pero, vamos, ¿en serio esperaban que temiera a un montón de piratas saqueadores? Sin sus números y armas, no eran más que personas comunes, sin una pizca de haki o poderes de una fruta del diablo.
Aunque, siendo justos, en East Blue los piratas eran más ruido que peligro real. No había nadie por aquí que pudiera hacerme frente o, al menos, hacerme sudar en una pelea. Claro, había excepciones como Luffy o Shanks, pero, por ahora, ellos todavía no eran las leyendas que todos en el mundo pirata llegarían a conocer. Bueno, al menos Luffy.
Sonreí de manera despreocupada, jugando con mis palabras para provocar un poco más a este grupo de matones.
Bueno, lo podemos hacer de dos maneras: me pagan mi puerta y, si lloran y piden perdón, hasta los dejo vivir —dije con una leve sonrisa juguetona, disfrutando de la forma en que sus rostros se enrojecían de ira.
¡Mocoso de mierda! —gritó uno de los piratas antes de lanzarse hacia mí con su espada en alto.
Con calma, esquivé su ataque inclinando ligeramente mi cuerpo hacia un lado. Ni siquiera hizo falta usar los Seis Ojos para predecir ese movimiento tan lento y torpe. Antes de que pudiera reaccionar, lo agarré de la cara con una sola mano y, con un rápido movimiento, lo arrojé con fuerza hacia adelante.
El pobre desgraciado voló como un muñeco de trapo, estrellándose contra un puesto de frutas vacío. El impacto fue tal que derribó todo el puesto en un instante, dejando un desastre de madera y frutas aplastadas.
Me giré hacia los demás piratas, que ahora tenían una mezcla de rabia y miedo en sus ojos.
¿En serio? ¿Es lo mejor que tienen? —dije con un tono burlón mientras sacudía mi mano, como si me hubiera ensuciado al tocar al tipo que acababa de lanzar.
Reforzar mi cuerpo con energía maldita era una técnica básica, casi instintiva, pero increíblemente útil en combate cuerpo a cuerpo. No necesitaba nada más complicado para lidiar con un grupo de aficionados como estos.
Entonces, ¿quién sigue? —pregunté, mirando al grupo con una sonrisa desafiante mientras me colocaba las manos en los bolsillos, esperando su siguiente movimiento.
¡Maldito niño, cómo te atreves! —gruñó el que parecía estar al mando de este grupo de aficionados.
El tipo estaba claramente furioso. Supuse que en su diminuto cerebro no lograba procesar cómo alguien tan joven los estaba humillando de esa manera. En su mundo, ellos eran los más fuertes de East Blue. Su tripulación de más de cinco mil miembros y su líder, Don Krieg, eran sinónimo de miedo. Solo mencionar su nombre podía hacer que la gente común temblara. Pero, para mí, eran apenas un chiste.
Veamos qué haces contra todos nosotros —dijo con una sonrisa arrogante, como si el número pudiera compensar la falta de habilidad.
Todos se lanzaron hacia mí al mismo tiempo, como los cobardes que eran. Yo, por supuesto, no pude evitar reír. Cantidad contra calidad. Qué divertido.
Antes de que pudieran siquiera acercarse, ya estaba detrás de ellos. Mis movimientos eran demasiado rápidos para que sus ojos pudieran seguirme. Uno de mis ojos brillaba con malicia y diversión mientras evaluaba el lamentable espectáculo.
Con una sola patada, los mandé a todos volando fuera de mi casa. Podía escuchar el crujir de varios huesos al romperse, pero no me detuve a contar cuántos. Al final del día, eran ellos los que habían decidido irrumpir en mi hogar. Yo solo les estaba mostrando lo que pasaba cuando te metías con Satoru Gojo.
Salí por la entrada, que ahora carecía de puerta, con las manos cómodamente metidas en los bolsillos. Mi sonrisa despreocupada dejaba en claro que no estaba lo más mínimo preocupado por esta banda de saqueadores mediocres. En el fondo, incluso sentía lástima por ellos. Pobres ilusos. Si pensaban que podían hacer lo que quisieran en esta humilde isla, no tenían idea de lo que les esperaba conmigo aquí.
