Un pequeño regalo.

Los personajes y las imágenes utilizadas en la historia no son de mi propiedad. Todos los derechos a sus creadores.

Lenguaje y contenido fuerte.

Agradezco las portadas de yan_skiblue y de Mónica tadakatsu.
Una disculpa por la redacción.

©® Historia con derecho de autor.
No se permite, copiar, adaptar ni tomar prestada.

<<>>, " ": Son pensamientos del personaje.

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♥ " Hay cosas que son, secretos locos, de un tipo que se muere por tí . . . Silencio, aveces . . . Dudar, atreverme a decir . . . Imagínatelo . . .
                                     qué te quiero."










Bankotsu se quedó estático, sin saber que hacer. ¿qué significaba esa reacción? La había alagado.

— Lo siento.

Lo dijo sin entender que había hecho mal.

— Pensé que te gustaría, no quería herirte.

Sango lloraba más, aún.

¿Qué se suponía que debía hacer? La volvió a alzar en brazos y la subió a una de las mesas, abrazándola de manera cálida y deslizando los dedos por su cabello. Mientras con la otra la sostenía junto a su pecho. Ella le hecho los brazos al cuello y siguió llorando a lágrima viva, sus lágrimas se deslizaban hasta caer en su camisa, humedeciendola, le provocaba querer besarle las mejillas, y con pequeños besos en la boca, calmar su llanto. ¿ Cómo poder hacerla sentir mejor?
Sango se odiaba así misma por haberse derrumbado de ésa manera. ¿Qué carajos le pasaba? ¡ La había levantado en brazos! Sin esfuerzo! , Y no se quejó, tampoco parecía que no pudiera con ella, o que se esforzara. El día que se fué a vivir con Miroku, ella le pidió que la cargase para cruzar el humbral, él se rió de ella, antes de preguntarle si quería causarle una hernia.
Y éste precioso hombre, la levantó sin esfuerzo alguno!, Era muy alto y musculoso, se sentía pequeña junto a él, y no lo era. Podría haber sido modelo, de no ser por su voluptuosa figura, las modelos eran muy delgadas.
Él, sacó un pañuelo de su pantalón y trato de limpiar sus lágrimas de manera brusca, jamás le había limpiado las lágrimas a alguien.

— ¡ ay !

Exclamó, le había picado un ojo en su afán por limpiarla.

— Lo siento!

Se disculpó arrepentido.

— No pasa nada.

Lo tranquilizó, separándose y mirándolo con los ojos llenos de lágrimas.

— Soy yo, la que tiene que pedir disculpas, no tenías por que verme en plena crisis emocional.

— Éso es lo que te pasa?

Con la boca abierta, tomó una entrecorta bocanada de aire, hipando se limpió las lágrimas con el dorso.

— No, lo que pasa es que soy una tonta, lo siento mucho.

Él le sonrió, de una manera muy tierna, lo miró sin estar segura de lo que pensaba, ¿ Por qué estaba siendo tan amable con ella? No lo entendía. Intentó recuperarse, y con toda dignidad, se bajó de la mesa y le devolvió el pañuelo, que le extendió cuando la vió limpiarse con la mano.

— Aquí tienes.

— ¿Por qué me lo regresas?

— Vaya!! No creo que quieras regalarme tú pañuelo, además, es de seda y tiene tus iniciales.

Bankotsu se negó a aceptarlo, y le limpió una lágrima cerca de la comisura de la boca, ahí se demoró, acariciando la mejilla con la mano. El toque de sus dedos, le causó un escalofrío, por dios!! La trataba como si fuera de porcelana..

— Te lo regalo, era de mi madre, y una mujer hermosa como tú, merece tenerlo.

Se le volvieron a llenar los ojos de lágrimas, pero, parpadeó para apartarlas. Terminaría por pensar que estaba loca.

— Por qué  me lo das? Era de tú madre, debe ser importante para tí .

— Necesito un motivo para hacerte un pequeño regalo?

— Pues . . . Sí.

Bankotsu la miró confundido.

— No se que decir, no sabía que hubiera reglas para intentar animar a alguien. Parecían tan triste cuando llegue, que lo único que quería, era hacerte sentir mejor. Quédate con el pañuelo, no tengo a nadie a quien regalarselo, y, apuesto que , si se lo regalo a la señorita kagome, Sesshomaru me castrarìa.

Ese comentario le arrancó una carcajada, Sango no sabía que tenía humor.

— Eso que veo, ¿es una sonrisa?

Le dijo Bankotsu. Ella sorbio con timidez la nariz, antes de volver a reír. Él también sonrió, mientras tocaba su fresca mejilla. Era preciosa cuando reía, sus grandes ojos grises resplandecían, y antes de arrepentirse, inclinó la cabeza y beso sus húmedas mejillas. Sango se quedó en shock cuando sintió su cálido aliento y el roce de sus labios, Miroku jamás la había tratado con ternura, y se suponía que compartirían su vida en un futuro. El aroma de una loción amaderada mezclada con el olor a hombre de Bankotsu le inundó los sentidos . . . ¡ era delicioso!
Antes de ser conciente, le rodeó su estrecha cintura y apoyo la cabeza en su pecho. Escuchando los acompasados latidos de su corazón, por primera vez, de manera extraña, se sintió cómoda y segura.

