Capítulo 19.


Uchiha Sasuke. 

El silencio en mi cabeza era abrumador. Mis ojos fijos en el último lugar en el cual habían estado Naruto y ___, antes de la colisión. 

Quería gritar, acabar con todos esos idiotas que habían dicho que participarían, y prefirieron esconderse en la primera oportunidad. Entiendo la necesidad que tienen de proteger a sus familiares. Pero, ¡maldición!

Mi esposa. . . mi amada ___.

¿Por qué tienes que ser tan pura de corazón? ¿Por qué nos pones a nosotros primero, en lugar de ser egoísta? Si tan solo pudiera mostrarte que crees en un mundo que no vale la pena. . .  

Y nuestros pequeños. . . Nuestra hija. . . 

¿Dónde estaba mi pequeña? 

Di media vuelta, inspeccionando todo el lugar. Sarada estaba tendida en el suelo, aparentemente inconsciente. 

Me acerqué a ella, en paso apresurado. Levantando su cabeza con mi mano, y manejando mi chakra, para poder utilizar el Susanoo y completar el resto de mi otra extremidad, siendo capaz así de levantarla del suelo. 

— ¿Sarada? — cuestioné, acercando mi rostro al suyo —, hija, por favor despierta— su gesto se torció levemente, antes de que me mostrara esos hermosos ojos de color negro. 

— ¿Papá? — asentí levemente, besando su frente.

—Si, todo está bien, estoy aquí pequeña— Sarada llevó una mano a su frente, su expresión de dolor me dolía en el alma. 

—Estoy bien padre, solo me duele un poco la cabeza— y sonrió levemente. 

Mi pelinegra se acomodó mejor en mis brazos. A nuestro alrededor las personas comenzaban a recobrar la conciencia, completamente desconcertados por todo lo que había ocurrido. Algunos ninjas médicos estaban ya manos a la obra, trabajando con los heridos de gravedad. 

— ¿Qué fue lo que pasó? — la voz de mi hija era un leve susurro, opacado por el eco de los lamentos que comenzaban a proliferar —. ¿Dónde está mamá? — suspiré, aferrándola más a mi pecho. 

—La traeré de vuelta, lo prometo— murmuré, besando su frente nuevamente. 

— ¿Está muerta? — su pregunta me tomó desprevenido.

—No, o al menos es lo que creo, no estoy seguro— admití, el miedo latente en sus ojos me arrugó el corazón. 

—Sasuke-kun— parpadeé varias veces, tratando de descifrar si era producto de mi imaginación, o estaba en una pesadilla andante. 

—Sakura— y para mi colmo, Sarada me lo había confirmado. 

Una oleada de rabia me recorrió. He tratado de perdonar a Sakura una y otra vez, pero cuando recuerdo el secuestro de Sarada, los días de incertidumbre, las noches en vela, y cómo Sarada temblaba aquella noche mientras dormía, cuando la rescatamos, simplemente era un muro demasiado alto y demasiado rencor. 

—Deja a Sarada conmigo, yo atenderé sus heridas en el hospital— la miré de reojo, ella retrocedió un paso, ante mi seriedad.

—Yo la llevaré al hospital, nos veremos allá— y salté lejos de ella, con mi pequeña en brazos. 

El hospital estaba lleno de personas heridas, algunos estaban sentados en los pasillos, con parches y vendas, los enfermeros desfilaban por todas partes. 

—Aquí, Sasuke— Tsunade estaba de pie, frente al consultorio en el cual trabajaba mi esposa. Mantenía el ceño fruncido. Caminé hasta donde ella se encontraba —. Déjala en aquella camilla— asentí. 

—Mamá solía trabajar aquí. . . — Sarada se removió en la camilla, haciendo pequeñas muecas —, papá, estás herido— su pequeña mano se dirigió a mi rostro, rozando la yema de sus dedos con mi mejilla. 

Su piel se manchó con mi sangre. ¿En qué momento me había cortado? 

De todas formas no me importaba, puedo colocarme una pomada y seguir adelante, no estaba demasiado pendiente de todo aquello que tenía que ver conmigo. No cuando mi hija estaba herida, y mi amada desaparecida. 

—Déjala en mis manos, te prometo que esta vez la cuidaré bien— la rubia colocó su mano en mi hombro, yo le otorgué una última mirada a mi pelinegra, antes de girarme a ver a Tsunade. 

—Más te vale— su mano subió de mi hombro, hasta mi rostro, el calor de su chakra resultó levemente reconfortante. 

—No te vayas a alterar, ella se encuentra bien donde sea que esté. Sabes que no arriesgaría a los niños, de no saber que están protegidos— mis niños. . . mis pequeños.

Cerré los ojos y suspiré.

—Por favor, Tsuande. Te confío a Sarada, mientras busco la manera de encontrar a Naruto y a ___. No permitas que le pase nada— la Senju asintió, y yo me marché.

La torre del Hokage parecía abandonada, ahora que Naruto no estaba en ella, haciendo malabares para poder llevar la aldea por el mejor camino, pasando noches sin dormir, buscando soluciones convenientes para los problemas, o simplemente charlando con Shikamaru, en sus ratos libres. 

—Eres siempre un problemático— murmuré, sonriendo levemente. Ese estúpido rubio siempre metido en situaciones difíciles —. Resiste Naruto, resiste mi amor, ya voy por ustedes— la puerta a mis espaldas se abrió. 

