5. Llave

—¿De qué querías hablar?

—Bueno yo...

La puerta del salón se abrió interrumpiendo de esa manera la oración de Nightwing, el resto del equipo fue agrupándose en el salón a espera de cualquier otra orden por parte de su líder sin haberse percatado que habían dejado al héroe con las palabras en la boca. O tal vez si, pero no parecía importarles.

Esbozó una mueca, más de nervios y vergüenza que de disgusto. Pasó por su mente que debería esperar a estar en un lugar más privado para continuar con su confesión.

Su mirada azulada se posó en su novia, Starfire dio una pequeña sonrisa entre curiosa y emocionada esperando pacientemente su respuesta. Aquel gesto derritió completamente cualquier otro pensamiento de querer aplazar lo que había comenzado.

Suspiró resignado, no podía negarle nada a esos ojos verdes brillantes, llenos de expectativas y cariño.

—Nada espectacular, pero... conseguí un apartamento en la ciudad. Pensaba que podríamos compartirlo, ya sabes —metió su mano en traje y saco una pequeña cajita que le tendió enfrente a la pelirroja, sonriendo de la mejor manera coqueta que pudo pese a que en el fondo estaba muriéndose de los nervios—... juntos.

El grupo contuvo el aliento, agitándose alrededor de ellos y dando unas pequeñas exclamaciones inundadas de perplejidad. Nadie esperaba eso y justo después de acabar una misión, en medio de lo que antes fue territorio enemigo.

Pero sobretodo, ningún titán podía asimilar que realmente formaban parte de un evento de esa magnitud por parte de sus superiores.

A la pareja no podía importarle menos, pese a ser un momento tan íntimo y transcendental en su relación, a ambos  no les molestaba realmente compartir algunas de sus experiencias con su grupo amigos. Después de todo, eran familia.

Starfire estiró sus brazos con una pequeña sonrisa ruborizada, abriendo la humilde cajita con suavidad para relevar una pequeña llave de bronce.

—¿Sin diamante? Eso es patético.

Kory ahogó una risa ante el comentario sarcástico de Terra, sin embargo eso le indicó que estaba pendiente de todo lo que acontecía. Y si incluso el titán más reciente estaba al tanto de ello, sabía que los demás también.

Sostuvo la llave entre sus dedos y sintió una oleada de calidez febril inundar su cuerpo. Por un instante, su cabello se prendió en llamas reflejando la felicidad que peligraba con hacerla explotar. Sintió que su estómago se derretía por lo dulce que había sido Dick al invitarla de esa forma. Le había resultado tan única e inesperada. Completamente encantador.

—En Tamaran, todos criticarían —hizo un comentario casual tratando de disimular lo emocionaba que estaba, en un vano intento por conservar su control como la líder en el lugar—. Es bueno estar aquí.

Y con esas palabras, voló directo a unos brazos fuertes de los cuales estaba segura que volaría miles de veces más, para siempre si podía permitírselo. Aceptando la propuesta con un cariñoso abrazo, envolviendo sus brazos en el cuerpo de su pareja, reflejando todo amor y felicidad con la calidez de su cuerpo. Un calor capaz de abrasar la piel debajo de las mallas del héroe.

Richard sintió que su corazón palpitaba con tanta fuerza en su garganta que estaba seguro que su querida novia podía escucharlo. Sonrió de la misma manera amorosa que ella le estaba brindando, correspondiendo el dulce abrazo, logrando por fin liberarse de esa mínima sensación amarga de inseguridad que se había formado ante un posible rechazo gentil.

Pensó que quizás podría haber sido arrebatado pedírselo pese al tiempo que llevaban juntos. Estaba feliz que Starfire había aceptado con el mayor de los gustos, sin siquiera ponerse a pensar en que eso podría ser algo malo.

Aquella llave había sido el inicio de un pacto silencioso entre ambos. Vivir juntos fue y siempre habrá la mejor experiencia en sus vidas. Tiempos de oro y amor que no podrían ser sustituidos por nada.

Kory pensaba en eso mientras subía las escaleras del apartamento donde vivía. Con total lentitud y calma, viendo esa misma llave atada a su cuello a modo de collar. Como si al contemplarla todo su cansancio de un día de trabajo se esfumara y fuera sustituido por esa euforia que había sentido cuando sostuvo aquella cajita con la llave dentro.

