Capítulo 23.
Llevé una mano a mi boca, mientras tosía por tercera vez consecutiva. A mi lado Sasuke acariciaba mi espalda con delicadeza, a veces dando alguna que otra palmada.
-Está bien- murmuró, muy cerca de mi oído -, vas a mejorar- asentí, tratando de tener su mismo entusiasmo con respecto a mi partida del hospital. Hacía tan solo cinco días que me habían dejado salir, pero debía ir diario a revisarme.
-Gracias amor- respondí, sin apartar la mano.
-Iré. . . Iré a ver si Sarada necesita algo- asentí levemente, mientras me levantaba de la cama para ir al baño a lavarme las manos. No me sorprendió ver las manchas de sangre en mi palma, me estaba ocurriendo con mucha frecuencia últimamente.
-Mamá, hola, acabo de llegar- mi pequeña caminó hasta donde estaba -, ¿lograste dormir? - sus brazos envolvieron mi vientre, correspondí sin pensarlo.
-Solo media hora, pero no te preocupes- acaricié levemente su cabello. Su padre recostó su cuerpo en el marco de la puerta, su mirada perdida en el reflejo del espejo -, me pondré mejor, tranquila- Sarada me miró, sus ojos cristalizados.
-No me mientas, por favor. . . no quiero perderte- mi corazón dio un vuelco, mientras yo me arrodillaba para poder abrazarla mejor.
-No me perderán, tranquilos los dos- la pequeña se limitó a rodear mi cuello con sus brazos, mientras que mi esposo ni siquiera se inmutó a mirarme.
-Sarada vamos, deja que te ayude con eso que me pediste- la pelinegra se apartó de mis brazos, y salió del baño, no sin antes darme una última mirada.
Sasuke se acercó a mí, sosteniendo mis mejillas con sus manos, mientras depositaba un beso en mi frente. Sus movimientos tan calculados, como si tuviera miedo de romperme al más mínimo toque.
Luego partió al encuentro con nuestra primogénita. Sus voces apenas un susurro, y sin embargo podía llegar a escucharlas: -mamá está demasiado pálida- ; -su condición no ha mejorado mucho, está pasando por mucho estrés-. No pude evitar negar levemente, mientras llevaba una mano a mi vientre y caminaba hasta la ventana.
Estaba segura de que esto no era obra del estrés, sino más bien del sello que se había visto forzado, y ahora parecía querer cobrarme, arrancándome la vida poco a poco, día tras día. Pero yo era fuerte, y resistiría. No moriría, no cuando Sasuke, Sarada y los niños me necesitaban.
-No, todavía no es el momento- murmuré, acariciando la ligera curva hacia el frente, que representaba mi barriguita de embarazada.
Caída un poco más tarde me vestí para salir a dar un paseo. El largo vestido cubría perfectamente los hematomas que habían comenzado a esparcirse por mi piel, y el color negro me hacía ver más delgada, sin embargo, resaltaban perfectamente mi estado de gestación, siendo eso y, su gran cobertura, lo que me llevaron a usarlo.
En mi espalda fuerte e imponente, el símbolo del clan Uchiha.
- ¿A dónde vas? - Mi esposo parecía alarmado al verme arreglada, simplemente le sonreí.
-He estado encerrada mucho tiempo, me gustaría salir a caminar un poco. Ayuda a mis pulmones y a los bebés- ambos pelinegros compartieron una mirada -. Me gustaría que vinieran conmigo, tú también Shiro- observé al pequeño perro, que mordisqueaba levemente mi vestido. Sarada y Sasuke se colocaron en pie.
-Vamos entonces- el señor Uchiha deslizó una mano por mi espalda, dirigiéndome a la entrada del apartamento.
Con cuidado me coloqué los zapatos, en repetidas ocasiones tanto mi esposo como nuestra hija se ofrecieron a ayudarme, sin embargo me negué. Me gusta que me cuiden, pero ahora mismo siento que si lo hacen, yo me estoy entregando voluntariamente a mi mortífero diagnóstico.
