1| Pured de confley.
9:30 p.m.
Tengo hambre. Tengo sueño. Y por último, tengo un horrible dolor de espalda.
Solo falta media hora Juliet, solo treinta eternos minutos para que tu turno acabe.
Aveces pienso que no son suficientes mis siete horas de sueño, aunque son de mis siestas más largas, cada día me siento más agotada, de verdad que no tengo idea de donde sigo sacando energías para levantarme. ¿Puede alguien tener más de dos trabajos? Yo sí.
Mesera, cajera, niñera y por último ama de casa. Aún me preguntaba como podía dividirme el tiempo, entre la universidad, mis otros trabajos y mis hermanos junto con mi padre, creo que ni los siete días de la semana son suficientes para hacer tantas cosas, ¡Dios no pido mucho solo un día entero de descanso, por favor!
—Pssst... Juls... ¡Jules!
—¿Qué quieres Diego? Ya te he dicho que no me llames Jules o Juls, es molesto —pronuncié rodando los ojos, en cierto modo no me desagrada que me llame así, pero no sería una linda amistad de amor-odio si no nos molestaramos así de seguido.
—Sabes que te encanta nena —respondió de vuelta lanzándome un beso, mientras acomoda un par de productos en un estante—. Mira quién está ahí —dijo señalando a un rincón al final del pasillo, y ahí estaba Erick, mi amor platónico de aproximadamente... toda la vida.
Y como era de costumbre, estaba en la sección de salud, comprando condones a montones... ¡Oh! Eso rima. Se ve que tendrá una noche un poco movida a mi parecer, no puedo creer ¿en serio está tomando el de sabor a mango?
¿De qué sirve el sabor? Si de todas maneras lo va a meter en...
—Pero si mi Jules es toda una pervertida, ¿cómo qué para qué el sabor? Él puede que no lo vaya a probar, pero ella...
—¡Ya cállate Diego! Mente sucia... Además no le to pregunté —dije cruzándome de brazos.
—No, pero lo dijiste en voz alta. Y los únicos que estamos aquí somos nosotros dos y tú adorado príncipe súper dotado... que por lo que veo es todo una fiera —dijo esta vez en un tono un poco más alto, atrayendo la atención de Erick.
—Shuuuuu, hazme el grandísimo favor y cierra el pico antes que yo misma lo haga —lo callé mientras Erick seguía viendo los demás sabores disponibles, absordo de todo lo que hablábamos gracias al cielo.
—Yo soy tu Romeo, por lo tanto... ¡Hazme tuyo Julieta! —no puedo creer que éste degenerado haya gritado semejante barbaridad delante de mi flechazo, de inmediato me cercioro de si esta vez logró escuchar algo, y lo compruebo. Oh sí, vaya que escuchó, de un momento a otro sin darme cuenta él ya estaba delante de nosotros esperando para pagar las cochinadas que se llevaba cada semana.
Podría decir que este precisamente era mi peor día, pero no, todos eran igual de pésimos, ya ni sabía porque avergonzarme. Finalmente solté el aire de mis pulmones y me dispuse a atenderlo.
—Ésto —dije señalando la larga cinta de preservetidos—. ¿Es todo lo qué llevará? —traté de no hacer una mueca de desagrado, y solo sonreír con pasividad. En serio, ¿para qué necesitaba tantos? ¿Qué era, conejo acaso? Porque solo un animal tenía esa energía.
—Sí, eso es todo —dijo con cierto rubor, me pareció tan tierno que me quedé por los menos tres segundos apreciando su linda carita de bebé sonrosada. Hasta que Diego se aclaró la garganta para que por fin me decidiera a cobrarle.
Ya cuando pude verlo alejarse y salir de la tienda, me dirigí a mi amigo lengua larga.
—Mira Diego más te vale suplirme la semana que viene, porque esta vergüenza no es de gratis, ¡ah! Y por tu bien ojalá que no haya escuchado decir que era mi príncipe azul —le reclamé, con voz demandante.
—¡Oye, no es justo! —se quejó— Solo quería aligerar el ambiente tan tenso.
—Vaya manera... la próxima vez que vea que le estás poniendo el ojo a alguna chica voy a gritar que eres gay
—¿¡Qué!? No, no, no... ¿Sabés qué? Podría ayudarme, vi en una película por ahí donde un chico mintió diciendo que era homosexual y así pudo acercarse a varias chicas, y entre todo aquel drama terminó tirándose a medio salón de clases.
—Pues dudo mucho que eso llegue a pasar... además ¿quién se acuesta con alguien que miente sobre su identidad sexual, solo para conseguir sexo? No tiene lógica a mi parecer —dije encogiéndome de hombros.
—Se ve que no tienes humor Jules. Pobre de ti y tus telarañas.
