Capítulo 32.
—Hmmm— abrí los ojos, para observar a mi esposa removerse, colocando una de sus manos sobre su enorme vientre. Sus ojos cerrados, su rostro sereno y ese hermoso cabello blanco, toda ella es una belleza.
Y yo soy un hombre afortunado por tenerla a mi lado, y por haber sido el elegido para ser su compañero de vida, y el padre de sus hijos.
El eco de una puerta abriéndose llamó mi atención, Sarada seguro se despertó. Con pereza me levanté de la cama, no sin antes dedicarle una última mirada a ___, para luego ir al baño cepillarme los dientes.
Nuestra hija estaba en la habitación destinada para los bebés. Observaba las cajas de pañales y los accesorios para su cuidado que habíamos ido comprando poco a poco.
—No me extrañaría una mañana despertar, y encontrarte observando a los bebés— Sarada se dio media vuelta, sorprendida.
—Lo lamento papá, es que no puedo evitarlo. Ya quiero conocerlos, sostenerlos en mis brazos y. . . — se limitó a sonreír, y yo también.
—Bueno, tu madre hoy debe ir al hospital precisamente para ver cómo están, ve con nosotros— me acerqué a ella, revolviendo su suave cabello con mi mano derecha —, pero primero, vamos a hacerte algo para desayunar. No puedo dejar que te quedes con el estómago vacío— ella asintió, y ambos salimos del cuarto.
___ despertó un rato después. Tenía el cabello revuelto y estaba hambrienta, después de todo, estamos alimentando tres personas en una.
—Un pan tostado nunca había estado tan bueno— murmuró, mientras le otorgaba otra mordida a su tercera tostada.
Sarada rió levemente, mientras le tomaba un sorbo de su té favorito.
—Bueno, ya sabes lo que dicen, al que tiene hambre, todo bueno le sabe— mi peliblanca asintió, masticando.
—El hambre es la cosa más pendeja que existe, puedo comerme estas cinco tostadas ahora, y te aseguro que cuando lleguemos del hospital estaré hambrienta otra vez— no pude evitar negar repetidamente.
—Seguro que si amor, vamos, debes de prepararte si no quieres que lleguemos tarde. Sarada, ve alistándote en lo que tu madre termina de devorar esos dos panes que le quedan— nuestra pelinegra asintió, levantándose y caminando en dirección a su habitación.
—Hablas como si fuera un monstruo devora galletas— me coloqué en pie, recogiendo los platos sucios.
—No, pero si lo eres de otras cosas— su bella risa bailó en mis oídos, causando que sonriera.
No me sorprendió encontrar a Tsunade en la puerta del hospital, esperando por nosotros. Gracias al enorme peso que carga mi esposa, tuvimos que detenernos varias veces para que ella pudiera retomar el aire, y seguir adelante.
—Bueno, si que se hacen de rogar— incliné levemente la cabeza en forma de saludo, ella simplemente asintió, retornando la cortesía.
— ¿Puede traer una silla de ruedas para mamá? Está sin aire— ___ alzó las cejas, abriendo los ojos sorprendida.
— ¿Creen que soy tan débil? ¡No son ustedes los que tienen dos bebés en su interior! — palmeé la espalda de mi esposa, tratando de tranquilizarla.
—Está bien señora hormonas, vamos a caminar al consultorio. Total, es bueno para las embarazadas el estar caminando— sostuve su mano, impulsándola a que entrara en las instalaciones.
—Si, pero todo en exceso hace daño, para el próximo mes comenzarás a traerme cargada— Sarada soltó una leve risa, sosteniendo la mano libre de su madre.
—Lo que digas— concluí.
Al llegar a la sala, tuvimos que esperar quince minutos adicionales, ya que había otra paciente antes que nosotros. Mientras estábamos sentados esperando, Sarada jugueteó con el cabello de su madre, otorgándole cumplidos por su nueva tonalidad blanquecina. Mi esposa se limitó a mirar las puntas de su cabellera con algo de disgusto.
—Creo que me gustaba más cuando estaba de color marrón— murmuró.
—Pero ahora está blanco. Mira el lado positivo, no tienes que preocuparte por las canas— mi pareja golpeó con fuerza mi hombro, notoriamente molesta por mi comentario.
— ¡Te recuerdo que los dos tenemos la misma edad Uchiha Sasuke! — observé a Sarada negar repetidas veces, mientras sonreía.
— ¿Crees que los bebés hereden tu nuevo tono de cabello, mamá? — ___ llevó su índice izquierdo a su barbilla, pensativa.
—Si pasa, estoy segura de que dirán que son hijos de Kakashi, en lugar de tu padre— algo dentro de mí se estremeció, y miré de soslayo a la madre de mis hijos.
—Repítelo. Te reto a que lo repitas— gruñí.
—Pensarán que son hijos del guapetón de tu maestro— gruñí una segunda vez, la sangre ardiendo dentro de mis venas.
