Capítulo VI
Sábado, un día antes.
Las lágrimas secas se escapaban del vendaje en sus ojos, suplicaba que lo liberaras y tu solamente reías. ¿Por qué querría irse si estaban juntos por fin? Eran uno para el otro.
Era hora de un corte de cabello, te fascina sus rizos dorados, pero al mismo tiempo no quedaban bien con su cara perfectamente hermosa. Con las grandes tijeras de jardinería no dudaste en empezar con su nuevo cambio de look, al ser tan filosas y al ras que ibas cortando una que otra gota de sangre salía de su cabeza.
Solo atinaste a reír y decirle que iba a quedar hermoso.
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Era hora de comenzar una nueva vida, como era de costumbre, todos los vecinos de alrededor se dedicaban a limpiar sus sótanos, sus garajes y demás espacios que solo servían para acumular mugre y nada más.
Y no fue una excepción para ti, de a poco fuiste limpiando el sótano, y a medida que las grandes bolsas negras de basura se acumulaban saludabas a los vecinos atajándote con que era una limpieza porque vendrían unos familiares lejanos y se quedarían allí por un corto tiempo.
Antes de atardecer habías terminado. Perfectamente limpio, todo en orden.
Una silla en el centro, las cuerdas debajo de la escalera, la caja de herramientas perfectamente nueva con tus respectivos nuevos juguetes -sin abrir de sus estuches de seguridad- y todo el suelo cubierto con lona para que no quedaran rastro.
Más que una mentira de que los familiares se quedarían a vivir, era un laboratorio a estrenar y pobre conejillo de indias.
«todo esto lo hago porque te quiero. Te quiero demasiado»
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