—Vuelves a mencionar algo sobre mi casta actividad sexual y te juro que una de esas jeringas que están detrás de ti, la clavaré justo en tu entrepierna —lo amenacé haciéndolo tragar saliva y sudar.
—Ya, ya. Cálmate fiera, quien te viera... ¿A quién llamas?
—Cálmate, no estoy llamando a tu dulce Lilly si eso que te preocupa. Llamaré Julián, tengo mucha hambre, y de verdad que no tengo ánimos de cocinar esta noche —respondí algo exasperada. Lilly es casi una hermana para mí, es mi vecina y la conozco desde siempre y se podría decir que Diego tuvo un flechazo con ella en cuanto se la presenté, aunque se desanimó un poco al saber su edad.
—Sabes... podrías cenar en mi departamento esta noche, me quedó un poco de lasaña del almuerzo, si gustas podemos disfrutar de comida recalentada mientras vemos alguna serie —¿desde hace cuanto no disfrutaba de una noche tan sencilla, con un poco de lasaña y series? Ya ni lo recuerdo y aunque la oferta me parecía tentativa, me encontraba demasiado cansada y estoy segura de que él más que nadie lo entiende perfectamente.
—Desearía poder acompañarte, pero ya es un poco tarde y aunque me muero por comer tu rica lasaña recalentada... —y en ese instante me lanzó una mirada sugestiva— No pienses en nada raro cochino.
—Yo no he dicho nada —se defendió, riendo.
—No puedo aceptar tu invitación, lo lamento mucho Diego.
—La verdad no esperaba que aceptaras, además hoy es noche triple X en el canal porno, ¿no pretenderías qué me lo perdería viendo series cursis? —dijo con total tranquilidad y gracia. Tratando de controlar su risa.
—Éste cochino mente sucia, pervertido degenerado, y yo lamentádome... Si seré estúpida, la próxima vez que tenga pijamada con Lilly no voy a invitarte. Por cierto, ¿no se supone que todas las noches son triple X si es un canal porno?
—Nada de chantajes señorita, sé que nunca me invitarías a esas noches de chicas que ustedes tienen casi tres veces por mes. Así que ni cuenta, ó ¿quieres ver películas porno conmigo? Nunca he visto una película de ese tipo con una chica, pero debe ser muy interesante... —recitó extendiendo y resaltando la palabra "muy"—. Pues sí, pero como verás el canal es un poco demás cariñoso con respecto al costo, así que no todas mis noches son de películas porno.
—Eres un pervertido sin remedio, ¿lo sabías?
—Solo tú lo dices. Será porque eres com la única chica con la que trato de esta manera —dijo pensando o más bien tratando de recordar sus interacciones con otras chicas.
—Soy tu mejor amiga —le recordé. Y en cierto modo era cierto, lo conocí en el instituto pero sin embargo no éramos tan cercanos como hasta ahora, antes vivía a un par de casas a la par de la mía. Ahora vive en su propio departamento como a cinco cuadras de mi casa.
—Cierto. Y dime mejor amiga, ¿quieres ver porno conmigo? —preguntó con tono casi, inocente.
—No.
—Qué lástima. ¿Llamaste a Julián?
—Llamé, pero nadie contesta el bendito teléfono, así que les dejé un mensaje —podía perecer injusto, pero yo era la única que tenía un móvil como tal, ¡ah! Y mi papá que tenía un carcacho viejo que de milagro y aún servía, yo solo tenía que llamar al teléfono casero para comunicarme con alguno de mis hermanos. Me había planteado ahorrar para comprarle uno a Julián, sus quejas constantes sobre no tener un medio de comunicación o dicho aparato que serviría también para sus investigaciones de curso, estaban acabando con mi paciencia.
Sí, tenía varios trabajos, pero eso no significaba que el dinero me lloviera, tenía varios precisamente por la paga tan limitada. Los únicos que trabajábamos éramos mi padre y yo, él para su propio beneficio que era probablemente una botella de tequila y yo en cambio para pagar las deudas del hogar, la comida, universidad, etc.
No era para nada fácil, me sentía agotada diariamente a causa del trabajo matutino. Debía agradarme la idea de ser independiente, pero no, no teniendo a personas dependiendo de mí económicamente y sentimentalmente... Recuerdo mis años de niñez, parecían tan tranquilos y relajados, sin ninguna preocupación más que jugar y cuidar de mi muñecas.
—Vaya, vaya... Al parecer se nos pasó la media hora sin darnos cuenta, Jules —me informó Diego, viendo la hora en su reloj de muñeca.
—Es cierto, ¿podrías llevarme hasta mi casa? Por favor —le pedí, con mi mejor cara de perro degollado. Él tenía una motocicleta un poco vieja, y yo me aprovechaba de su buena voluntad—. No querrás que yo camine cinco cuadras en esta oscuridad absolutamente ¿verdad?