El dejó que lo habrazára, y recargada en su pecho, le siguió acariciando la espalda inclinándose para darle un beso en la coronilla.
Al sentir su brazo rodearla, una onda cálida, subió desde su vientre para convertirse en algo, abrazador. Y sin pensarlo, ahí estaba, abrazada a un desconocido, con el que quería darse gusto. Quería saber lo que era ser besada por alguien, que apenas conocía, un hombre que había sido muy tierno con ella.
Sango, alzó el rostro perdiéndose en la profundidad de sus ojos azules. «No» le gritaba la voz de la razón, pero cerró los oídos a esa voz. Alzó los brazos y le deshizo la coleta que siempre portaba, una vez libre, la melena enmarcó el rostro de un ángel, era muy guapo.
Lo vió inclinar la cabeza, hasta que su boca estuvo a un suspiro de distancia, la miró a los ojos como pidiendo permiso. Ella se alzó acortando la distancia, y lo besó . .  . Escuchó el gruñido casi animal antes de que el beso se fuera haciendo más voraz, y apasionado. Se separó de ella sólo para quitarse la chaqueta y la camisa aventandolas a un lado.
Le tomo la cabeza con ambas manos, mientras la devoraba a besos, se moría de deseó por ella, y sólo por ella.  Le bajó los tirantes del vestido, hasta por debajo de los senos, mientras trataba de desabrochar el sujetador, le daba pequeños mordiscos en la barbilla, escucho un suspiro de satisfacción al liberarle los pechos. Génerosos y turgentes, no conseguía abarcarlos con sus grandes manos. Jamás había visto algo tan hermoso, se inclinó para saborear un pezón, rodeándolo con la lengua y succionando con suavidad, Sango gimió dejándose hacer, mientras le pasaba los dedos por el pelo y la nuca, era incapaz de poner en orden sus pensamientos, habriendo los ojos, observó cómo Bankotsu se daba gusto con sus senos, ese hombre era espectacular. Observó el reflejo de ellos reparando en su espalda ancha en uno de los espejos, mirando con extrañesa las cicatrices que desfiguraban su piel bronceada. ¿Qué le habría pasado para tener tantas cicatrices? Nunca había visto nada parecido.
Irradiaba cómo un especie de aura letal, y sin embargo, se comportaba con mucha ternura.
Estaba acariciándole el vientre, sus dedos dejaban un rastro caliente, y exitante, sus manos viajaron hasta por debajo de su vestido, tocando el borde de sus pequeñas pantis, introduciendo los dedos para tocarla de forma más íntima.

Entonces, Sango tomó conciencia de lo que hacía.

— Espera!!

Le dijo mientras se separaba y caminaba hacia la puerta, se subió el vestido y cerró la puerta, corrió las cortinas y bajo la intensidad de la luz.
Regreso junto a él mirándolo a los ojos.

— Te . . . Importaría hacer el amor conmigo?

Y en lugar de la carcajada que esperaba escuchar, le dió un beso y hecho un vistazo al lugar.

— Te da igual que sea, aquí?

Se sonrojo al comprender dónde se encontraban, sólo había ropa y las grandes mesas. En ese momento pensó en llevarlo a su apartamento, pero sabía que en cuanto salieran, cabía la posibilidad de que se rajara.
Aunque sería lo más inteligente, pero no quería hacerlo, deseaba a ese Dios que tenía enfrente, y tan dispuesto.
Lo tomó de la mano y lo guió al pequeño almacén, cuando lo habrio, la detuvo, hecho otro vistazo al lugar y tirando de ella, la llevo hacia el probador, una vez dentro, cerró las cortinas.

— Qué haces?

Le pregunto, él, señaló con la mirada el diván que se encontraba en el lugar, ella se encontraba perdida en sus abdominales, que se contraían al menor movimiento, una ligera capa de vello le daba un aspecto, muy masculino. En ese momento se desabrochó el botón de los vaqueros, y se volvió a abrazarla.

— No tengas miedo.

La miró.

— No te haré daño.

Pero, no era eso, lo que la asustaba, lo que realmente la aterraba, era su reacción cuando la viera desnuda, él no tenía ni un gramo de grasa, pero ella, con sus grandes caderas, sus llantitas con todo y su pequeña cintura . . . No tardaría en dejarla caliente y, sóla.
Sin embargo él avanzó hacía ella , y volvió a tomar sus labios, ella gimió, esto la ánimo para pasarle las manos por el torso y los pezones, sintiéndose satisfecha con el ronco gemido que escucho de sus labios en respuesta a sus caricias.
Se encontraba relajada, hasta que intento, quitarle el vestido.

— El almacén es más oscuro.

— Para qué necesitamos que este oscuro?

