10. Humo
Después de que una combustión se vea menguada por cualquier tipo de medio, generalmente se extiende una delgada capa gaseosa que se desprende fragmento por fragmento en el aire. El humo invade la atmósfera y se desvanece como el único indicio de que antes fue una enorme y poderosa fuente de calor.
Ella era fuego. Un calor perpetuo que se extendía por todo su cuerpo expulsando un torrente de alta temperatura a su alrededor. Su cabello y sus poderes era la cúspide de su fuego interior que palpitaba de manera incontenible. Ninguna especie de químico o situación eran capaces de apagarla, siempre encontraba una manera de sobrevivir ante la adversidad, y volver a encender al ascua perpetuo que era su vida y alegría. Esa determinación inmensurable.
Pero cuando el dueño del anillo que hacía juego con el suyo se evaporó de su diario vivir, sintió por primera vez como si una onda de humo fuera expulsada de su cuerpo a causa de que su ascua interna había sido brutalmente apagada. No estaba segura de cuan literal era, pero incluso su cabello, rojizo como el mismito amanecer, se tornada de un triste grisáceo color naranja; sus hebras, antes ligeramente flotantes, desafiando la gravedad, ahora se mantenían pegadas a su cuerpo como una cascada de llanto silencioso.
Su vuelo siempre seguro y volátil, inquieto como lo era una flama libre de una estrella fugaz, ahora estaba reprimido a unos pocos saltos altos que poco la elevaban del suelo, temblando en cuanto aterrizaba. Sintiendo que el núcleo de la Tierra la ataba al suelo como grilletes.
Incluso el calor natural de su cuerpo estaba reprimido. ¿Cómo podía volver a encenderse cuando sentía que le habían arrancado el aceite de su vida? ¿Cómo si por primera vez en su existencia, realmente no tenía un seguro de que todo iba a mejorar?
Sentía como si estuviera en un enorme pozo, muuuuuy profundo bajo tierra, consumiendo sus llamas entre la humedad de sus lágrimas y el dolor de su alma.
Escuchó un pequeño balbuceo a su lado, seguido de unos movimientos incómodos en sus brazos. Su hijo más pequeño, de apenas un año, buscaba calor en el pecho de su madre, retorciéndose por la frialdad que encontraba. Extendió una de sus pequeñas manos para tomar un mechón de Kory, y por un instante, esa zona recuperó su característico color rojizo encendido y una ola pequeña de calor se desprendió de su cuerpo, logrando calmar así al híbrido en sus brazos.
Kory bajo las cejas con disculpa, sintiendo como una pequeña oleada de cariño emergía para comodidad de su hijo, quien terminó sonriendo en agradecimiento volviendo a retomar su sueño. Tan rápido como el pequeño dejo de buscar su calor, sintió que de nuevo se le escapaba la felicidad de entre los dedos al reparar más en la delicadas facciones de su hijo. Jake no tenía la culpa de que ella se entristeciera aún más cada vez que lo veía.
Podía tener el cabello ligeramente más rojizo que su hermana, pero el rostro era sin duda semejante al de su amado esposo, y si bien, aquello había sido enternecedor los primeros meses, ahora resultaba desolador.
Sintió sus ojos inundarse de lágrimas de nuevo después de darle un beso en frente, pero se las arregló para guardarlas mientras seguía caminando hasta su casa. El aire libre de un corto paseo a la tienda con su hijo bajo sus hombros no había logrado distraerla.
Se detuvo un instante cuando vio una estela de humo de cigarro levantándose por el rabillo de su ojo y contuvo las ganas de saciar sus frustraciones con él. Ajustó la bolsa con alimentos y siguió su camino, ignorando al dueño de ese cigarrillo. Reconocería ese olor de mercancía con facilidad a cualquier hora del día, ahora más que nunca al haberla memorizado en su mente de la manera menos agradable posible. Reconociéndolo como una persona que no tenía ánimos de ver.
—Deberías dejar de seguirme —Con su tono autoritario y firme, confesó sin voltearse a sabiendas que le escuchaba—. No voy a echarte de nuevo, pero en serio, deja de hacerlo. Si Damian te ve, te dejara otro ojo morado.
No escuchó respuesta sólo el sonido que hace un encendedor al utilizarse, y una nueva ráfaga de humo fresco. Un puro nuevo. En serio que a ese tipo le encantaba envenenarse el cuerpo.
—Jason, vete —agregó con menos dureza, ya cansada de esa situación.
No quería tener que tratar con él pronto. La voz masculina dando una confesión que le desgarró el corazón seguía reverberando en su cabeza, destruyendo todo ápice de buen humor que podría existir en su interior. La herida seguía demasiado fresca, el dolor no dejaba de doblegarla y la tumba improvisada no tenía siquiera hierba brotando en la zona donde yacía la ataúd vacía de la persona que fue su todo en una tierra extranjera.