—Papá, mamá, no creo que sea buena idea. . . —
—___ ya es tu turno— Shizune abrió la puerta del cuarto, mientras nosotros nos colocamos de pie.
—Tendremos esta conversación en la casa, no creas que esto se queda aquí— demandé, estando todavía picado por sus palabras.
—Me siento aplastada— murmuré, mientras colocaba ambas manos sobre mi vientre. Amo mucho a mis hijos, pero la verdad sea dicha, están demasiado bien alimentados.
—No seas exagerada— Tsuande esparcía el gel sobre mi piel, me estremecí ante su temperatura.
Sarada y Sasuke estaban de pie junto a mi camilla, como la primera vez que vimos a estos pequeños. Mi primogénita observaba atenta la pantalla encendida, y Sasuke simplemente estaba de brazos cruzados. Seguía molesto por mi comentario de antes, estoy segura de ello.
—Bien, comenzaremos buscando los latidos— asentí. La puerta de la pequeña sala fue abierta por Shizune.
—Estaré aquí por si me necesitan— y dicho esto, se acercó a Tsunade.
Cuando los latidos inundaron el espacio en el cual nos encontrábamos, mis ojos picaron. Sonaban tan sanos. . . del tiempo que había estado trabajando en el hospital, había logrado aprender muchas más cosas sobre las embarazadas, y entre ellas estaban los latidos.
—Bueno, parece que todo está bien por aquí— estiré la mano, buscando la de mi esposo. De inmediato sus dedos se entrelazaron con los míos —, parece que has estado haciendo un buen trabajo— arrugué el entrecejo.
¿Por qué todo el mundo duda de mí últimamente?
—Exijo saberla razón por la cual me subestiman tanto— dije, apretando inconscientemente la mano de Sasuke.
—Bueno, eres demasiado impulsiva y emocional. Haces las cosas más locas del mundo, no sé cómo diablos estás viva y los bebés igual, para que te hagas una idea— solté algo parecido a una exclamación —, no me vengas con grititos. ¡Arriesgaste la vida de tus dos hijos! No puedes culparme por dudar de tu estabilidad mental— mordí mi labio, evitando reír.
—Nunca haría nada que los lastimara, de eso puedes estar segura— prometí.
—Y aún así le hiciste frente a tus familiares extraterrestres. Comienzo a pensar que la locura es de familia— no pude contener la carcajada que escapó de mi garganta, ante su comentario.
—No conozco ni siquiera si fue mi madre la extraterrestre, o si fue abducida por mi padre que la secuestró y la hizo desarrollar alguna variante del sídrome de Estocolmo. Así que no me preguntes de cuál lado es, ya que no sabría decirte— mi rubia amiga levantó el aparato un segundo, y yo mientras acaricié un poco los costados de mi vientre.
—Me parece que es de parte de tu padre— comentó Sasuke, con una pequeña sonrisa en su rostro.
— ¿Y tú cómo estás tan seguro de eso? — cuestioné, intrigada.
—No lo sé, solo dije por decir— y se encogió de hombros.
—SI bueno. . . si algún día descubres algo dime, yo sé que tu sabes cosas— el rostro de mi esposo se descompuso por una fracción de segundo, siendo rápidamente reemplazado por una pequeña risa.
—Te prometo que te diré, desde que me entere de algo que tenga que ver contigo y sea importante— dijo, depositando un beso en mi frente.
—Bueno, ¿ya están preparados para ver a los bebés? — cuestionó la Senju, mientras se giraba hacia nosotros.
— ¡Si! Por eso es que estamos aquí— los ojos de Sarada brillaban más que el sol, irradiaba tanta emoción que me conmovió.
Tsunade volvió a colocar el aparato contra mi piel, y de inmediato giré la cabeza para ver a las dos pequeñas figuras.
— ¡Son niños! ¡Son niños! — exclamé, mientras llevaba ambas manos a mi pecho.
—Bueno, al parecer tu vista ha mejorado un montón—la ex quinta Hokage giró el monitor, para que Sarada y Sasuke pudieran ver mejor —, como pueden ver aquí, estamos esperando la llegada de dos niños, ojalá no se parezcan a ti, Sasuke— yo me sentía en una nube.
Dos niños, mis dos pequeños. Estaba envuelta en una sensación de agradecimiento y orgullo, de la mano con todo mi lado maternal. Nuestros hijos estaban bien.
—Voy a tener que entrenar a dos niños— añadió Sarada, mientras colocaba ambas manos en sus caderas y sonreía ampliamente, demostrando orgullo igual.
—Bueno, bueno—Sasuke sonreía ampliamente, y supe de inmediato que su ego nunca se recuperará de esto.
—Oh no, ya viene el orgullo Uciha, ¡corran! — Tsunade y Shizune rieron ante mi comentario.
Volví a mirar el monitor, anhelando ya tener a mis hijos en brazos.
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