7. Juegos
Para que un niño alcance su pleno crecimiento, requiere de una serie de juegos que activen su agudeza mental y motriz, al igual que comiencen a prepararlos para estudios más superiores que desarrollarán sus capacidades como ser humano.
Juegos infantiles, mentales e inofensivos que más que verlo como un trabajo o una necesidad, los pequeños lo tomaban como algo divertido y que disfrutaban mucho. Una distracción más allá de una manera de vivir.
Damian no podía recordar ni una sola vez en su vida que ese hubiera sido su pensamiento. No había tenido nada que los niños convencionales a su edad considerarían "diversión".
Los juegos en la Liga de asesinos no se acercaban para nada a lo un padre pensaría que su hijo en crecimiento pudiera necesitar o experimentar. Por supuesto, él no era cualquier bebé llorón. Era el heredero de Ra's Al Ghul. El hombre que dominaría el mundo.
A una edad bastante corta, el pequeño Damian pasaba horas entrenando como si de un adulto experimentado se tratara. Tan arduamente hasta humillar a los mejores ninjas, soldados dedicados a la causa de su abuelo. Patear traseros a contrincantes que eran el triple a veces el cuádruple de su tamaño. Enfrentarse a un combate desprovisto de cualquiera de sus sentidos o de todos ellos.
Y ganar.
Siempre era ganar.
Sin importar si sus huesos se rompían, si su piel se desgarraba o si escupía barbaridades sangre. Sin importar si la respiración se le cortaba, las piernas flaqueaban y vomitaba su dolor.
Debía ganar.
Mientras más duraba su enfrentamiento, el juego se volvía más insoportable. Tenía que ser más rápido y astuto que cualquiera para finalmente obtener la victoria.
Escucharía los aplausos placenteros de su abuelo mientras le dedicaba una media sonrisa llena de orgullo. Entonces todo el dolor y la fatiga se esfumaba de su pequeño cuerpo. Levantaba el pecho con arrogancia y pateaba la cabeza de su adversario caído para pavonearse en su derrota.
Era el niño más poderoso del planeta. Aquel que heredaría el régimen de su abuelo.
Hasta que llegó él.
Tenía 8 años la primera vez que lo vio. Pese a su edad tan prematura, los plebeyos y ninjas de su abuelo y madre se arrodillaban ante él con admiración y temor. Tenía la mirada de un guerrero feroz que no debía tomarse a la ligera.
Su madre lo había guiado al salón principal de entrenamiento, como todos los días desde que tenía facultad de su cuerpo y mente. Esperaba el entrenamiento de siempre, con los mismos adversarios y las rutinas, o incluso, algo nuevo que pondría en tela de duda su fuerza e ingenio, pero que al final lo superaría con la supremacía de un Al Ghul.
Pero lo que encontró en el centro del salón fue algo completamente diferente.
No había una brigada, ni un ejército. Era sólo un hombre.
Tenía la armadura típica de un soldado Al Ghul, pero en su pecho estaba la insignia de un murciélago deforme de color sangre. Su rostro estaba cubierto por una máscara, dejando que los huecos de sus ojos se resultaran más para divisar su mirada.
No podía ver nada en aquel mar opaco que eran sus ojos. Nada más que violencia, ira y odio, súper puestos sobre una pantalla de frialdad.
Damian sintió un escalofrío como nunca antes había sentido. Era un niño que había vivido un centenar de infiernos y los había superados todos con la cabeza en alto.
Él jamás se había sentido como un niño. Él era un arma.
Él jamás había tenido miedo. Él daba miedo.
Él jamás temblaba por nada. La gente al reconocer su figura temblaba por su presencia.
Él nunca olvidará la mirada de ese tipo cuando lo recorrió de arriba abajo sin ninguna expresión, pero con una mirada que decía todo. Odio. Dolor. Furia. E iba a desquitarse con él.
—Me alegro verte tan despierto, mi querido nieto.
Ra's camino solemnemente al lado del guerrero que no quitaba su mirada azulada del niño. Apenas reaccionó cuando el líder de la Liga colocó una de sus manos en el hombro del muchacho.
—Has sido extraordinario, Damian. Como siempre lo supe —Ra's esbozó una pequeña sonrisa que hizo que el pecho de su nieto se hinchara—. Has superado todo lo que impuse.
—Y ha sido un honor, abuelo.
Ra's se mostró muy complacido por el tono serio y determinado de su nieto. Su sangre. Luego su sonrisa flaqueó y negó con la cabeza, cosa que hizo que el menor se descolocara en su lugar, abriendo sus ojos como platos. Confundido. Y un poco herido.
¿No era suficiente...?
