1. Verdad
Detrás de cada gran héroe, se encuentra una verdad de igual magnitud. Pese a hacer el bien sin buscar reconocimiento más que por el simple hecho de traer justicia y paz al mundo apresando a los delincuentes, muchas veces era inconcebible asimilar como tras toda esa fuerza y astucia que enmarcaba la máscara justiciera en las calles, se encontraba una criatura igual de frágil que a las que se proclamaba defender. Un ser lleno de motivaciones, anhelos y miedos.
La gente sólo alzaba su vista con esperanza, buscando alguna señal de algún héroe, cual arcángel caído para brindarles seguridad sin realmente aportar ellos mismos al bienestar de la sociedad. Los delincuentes sólo veían un obstáculo, algún payaso o persona con problemas mentales que se metía en un traje y desahogaba sus frustraciones y desaciertos de la vida pateando el trasero de otro pobre diablo como ellos.
Y aún con todo eso, no sabían que sería de su vida soporífera sin aquellos vigilantes encubiertos que velaban por amor y justicia sus calles.
Sobretodo cuando las cosas se ponían realmente mal.
O al menos eso pensaba Ángela Kate cuando la fría punta del arma de fuego apuntaba su cabeza al mismo instante que escuchaba una risa burlona al verla temblar frenéticamente, comenzando a ahogarse en sus sollozos ante el pavor que le propinaba la situación.
En un distrito solitario de Blüdhaven, la puerta principal de un banco había volado hasta Marte por el producto de pirotecnia de un trío de vándalos que se habían creído lo suficientemente listos como para desviar todas las patrullas a lugares inequívocos mientras que ellos relajadamente, apuntaban a los humildes empleados para entregarles el botín, gozando ver a los trabajadores temblequear como si no hubiera mañana.
A sus pies yacían los vástagos de la puerta junto a una montaña de heridos y agonizantes asalariados que habían estado haciendo fila todo el tiempo para poder cobrar el producto de su arduo trabajo sin siquiera imaginar que una bomba explotaría literalmente en sus caras.
—Anda, preciosa, la plata —escupió con descaro el hombre fornido que apuntaba la cabeza de Ángela, quien apenas y podía complacer las peticiones del asaltante por lo nerviosa y débil que estaba.
Uno de los delincuentes comenzó a hacer disparos al techo para que se apresuraran, provocando que uno de sus compañeros le golpeara la mejilla para tranquilizarlo.
—¡Tenemos que apresurarnos! ¡Rápido! ¡Rápido...! —gritó con ansiedad mientras se sobaba la mejilla herida y apuntaba a otro empleado con su arma caliente por los disparos recientes.
—Tranquilízate, Robert. No es como si los policías fueran a venir pronto —respondió el hombre que había lanzado el puñetazo, comenzado a fumar con suma serenidad.
—Los policías no —acotó Robert frunciendo el ceño y viendo a sus compañeros como si fueran un grupo de idiotas—. Hablo de él. Él es el verdadero problema.
—¿Él?
—Seguro se refiere al ave nocturna —agregó con desinterés el hombre que ahora recibía el dinero en una bolsa por manos de Ángela—. Déjalo, aún es un niño. Todos saben que Nightwing es sólo una leyenda urbana. Una mentira para asustar a los asaltantes más inexpertos.
Robert estuvo a punto de protestar cuando fue la misma Ángela la que lanzó un quejido indignado pese al temor reflejado en su mueca.
—Nightwing e-es e-s re-real... —Apenas pronunció sin dejar de temblar.
Los dos ladrones mayores se echaron a reír ante la incrédula mirada de Robert que había decidido ignorarlos y continuar presionando a los otros empleados para que le entregaran el efectivo.
—Oh, Dios, no me había reído así en años —agregó el tipo dejando de apuntar el arma a Ángela—. Sólo por eso te dejaré irte, muñeca —Le propinó una severa patada en el estómago justo después de lanzar su afirmación, dejando a la pobre chica prácticamente delirando en el suelo—. Claro, si te puedes levantar.
—Robert no puedo creer que le tengas más miedo a un tipo que se viste de negro y luce una ave azul en el pecho que a los policías —consolidó el otro compañero mirando con mofa al más joven de los ladrones.
—¡Pero él es real! ¡Yo lo he visto!
—Oh, si, los delincuentes hablan mucho de él en los barrios bajos mientras están borrachos. Es un tipo que anda haciendo piruetas por los edificios, lanza alguna que otra ocurrencia al cielo y se la pavonea de ciudad en ciudad. Ya sabes como hay rumores que dicen por ahí que antes solía ser aprendiz del caballero murciélago. Vaya vida.
El tipo camino hacia sus otros dos compañeros aguantando la risa y despilfarrando mofa y sarcasmo por cada palabra.
—Sin duda un tipo así hace que me haga en los pantalones. Boo-ju~
—Vaya, me halagas demasiado.
El trío de mañosos sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal ante el tono fúnebre y ronco que inundó la habitación, colocándose en guardia para inmediatamente buscar el origen de la voz. Ángela, entusiasmada, se enderezó con dificultad en el escrito buscando al dueño de tal tono también.
