Capítulo IX

Lunes, primeras horas.

Estabas en la comisaría, en una prisión simple junto a otras mujeres esperando a que su sentencia o juicio comenzaran. Este era el primer periodo para la condena eterna. Por otro lado, estaba el canal de noticias que se escuchaba de fondo:

"Gino Eliot, el joven desaparecido hace una semana es encontrado en el sótano de una mujer, presunta secuestradora y tras una larga e intensiva búsqueda aparece gracias al llamado de un vecino tras escuchar el dolor y agonía de este hombre. Era abusado, torturado física y psicológicamente por esta mujer quien tenía una gran obsesión según fuentes confiables.

El operativo habría comenzado anoche, donde incautaron todo tipo de objeto de tortura que la mayoría eran herramientas de hogar y jardinería, producidos por esta mujer llamada Helena Visser, ahora mismo Gino está en el sanatorio de terapia intensiva para su pronta recuperación.

Te deseamos lo mejor Gino y esperemos que esta mujer pague por sus atroces crímenes. A continuación, daremos detalles de lo sucedido."

Así fue, cuando toda tu vida había acabado. Pero por otro lado, suspirabas de alivio porque no habías matado a tu amado, a tu querido romeo, a tu hombre.

«Gino, te quiero, como te quiero»

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