Shiro estaba bastante alegre de volver a pasear por las calles de Konoha, el suave soplo del viento bailaba junto a mi cabello, del cual lo único castaño que me quedaba era las raíces, y debido a que no lo había estado cortando, se encontraba levemente más largo.
Tomé un mechón, observándolo. Parecía que no tenía vida alguna, imagino que eso acompañaba a mi imagen de muerta viviente.
-No te lo he dicho, pero el cabello blanco te queda precioso, estás a la última moda- sorprendida, me giré para ver a Sasuke, el cual me sonreía.
Su mano se deslizó sobre la mía, entrelazando nuestros dedos y sujetando con cierta fuerza. Estoy aquí, esas eran las palabras que podía encontrar en cada una de sus acciones. Sentí mis ojos picar levemente, y aparté rápidamente la mirada. No deseaba que me viera con los ojos enrojecidos por las lágrimas que comenzaban a subir, acompañadas del nudo en mi garganta.
-Miren, esa es la tienda de la madre de Inojin- Sarada señaló en dirección a las flores que sobresalían, de tantos colores y tipos, tan hermosas y delicadas. Cuando cruzamos frente a ella, no pude evitar detenerme para apreciar mejor el aroma que desprendían, resultaba ser muy relajante.
- ¿Quieres un ramo de flores? - rápidamente negué.
-No, tranquilo amor. Es solo que huelen tan bien que no pude resistirme- confesé.
-Entonces escoja alguna que le guste, yo le prepararé un arreglo- Inojin salía junto a Ino, ambos con una sonrisa de bienvenida en su rostro -, la casa invita, no se preocupe- llevé una mano a mi pecho, conmovida.
-No deben preocuparse- Ino carraspeó.
-Ahí vienes tú con la amabilidad innecesaria, la casa invita amiga, ¡debes aprovechar! - algo indecisa, me giré para ver a Sasuke.
-Está bien ___, dile al niño las flores que te gustan- el pelinegro se acercó a nosotros -. Si no es mucho pedir, me gustaría que, de mi parte, le agregues unas cuantas de esas magnolias blancas- la chica Yamanaka llevó una mano a su cadera.
-Vaya, pero qué sorpresa. No pensé que estuvieras enterado del lenguaje de las flores- enarqué una ceja, sin saber muy bien a qué se refería.
-No entiendo de qué hablas- dije, casi sin pensarlo.
-Sasuke ha pedido magnolias blancas para ti. Las magnolias son conocidas por su belleza y aroma, tienen varios colores, las blancas significan pureza- parpadeé, bastante sorprendida por la información.
-No me sé el lenguaje de las flores- murmuré avergonzada, por mi ignorancia.
-Yo solo recuerdo el de las rosas, por lo tanto, ¿podrías ponerle al arreglo de mi madre rosas de color rosa? El costo corre por mi cuenta- ante mi confusión repentina, Ino rió.
-Las rosas rosadas simbolizan cariño y gratitud- le sonreí agradecida, mientras deslizaba mi brazo sobre el hombro de Sarada, en una especie de abrazo.
Yo también le tenía mucho cariño, y estaba muy agradecida por ser su madre.
De vuelta en la casa, observé las flores en el jarrón de cristal. Con colores tan hermosos y llenos de vida, además, el aroma que desprendían me encantaba.
-Gracias, de verdad- dije, mientras sentía mis ojos picar nuevamente, estas hormonas del embarazo actuaban demasiado rápido para mi gusto, parecía que rompería a llorar por todo y por nada -. Son preciosas- las lágrimas se deslizaron por mis mejillas, sin saber muy bien el motivo.
-Oh, ángel mío no llores- Sasuke me sostuvo entre sus brazos, acariciando mi cabello, mientras yo me secaba las pequeñas gotas saladas -. Te mereces todas las flores del mundo- y dicho esto, me besó de manera corta.
-No estoy llorando por estar triste, es que de verdad las flores me encantan y las hormonas de embarazada no me lo están poniendo fácil- Sarada se acercó a nosotros, abrazándome, mientras sonreía.
Yo no puedo estar más agradecida por la familia que tengo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top