Lastima para ustedes, piratas. Aunque esta isla sea humilde, tienen la desgracia de que yo viva en ella. El asombroso y guapo Satoru Gojo. —Mi tono era juguetón, y sabía que mis palabras solo los enfurecerían más.
Tal vez pasar tantos años con este cuerpo hizo que adoptara la actitud del Gojo original. Pensé para mí mismo, sin molestia alguna por ese detalle. De hecho, me gustaba. Esta confianza, este carisma... era divertido jugar con ellos.
Bueno, ¿quién más quiere intentarlo? —pregunté mientras inclinaba ligeramente la cabeza y sonreía, completamente relajado.
Los piratas que salían de las casas, cargando con lo poco de valor que habían encontrado, se detuvieron en seco al ver a uno de los suyos salir disparado desde una casa cercana. Apenas unos segundos después, el resto de los saqueadores salió volando tras él, estrellándose contra una pared. Los golpes resonaron por la calle, y las muecas de dolor en sus rostros confirmaron que habían recibido una paliza monumental.
Fue entonces cuando escucharon una voz que resonó con tono burlón:
—Para su mala suerte, esta isla tiene al gran y guapo Satoru Gojo.
Sus miradas se dirigieron de inmediato hacia mí. Lo que vieron fue a un joven, un niño según su perspectiva, de no más de 17 años, con cabello blanco que brillaba bajo el sol y unos ojos azules tan profundos y claros que parecían reflejar el cielo mismo.
Estaba de pie en el centro de la calle, con una postura relajada, las manos metidas en los bolsillos y una sonrisa burlona que decía claramente: "No les tengo miedo. Ni un poco."
Los piratas me miraron confundidos al principio. Luego, esa confusión se convirtió en hostilidad, como si intentaran intimidarme con su presencia. Pero en el fondo, podía ver su duda. Habían visto a sus compañeros ser lanzados como muñecos de trapo, y ahora tenían que enfrentarse a un "niño" que no parecía tener intención alguna de huir o siquiera preocuparse.
Con toda calma, saqué una lata de refresco de mi bolsillo, la abrí y empecé a beberla mientras los observaba con desinterés. Cada trago era un claro mensaje: "No me tomo esta situación ni a ustedes en serio."
Primero, uno de ellos comenzó a reírse. Luego otro, y después otro más, hasta que todos los piratas empezaron a soltar carcajadas. La calle se llenó de sus risas estruendosas, como si la idea de que yo pudiera hacerles algo fuera el chiste más grande que habían escuchado en sus vidas.
Yo no dije nada. Solo me quedé ahí, de pie, bebiendo mi refresco tranquilamente, dejando que se burlaran todo lo que quisieran. Sabía que, al final, ninguno de ellos saldría caminando por su propia cuenta de esta isla. Si querían reírse, que lo hicieran. Yo tenía todo el tiempo del mundo.
Con una sonrisa despreocupada, aplasté la lata en mi mano, pero no usé fuerza física, solo energía maldita. La lata se comprimió en una pequeña pelota metálica con un crujido sutil, como si fuera de papel. Sin mirarla, la lancé al aire y la dejé rodar por el suelo antes de sacar mi otra mano del bolsillo.
Bueno, luego no anden llorando y pidiendo disculpas —dije, aún con esa sonrisa relajada, mientras me quitaba los lentes de sol, revelando mis ojos.
Esos ojos, azules como el cielo despejado, parecían brillar con una intensidad peligrosa. Era la señal de que mi ritual estaba activo. Estos idiotas no lo sabían, pero acababan de convertirse en mis sujetos de prueba para la Técnica Maldita Ilimitada. No iba a usar algo tan avanzado como Azul o Rojo; bastaría con lo más básico: atracción y torsión. Quería ver qué tan lejos podía llegar usando solo lo elemental.
Uno de los piratas, quizá creyéndose valiente o solo idiota, dio un paso adelante y me señaló con su espada oxidada.
