La cita ( parte 2)

Personajes y las imágenes utilizadas en la historia no son de mi propiedad. Todos los derechos a sus creadores.

Lenguaje y contenido fuerte y explícito.

Agradezco las portadas de yans_kiblue y de Mónica tadakatsu.
Una disculpa por la redacción.

©® Historia con derecho de autor.
No se permite, copiar, adaptar ni tomar prestada.

<<>>, " ": Son pensamientos del personaje.

Aviso de Lemon.

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" Tengo una flor y un juramento, tengo escrito en cada parte de mi cuerpo . . .
                   Que te quiero para mí."










Bankotsu sonriendo, descidio seguir con la cena.

— Te gustaría compartir una de las delicias del chef conmigo? Se supone que es un bistec para dos, así que se asustan cuando ven que me lo como yo solito . . .

Ella retuvo la carcajada que amenazaba  por salir.

— Me gustaría.

Bankotsu levanto la vista cuando Jhon regresó.

— Empezaremos con unas crepas con vegetales y queso como entrada, y después seguiremos con la especialidad del cheff.

— Muy bien señor Thalassinos, muy bien.

Les devolvió los menús y se volvió para mirarla.

— Relájate, vamos a pasarla bien.

— Lo intentaré, probablemente podrías estar con alguien más.

Sin dejar de mirarla, le tomó de la mano y le acarició como si fuera algo muy preciado. Llevándose su mano a la mejilla.

— Sólo quiero estar contigo.

No sé había sentido así en toda su vida, se sentía deseada, femenina. Hasta conseguía que se sintiera delgada.

— Dime, cómo es que alguien como tú , jamás ha tenido una cita.

Bankotsu tomó un poco de su vino mientras encontraba la manera de responderle, no quería mentirle, pero, tampoco podía decirle toda la verdad, eso podría asustarla.

— Crecí . . . En una especie de comuna.

Sango frunció sus cejas cómo si le pareciera extraño.

— Eres acaso un miembro de alguna secta religiosa?

— No, pero crecí de un modo poco usual. Y tú?

— Crecí aquí, mis padres se casaron después que salieron de la universidad, he tenido una vida normal.

Los camareros llegaron con la comida, y se dedicó a observarlo mientras comía. Parecía un hombre muy bien educado, él volteo a mirarla Sango apartó la mirada, él tomó su mano y la pasó por su mejilla dándole un beso en la palma. La expresión que apareció en sus ojos le provocó un extremecimiento.

— Eres tan suave.

Susurro antes de besarle la mano y alejarse de ella.

— Si sigo viéndote, es posible que hagamos un espectáculo.

— Qué tipo de escena?

— Podría sacarte de aquí cargando,  he ir a otro sitio para . . . Hacerte el amor.

Su rostro se relajó ante una estruendosa carcajada.

— En serio?

Sus ojos no mentían.

— Si me dejas, sí.

Se removió incómoda, Bankotsu siguió hablando de cosas sin importancia y de temas diversos, Sango se dió cuenta que Bankotsu era un hombre además de tierno, inteligente, algo realmente inesperado.
Cuando terminaron toda la deliciosa comida, regresaron abajo, dónde vieron a Miroku y su compañera en una mesa al lado de la cocina, y se veían visiblemente molestos. Salieron a la calle con una gran sonrisa.

— Te importaría si caminamos?
Pregunto Sango.

— La noche está hermosa.

— Por mí está bien.

La tomó de la mano y se dirigieron al edificio de Sango. Bankotsu no podía dejar de verla, el vestido le resaltaba sus curvas, la parte de su escote le llamaba a querer meter la mano y acariciarle un pezón. Se le endureció la entrepierna. No paraba de recordar cómo le había hecho el amor, lo cálidas y tiernas que habían sido sus caricias. Y deseaba volver a sentirla. Bankotsu la siguió hasta la puerta del departamento, la estaba invadiendo los nervios.  El la tomó suavemente e inclinó la cabeza para oler su delicioso aroma.

— Quiero estar de nuevo dentro de tí, Sango. ¿Me dejas entrar?

No estaba segura. Lo deseaba, pero ¿qué tipo de relación tenían?
Intentó pasar por alto la calidez de la mano que tenía sobre la piel desnuda del hombro. Lo agradable que resultaban sus caricias. Le provocó un montón de escalofríos y acabó con los pezones endurecidos, ansiosa por que los acariciara.
Sus dedos comenzaron a juguetear con un mechón de cabello que le rozaba el hombro

—. Quiero estar contigo, Sango. Sólo contigo.Quiero que me aceptes.

—¿Por qué?

—Porque te necesito.

—¿Por qué?

Apretó los dientes. ¿Cómo podía explicarle el salvaje anhelo que sentía en su interior y que lo consumía al punto de querer estar de nuevo con ella ? ¿Cómo explicar esa obsesión que no cesaría hasta que se hundiera en su cálido cuerpo?

—Te estoy asustando.

Le dijo al ver lo nerviosa que estaba.

— Lo siento. Te dejaré sola.