—Eres excepcional, nieto mío. Pero todavía te hace falta un largo camino por recorrer —comentó palpando el hombro del muchacho inexpresivo, este seguía sin ponerle atención al hombre mayor, era como si su mente no estuviera ahí—. Para eso estoy aquí, para eso esta él aquí. Para hacer de ti alguien inigualable.
—¿Qué debo hacer para que te sientas orgulloso, abuelo? —Su voz, si bien fue firme, sonó un tanto suplicante y desesperada. Todo lo que quería era honrar a su abuelo y a su apellido. No podía fallar.
—Tienes que derrotarlo, a él —finalmente, Ra's se hizo a un lado—. Este joven ha sido entrenado por él único hombre al cual yo considero mi heredero, además de ti. Por supuesto.
Damian estaba perplejo. Su mirada inquisitiva se disparó de regreso al hombre enmascarado, no veía nada fuera de lo común más que un mechón blanco que sobresalía de su cabello entre rojizo oscuro y negro. Se veía como un guerrero normal, con la particularidad de que era incapaz de sentir temor.
Volteó hacia su madre en busca de respuestas y explicaciones. Talia suspiro y se encogió de hombros, haciendo que su niño frunciera el ceño.
Y a todo esto, ¿quién era ese tipo con el cual estaba combatiendo por el título del heredero Al Ghul? ¿No se suponía que lo estaban entrenando para sustituir a su abuelo? ¿Para reunirse junto a él en la inmortalidad y el control del mundo?
Sintió una enorme oleada de ira inundar su cuerpo, apretando con furia la katana en sus manos.
No podía creer que alguien que nunca había conocido y que ni siquiera estaba cerca pensaba en quitarle su título, su puesto, su destino. Para esto estaba siendo criado. Existía sólo para heredar la Liga.
Todo su coraje se concentró en su mirada esmeralda, clavándola ahora en el pupilo de ese sujeto que intentaba quitarle el título de heredero. Pero el guerrero seguía sin inmutarse, como si todo ese tema fue de poco interés para él.
—Derrótalo, Damian —Su abuelo ya estaba al lado de Talia, ambos alejados del salón de entrenamiento, observando con los brazos detrás de su espalda—. Derrótalo para mí.
Damian asintió y desenvainó su espada. Esta victoria es para ti, abuelo. Pensó apretando con determinación su arma y echándose a correr hacia su contrincante.
Lo humillaría. Lo derribaría. Golpearía su rostro tan fuerte que destruiría esa máscara. Lo cortaría hasta escuchar sus súplicas. No iba a contenerse, no cuando su credibilidad como único heredero estaba en juego.
Dio un corte limpio y peligroso que estaba seguro que le había cortado un par de cabellos, cuando sintió como perdía todo el aire de golpe y lo obligaba a jadear. Lo lanzó lejos, logrando sostenerse apenas en una pieza.
Llevo su mano a su estómago, sintiendo palpitar sus tripas por el impacto.
¿Qué diablos...?
Apenas un par de segundos para intentar poner en orden lo que había sucedido cuando tuvo que bloquear un mortífero golpe en su costado. Levantó la vista sorprendido ante la velocidad y lo potencia del impacto.
El golpe lo mando a volar nuevamente, sintió como la sangre emergía de alguna herida en su brazo a costo del bloqueo, pero no le importó.
Volvió a colocarse en posición de combate y corrió hacia su adversario. Sus golpes eran letales y precisos, estaba seguro que apuntaba con éxito, pero el tipo siempre encontraba una manera de esquivarlo y regresárselo. De bloquear sus intentos por acertar un golpe y regresarle tres más.
El tipo daba golpes mortales y sin piedad, analizaba sus movimientos y buscaba miles de posibilidades de contraataque, acertando con éxito. Jamás se había enfrentado a alguien con ese nivel de inteligencia y capacidad de reaccionar en cuestión de instantes minúsculos.
Al final de la jornada, era el menor quien yacía en el suelo en un mar de sangre y sudor. Vomitando el amargo y vital líquido rojizo como nunca antes. No podía moverse y respirar ya era de por sí un suplicio. ¿Cómo era posible que este chico estaba derrotándolo cuando él ya había derrotado a prácticamente toda la Liga?
Notó de reojo la mirada llena de pena de su madre y abuelo, tensó todo su cuerpo con coraje. Debía levantarse. Tenía que ponerse de pie.
Sus pequeñas piernas temblaban del esfuerzo mental que hacía para ponerse de pie. No podía caer, no debía caer. ¡Era Damian Al Ghul! ¡Debía estar de pie!
Su cabeza se levantó ligeramente y de esa manera su cuerpo iba adquiriendo voluntad para moverse. Quizás pudo haberse puesto de pie sino fuera porque su adversario se puso de cuclillas a su lado.