Le contesto Bankotsu frunciendo el entrecejo. Sango lo decía por qué a Miroku le gustaba hacerlo en la casi completa oscuridad .

Bankotsu, sin dejar de mirarla, con suavidad le deslizó el vestido hasta verlo caer a sus pies. Traía un conjunto de encaje negro, ella jadeó al ver la expresión ardiente de su mirada, un sonrojo inundó su rostro, no le gustaba que la viera desnuda, la acerco a él y la besó con delicadeza, no quería hacerle daño ni que se sintiera mal.
La acercó a la pared, y se pegó a ella, de modo que cada centímetro de su voluptuoso cuerpo, pudiera sentirlo. La mezcla del aroma de su piel, con el perfume que usaba, lo tenían embriagado, se contuvo para no tomarla de manera brusca, mientras le deslizaba las pantis por sus turgentes piernas, dejando un sendero de besos, al llegar a sus pies, le quitó las zapatillas y se arrodilló frente a ella, mirándola con anhelo y pasión, de manera voraz. Ella estaba desnuda, y él, aún no se quitaba los pantalones.
Bankotsu, dejó de respirar, mientras la contemplaba, quería aplastarla contra él y tomarla con ímpetu, pero, no quería asustarla, pues percibió cierto miedo en ella, estaba muy vulnerable.
En el fondo del alma, debía reconocer , que apreciaba su confianza y la ternura que le mostraba, pues le acariciaba el pelo y el rostro, con mucho cuidado. La ternura que le mostraba, era una novedad para él. En una vida regida por la violencia, era agradable sentir las caricias que le prodigaba está bella mujer. Su parte más sensible la deseaba y ansiaba estar con ella.

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Raizo, se deslizaba de manera rápida y si el menor ruido hacia su primer objetivo.

— Estén atentos.
Uno de los tres hombres que se encontraban vigilando el edificio se comunicaba por medio de auriculares instalados en las máscaras que cubrían su rostro, dando instrucciones.

— Ubicamos el lugar y realizaremos un informe de todos sus movimientos, el jefe quiere la ubicación exacta de los objetivos, prepárense.

Un silbido surco el aire, desprendiendo el tronco de una cabeza cercenada limpiamente, grandes chorros de sangre se esparcieron llenando el rostro y brazos de Raizo, quién con una sonrisa psicópata sacudió la katana.

— Uno.

Rápidamente corrió, perdiéndose en la oscuridad. Otro de los vigilantes hablo con sus compañeros.

— Kito, ésto es aburrido, cuánto tiempo haremos ésto? Hace frío y . . .

De la nada una sombra cayó sobre el tipo clavando la espada en su garganta, desplomandose el cuerpo hacia atrás, mientras se ahogaba en su propia sangre, alcanzo a ver unos ojos sin vida y una voz que le herizo la piel.

— Aburrido? Lo haré más divertido aún. Número dos.

Y antes de que exhalara su último suspiro, Raizo ya corría veloz por su siguiente objetivo.
Los ruidos de algo que caía, alertaron al tercer sujetó, se puso en alerta sacando su arma, dió la media vuelta para escanear el lugar cuando algo golpeó su espalda, sacándole el aire, sin darle tiempo a nada, otra serie de golpes se dejaron sentir por todo el cuerpo, se escuchaban los chasquidos de huesos rompiéndose y sangré brotar, era una hobra de arte al puro estilo ninja, asesinar sin ruido alguno, acomodo al cuerpo que se desangraba , parecía una marioneta, y se acerco para que pudiera oírlo.

— Quién te envío.

El hombre con los ojos exaltados temblaba de dolor y miedo, esa voz, profunda y fría le daba escafrios, estaba muriendo y lo sabía, pero algo en este hombre le causaba más miedo que la muerte misma.

— E . . .el maestro . . .To . . . Toga.

— Sabe de su ubicación?

— Sss . .  . Si.

— Hay más?

— Pro . . . pronto.

Y murió. Raizo sacudió la espada y la envainó. Una tétrica sonrisa surco los delgados labios, sus maestros siempre admiraron la transformación de ese niño ciego, con cada matanza que realizaba mientras pasaba las pruebas, era como un ser sin alma, un asesino sin temor, ni a las inclemencias del tiempo ni al oponente más peligroso. Se convirtió en una perfecta máquina de matar. Inclusive parecía gozar al quedar bañado en la sangre de sus víctimas.

Encendió su comunicador y la melodiosa voz se dejó escuchar.

— El trabajo está hecho, dile a khaleesi que ya voy a casa.

— Te encuentras, bien?

— Sí, te veo pronto, prepara el baño.

— Cuidate, esperaré.

Corto la comunicación. Ella y su madre eran lo único que le importaba en esta vida, sólo ellas, aunque su khaleesi era y sería siempre su razón de vivir. Se deshizo de los cuerpos borró toda huella y se dirigió a casa.

Continuará.        

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Que les parece? Creen que ya perdí el seguimiento o es mucho suspenso?. Gracias a todos los que comentan y a los que leen, les agradezco en verdad.

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