Capítulo 36.


Observé los árboles frondosos mientras acariciaba mi vientre. Más de una década atrás, estaba en esta misma posición, y era mi amada Sarada la que se gestaba en mi vientre. Estaba por convertirme en madre primeriza y sentía un miedo enorme, pero también emoción.

Deseaba darle a mi hija el amor de madre que yo nunca recibí. Yo estaría allí, a su lado en cada momento. O ese era el plan inicial.

En el momento que tuve a mi primogénita en brazos, cuando acababa de dar a luz, supe de inmediato que haría cualquier cosa por esa niña. Justo como siento con los niños que están en mi interior.

Si Sasuke escuchara esas palabras, estoy segura de que me llamaría hipócrita por arriesgar mi vida, aún estando embarazada.

—Hija— dijo mi supuesto padre, a mis espaldas —, ¿Cómo te sientes? ¿El viaje te afectó? — cuestionó.

—No— respondí.

—Entiendo. No te quedes ahí de pie, siéntate un rato. Ya mismo te traigo la-

—No necesito la mecedora. Quiero estar de pie un rato— dije, dándome media vuelta para poder verlo.

Parecía nervioso, y al mismo tiempo avergonzado.

—Lo siento pequeña. Han pasado casi 33 años desde la última vez que traté de cerca con una embarazada cerca de dar a luz— dijo él, llevando una mano a su nuca.

— ¿Y quién era esa mujer? — pregunté, ladeando la cabeza.

"Papá" sonrió con melancolía.

Caminó hasta donde yo me encontraba, en la entrada de la casa, y se sentó.

—Sasuke me dijo que aquí fue donde lo recibiste después de que llegara de la guerra— habló, mientras miraba el cielo.

— ¿Y dónde más debía recibirlo? Esta es la entrada de la casa— dije, incapaz de contener una risita.

—No lo sé, ¿En tu habitación tal vez? — dijo, con cierta picardía.

Mis mejillas ardieron.

—No trates de evadir la pregunta de antes. ¿Quién era la mujer embarazada? — hablé, al mismo tiempo que lo miraba.

Ciertamente no necesitaba tener una respuesta. Él mismo había dicho casi 33 años atrás, lo que significaba que se trataba de. . .

—Siempre he lamentado que no la conocieras— dijo Erasshiki, sin mirarme.

De pronto, se veía demasiado cansado. Su rostro perdió todo rastro de alegría, mientras cerraba los ojos y suspiraba.

—. . . Háblame de ella— pedí, al tiempo que me sentaba con cuidado en el suelo, junto a él. Mis piernas quedaron abiertas gracias a que mi vientre reposaba entre estas.

Erasshiki abrió los ojos y sonrió, colocando una mano con suavidad sobre mi vientre. Me sorprendí al descubrir que sus caricias no me molestaron en absoluto.

—Eres su viva imagen. Si ella viviera, agarraría tu rostro todo el tiempo y diría que saliste una obra maestra, solo para presumir que te pareces más a ella— explicó mi compañero.

—Eso no la hace sonar una buena persona— bromeé.

Él sonrió.

—Le encantaba que estuviera sonriendo todo el tiempo. Y yo adoraba como ella sonreía igual, complacida. Recuerdo tan claro como el agua, que ella llevaba constantemente las manos a su vientre y te hablaba. Te decía lo mucho que te amaba, lo impaciente que estaba por conocerte, las cosas que deseaba enseñarte. . . — A medida que iba hablando, Erasshiki se veía cada vez más triste.

—Ella era mi todo. . . — murmuró.

Y yo pude comprenderlo.

—Sasuke, Sarada y estos bebés lo son todo para mi— dije, en voz baja.

Nos quedamos en silencio durante un rato. Mi supuesto padre estaba sumido en sus pensamientos, su mano aún acariciaba mi vientre.

Después de darle varias vueltas al asunto en mi cabeza, decidí preguntar: — ¿Cómo murió?


Un cuadro que colgaba en la pared del comedor se cayó de repente.

Alcé la vista del pergamino que estaba leyendo y observé como Sarada se asomaba, para ver qué había causado tal estruendo, Shiro estaba a sus pies.

Me levanté y caminé hasta el objeto. El marco se había roto, al igual que la lámina de cristal. Cuando le di vuelta al para ver la fotografía, me recorrió un escalofrío y sentí cómo la sangre se me helaba.

— ¿Papá? — preguntó Sarada a mis espaldas —, ¿Está todo bien?

—Si pequeña— me apresuré en responder —, puedes volver a tu cuarto, yo me encargaré de limpiar esto—añadí.

Dubitativa, Sarada le indicó a Shiro que la siguiera. El pequeño canino se quedó unos segundos observando los cristales en el suelo, para después irse junto a mi hija.

Solo cuando escuché la puerta del cuarto de Sarada cerrarse, volví a mirar la fotografía.

La imagen de mi esposa sonriendo me recibió. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top