14. Compensar
Compensar
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Pasó otra semana, ya casi un mes desde que Kim Namjoon decidió dejar ir a Seokjin. Con lo que no contó es que, al contrario de lo pensado, sería él quien debería irse —metafóricamente hablando, por supuesto— y no al revés.
En la rutina sin Seokjin lo cierto es que no había ningún cambio notable. Solo que él estaba más presente y menos perdido en sus sueños, en los recuerdos de estos, o en las fantasías de posibles vivencias oníricas. Para este momento, su amigo Jimin ya le organizó tres citas con Kihyun a las que él fue gustoso porque el chico era guapo y conversando descubrió que también era muy divertido.
Además de Jimin, había también una insistencia de parte de su madre porque saliera más. Ella había recibido la misma versión que le dio a Jimin sobre Seokjin, de que prefirieron cortar la relación antes que insistir en lo que no sería posible. Namjoon no podía simplemente disimular sus ojeras; o su debilidad creciente por la inapetencia que lo sumió en probar apenas un par de bocados, y las veces que se quedaba viendo fijo un punto y no oía qué sucedía alrededor. Por lo que la excusa de un corazón roto, de momento, le funcionaba. Aunque no tanto si pensaba en los arduos intentos de su madre y de su mejor amigo para que olvide a Seokjin.
«Nadie puede olvidar a quien no está dispuesto a dejar ir», había sido su hermana la que le dijo aquello y no eran palabras reconfortantes, ni rebuscadas o poéticas, pero asintió mientras repasaban los estantes de la sección de romance histórico en la biblioteca donde ella trabaja.
—¿Has vuelto a hablar con él? —interrogó Namhee, recibiendo dos pesados libros que colocó en la repisa superior. Namjoon sostenía la caja, afirmando la escalera donde su hermana debió subir para alcanzar la sección alta. Pensó en la pregunta y meneó la cabeza, negando—. Creo que deberías verlo, se nota que estás triste.
—Puedo vivir con la tristeza, eventualmente se irá.
—Es cierto —concordó ella, moviendo unos libros para hacer espacio a los nuevos tomos—. Solo que no creo que debas vivir con ello, digo, ¿no fue esta la primera vez que pelearon?
—Sí, pero...
—Pero nada, ¿desde cuándo eres tan obtuso? Por lo que nos platicabas de Seokjin parecía alguien con quien podías conversar, supongo que te escuchará y podrán resolver lo que sea que ha pasado.
—Sí, él sabe escuchar —admitió Namjoon, enrojeciendo al notar el detalle—. El que no sabe hacerlo soy yo, no me esforcé realmente en conocerlo —suspiró desanimado, aunque no dejó caer la caja de libros, pese a que se sintió repentinamente mareado—. ¿No crees que sea más fácil no insistir? De todas formas, fui un idiota, estará mejor sin mí.
—Sería muy sencillo simplemente continuar, pero no quisiera que dejes ir a ese chico que te hace sonreír incluso cuando veo que estás tan apenado. Mira, suena cursi y lo es, admito, mas ¿por qué renunciar a una relación con la que parecías tan feliz? ¿No vale la pena que busques al menos un final no tan abrupto como dices que fue esta última pelea?
Namjoon evitó la mirada de Namhee cuando ella descendió y tomó la caja de sus brazos para dejarla en el suelo y envolverlo en un abrazo. Él podía ser el mayor, pero solía refugiarse en los brazos de su hermana cuando no veía salida a algún problema. Aunque ella no resolviera sus problemas, ciertamente le brindaba tanto apoyo como le era posible y le permitía encauzar sus pensamientos para actuar luego.
—Te quiero, mocosa —la dejó ir y sintió un peso levantarse de sus hombros.
Su hermana tenía razón, y aunque Namjoon no se arrepentía de haberse apartado, tendría que reconsiderar una conversación. Todavía no había obtenido respuesta de los trotasueños más que de mitos, pero él necesitaba otras que solo Seokjin podría darle.
[...]
Namjoon paseó los dedos por la curva de la espalda de Seokjin, que se estremeció ante el toque y se movió hasta quedar frente a él. Los dos compartían una manta en la parte trasera de la camioneta de Namjoon y miraban el cielo nocturno en silencio.
La mirada de Seokjin era expectante, solo que Namjoon no estaba seguro de qué quería el otro. Por ende, hizo lo primero que se le ocurrió y que se moría de ganas de hacer: lo besó.
Aquel beso no tuvo un ápice de encanto. Este no era Seokjin, era apenas la creación de la mente de Namjoon. Entonces, la figura del trotasueños se sentó, empujándolo cuando parecía escuchar algo.
—¿Qué ocurre? —indagó Namjoon, sosteniendo la muñeca de Seokjin, que se zafó del agarre con brusquedad—. Seokjin, ¿ya te vas?
Seokjin lo miró con una sonrisa ladeada, exudando desprecio antes de bajar y caminar hasta la puerta del conductor. Encendió la camioneta e hizo rugir el motor, como anunciando su urgencia de irse y Namjoon se acercó hasta la pequeña ventana que mostraba el interior del coche. Fue ahí que notó que Seokjin no estaba solo, pero a la otra figura no pudo siquiera enfocarla antes de que la camioneta se pusiera en marcha y el arranque precipitado lo hiciera caer de espaldas.