Observándole de cerca, ladeando la cabeza como un total inocente, hizo que la sangre, que aún tenía en cuerpo infantil, se evaporara por el nivel de furia hervida en su interior.
Levantó su puño para impactar en su desagradable máscara cuando el chico sostuvo su mano y la torció.
Damian mordió su labio inferior hasta sangrar para evitar lanzar un humillante grito de dolor. Sintió que sus ojos picaban y pestañeo varias veces para abandonar la sensación de sufrimiento. Él no lloraba.
Con la mirada iracunda, fulminó al chico, notando por primera vez, gracias a la cercanía, un brillo verdoso en su esclerotica, como si de un líquido se tratara, como si sus ojos se hubieran vuelto charcos de agua verde y brillante apenas resaltando el azul propio de sus pupilas.
Aspiró y contuvo el aire.
Un humano resucitado. El pozo de Lázaro.
¿Quién demonios era este tipo? ¿De dónde había salido?
—Continuarán mañana —indicó Ra's, despidiendo con un gesto al chico. Como era usual, el tipo no dijo nada y se desvaneció como si de humo elevándose al aire de tratase—. Te necesito más concentrado, Damian. Más fuerte, más ágil —Pese a que su tono era desprovisto de emoción, Damian sintió cierto toque de decepción que le hizo rechinar los dientes.
Damian asintió y se prometió a sí mismo que la próxima vez lo derrotaría.
Cuando en su segundo enfrentamiento, el resultado fue aún más desastroso. Damian hizo añicos a todos los ninjas que se cruzaban en camino, a modo de rabieta y de frustración.
Obtuvo en el mismo resultado una tercera vez, y una cuarta, y una quinta...
Damian orino y vomito sangre por varias semanas. Su rostro pálido reflejado en el espejo cuando las enfermeras personales de su abuelo entraban a atender sus heridas mientras él se revolvía entre desprecio y odio por ese guerrero resucitado.
Podía escuchar sus puños firmes contra su pequeño cuerpo y aquellas pequeñas risas burlonas reverberando en su cabeza. Estaba jugando con él. Damian era su juguete.
No podía sentirse más humillado.
Sentía que aquella mirada azulada le perseguía mientras dormía. Le acechaba desde las esquinas de la guardia de la Liga de asesinos. Siempre presente. Siempre mofándose de él con lo invencible que era. Y Damian lo detestaba tanto.
Hasta que un día, casi pudo derrotarlo, de no ser porque el tipo se puso a convulsionar y a gritar de la nada después de un golpe certero en la cabeza. Pensó que estaba haciendo una especie de rabieta por ser tocado al fin con tal potencia, pero todo indicaba que era otra cosa.
Comenzó a dar vueltas como poseído en el suelo y a golpear su pecho mientras vomitaba saliva. Gruñía. Jadeaba. Susurraba incoherencias sin ser capaz de enlazar ninguna frase. Tartamudeaba y temblaba. Como una bestia sin sentido. Como un animal que había perdido la capacidad de controlarse. Como algo que había dejado de ser humano.
Damian pensó en deshacerse de él por más repulsivo que le resultara ese pensamiento, quería vencerlo en sus cincos sentidos, una victoria con su adversario más temido perdiendo la cordura por una razón desconocida no era una victoria digna. Pero no había de otra. El tipo parecía sufrir de manera inmensurable y era como si estuviera gritando por ayuda para que acabaran con su tormento.
¿Eso era el destino para todos aquellos que caían en el Pozo de Lázaro? ¿Al fin había cedido a la influencia demoniaca?
Levantó su arma para hacer un corte limpio en la nuca cuando el rostro de adversario volteó a verlo con sorpresa y desconcierto, como si fuera la primera vez que lo viera.
—¿Quién... eres...?
El niño se paralizó en su lugar, con el arma alzada para terminar su sufrimiento. Había escuchado su voz un par de veces mientras peleaban, monosílabos cortos y denigrantes sobre él. Una voz fúnebre, desprovista de emoción, con el único objetivo de calumniar y causar daño.
El tono que ahora escuchaba era distinto. Una voz aterrada y desconcertada, como si no supiera que había estado varios meses entrenado con él, torturándolo con sus mofas y golpes.
Sus miradas se cruzados, el herido y perdido azul del adversario chocando contra sus esmeraldas indulgentes. Damian estaba descolocado por el grito de ayuda que lanzó su contrincante antes de caer desmayado en el suelo. Aquella fue la ultima vez que le vio.
Sin embargo, su recuerdo se volvería su tormento durante mucho, mucho tiempo. Unido junto a todas esas sombras maquiavélicas que arrastraba desde sus tiempos en la Liga de asesinos.
—¡Tío Dami! ¡Tío Dami!