Hizo ademán de alejarse.
Sango lo cogió de la mano. Estaba comportándose como una lunática y lo sabía. Bankotsu no había hecho nada malo. Al contrario, había hecho todo lo posible para hacerla sentir bien y ser amable. ¿Por qué tenía miedo?
El simple gesto de darse la vuelta para marcharse le decía que jamás le haría daño. Sin pensárlo dos veces, lo obligó a bajar la cabeza y lo besó con pasión.Todas las hormonas de su cuerpo cobraron vida ante su sabor. De repente se encontró encerrada entre esos musculosos brazos que recordaba tan bien, pegada a su cuerpo.
Era abrumadoramente masculino.
Bankotsu se apartó de ella con la respiración entrecortada.

—Dime que me vaya y lo haré.

Observó esos ojos azules a la luz de la luna y vio que la miraban con
necesidad.

—Quédate conmigo.

Su sonrisa le hizo temblar las rodillas, aunque no duró mucho.
Antes de que pudiera moverse, la tomo en brazos y entró en su departamento.
Bankotsu la dejó en la cama con delicadeza. Le quitó los pendientes del pelo y dejó que los mechones risados enmarcaran ese rostro redondo de delicada belleza. Inclinó la cabeza para pegar su nariz al oído y aspiró su fragante perfume.
Mientras se tomaba su tiempo disfrutando de la suavidad de su voluptuoso cuerpo, Sango le quitó el saco. Lo arrojó al suelo y le pasó las manos por la espalda. La caricia le provocó un placer tan intenso que jadeó con fuerza. Pasaría la noche con Sango siendo  sólo él, un hombre.
Sango estaba encantada de sentir el cuerpo de Bankotsu mientras él le quitaba los zapatos y las medias con bastante habilidad y sin dejar de besarla de forma apasionada. Bajo sus manos, notaba cómo se le contraían los músculos.
Mmmm… ¡Ese hombre besaba de maravilla!
Jamás se cansaría de su sabor. Salvaje y pecaminoso. Sensual y ardiente como el infierno.
Lo vio levantarse sobre las manos para que pudiera desabrocharle la
camisa y así mostrar, centímetro a centímetro, su bien formado torso. Le dio un jalón para sacársela de los pantalones y dejó que la seda cayera a ambos lados de su cuerpo mientras acariciaba su piel bronceada. Acarició con los dedos la ligera capa de vello que le cubría el pecho y el vientre y después los deslizó por sus caderas.
El beso se tornó más exigente, hasta que notó cómo se le aceleraba el corazón bajo la palma de la mano.
Bankotsu comenzó a mordisquearle los labios mientras frotaba su erección contra ella, excitándola de un modo increíble. Lo miró y vio el deseo insasiable que se reflejaba
en sus ojos. ¿Cómo era posible que un hombre así la deseara?
La voz de su conciencia le decía que se valorara un poquito más, pero su vapuleada autoestima no tenía nada que ver con el hecho de que todo aquello le resultara difícil de creer. Era una mujer realista. Los hombres con el físico de Bankotsu no
quedaban con mujeres como ella. Punto. Ni siquiera Miroku estaba tan bueno, además de que él la había utilizado. No quería que volvieran a hacerle daño. No de ese modo y, mucho menos, si se trataba de
Bankotsu. Relájate, Sango, se dijo.
Bankotsu se apartó un poco.

—¿Estás bien?

—Solo estoy intentando comprender qué ves en mí.

—Veo una mujer hermosa.

le aseguró con énfasis, inclinando la cabeza para mordisquearle la cremosa piel de el cuello.

— Una mujer de mirada limpia y con un corazón inmenso.

Se incorporó un poco para poder
mirarla a los ojos.

— Ese modo de enfrentar cara a cara a Miroku esta noche…

La sonrisa torcida que mostró logró que se le desbocara el corazón.

— Jamás permitirás que te pisoteen, ¿verdad?

—Eso intento.

Bankotsu giró sobre el colchón acomodandose hasta quedar de
espaldas con ella sobre él. La extraña ternura que asomó a su mirada la
desarmó de tal modo que sintió un nudo en la garganta.

—Pero lo que más me gusta de ti es tu forma de entregarte. Y el hecho de
que no necesito demostrarte mi fuerza para conseguirlo. Ni herir a nadie para acostarme contigo. Ni sufrir heridas por qué me deseés.

Su voz tenía una nota especial que le indicó lo importante que era aquello para él.
Recorrió los marcados rasgos de su rostro con la mano.

—Hay algo en ti que me asusta, Bankotsu. ¿Estás seguro de que eres una persona normal?

Su pregunta le arrancó una carcajada.

—No sé lo que es una persona normal. Pero jamás te haré daño.

La sinceridad de su mirada la conmovió.

— Nunca.