¿Sabes quiénes somos? —preguntó con una mezcla de burla y amenaza—. Somos los piratas de Don Krieg, el hombre más fuerte del East Blue. Y aun así, ¿crees que puedes venir aquí y hacerte el héroe, mocoso?
Rodé los ojos, ya harto de escuchar el mismo discurso. Estos tipos realmente creían que su título significaba algo en el gran esquema de las cosas. East Blue no era más que un charco en comparación con el verdadero océano.
Ahhhh, sí, claro, los piratas de Krieg —repetí con sarcasmo, alzando las manos como si me diera miedo—. Uuuuh, qué miedo, ¡los "berserkers de los mares"! —Terminé la frase con una carcajada burlona, viendo cómo las venas de su frente se marcaban por la ira.
Mi sonrisa se volvió más pronunciada mientras daba un paso adelante, haciendo crujir el suelo bajo mis pies con un leve pulso de energía maldita. El aire alrededor de mí pareció volverse más pesado, como si algo invisible estuviera envolviendo el espacio.
Bien, hoy me siento generoso, así que no los mataré. Solo los humillaré un poco. ¿Qué les parece? —Mis ojos brillaron aún más, y mi tono despreocupado era casi insultante.
Los piratas retrocedieron instintivamente, pero trataban de disimularlo. Yo solo me estiré como si esto no fuera más que un calentamiento. Al fin y al cabo, no hay mejor manera de enseñarles lo que significa el verdadero poder.
A ver, veamos… —dije en voz alta, ignorando por completo a los piratas que ya estaban perdiendo la paciencia, listos para lanzarse contra mí en cualquier momento. Me rasqué la cabeza, tratando de recordar algo útil—. No sé mucho sobre paradojas o situaciones imposibles, nunca fui bueno en matemáticas. —Solté una risa despreocupada y me encogí de hombros—. Así que usaré algo básico como referencia... no sé, algo como "menos una manzana".
Con esa idea absurda en mente, decidí probar lo que podía hacer con el Infinito. Extendí la mano hacia un punto frente a mí y dejé que la energía maldita fluyera, enfocándome en crear una onda de atracción. No era algo grandioso ni totalmente estable, pero fue suficiente para cumplir su propósito. Una fuerza magnética se activó de inmediato, arrastrando a varios piratas hacia un mismo punto con tal intensidad que se estrellaron unos contra otros. El caos fue instantáneo; gritos, golpes y confusión llenaron el aire mientras los desafortunados terminaban apilados en una desastrosa bola humana.
¡Uf! —solté aliviado mientras bajaba la mano y relajaba los hombros—. Me gustaría decir que fue fácil, pero no lo fue. En serio, esto necesita más práctica.
Observé con indiferencia cómo los piratas caían al suelo uno por uno, inconscientes o demasiado aturdidos para moverse después del impacto. Sus cuerpos se desparramaron en la calle como si fueran muñecos rotos. Yo, por mi parte, inspeccioné mis lentes con interés, ignorando por completo el miedo que comenzaba a apoderarse de los que aún quedaban en pie.
Por lo menos estoy progresando. —Mis palabras parecían no tener peso, pero los ojos temerosos de los piratas decían otra cosa.
Uno de ellos, más listo o más informado que los demás, retrocedió un paso con las piernas temblando. Su voz apenas salió como un susurro:
—T-tú... ¿Acaso tienes el poder de una fruta del diablo?
Al oír eso, no pude evitar soltar una carcajada. Era casi adorable que intentaran racionalizar lo que acababan de ver con sus limitados conocimientos. Me llevé una mano al mentón, fingiendo que lo pensaba seriamente.
¿Fruta del diablo? —repetí en un tono burlón—. Nop, nada de eso. Esto es puro talento natural. Bueno, eso y un poquito de entrenamiento y tal vez ayuda.
La expresión del pirata cambió a puro pánico. Claramente, no tenía idea de cómo enfrentarse a algo tan inexplicable como el Infinito. Yo solo me encogí de hombros con una sonrisa relajada, disfrutando de su creciente desesperación.