Sintió como la ira explotaba en su cuerpo y recuperaba un poco su color rojizo a causa de ella, para luego volver a desinflarse, sintiendo que su cuerpo desprendía una pequeña cantidad de calor a modo de humo. Suspiró sin comprender que estaba haciendo Todd tan cerca de ella en los últimos días cuando era más que obvio que Kory no quería verle, arriesgándose severamente a que un miembro de los Titanes lo viera. No pudo evitar hacer una mueca al recordar como cada uno de ellos estaba dispuesto a enfrentarse a Red Hood con tal de que le dejara en paz después de su último encuentro.
¿Acosarla en una burdo excusa de que estaba protegiéndola era su manera de enmendar su fatal pecado? Porque ella sinceramente sólo quería descansar y no tener que estar sintiendo cada cinco segundos el olor de un nuevo cigarrillo que ya la tenía harta.
Una vocecita del fondo de su alma le decía que esta situación desgarradora también estaba afectando a Jason. Que quizás estaba siendo demasiado dura con él. Que él también estaba siendo intensamente atormentado por sus acciones y estaba desesperado por hacer algo para remendarlo. Cuidar de ella y a los hijos de su hermano como legado de Richard Grayson había sigo lo único que se le había ocurrido pese a correr un enorme riesgo cada vez que la seguía.
Red Hood tenía claro que ya no sólo estaba en la lista negra de Damian, también estaba en la del resto de los Titanes. Si alguna vez Jason Todd había tenido la mínima oportunidad de reconciliarse con alguno de los dos, ahora definitivamente ya no existía tal cosa.
Kory gimió de dolor al pensar que todo por lo que había luchado su esposo se había ido con él. Y solamente ella podía hacer algo para evitar que se fuera abajo de manera total. Pero, ¿realmente valía la pena?
Richard Grayson, después de toda una vida intensa llena de combates y acercamientos a la muerte, por fin había formado una familia que jamás imaginó volver a tener consigo. No solamente una familia propia, con sus genes y raíces, sino también, una familia que no tenía rasgos de sangre o legalidades, sólo los fortalecidos lazos del sufrimiento y la pérdida, junto a una buena dosis de apoyo y amistad genuina. Héroes. Titanes. Amigos.
Había un futuro que nunca se imaginó tener y aún así, él quiso buscar a Jason para que formase parte de esa luz a la cual estaba caminando. Quería contar con todos sus hermanos, brindarles una oportunidad para construir un nuevo futuro. Y se había desgastado tanto buscando bondad en el frívolo y resucitado corazón de Jason Todd. Se había arriesgado tanto sólo por él.
¿Para qué? ¿Para qué al final, Todd sólo fuera por el camino que había comenzado, arrancando de su vida al hombre que representaba su mundo?
Bufó dando una rápida ojeada a su costado, identificando la silueta de Todd. Quería pensar que era un caso perdido. Seguramente lo era. Pero Dick había confiado tanto en su redención... Tanto que ella incluso comenzó a creerlo.
Sentía que darle la espalda total era desacreditar todo lo que Dick había hecho por su hermano, que todo su esfuerzo había sido en vano.
Que su muerte no había significado nada.
Y estaba completamente indispuesta a dejar eso como la conclusión del capítulo que había abierto en su vida al dejar entrar a Jason. Debería de intentar retomar lo que su esposo comenzó. De alguna manera.
Sin embargo, eso requería enfrentarse a Jason y su corazón estaba lo suficientemente apagado y reacio para hacer algo al respecto. Al menos sabía que este no era el momento.
La silueta de Red Hood se escondió al percatarse que los ojos esmeraldas de la alíen estaban pegados a él. Kory suspiró resignada, sacó su teléfono celular en un intento por distraerse e hizo una llamada rápida mientras recuperaba el andar.
El celular sonó solo dos veces antes de ser contestado, Kory dio una pequeña sonrisa y pregunto por su hija, deleitándose con su risa animada al fondo.
Apretó a su niño y su celular como si de esa manera pudiera abrazar a su niña también.
Estos pequeños eran el legado de su esposo. Híbridos que eran la prueba viviente que había amado tan intensamente como para recuperar lo que había perdido ante las manos de un traicionero familiar. Ellos serían el futuro nuevo que tendría que defender ahora y ella honraría la memoria de Dick Grayson haciendo un excelente trabajo, aún si ya no tenía su agradable e irreemplazable presencia sosteniendo su mano.
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¡Tengo que admitir que este es uno de mis favoritos! Siento la angustia engullirme mientras escribo cada palabra y está a punto de desbordarse en el siguiente.
¡Muchísimas gracias por leer y votar! ¡Ya son 200 lecturas que jamás imagine tener! ¡Ahhhhhhhh!
¡Gracias por todo, es un placer escribir para ustedes! Espero que les esté gustando la historia. Y también, tengo curiosidad de cómo están sobrellevando todo esto de los capítulos sin orden cronológico, jeje. Estoy tratando de que cada duda o guiño que pongo se vea solventado en capítulos posteriores para complementarse. Jiji. Aunque no puedo evitar sentir que les agobio alguito...
Sólo aclaro que la línea actual, es donde Damian ha asumido el puesto de Nightwing. Lo demás va complementándose a todo lo que sucedió previo a eso.
¡En fin, muchas gracias, calabacitas!
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