Capítulo 29.
—Quiero tener sexo— Sasuke hizo una mueca, mientras se atragantaba con el agua que estaba tomando. A su lado, Sarada dejó caer su plato de ensalada, mientras llevaba una mano a su boca y su rostro se iba tornando cada vez más rojo.
—La niña está presente cielo— murmuró mi esposo, mientras señalaba con la vista a nuestra hija, no pude evitar soltar una carcajada —, cuando Naruto se la lleve hablamos de eso, ¿bien?— mordí mi labio inferior, mientras bajaba la cámara de video.
—Lo siento, es que quería ver cómo reaccionaban los dos— observé el objeto en mis manos. Kakashi me había regalado la cámara, para poder hacerme fotos con la panza. Y sin embargo yo la estaba usando para gastarle bromas a mi familia, como si fuera una niña pequeña.
—Pero estás embarazada, ¿se puede tener relaciones cuando estás gestando? ¿no traumas a los bebés? —negué, sonriendo.
—Todo lo contrario, tus hermanos se sienten feliz de que le esté dando tanto amor a mamá— Sasuke colocó su mano en mi vientre, acariciando, Sarada abrió la boca y luego la cerró.
—Pues yo ciertamente no sentí alegría, es que ni siquiera puedo imaginarme la vergüenza— y se estremeció, compartí una mirada con su padre, creo que se le pasó un poco la mano, al ponerla a imaginarse esas cosas.
La puerta de la habitación se abrió, mi rubia amiga entraba con una tablilla en las manos. Detrás de ella, dos enfermeras. Una de ellas traía un carrito con. . . inyecciones.
— ¡No por favor! — rápidamente me oculté tras mi amado pelinegro.
No sabía si era producto del embarazo, pero últimamente había creado cierta aversión por las inyecciones, a lo mejor porque era lo único que veía desde que desperté, ya fueran para extraerme muestras de sangre, o para colocarme algún medicamento de prueba, y ver la forma en la cual reaccionaba mi cuerpo a él.
Simplemente en los últimos días no podía ni verlas, puesto que me provocan nerviosismo, y en consecuencia, el brazo de Sasuke terminaba con la marca de mis dedos, producto de la fuerza con la que le apretaba.
—Vamos cariño, es solo una pequeña picadura de mosquito— negué con la cabeza, aferrándome a su espalda lo más posible —, estoy seguro de que no te gustaría que Sarada sepa de tu repentino miedo a las inyecciones— giré el rostro para ver a mi hija, la cual sonreía.
—Bueno pequeña, que sepas que últimamente me aterran las inyecciones— Tsunade se aclaró la garganta, antes de que la pelinegra pudiera responder.
—Buenos días familia Uchiha, bien, ___ puedes sentarte en el sofá. Sasuke, ya sabes qué debes hacer— mi esposo giró su cuerpo, quedando de frente a mí, sus manos acariciaron mis brazos, mientras yo le suplicaba con la mirada que detuviera todo esto.
—Es por tu bien, mi reina— murmuró, a lo que yo volví a negar.
—Por favor mi amor— supliqué, Sasuke simplemente me sentó en el sillón, en contra de mi voluntad —, que sepas que, por cosas como estas, es que los matrimonios se terminan— gruñí, cruzándome de brazos.
—Que lástima que tu ya no tengas esa opción disponible en tu arsenal, querida— el Uchiha se arrodilló a mi lado, con una sonrisa disimulada —. Ya estás estancada conmigo de por vida— las enfermeras me obligaron a extender los dos brazos, mientras palpaban mi piel, en búsqueda de mis venas.
—Estás armando una escena frente a tu hija por un pequeño puyón, ¿de verdad tienes 32 años? — me estremecí, al sentir que colocaban el torniquete en mi brazo izquierdo, balanceé las piernas, empezando a sentirme nerviosa.
Mi esposo colocó ambas manos en mi cabeza, acercándola a su pecho, sus dedos se enredaron en mi cabello, y por un momento me pude sentir en paz.
— Ya me prometiste que estaríamos juntos hasta la última respiración, no puedes dejarme ahora— murmuró, su aliento chocando contra mi mejilla, al igual que sus labios unos segundos después, en un delicado beso —. Sabes muy bien que no puedo vivir sin ti— escuché cómo le retiraron el envoltorio a la vacuna, y gemí, queriendo que todo terminara de una vez por todas.
—No quiero seguir con esto— sollocé, colocando una mano sobre mi vientre —, esto no le hace nada bien a nuestros hijos, sienten todo lo que siento yo, Sasuke, y yo estoy sintiendo muchas cosas últimamente— la mano de una de las enfermeras me sostuvo firmemente el brazo, mi marido me aferró más a él —. No quiero. . . — murmuré.
—Lo sé nena, lo sé. Es por tu bien, están tratando de ayudarte— la punta de la aguja atravesó mi piel y luché con todas mis fuerzas contra el impulso de moverme —, ¿sabes lo mucho que te amo? tu sonrisa me vuelve loco, y no quieras saber cómo me late el corazón cuando sé que soy la causa de tu felicidad, así como lo eres tú de la mía— una lágrima se deslizó por mi mejilla, mientras me mantenía incapaz de responderle —, oh, vida mía— sus labios besaron la pequeña gota de sal, para después acercarse nuevamente a mi oído, y murmurar toda clase de confesiones románticas, que nunca diría en voz alta.
—No me dejes nunca— pedí, cuando empezaron a mover levemente la aguja, para sacarla.
—Jamás lo haría, me consumo en mi propios deseos sádicos al pensar en mi diosa en brazos de otro— le observé, su sonrisa y mirada pícara hicieron que cierta zona de mi cuerpo ardiera.
—No soy una diosa, Sasuke— murmuré, sin apartar mis ojos de los suyos.
—No, no eres una diosa, eres MI diosa— aparté de su rostro el mechón que cubría su rinnegan y aprecié la belleza de Sasuke Uchiha en todo su esplendor.
El mirarnos de esa forma a los ojos me hacía desconectarme completamente de todo, él era mi hogar, mi paz, mi todo. Mi Uchiha y nuestros hijos, eran, son y serán siempre todo lo que necesitaré para sentirme completa, pues ellos son mi familia.
Atraje a Sasuke a mi cuerpo, escondiendo el rostro en el espacio entre su cuello y hombro, sus fuertes brazos me aferraron a él, permitiéndome sentir su calor, a través de la ropa.
Permanecimos unos segundos así, mientras el medicamento corría por mis venas. En brazos del otro, reconfortándonos, a mí por la inyección, a él por los días en vela que había pasado, esperando pacientemente a que despertara.
Y luego una fiesta tuvo inicio en mi vientre, dos inquietos bebés parecían estar luchando por ver quién tendría más espacio en la bolsa.
—Sarada, ven a sentir a tus hermanitos— me aparté del tranquilizador calor de Sasuke, para recostar mi espalda contra el sillón y levantar mi bata, solté una pequeña risita al ver cómo se marcaban los movimientos.
— ¿Y quién dijo que son niños? — Sasuke besó el pequeño pie que se marcaba, con cierta expresión de burla.
—Yo, así que deberás aguantártela— nuestra primogénita se arrodilló frente a mí, para colocar ambas manos sobre mi piel —, háblenles para que se vayan acostumbrando a sus voces— en la distancia pude ver a Tsunade agarrar la cámara y contar hasta tres, sonreí mirando a mi esposo e hija hablarles a mi vientre, sin saber que estaban siendo fotografiados.
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