Boruto estaba de pie, junto a él, los demás Kages. ¿Ahora si se atrevían a dar la cara en la situación? 

—Antes de que entres en tu etapa de sádico, te debemos una disculpa. Pensamos que todo estaría bien en manos tuyas, de tu esposa y Naruto, por eso nos dedicamos a ayudar a los demás. No nos pasó en ningún momento por la cabeza que ellos dos. . . — levanté mi mano, había escuchado lo suficiente. 

—Estoy seguro de que ellos los perdonarán, yo pensaré en qué haré, después de que ambos estén aquí, y no precisamente en un ataúd— enfaticé la última palabra, con toda la seriedad que pude.

—Estamos contigo Sasuke, te ayudaremos en lo que haga falta— enarqué una ceja, luego simplemente les dí la espalda. 

—Espero que ahora si lo hagan— me limité a decir. 

—Quiero ir, mi papá me necesita— Boruto se plantó frente a mí, la determinación brillaba en sus ojos.

—Esto no es un juego, Boruto. Los Ōtsutsuki son feroces en el campo de batalla— el rubio negó. 

—Yo. . . cometí un error y quiero remediarlo, además, mi madre está muy preocupado por el viejo, y mi hermana menor también— todo aquello me recordaba en cierto sentido a su padre, de tal palo, tal astilla. 

—Estén todos listos, mañana temprano abriré un portal para que todos nos podamos transportar a donde sospecho que se encuentran. Hablaremos a primera hora, pueden retirarse— los adultos se fueron, dejándome con Boruto —. Déjame mostrarte algo— me acerqué a la pila de papeles, encontrando la vieja caja de Naruto. 

Me arrodillé frente a ella y la abrí, dejando ver el viejo traje de Naruto, en su escritorio la foto que nos habíamos hecho años atrás. 

—Esto significaba mucho para tu padre, era su traje en la primera etapa de su vida, academia y examen— Boruto se arrodilló a mi lado, con los ojos levemente cristalizados —, él no tenía ropas caras ni cosas así— me levanté, para ver los últimos rayos del sol, dándole paso a la noche. 

— ¿Cómo están ustedes? — levemente giré el rostro. Sarada estaba d pie en la puerta, curada al completo, aparentemente.

— ¿No debería ser esa mi línea? — extendí el brazo en su dirección, ella caminó hasta donde me encontraba, otorgándome un abrazo. 

—Boruto perdió a su padre, nosotros hemos perdido a mamá, así que es una línea que puede tomar cualquiera, papá— acaricié su cabello, mientras ella me apretaba más y más. 

El pequeño Uzumaki observaba la chaqueta de su progenitor con nostalgia, si Naruto estuviera aquí, estoy seguro de que le estaría dando una charla motivacional. 

—Debemos irnos, chicos. Es tarde y mañana promete ser un día largo— los niños asintieron, Boruto se colocó la chaqueta de su padre, y nos retiramos del lugar. 

La noche fue eterna y solitaria en la residencia Uchiha. La cama que compartía con ___ estaba helada a falta de su presencia. Imagino que así ha de sentirse ella cada vez que yo me encontraba fuera. 

Me levanté, estando más despierto que nunca. Unas pocas luces iluminaban Konoha, ni siquiera llegaba a ver la luna desde donde me encontraba. La ventana me reflejaba a duras penas, y yo no me sentía capaz de apartar la mirada. 

¿Cómo estarás, querida? ¿Te estarán haciendo daño? La sola idea despertaba mis deseos más sádicos, si ellos se atrevieran a intentar sacarle el Rinnegan nuevamente. . . 

Que lo intentaran, si tenían los cojones para sobrellevar lo que se les vendría después. 

Muchas veces he intentado ser pacífico, dejar el mal a un lado, para que mi esposa no tuviera que vivir con todavía más peso de que ya tiene mi apellido, pero esos hombres sacaban la peor parte de mí, y si tenía que volver a ser conocido por no tener compasión, entonces me presento, soy Sasuke vengador Uchiha.

Decidí que tal vez sería buena idea tratar de dormir, después de todo, necesitaría estar al cien dentro de unas horas. 

Me acosté dándole la cara a la pequeña mesa de noche, en la cual había una fotografía enmarcada de nuestra familia, junto a ella, las únicas imágenes que teníamos de los bebés en su vientre. 

La puerta crujió levemente, pasos se escucharon y luego un poco de peso extra en la cama. La espalda de Sarada quedó contra la mía. 

—Tu tampoco puedes dormir, ¿verdad papá? — permanecí callado uno segundos, antes de girarme y abrazarla. 

—Todo va a estar bien— prometí. Haría lo que fuese falta, para que todo fuera así. 

—No quiero perderlos. . . — la pelinegra se giró y escondió la cabeza en mi pecho. 

—Y no los perderemos, no es el momento— Sarada asintió, pero sé que era más para tratar de convencerse de la situación. 

El resto de la noche la pasé abrazando a mi hija, velando su sueño, ya que yo era incapaz de conciliar el mío. El sol salió, encontrándome en la misma posición en la cual me había dejado la luna. 

Sarada estaba e el quinto sueño, cuando me deslicé entre las sábanas y me preparé para ir a la torre del Hokage. 

No desesperes ___ ya estoy en camino. 








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