Lunes, mediodía.

Sentiste por primera vez ese leve cosquilleo en los dedos que fue corriendo por todo tu cuerpo a la hora de agarrar el pequeño martillo de mango rojo de la caja de herramientas del sótano.

Sentiste como tus manos sudaban, pero no te importó en lo más mínimo. Las primeras gotas de sudor aparecían en la parte superior de tu frente con cada paso que dabas. Te temblaba el cuerpo, pero, aun así, era una linda sensación, te fascinaba sentirte así.

Te hacía sentir viva y lo estabas necesitando.

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Pasada las cuatro de la tarde como era de costumbre ibas a la biblioteca central. Callada y temerosa caminabas por la avenida, con miedo, con ansiedad, aunque desesperada ibas a verlo a él, a tu chico, a tu romeo, a tu enamorado.

Estando en el edificio, caminaste por medio de los grandes estantes repletos de sabiduría, de conocimiento. Escogiste el libro de lomo verde, iniciales doradas; parecía ser una fantasía o una aventura por vivir o, mejor dicho, por leer. «o al menos eso creías que ibas a hacer»

Sentada en el sofá sujetando el libro no parabas de mirarlo, a él, en la otra punta de la sala con sus grandes libros, con sus planos y diseños por toda la mesa y una pequeña lámpara colgaba sobre su cabeza. Varias veces intercambiaron miradas. Tu sonreíste, él sonrió y las sensaciones volvían a flor de piel.

Intentaste acercarte mientras que lo seguías mirando, aunque levemente te negó con la cabeza sonriendo y volviendo a sus planos.

Algo en tu corazón hizo "crash",

Algo se rompió y no lo toleraste.