El joven levantó la mirada perdida que tenía del cubo de rubik terminado para chocar con la vidriosa y angustia expresión de su sobrina. Sus alarmas se dispararon, apretó los puños y comenzó a contemplar cualquier escenario o sujeto que hubiera puesto en esa posición a la pequeña Mar'i.
—¿Qué sucede? —cuestionó con su típico tono ácido, socavando su preocupación y ansiedad. Quien sea que haya puesto así a su sobrina iba a conocer el infierno.
Mar'i no notó su tono amenazante, y si lo hizo, no le tomó importancia. Su tío siempre era así. Mordió su labio inferior y jaló de la camisa a Damian, augurando un pronto llanto. El joven estaba desesperado por la incertidumbre hasta que la pequeña alzó su mano hacia la copa del árbol. Damian siguió la dirección que indicaba, alzando una ceja de manera despectiva al ver una herramienta de juego para niños atacada entre las ramas.
—Mi papalote... —lloriqueó la pequeña de manera angustiosa. Damian puso los ojos en blanco.
—Voy a comprarte uno nuevo.
—Me gusta mucho ese...
—Ya está muerto. Olvídalo —agregó con un gesto de desprecio al agitar su mano.
—Tío Dami...
La niña se agarró de la manga de Damian, agrandando sus enormes ojos verdes, llenándolos de lágrimas mientras gimoteaba de dolor. El joven frunció el ceño, abrió la boca y la cerró, volvió a abrirla, pero nada salió de su garganta.
Finalmente, suspiro y se rascó la nuca.
—Dame un momento.
Mar'i no había entendido a que se refería hasta que lo vio caminar hacia el árbol. Se soltó de la manga y comenzó a dar saltitos inusualmente largos para un ser humano mientras veía que su tío se colocaba en posición para escalar un árbol en medio de un parque.
Damian puso los ojos en blanco. Había recibido el mejor entrenamiento y educación de todo el mundo a una edad tan precoz, y ahora, años después, estaba en un parque con dos híbridos y todos un grupo de inadaptados que amaba como su familia, pero que ni aunque lo parta un rayo lo llegaría a admitir en voz alta.
—Damian, ¿qué estás haciendo? —Jaime se acercó al lugar del secuestro de la piscucha al notar como la hija mayor de su líder hacía escándalos.
—¡Mi tío va a rescatar mi papalote! —exclamó la nena con una enorme cara de felicidad.
Damian comenzaba a preguntarse si todas sus grandiosas habilidades se habían reducido a escalar un árbol para una niña de seis años. Patético. Pero no le molestaba tanto como creyó.
El juego estaba atascado muy alto, no sería ningún problema. Guardo el cubo de rubik en su chaqueta y volvió a alzar la cabeza para tener en cuenta a donde se dirigía, frunció el ceño. El papalote ya no estaba ahí.
Escucho el chillido contento de su sobrina al fondo, lanzando un enorme agradecimiento a su tío y gritándole lo mucho que lo amaba antes de volver a correr a la plaza central donde estaba Bart y Conner esperándola para volar sus otras cometas también. Damian junto más las cejas entre sí, ¿se había volado y había caído enfrente de Mar'i?
Contemplo hacia abajo antes de lanzarse. Jaime permaneció a su lado con una expresión seria también.
—Aquí pasó alguien... —susurro con sospecha el moreno.
Damian vio como una sombra se alejaba del árbol que segundos antes había escalado. Una sombra que conocía demasiado bien y que sus pesadillas se habían encargado de tatuar en su alma. Sintió que su sangre hervía en furia, sus nudillos blancos por lo fuerte que estaba apretándolo.
—Ese maldito... ¿Cómo se atreve a acercarse aquí? Voy a matarlo.
—Damian, espera, no pued-
—¡Hemos vuelto!
La voz alegre de Donna se alzó por sobre el argumento de Jaime, ambos héroes en su traje de civil se giraron hacia donde las chicas re aparecían en el parque. Caminado con todo un conjunto de comida casera, dirigiéndose hacia la mesa que habían puesto debajo de un árbol. Los chicos se giraron entusiastas y corrieron hacia ellas para compartir la comida.
Kory recibía a su hijo pequeño de los brazos de Garfield, quien se había mantenido muy entretenido jugando con el híbrido, para luego alzar la mano para llamar a Damian y Jaime que estaban al fondo.
Jaime le dio un leve codazo al ex heredero de los Al Ghul para luego encaminarse hacia donde estaba todo el grupo. Damian gruñó con frustración para luego lanzar una mirada mordaz hacia donde había visto la sombra, como si con eso pudiera indicarle que se mantuviera lejos.
Esto ya no era ningún juego, ni ninguna advertencia sin fundamento. Era irrefutablemente una amenaza que Damian estaba dispuesto a cumplir.
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