Capítulo II

Martes, a primera hora.

Sonreíste mientras te sudaba la cara. Te acercaste, no sentiste lástima ni tampoco tuviste empatía mientras hacía ruido, aunque pobre diablo amordazado mucho no podía hacer.

Tus yemas rozaron sus hombros. Te sentiste emocionada, incómoda, un cosquilleo en la parte central del estómago te hacía sentir viva, esperanzada, lista para seguir tu juego y las cuerdas que colgaban por debajo de la escalera se veían tentadoras.

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Ese mismo lunes antes de acostarte boca abajo sujetaste la almohada con tanta fuerza como para poner tus nudillos rojos y gritaste con todas tus fuerzas. Te sentiste ignorada con el maldito chico lindo de la biblioteca.

A primera hora te levantaste dispuesta a sonreír una vez más. Vestido a lunares, cartera de mano y ese moño que le daba el toque a tu pelo despeinado te hacía ver como una auténtica... mujer hermosa. «porque nunca pensaríamos que eres una loca, una desquiciada»

Sabías a la perfección sus horarios, donde vivía, que hacía y con quien salía por si llegaba a tener una cita inesperada y que atentara con tus planes de seducirlo. Caminaste un par de cuadras para encontrarlo en los semáforos, esperando a cruzar para tomarse el taxi en calle Brown y con destino a dos kilómetros y medio al estudio de arquitectura al otro lado de la ciudad.

No lo seguiste, pero sí pasaste frente a él antes de que se subiera al taxi. Te miró, se miraron, te sonrió porque sabía que te esperaba. Al principio le parecía raro verte todo el tiempo, pero a poco se fue acostumbrando a tu presencia, a tu aroma, a tus vestidos llamativos.

Le sonreíste y te subiste al taxi que estaba estacionado detrás del suyo. Le señalaste al chofer que siguiera al auto que tenía en frente, le pareció raro porque eso solo ocurrían en las películas, pero siguió tus indicaciones. Te bajaste unos metros atrás de él sin que se diera cuenta y una vez más te ocultaste entre los árboles para que no te viera.

Camisa oscura, traje llamativo, y un montón de planos cargaba entre las manos.

Entró al estudio, y suspiraste mientras seguías escondida. 

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