—Manipuladora —bramó. Sí, le pedía lo mismo siempre, y aunque aveces se hacía el duro, terminaba convenciéndolo.
Después de apagar las luces del local y asegurarnos de cerrar bien las puertas con seguro, nos montamos en su moto. El camino fue más corto de lo que recordaba, y es que Diego conducía cada vez más rápido como alma que lleva el diablo; se notaba que no quería perderse por nada del mundo su tan costosa película cachonda, puaj.
O quizás solo lo hacía para molestarme, pero estaba más segura por la primera opción. Ya en mi casa me despedí de él deseándole una eminente noche.
—¡Familia, ya llegué! —anuncié, pasando por la sala viendo a mi padre plácidamente dormido sobre el sofá con una botella por la mitad de Whisky, al menos tuvo la conciencia de no tomársela completa, ni siquiera me detuve a despertarlo de todas maneras era un piedra demasiado difícil de mover, me dirigí directamente a la cocina en busca de comida. Todo estaba hecho un asco, como siempre; platos sucios, sobras de comida sobre la mesa acompañada de migajas, y un par de moscas— ¡Julián Alfonso!
Segundos más tarde escuché pasos bajar las escaleras, y una cabellera castaña asomarse justo por el marco, era Jason mi tercer hermano menor de once años, me miró de abajo hacia arriba examinándome para luego pronunciar:
—Te ves terrible hermana.
—Sí lo sé —admití—. ¿Dónde está Julián y Jared?
—Jared está arriba, jugando. Y Julián salió a comprar pan —respondió con simpleza.
—¿A ésta hora? ¿Quién compra pan a esta hora? —pregunté sin siquiera mirarlo.
—Supongo que él —se encogió de hombros—. Leí el mensaje que dejaste... Y como yo no sé cocinar, te preparé un poco de leche y cereal.
—Agh... Gracias Jas, ve a dormir ya es tarde, dile lo mismo a Jared. Yo voy a esperar a que llegue Julián —me acerqué para darle un beso en la frente y desordenarle el cabello, a lo cual él rió, y salió corriendo a su habitación.
Mire de nuevo la cocina y me dediqué a limpiar y lavar todo los platos sucios. Luego de abrir la nevera me encontré con mi "cena" que consistía en leche y confley... pero en verdad no lo parecía, era una mezcla rara... Acerqué una cuchara para inspeccionarlo mejor; al parecer las hojuelas de cereal se habían disuelto hasta volverse en pequeños grumos amarillentos, habían absorbido todo el líquido y se convirtió en un pured de confley.
Sí, tenía un hueco en el estómago que me pedía a gritos lanzar cualquier cosa, hasta la guayana podrida y gusanosa que estaba el la bandeja de la nevera. Pero no me comería ninguno, los dos gritaban indigestión a mi delicado estómago, dejaría que Misunga mi gato, tuviera la maravillosa oportunidad de probar la creación improvisada de Jason.
Apagué la televisión de la sala y ayudé a mi padre a acomodarse en una posición más cómoda seguido de abrigarlo, me senté en mesón mientras esperaba a Julián, no pensaba irme a dormir sin antes asegurarme que llegara sano y salvo.
Ni siquiera podía sentarme tranquilamente a engullir algún alimento, primero porque me sentía nerviosa por la repentina salida de Julián a la "panadería", ¿en serio habían panaderías abiertas a esa hora? Y segundo, no había nada apetecible, solo un par de verduras en proceso de descomposición.
Estoy segura que mi corazón empezó a latir a su ritmo normal en cuanto escuche la puerta abrirse y cerrarse, estaba aliviada sí, pero eso no quitaba mi molestia.
—Julián Alfonso —¿no se sienten poderosos cuando recitan el nombre completo de alguien a quién le espera una larga riña de su parte? Yo sí—. ¿Se puede saber dónde carajos estabas a estas horas de la noche?
Lo vi tragar saliva, ya no era un niño, era alto, mucho más que yo y a medida que pasaba el tiempo parecía más corpulento y atlético, podría tener diecisiete años pero yo seguía siendo su hermana mayor y tenía derecho a preocuparme y molestarme con él todo lo que quisiera.
—Emm... responde tú primero. ¿Se puede saber dónde estabas a éstas horas de la noche? —Era tan patético tratando de evadir mis reclamos.
—Trabajando para pagar el WiFi que consumes cada noche quien sabe viendo qué, en mi computador ¿sabes qué puedo ver el historial de navegación verdad? Ahora tú respóndeme —era una vieja laptop la cual le faltaba el 90% del teclado, pero aún seguía siendo funcional. No tanto para escribir pero si para otras cosas.
Y como si se le hubiera iluminado el foco, habló.
—Estaba comprando el pan, seguramente ya viste que no hay nada en la nevera. Deberías estar más al pendiente de las compras hermanita.
