Capítulo 18.


Para ser honesta, yo no soy amante de la violencia, de golpear a personas únicamente para medir mis capacidades, o en una pelea amistosa de esa que tienen los niños, de vez en cuando. Pero golpear a Kinshiki me provocó mucho placer. 

Ver la sorpresa en su rostro, y luego como iba directo a chocar contra la misma pared que casi destroza mi columna. Momoshiki tenía la vista fija en su compañero, su rostro comenzando a desfigurarse producto del enojo.

—Parece que nos traerás más diversión de lo que pensaba— sonreí cínica, observándole —. Mira que precioso Rinnegan, es una lástima que lo tengas tu— me encogí de hombros.

—Suerte de herencia, supongo— Momoshiki  enarcó una ceja.

—Estoy seguro que ni siquiera sabes de quién heredaste tu otra mitad— me detuve un segundo a pensar, extendiendo la mano, deteniendo el puño de Kinshiki , mi cuerpo se estremeció el absorber la fuerza de este ataque. Reverberó en todo mi ser, me limité a mirarle fijamente a los ojos. 

—No es como que me interese demasiado— admití, lanzando al hombre que había tratado de atacarme, en dirección a su compañero. 

—Eres una ignorante— Momoshiki  detuvo a su rodante amigo de un solo movimiento, mientras yo sentía como un conocido y precioso chakra de color morado me rodeada, para ser luego acompañado por uno de color amarillo- anaranjado. 

—Esto lo cubrimos nosotros, quédate a nuestra espalda— los dos hombres que habían estado tomando un papel importante en mi vida, se colocaron frente a mí. 

—Creo que es mejor que dejes esto en nuestras manos, ___-chan— Naruto sonrió levemente, mientras me mostraba su pulgar. 

—Lo lamento pero. . . — di unos cuantos pasos, rozando hombro con hombro, y luego quedando fuera de su innecesaria protección —, yo no me quedo a espaldas de nadie— toda la piel me ardía, y en mi vientre podía sentir una presión, estaba casi segura de que el sello brindaba la mayor parte de mi poder a mi vientre, a los gemelos. 

—Puedo decir que me he hartado de estos juegos. Mi nombre es Momoshiki  Ōtsutsuki y. . . — ni siquiera seguí escuchando su estúpido discurso de presentación. Todo lo que reverberaba en mi cabeza, era el grito que había soltado Sarada. 

Fue cuestión de segundos, para que tanto Sakura, como Sasuke y yo estuviéramos frente a Kinshiki, el cual amenzaba la seguridad de nuestra pequeña princesa Uchiha.  

—Toca a mi hija y te prometo que te reduciré a cenizas ese cuerno— Sasuke sostenía a Sarada sobre su hombro, nuestra primogénita aferrándose a él. 

—Pensé que estarías a cargo de ella— le reproché a Sakura, mientras ambas lográbamos atinarle una buena patada al grandulón. 

—Me descuidé un segundo, y ya estaba buscando gente a la cual ayudar. Ya sabes, esa nobleza que la caracteriza— no pude evitar sonreír ante su afirmación, tenía toda la razón. 

Mis piernas temblaron levemente cuando chocaron contra el suelo. A mi lado, Sakura Haruno me sostuvo por los hombros, para ayudarme a mantener el equilibrio. 

—Gracias— murmuré, ella simplemente asintió —, debo volver a tratar con esos dos, parece que Kinshiki no se cansa de recibir golpes— ambas manos de Sakura me sostuvieron con fuerza, o con toda la que pudieron, mientras temblaban levemente. 

—Y no creo que vaya a dejar de recibirlos, estaba sirviendo de distracción para lo que sea que sea aquello— y señaló el cielo, que extrañamente se había oscurecido de un momento a otro. 

—Santo cielo— exhalé, observando la inmensa esfera de chakra sobre todos nosotros. Obra, gracia y cortesía sin duda de Momoshiki Ōtsutsuki, a su lado, el saco de boxeo que representaba su compañero. 