A ver... —murmuré para mí mismo, observando cómo los piratas seguían reuniéndose frente a mí—. Usé el efecto de magnetismo del Azul... veamos si ahora puedo aprovechar sus otros efectos.
Una sonrisa juguetona se dibujó en mi rostro mientras mis ojos brillaban levemente, una señal de que no prometía nada bueno. El pánico empezó a notarse en sus caras, pero en lugar de retroceder, gritaron en coro:
—¡Maldito!
Con esa explosión de furia, todos se lanzaron hacia mí, armados hasta los dientes. Todos excepto uno, el único que parecía tener algo de sentido común o, tal vez, estaba demasiado aterrorizado por lo que había oído sobre poderes sobrenaturales.
Yo, por otro lado, los observaba como si fueran un espectáculo de circo. ¿De verdad pensaban que con sus números podían hacer alguna diferencia? Suspiré ligeramente y dejé que una corriente de energía maldita fluyera por mi cuerpo.
Bien, paso a paso... —dije para mí mismo mientras sentía cómo el magnetismo del Azul se activaba por unos segundos. No era perfecto, pero lo suficiente para que un pirata que venía directo hacia mí quedara inmovilizado en el aire por un momento antes de que yo atrapara su puño con facilidad.
Usar el efecto es aún más complicado de lo que pensaba. —Lo solté con un tono despreocupado mientras, sin esfuerzo, arrojaba al pirata hacia sus compañeros. El impacto fue como un choque de bolos, derribándolos a todos mientras caían al suelo con gemidos de dolor. —(Gojo hacía esto ver tan fácil... pero hasta él decía que era complicado usar lo Ilimitado). —Mi pensamiento fue acompañado por un suspiro mientras veía cómo otro pirata intentaba escabullirse hacia mí por el lado izquierdo.
Esta vez, no perdí tiempo. Lo agarré de la cara con una mano, ignorando sus gritos y pataleos desesperados, y lo arrojé por los aires con la fuerza suficiente para enviarlo volando directo al mar.
El sonido del agua al recibir su cuerpo fue un recordatorio claro para los demás de que no tenían ninguna posibilidad.
Vamos, ¿eso es todo lo que tienen? —pregunté, con una sonrisa burlona mientras me sacudía las manos. Miré a los que aún quedaban en pie, claramente asustados, y añadí con un tono juguetón—. Les recomiendo correr... o el próximo en volar al océano será más de uno.
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Luego de unos minutos, entré caminando al barco pirata con las manos en los bolsillos, observando cómo los piratas saqueadores seguían tirados en el suelo, inconscientes y con huesos rotos. Pero, ¿por qué entraba al barco? Sencillo, para tomar prestado todo el tesoro que tenían. Sí, me lo iba a quedar. Era justo después de que rompieron mi puerta.
Hola, ya llegué, Satoru —dije con una sonrisa mientras abría una puerta que revelaba el tesoro del barco: joyas, oro y berries.
Bien, el barco me viene bien. De todas maneras, cuando salga de esta isla, necesitaré ingresos —comenté mientras comenzaba a guardar todo el tesoro con una tranquilidad absoluta. —Claro, será hasta cuando por lo menos pueda activar y usar el Infinito y la Rotación Azul de manera efectiva. Aunque tampoco es que en East Blue haya peligros reales para mí.
Lo cierto era que ni siquiera me preocupaba demasiado por el futuro. Solo con los seis ojos y la manipulación de energía maldita, podría quedarme con el título del más fuerte de East Blue, pero la verdad, no tenía ningún interés en eso. Ni siquiera sabía qué hacer después de tomar todo esto. Ser pirata… No me interesaba en absoluto. ¿Ser de la Marina? Ni loco. Era Satoru Gojo, el chamán más fuerte.
Bueno, por lo menos tengo el cuerpo y los poderes del hechicero más fuerte… —musité para mí mismo. Aunque, aún estaba lejos de alcanzar el nivel del Gojo original. Solo me quedaba entrenar para seguir fortaleciéndome.
Fin del capítulo
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