Su color de cobre estaba oculto tras dibujos de estrellas en flamas y aves azules que había dibujado con esmalte, dándole un toque más personal a ese significativo objeto.

Sus tacones resonaban por el pasillo solitario, avanzando hacia la única habitación iluminada del fondo. La suya.

Vio de nuevo la llavecita entre sus largos dedos y sonrió con dulzura, pero también, con un profundo toque de tristeza, agachando las cejas. Abrió la puerta dando un amoroso saludo a su departamento mientras se quitaba los tacones y comenzaba a andar sin ellos.

Llegó a la sala iluminada y su corazón se detuvo al ver un cabello negro sentado en el sillón, la imagen se distorsionó y le pareció ver a alguien más sentado en esa misma posición, girándose hacia ella con una sonrisa al escucharla entrar, saludándola de la misma manera cariñosa con la cual ella había entrado, perdiéndose en aquellos zafiros donde fácilmente podría naufragar para siempre hasta ahogarse...

—Bienvenida, Kory.

La mencionada pegó un salto casi cómico al escuchar una suave voz a su lado, Rachel estaba sosteniendo en los brazos a un inquieto Jake, parecía que había intentado darle de comer y había terminado luchando contra un valiente híbrido, puesto que el delantal estaba lleno de manchas de alimentos devueltos.

Imagino a Rachel logrando por fin calmar al torbellino rojizo cuando de pronto, su madre apareció en el campo de visión infantil, queriendo ir hacia ella de inmediato.

Jake se movía con frenesí y una enorme sonrisa, alzando sus manos para alcanzar a su madre, tenía tanta fuerza que terminó soltándose de las manos pálidas de su cuidadora, elevándose por un instante, pero precipitándose al siguiente. La hechicera  contuvo el aliento, logrando detener su caída al sostenerlo con su magia.

—Eh... lo siento —Se disculpo con timidez, haciendo volar con su poder al mitad tamaraneano a los brazos de su madre.

El niño lanzaba carcajadas despreocupado mientras levitaba hacía Kory, quien dejó de lado sus zapatos y cartera para recibir a su pequeño bumgorf, dándole una montaña de besos en su regordetas mejillas, haciendo reír aún más al pequeño.

—Hicimos la cena, los niños se negaban a comer temprano sabiendo que tú regresarías hoy —añadió Rachel caminado de regreso a la cocina, buscando algunos platos para servir la comida—. Querían que comiéramos todos juntos.

—Te ayudo.

La mirada de Kory viajó de nuevo al sillón, donde provino la voz. La imagen en su mente lentamente se estaba desdibujando viendo como la entidad masculina hacía a un lado a la niña en sus piernas y se disponía a levantarse. Veía aquella sonrisa que tanto amaba,  dedicada exclusivamente para ella, desmaquillarse con crueldad hasta dejar una expresión seria en su lugar.

Ahogó un suspiro y estiró su brazo para llegar al hombro masculino, un par de gemas esmeraldas, en lugar de zafiros, le recibieron con la pregunta tallada en ellas. Sonrió con agradecimiento aún cuando un pinchazo agudo de dolor, que nada que ver con el chico frente, se incrustó en su corazón.

—Me alegra verte, Damian. Gracias por ayudarme con esto.

—Ya sabes, cuando quieras, Koriand'r.

—¡Tío! ¡Tío! —Una alegre vocecita se alzó desde el sillón, bajándose de un salto y flotando un poco más antes de caer al suelo—. ¡Yo también quiero ayudar!

—¿Ningún beso para mami, Mar'i? —Se interpuso con una gran sonrisa la tamaraneana—. Mamá te echo mucho de menos.

—¡Mamiiiiii! —Como si recién se hubiera dado cuenta de su presencia, Mar'i se lanzó en los brazos de su madre, buscando un hueco al otro extremo de su hermano.

Kory se sentó en el sillón con sus dos bendiciones a un lado, inquietas y energéticas como nunca y ella aprovechó para llenar sus frente de miles de besos.

—¿Necesitan ayuda? —Alzó la pregunta hacia los jóvenes en la cocina mientras hacía una mueca para que Jake se riera.

—En tus sueños, Koriand'r —refutó Damian con su característica hostilidad que ya no sorprendía a nadie—. Han estado demasiado inquietos y emocionados por verte al saber que regresarías hoy, así que haznos un favor y pasa tiempo con ellos mientras terminamos de servir.