Cuando abrió los ojos, seguía en su cama y la alarma que programó para despertar cada dos horas sonaba estridente junto a él.
[...]
Decidió que debería de hacer una visita a Jeon Jungkook. Quería ahora sí saber si está bien, si ha mejorado o no. Aunque no podría disculparse por cómo actuó, incluso si Jungkook despertara, podría compensar su actitud ayudando.
Llegó al hospital veinte minutos antes de que el horario de visita acabara y pasó al cuarto donde el chico seguía bajo cuidados, luego de saludar a la enfermera Wang y prometerle que está durmiendo y cuidando de sí mismo.
El aspecto de Jungkook no era alentador y Namjoon tuvo un instante difícil. La palidez del chico, la piel seca y los aparatos médicos que controlaban su pulso, su respiración y no sabe qué más, lograron que se le debiliten las rodillas. Este era un chico joven que había sido superado por vaya a saber qué y Namjoon no podía sino sentirse impotente de no poderle ayudar.
Había cruzado a la madre de Jungkook cuando entró, y esta agradeció la visita porque pudo así ir por algo para comer. No había sido su plan quedarse, solo un vistazo rápido, pero se quedó en el cuarto, sentado junto a la cama, en silencio. Mas se obligó a dejar salir las palabras:
—Lo siento, Jungkook —y eran tan escuetas, tan insuficientes para explicar todo. Sin embargo, la paz que sintió al poderlas decir hizo que se animara a conversar con el chico por unos minutos.
—Gracias, en serio —interrumpió la voz de la madre de su vecino, Soora; Namjoon curvó levemente la boca en una sonrisa—. Me había preguntado cuándo sería que vendrías.
—Hubiera querido venir antes solo que...
—No es un reclamo, tranquilo. Solo tenía curiosidad. Mi hijo solía platicarme de cómo le ayudabas, hiciste que su estadía en esta ciudad sea más amena, lo cual me hace sentir agradecimiento. Fue difícil para mí cuando decidió marcharse para estudiar aquí, pero me alegra que estuvieras para él.
—Perdón por no hacer más, yo no vi que él... —tragó un nudo, fijando sus ojos en sus propias manos que se apretaron en puños—. No me di cuenta que estaba... solo lo noté cansado y creí que era por el estrés de la facultad.
Esa culpa nada tenía que ver con su actitud egoísta anterior, ahora sí podía discernir que una parte suya se atormentaba por no haber reconocido las señales de que Jungkook necesitaba ayuda. La madre palmeó su hombro con suavidad, sonriéndole a pesar de las lágrimas que se agrupaban en sus ojos preocupados.
—No podrías haberlo sabido, no si conozco a mi hijo y su tendencia a ocultar sus problemas —ella hablaba con tanto amor que Namjoon deseó que Jungkook despertara y vea cuánto lo amaban y esperaban por él.
Pasaron otro rato simplemente charlando de Jungkook, de lo que este quería hacer y todos los planes que armaba y los proyectos que inició para dejarlos a un lado luego de que surgía otro tema de su interés. Era divertido, amoroso, solidario, comprometido y tenía este sentimiento de responsabilidad que lo volvía decidido cuando quería lograr algo. Y solía frustrarse mucho cuando no conseguía su cometido, lo que lo llevaba a deprimirse y aislarse.
Namjoon escuchó cómo la madre de su vecino compartía con él momentos de la vida de Jungkook, de su infancia, adolescencia, y se apenó de tener que interrumpirla porque se hacía tarde y debía pasar por Jimin antes de volver a su departamento. Realmente, esta visita había sido algo correcto de hacer, pensó mientras se ponía de pie y caminaba a la puerta tras despedirse.
Salió al pasillo y no hizo más de cinco pasos cuando la madre de Jungkook volvió a llamarlo.
—¿Olvidé algo? —sonrió, porque era común en él dejar atrás llaves, documento, mochila, teléfono.
—Oh, no, no es eso —tranquilizó Soora—. Solo quería preguntarte si podrías hacerme un favor. Sé que es totalmente un abuso de mi parte, probablemente estés ocupado, pero no puedo confiarle a nadie más esta tarea. No tengo familia en la ciudad y los amigos de Jungkook, exceptuándote, no me inspiran confianza.
—Dígame en qué puedo ayudarle —asintió enseguida para que ella no se lamentara de molestarlo.
Le extendió unas llaves. Namjoon las recibió intuyendo qué pediría y vio que ya no podía echarse atrás. Salió del hospital con el encargo de revisar el departamento de Jungkook, recoger las boletas y llevarlas a su madre. Le hubiera gustado evitar tal compromiso, porque todavía se estremecía cuando veía la puerta de Jungkook cerrada, recordando la escena que vivió allí al encontrarlo inconsciente, pero prometió ayudarle y esta era su forma de compensar.
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Nota:
No me olvido de esta historia, es solo que cuelgo en actualizarla jaja
Por otro lado, estamos entrando en la recta final, aunque falten caps, no son muchos.
Espacio de sueños:
Por mi lado, mis sueños no han sino apenas cosas cotidianas, me he soñado hasta resumiendo un apunte ¡maldita suerta! jaja
:)
Como se titula el cap, compensaré con otro cap más en breve.
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