Mi primer instinto fue correr en dirección al zorro medio desfigurado, que representaba la energía vital combinada de mi marido y Naruto.

—Mamá— el temor era notorio en la voz de mi pequeña niña, frente a ella, Sasuke estaba más serio que nunca. 

—Sasuke, te encargo a los niños— me giré de inmediato a ver a Naruto, el cual, al igual que el Uchiha, estaba serio. 

Boruto avanzó un paso en dirección a su padre, siendo detenido por él mismo. 

—Quédate atrás, hijo— el rostro de Boruto irradió tanta tristeza, que hasta la palabra hijo me pesó a mí. 

—Pero papá. . . — Sarada sostuvo la mano del pequeño rubio, sin decir palabra, pero en su forma, dándole todo el apoyo que necesitaba. 

Naruto juntó sus palmas, y nuevamente supe lo que tenía que hacer. 

Así que besé una última vez la frente de mi hija, y sostuve su pequeña barbilla con mi mano derecha. 

—Tú puedes, Sarada. Siempre puedes, es hora de que confíes más en ti misma, hija mía— la niña me observó con el ceño fruncido, antes de girarse a ver a su padre, cómo si le pidiera que le explicara la situación. 

Los ojos de Sasuke dieron con los míos desde que me levanté, y su mano se deslizó de mi mejilla, hasta mi cadera. 

—No, me lo prometiste esta mañana— su ojo negro brillaba, la incertidumbre en él —. No hoy, no ahora, no cuando tenemos tanto por vivir juntos— susurró. 

—No es hoy, aunque te lo parezca ahora— acaricié levemente su mejilla, antes de besar de manera corta sus labios. 

La pequeña gota salada empapó mi dedo pulgar, la removí antes de que los demás notaran que estuvo ahí, en primer lugar, y luego retiré ambas manos del rostro de Sasuke, mientras miraba a Naruto utilizar el poder de Kurama. 

Me adentré en medio de su aura, y situé ambas palmas en sus omoplatos. El rubio me observó sorprendido, pero ya no quedaba tiempo, solo podíamos rogar que nuestros chakras pudieran acoplarse lo suficientemente bien, para neutralizar el ataque de Momoshiki. 

 — ¿Sabes que el Kyūbi me otorga el poder suficiente para poder hacerle frente a ellos dos? — asentí, dejando fluir mi propio poder al cuerpo del Uzumaki, este se estremeció, y una luz de color blanco rodeó la Bijūdama que todavía se encontraba en proceso de gestación. 

En los últimos instantes, me giré una última vez a mi esposo, el cual me observaba, atentamente, la súplica de que abortara esta misión suicida, la necesidad de que me quedara a su lado. 

¿Pero a qué costo? Si podía detener a los Ōtsutsuki, entonces lo haría con todo el placer de mi ser, si esto le aseguraba una vida pacífica, un mundo nuevo a mi familia, me arriesgaría. 

Yo de todas formas sabía, lo sentía, no iba a morir. No hoy, no ahora. Ni dentro de los próximos siete meses. Ni siquiera cuando los gemelos estuvieran correteando por la casa, y Sarada estuviera a punto de pasar a ser toda una joven adulta. 

Mi mano sostendría la de Sasuke, y en nuestro seno los tres niños nacidos de nuestro amor, crecerían protegidos, bien cuidados, pero sobre todo, amados. 

Así que llevé una mano a mi vientre, y le sonreí. 

—Siempre serán ustedes— afirmé. 

Y luego ambas esferas de poder colisionaron, absorbiendo todo a su paso. Incluyendo a Naruto, a los Ōtsutsuki y. . . y a mí.

Sasuke gritó mi nombre como si su vida dependiera de ello, pero todo lo que yo podía ver era de color blanco. Naruto continuó a mi lado, por fracción de segundo, y mientras perdía el conocimiento, pude sentir unos brazos sostenerme con firmeza. 

—Te tengo ___, te tengo— y luego todo se convirtió en oscuridad y silencio. 

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