Parecía como si el edificio se hubiera inundado en una profunda oscuridad, dándole motricidad sigilosa al héroe enmascarado.
—Pero viniendo de una repugnante escoria como tú, no significa nada.
Varios de los empleados del banco se vieron entre ellos, no es como si todos tuvieran una experiencia con el héroe de Blüdhaven, pero los rumores de los amigos, de los primos, de los vecinos que habían narrado ser salvados por él sin duda no se acoplaban con el tono grave y casi agresivo que retumbaba en el edificio.
¿Quizás, Nightwing estaba de mal humor hoy?
—¡Deja de jugar, avecilla!
—Yo nunca juego.
Sin siquiera poder asimilarlo, el mañoso que había acertado el golpe a Robert salió disparado hacia la pared de una patada, dejando caer su cigarrillo con suma tranquilidad en el suelo, cual pluma de ave emprendiendo vuelo.
El mayor de todos se giró hacia esa dirección con el dedo en el gatillo, pero su mano se vio torcida por un rápido movimiento por parte del héroe, tumbándolo con ayuda de una patada y lanzándolo al extremo opuesto de donde estaba su compañero.
Robert se quedó cara a cara con el héroe de Blüdhaven, apuntando hacia su icónica ave azul en su pecho, si hubiera dejado de pensar en lo fuerte que se miraba Nightwing y en lo intimidante que resultaba su mirada tras aquel antifaz que ocultaba su identidad, tal vez hubiera podido consolidar un mejor juicio en lugar de ponerse a disparar como loco por todo el establecimiento, sin que ninguna bala siquiera le diera al héroe.
Los gritos de los civiles no se hicieron esperar, protegiendo sus rostros de los escombros con sus brazos. Nightwing flexionó las rodillas y, haciendo uso solo de una de varas de eskrima, fue capaz de lanzar lejos la pistola de Robert de un solo golpe, al mismo tiempo que le noqueaba con un duro codazo en la nuca.
El silencio prevaleció por un instante hasta que el quejido de ambos ladrones impactados contra la pared se hizo presente. Ambos decidieron usar sus explosivos contra Nightwing quien con una agilidad y maniobras admirables, se los había regresado dejándolos fuera de combate y con una larga quemadura en sus rostros.
Uno de los civiles se levantó contra Nightwing y corrió hacia él con todas sus fuerzas. Un cuarto ladrón levantaba su coartada para ayudar a sus compañeros.
El supuesto palo de eskrima se vio alterado por un momento, dejando caer el protector duro que le cubría y revelando una katana delgada desenvainada que cortó al último ladrón. El tipo logró esquivar el peligro de perder su cabeza, más el corte se alargó por todo su cuerpo provocándole una parálisis total provocando por el temor.
Nightwing sacó su segundo palo de eskrima que posiblemente también ocultaba otra espada tras esa dureza cubierta. Nadie estaba seguro a ciencia a cierta. Y golpeó sin piedad al cuarto ladrón para dejarlo inconsciente.
El ave azul camino con tranquilidad hacia donde había dejado caer la vaina de su espada y volvió a colocársela encima, haciéndole parecer nuevamente otro bate de eskrima.
—Ya he llamado a la ambulancia —declaró con autoridad y un tono frívolo que conmocionó a los presentes— y los policías ya vienen en camino.
Con suma facilidad arrastro los cuerpos inconscientes de los ladrones y los amarró con firmeza a un poste del local, asegurándose que ninguno de ellos se liberara hasta que la policía llegara, y se dispuso a irse.
—¿Nightwing? —El héroe de giro con una expresión insensible en su rostro. Ángela trago saliva, temblando ante la dureza de la mirada masculina, aquella capucha negra le daba una sombra de lo más espeluznante al rostro de por sí cubierto del héroe— ¿Realmente eres Nightwing?
Cada héroe tenía más de una verdad que resguardar tras una caja fuerte. Todos quienes les conocían o escuchaban de ellos estaban al tanto de ello.
Pero, ¿qué sucedía cuando aquella verdad, tras la máscara del héroe, sufría una metamorfosis tan profunda que cambiaba incluso la misma percepción del enmascarado?
Cuando Ángela se paró justo detrás del héroe tuvo la completa certeza que estaba viendo al mismísimo Nightwing en persona. Todo sobre él le indicaba que era así. Esa era la verdad. Esa era la realidad.
Sin embargo, la misma realidad ahora parecía una mentira. Como si la verdadera verdad hubiera sido revocada y alterada para colocar una nueva en su lugar. Volviéndolo todo en una vaga ilusión difícil de comprender.
Con un gesto de paz en sus manos y una fina línea recta en la boca, Nightwing se giró a encarar a la empleada, y de la misma manera fugaz que había aparecido, de esa misma manera se había ido.
Había lanzado un cable al techo y, en un instante, sólo el cable amarrado a los delincuentes indicaba que el héroe había estado ahí hace un par de segundos.
Aquel había que había salvado el día había sido Nightwing. El héroe de Blüdhaven. El enmascarado justiciero de traje negro y un emblema de un ave azul en el pecho, dispuesto a ayudar y a patrullar el mundo, derrotando a los villanos para mantener en paz a la ciudadanía.
Y esa era una verdad inefable.
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