—Mami, no vuelvas a irte tanto tiempo —lloriqueó Mar'i buscando un hueco en el cuerpo de su madre donde podía apoyar la la cabeza.

La mayor rió. Apenas habían cinco días de viaje de trabajo.

—Pensé que te gustaba la compañía de Rachel y tu tío Damian.

—¡Lo hago! ¡LOS AMO! —gritó la pequeña alzando sus brazos y enviando un beso a la cocina.

Ambos chicos reservados se rieron entre ellos y asintieron complacidos por esa eufórica afirmación. Kory tomó ese momento para observar la conexión entre sus dos compañeros. Había recibido mensajes de textos de Rachel casi todo el tiempo, podía sentir los nervios de su amiga incluso en la distancia. Había tenido sus dudas en dejarlos a ambos encargados de sus hijos mientras ella salía de la ciudad por su trabajo como modelo.

Sabía que Damian no rechazaría la misión de cuidar a sus sobrinos y conocía la dinámica especial que tenia con Rachel.

Pero ahora... después del camino que Damian había adoptado. No sabía que pensar de él.

Notó como ambos se lanzaban susurros en la cocina, tranquilos y cómodos con la presencia individual del otro. No parecía haber tensión de por medio y Kory quiso aferrarse a que se debía a que habían logrado comunicarse un poco más que antes y que no estaban fingiendo sólo porque ella estaba presente.

Rachel levantó la vista hacia su amiga pelirroja al sentir su mirada y dio una pequeña sonrisa relajante que hizo suspirar a la señora Grayson. Al parecer si había funcionado juntarlos a ambos. Ahora se sentía menos culpable al involucrarlos en una situación posiblemente incómoda.

Apretó a sus dos solecitos, todo era gracias a ellos que habían podido llegar de nuevo a Damian, aunque sea un poco. Todavía sentía que había falta un largo recorrido. No era fácil para ninguno de los presentes todo lo que estaba sucediendo.

Con un suave gemido inaudible. Llevo su dedo pulgar e índice hacia la pareja de anillos que había en dedo corazón de su mano izquierda. Todavía dolía.

No sabía cuándo dejaría de doler. Posiblemente, nunca.

La cena había resultado de lo más cálida y reconfortante, casi como si no hubieran pasado meses en que se reunían de esa manera. Las risas, las bromas, las diferentes muecas que cada uno hacía que las mariposas decaídas en su interior, volvieran a revolotear con euforia por tanta felicidad.

Los titanes eran su familia, siempre serían sus familia. Pero el amor y la intimidad que se formaban al lanzar sus propias raíces no tenía nombre.

Le dolía en el alma saber que sólo se trataba de una burbuja. Lo supo cuando se fue a recostar a los niños y vio como la pequeña sonrisa de Damian se desvanecía, y adoptaba nuevamente esa postura distante.

—Puedes quedarte a dormir, si quieres —Con su ropa para dormir y una pequeña sonrisa triste, Kory tocó el hombro de su cuñado para detener su partida.

—Blüdhaven ha estado un tiempo fuera de mi radar, debo volver de inmediato —comentó sin voltearse, colocando su mano sobre la de su líder para hacerla a un lado.

—Nightwing también pasa tiempo con los titanes y no te he visto en la torre en un tiempo —acusó la pelirroja con suavidad, cruzándose de brazos.

—Los titanes se han ganado el respeto del mundo, las tazas de criminalidad en Jump City han disminuido exponencialmente y las misiones de alienígenas y extranjeras no son de todos los días. En cambio, hay mucho que resolver en Blüdhaven. Espero que lo entiendas...

—Lo hago, pero...

—Se hace tarde, ve a dormir.

—Damian —Rachel apareció detrás de su amiga, uniéndose a la conversación también—. Deja de alejarnos, escúchanos...

—Lo hago, y no hay nada que decir. Me voy.

La tensión se levantó por el silencio dejado tras el Romo desafiante del hijo de Batman, mirando a ambas féminas con el ceño fruncido. Rachel hizo una mueca y se mordió el labio inferior, queriendo decir algo pero quedándose en blanco en ese preciso momento.

—Muy bien, ve —habló finalmente Kory, con un tono neutral y firme que le recordó a ambos jóvenes aquellas tardes cuando entrenaban juntos—, pero antes, quiero darte algo.