Podía sentir mi cara caliente y roja, ¿cómo podía mentirme, y además decir que debo estar más al pendiente?
—¡Pues te informo que al menos eso deberías hacer, pequeño holgazán! —bramé, molesta en su contra.
—Ya, lo siento Juliet. No estoy mintiendo, fui a comprar pan —repitió—; nada más que me quedé conversado en casa Owen.
Lo examiné, era malísimo mintiendo, por eso confirmé que parecía decir la verdad. Di un largo suspiro.
—Está bien... Pero quiero que sepas que por tu retraso, Jason tuvo que preparar mi cena y ahí está el resultado —señalé, en una esquina del mesón de baldosa blanca. Al verlo Julián hizo una mueca de asco pero igualmente se acercó.
—¿Qué es esto? —preguntó, moviendo la cuchara de un lugar a otro.
—Originalmente; leche y confley. Resultado final; una rara mezcla a lo que yo le llamo: pured de confley.
—Para tener doce, es muy creativo —se burló—. Siento pena por Misu... Lo siento, en seguida te preparo algo.
—No hay nada en la nevera —recité con obviedad.
—Compré pan, y creo que por algún lado dejé escondido un poco de queso —y se adentró a la nevera abriendo una pequeña gaveta donde solía guardar chocolates.
—Ahora ya comprendo porqué siempre desaparecían mis golosinas —me dije a mi misma, recordando haber culpado a Jared y Jason.
—Puedes ocultarlo de los dos terremotos, pero no de mí —admitió, sacando un trozo pequeño de queso.
En tiempo récord ya tenía un trozo de pan caliente aplanado con un poco de mantequilla y queso derretido. No esperé a que el hueco en mi estómago me volviera a exigir alimento, rápidamente comencé a devorar el pan relleno y poco tiempo después ya me lo había terminado por completo.
—Gracias Juli, me hacía bastante falta —le dije mientras revolvía su cabello tal como lo había hecho con Jason.
—Juliet ya te he dicho que no gusta que me llames "Juli", suena como nombre de niña —me reprochó—. Hermana, de casualidad ¿no tienes algún libro de química?
Lo pensé, tenía un par de libros, pero la mayoría eran novelas de ciencia ficción, siempre que necesitaba un libro acudía a la biblioteca del instituto y a estas alturas la de la universidad.
—No creo. ¿Pero porqué no fuiste a la biblioteca del colegio?
—Es que lo olvidé por completo —pronunció en voz baja, rascándose la nuca.
—Agh... Lilly seguramente debe tener alguno, ya vengo...
—¡No! —lo miré extrañada— Digo, mejor voy yo. Tú estás cansadísima y no quiero causarte más inconvenientes, yo voy no te preocupes, sube y duerme —y lo miré mientras trataba de avanzar ileso, él me estaba ocultando algo, él sabía que yo no lo dejaría ir tan fácilmente. Y a mi mente llegó una idea bizarra y absurda, aunque quizás no tanto.
—¿Sabes qué? Yo iré, no te preocupes no es un inconveniente hombre, yo gustosa. Además tengo unos asuntos pendientes con ella —dije antes que traspasara la puerta principal, dándole una palmaditas en el pecho.
—¿Qué asuntos? —y por más que trató de sonar despreocupado, noté demasiado interés y ¿nerviosismo?
—Sobre nuestra próxima pijamada en casa de Diego. Me lo ha estado suplicando por mucho tiempo y la verdad necesito un descanso bien largo y extendido... —mentía, pero ver su reacción fue más que suficiente, antes que se delara aún más. Me dirigí a la casa vecina a la mía.
Toqué la puerta, pero nadie abrió, busqué la llave que siempre dejaban debajo de una tortuga de cerámica y la abrí. Podría verse como exceso de confianza, pero cuando tienes una mejor amiga el exceso de confianza es lo de menos, entré rápidamente dirigiéndome directamente a su habitación, noté que no estaban sus padres en casa, seguramente estarían trabajando, así que solo abrí y ya.
—Tardaste mucho. Por un momento pensé que Juliet no te dejaría salir... —pronunció sin verme, tenía la cara pegada al televisor. Estaba tan concentrada que ni siquiera supo que era yo en realidad.
Lo que había dicho me inquietó, me había mencionado... Y en mi mente armé todo; ¿entonces ya Julián lo había planeado? Y más importante aún, ¿habría tenido él, el descaro de mentirme diciendo que se había entretenido en casa de Owen, cuando en realidad había estado en casa de Lilly todo ese tiempo? Él y Lilly. Por Dios no quería ni imaginármelo.
Pero cuando me acerqué aún más...
—¿¡Qué carajos, Lilly!? —y ahí sí me miró, su cara se había puesto pálida y rápidamente adquirió un color rosado, le vi intenciones de explicarse pero la interrumpí— Estás... ¿¡Estás viendo porno!?
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