Naranja

Naranja era el final
Naranja era la diabla
Naranja era la botella
Naranja era para ella
...

Nuevamente volví a faltar, no solo en mi estado civil, también como Queen Bee. La peineta estaba oculta en algún lugar de París. Pensé que ese poder me salvaría, pero solo fue una oportunidad para que me vuelvas a herir.

Llegó un momento en el que me aburrí de llorar en las cuatro paredes que me mantenían protegida por lo que decidí volver a la escuela.

Grave error.

Iba un poco tarde, al parecer la maestra también pues cuando abrí la puerta silenciosamente, todos estaban sentados, formando un círculo sin haber notado mi presencia.

Miraban con emoción una botella de plástico naranja que giraba con lentitud.

Alya notó mi presencia y sonrió con burla. No sé cómo lo hizo pero la botella apuntó a ti y a Marinette. Césaire se convertiría en la diabla que iniciaría mi infierno eternal, un infierno que lanzaría en tu contra.

—¡Hora de besarse!— Alentó Alya a la ex pareja quien no se veía muy complacida de hacerlo.

Se notaba a kilómetros que no querían hacerlo, les causaba ira. Con lentitud se acercaron, mirándose a los ojos con rabia y fue entonces que juntaron sus labios.

Al principio el beso se vio muy forzado, sin chispa pero poco a poco vi como la agarrabas de la cintura y ella pasaba sus brazos por tu cuello.

Empezaron a lanzarles chistes acerca de intimidad debido a la intensidad que tomó el beso. Aún tenían sentimientos por el otro.

Me miraste y no supe si en verdad la besabas con amor o sólo para reírte en mi cara, usarla también a ella.

Mierda, no quiero llorar aquí.

Con mi alma destrozada, me encerré en el salón de artes plásticas, llorando sin importar el ruido que hacía. Espero que el mundo escuche mi llanto.

¿Algo sería diferente si yo no existiera?

¿A alguien le importaría mi muerte?

¿Si hoy muero, sentirías culpa?

Sabía lo que estos pensamientos significaban, me deseaba la muerte a mí misma. ¿Y por qué no? No soy feliz.

Temblando debido al pensamiento de muerte que rondaba en mi cabeza, me puse de pie, caminando con torpeza hacia un objeto naranja.

Tenía miedo, era un peligro para mi misma. Con arcadas y terror, lo tomé para mirarlo con atención, sintiendo un escalofrío recorrerme al ver mi reflejo en la hoja limpia y brillante.

Era un cutter, un cutter naranja.

Mire mi muñeca izquierda, después el cutter. Sentía la necesidad de hacerlo. Lentamente y con temblores, levanté mi muñeca, acercándola a mi pecho bajo mi mirada vidriosa.

Acerqué el cutter a mi piel sin rasguños que por primera vez, sería dañada de esta horrorosa manera. Analicé la situación, observando detenidamente como el cutter estaba por hacer el primer corte.

La puerta se abrió.

Me detuve inmediatamente y escondí el arma en mi bolso con temor a ser descubierta en un acto que me causaba vergüenza y asco pues me dejaba como alguien débil que no sabía como luchar.

Estaba de espaldas a la puerta, escuchando unas pisadas que se acercaban a mí. No sabía quién era hasta que tomé valor suficiente para mirar.

Eras tú.

—¿Qué estás haciendo aquí? — Cuestionaste con los brazos cruzados y una clara mueca de disgusto.

No te importa.— Te respondí seca, evitando ver tus ojos.

Tenía miedo, miedo a que pudieras lastimarme aún más pero al parecer tú no comprendías lo que sentía. Quería alejarte con insultos, evitar que me hirieras aún más.

También tenía miedo de los pensamientos suicidas que vagaban en mi cabeza pero obviamente tú no lo sabías. Te acercaste a mi, instantáneamente retrocedí.

A-Aléjate.— Mi voz sonó más como una súplica que una orden.

No sé porque jamás he sido capaz de enfrentarte de la misma manera que enfrento a diferentes personas. Quizás es porque sabes cada truco que tengo para ganar o tal vez estoy tan rota que mi personalidad se ha visto afectada gravemente.

Me miraste con indiferencia de pies a cabeza, no comprendía que estabas buscando.

Ya no te necesito,— me miraste con frialdad — Marinette recibió su merecido.

Mi conclusión es que te sentiste agobiado por su presencia y poco a poco descubriste que su atracción por ti rayaba lo enfermizo debido a tantas fotos en su cuarto y tu agenda completa en su posesión. Al parecer Marinette causó esa sensación de pájaro encerrado en una jaula de oro.
Ya no estabas enamorado de ella.

Te enamoraste, o eso pensaste.

Saliste sin decir nada, había comprendido el mensaje. Tú ya no la amabas a ella, pero eso no significa que me amarías a mi.

Jamás lo hiciste.

Naranja era el arma
Naranja era el cutter*.







*cutter
En mi país así lo llaman pero en otros el nombre puede ser diferente; dialectos.

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