Damian siguió las ondulaciones rojizas del cabello de Starfire hasta llegar a su habitación matrimonial, una oleada de incomodidad y tristeza sobrevino en el joven al ver el interior de la habitación. Habían muchísimas fotografías lindas, los titanes con su ropa de civil, los bebés Grayson, Kory y su hermano...

Sacudió la cabeza y decidió esperar a su líder afuera de la habitación, notó de reojo como Rachel se apoyaba en el sillón y encendía la lámpara de mesa, no queriendo entrometerse en el asunto por respeto, pero tampoco pudiéndose dormir por la curiosidad, así que sacó un libro y comenzó a leer.

Damian se detuvo a apreciar la exótica belleza de la hija de Azarath sentada en una sala convencional, apoyando su codo en el respaldo del sofá, pasando sus dedos por sus hebras violetas hasta llevarlas detrás de una de sus orejas, su suave respiración al concentrarse en la historia del libro. Un par de ojos amatistas se levantaron de golpe de su lectura y lo contemplaron con cierta nostalgia. El antiguo heredero de Ras Al Ghul perdió el aire.

—Entra, Damian —Oyó la voz de Kory al fondo y salió disparado de pronto ante la fiebre que había acalorado sus mejillas, olvidándose de sus sentimientos iniciales que le habían impedido entrar, arrepintiéndose casi de inmediato.

—¿De dónde sacaste eso? —preguntó con brusquedad al ver un maletín demasiado familiar en la cama de Kory. La marca de Industrias Wayne brillaba en el centro.

—Me lo dio Alfred en mi visita del mes pasado —Se limitó a responder—. Me dijo que lo recibirías con menos prejuicio si venía de mí.

Damian no estaba convencido, achicó los ojos y tensó la mandíbula.

—Ábrelo entonces.

—Esa es la cuestión, no puedo —señaló un hueco donde podía ver el identificador de rostros—. Tú eres la llave.

Dubitativo, se acercó colocando sus ojos a la altura del hueco, sintiendo como el láser identificador se perdía en sus ojos. Seguido de emitir un sutil sonido. El maletín se abrió y lentamente comenzó a revisar su contenido.

Sintió una patada en el estómago.

—Pensamos que si piensas seguir en serio con tu labor como Nightwing, entonces deberías dejar de verte como el anterior y ajustarlo más a tu personalidad.

Observó inquisitivamente la reacción de Damian. El chico sostenía su mirada perpleja, con los labios entreabiertos. Kory prosiguió.

—Alfred encontró un boceto de traje entre las cosas de Richard... Con tu nombre inscrito en él en un costado. Suponemos que fue producto de una vela que quiso hacerte, pero al menos existe...

Damian seguía sin poder hablar. Entre sus dedos se encontraba un manto de Nightwing que solamente lo había visto una vez. Sintió que su coraza a su alrededor, temblaba.

—¿Qué piensas, Damian...? —inquirió con cierta timidez, acercando su brazo hacia el hombro masculino.

Kory sostuvo su mano con sorpresa cuando esta había recibido un manotazo en el instante que había tocado al chico. El pelinegro se puso a la defensiva, cerrando el maletín y apretando los puños y mandíbula.

—¿Pueden dejar de entrometerse? Me ven como si estuviera enfermo —farfulla con el ceño fruncido—. Estoy bien.

—Damian, mírame.

El joven obedeció, su rostro era inalterable pero Kory notó el temor y las pocas ganas que tenía de pelear.

—Llévatelo y reconsidéralo. Estoy seguro que aunque haya sido un juego, a él le hubiera encantado vértelo puesto. Al menos una vez.

Damian asintió, no muy convencido de de las palabras de su líder, pero aceptando el maletín. Volvió a cerrarlo con brusquedad y se fue.

Sin voltear la mirada, sin enojarse, sin hacer un escándalo. Sólo tomó sus cosas y se desvaneció.

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No pude evitar agregar la escena del contrato de Judas. ¡Es que esa película da tan buenas escenas de ellos!

Sé que me he atrasado ya. ¡Pero no pierdo la esperanza en recuperarme antes de que el mes se acabe!

¡Muchas gracias por leer, por comentar y por votar! ¡En verdad lo aprecio tantoooo!

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