Jalo de ella para besarla y después comenzó a desatarle el nudo que sujetaba el vestido. Una vez que lo hizo, le quito el sostén. Lo dejó en el suelo junto a la cama y se deleitó acariciándole los pechos. Le pasó las ásperas manos sobre los pezones, endureciéndolos de manera casi
dolorosa, provocándole una oleada de placer que la recorrió todo el cuerpo.
Deseaba fundirse con él. Nadie la había hecho sentirse nunca de ese modo.
Bankotsu apenas podía respirar a causa del cúmulo de emociones que giraba en su interior. Debería dejarla marchar. No tenía derecho a enamorarse de nadie.
El problema era que no podía mantenerse alejado de ella. Esa noche cabía la posibilidad de procrear un hijo con Sango. Era la primera vez en toda su vida que corría ese riesgo, no habían usado protección pero asumía que Sango se cuidaba, igual era un riesgo.
Sin importar que, parte de su mente ya la veía con un hijo suyo. La veía
amamantándolo mientras lo contemplaba con el amor reflejado en sus ojos.
¿Cómo iba a dejarla ?
¿Cómo podía siquiera planteárselo?
Llevaba toda la vida luchando. ¿Por qué no luchar por ella? ¿Acaso no se
merecía que alguien lo amara por una vez en la vida?
¿Y si Sango no lograba amarlo?
La pregunta lo atormentaba. ¿Y si no lograba conquistarla al cabo de ese tiempo de conocerse y tratarse?
No, esa opción no era aceptable . La conquistaría y la mantendría siempre a su lado.
Aferrándose a esa idea con todas sus fuerzas, tomó una de sus manos y se la colocó sobre el pecho para que pudiera sentir los latidos de su corazón. Incapaz de estar un minuto más separado de ella, se desabrochó los pantalones.
Sango gimió cuando sintió que se movía bajo ella y la penetraba sin más.
Mmmm, le encantaba tenerlo tan adentro y tan duro. Que se pusiera tan exigente…
Ningún hombre se había mostrado tan impaciente por tenerla. La hacía sentirse extrañamente poderosa. Deseable. La expresión placentera de su rostro la llenó de alegría. Le provocó un intenso deseo. Sin salir de ella, Bankotsu le bajó el cierre del vestido y se lo sacó por la
cabeza.
Una vez que estuvo completamente desnuda lo miró con intensidad. Tenía la camisa abierta, pero no se la había quitado. Lo único que había hecho era bajarse los pantalones lo justo para poder sacársela y penetrarla.
Tomó una de sus manos y se la llevó a los labios para besarle los nudillos,
Con algunas cicatrices, mientras comenzaba a moverse despacio sobre él. Bankotsu la miraba con los labios entreabiertos, los párpados entornados y los ojos oscurecidos por el deseo. Su rostro le decía lo mucho que le gustaba lo que le estaba haciendo. Lo mucho que le gustaban sus caricias.
Y eso precisamente era lo más satisfactorio de todo.
La tomó por las caderas y la levanto, subiendo y bajando para tomar el control de la situación. La fuerza que requería hacer algo así la sorprendió. Sin embargo, no le importó, se dejó hacer mientras él incrementaba el ritmo de sus movimientos y se hundía en ella hasta el fondo. Cada una de sus embestidas era tan placentera que casi llegaba al dolor. Se inclinó hacia delante y se apoyó en las manos, dejando que su cabello los envolviera. Su cuerpo palpitaba de deseo y quería mucho más.
El placer aumentó hasta que llegó al orgasmo con un grito.
Bankotsu la observó mientras se corría entre sus brazos. La alegría lo llenó mientras la contemplaba, mientras sentía los espasmos que lo envolvían en su interior. Tomó sus labios y comenzó a moverse aún más deprisa, deseando su propio clímax.
Cerró los ojos cuando llegó. Se apartó de sus labios para soltar un ronco
gemido al tiempo que su cuerpo estallaba de placer.
Sin salir de su interior, tiró de ella para que se recostara sobre su pecho y la abrazó en silencio mientras sus corazones latían al unísono y su orgasmo continuaba durante varios minutos. Le acarició la espalda, cautivado con la Sensualidad del momento.
Era el único momento de paz que había conocido en su violenta vida. Con ella no existía el miedo. No lo consumía el temor de que pudiera descubrir su corazón dañado.
Solo existían ellos.
Sango se quedó quieta un buen rato. Después, frotó la nariz contra su pecho y le besó un pezón al mismo tiempo que se levantaba para separarse de él.
La agarró por el brazo cuando hizo el intento de alejarse de la cama.

—¿Adónde vas?

—A lavarme.

—¿Para qué? Todavía no he acabado contigo.

Ella se rió hasta que comprendió que no estaba bromeando.
Bankotsu se quitó la camisa y la tiró al suelo, donde estaba el saco. Los pantalones, los zapatos y los calcetines no tardaron en estar con las otras prendas.
Antes de que pudiera protestar, ya la había levantado y la había regresado a la cama. Le separó las piernas con la rodilla y se colocó entre ellas.
Sango gimió cuando sintió su peso encima. Se le estaba poniendo dura otra vez.
La besó con delicadeza y se tomó todo el tiempo del mundo para
mordisquearle los labios y saborearla hasta que creyó que se desmayaría por el placer que le provocaba su ternura.
Y así siguieron durante el resto de la noche. Piel con piel. Cuerpo con
cuerpo. No había experimentado nada igual. El aguante que  mostraba Bankotsu era increíble. Cuando amaneció, estaba exhausta y se durmió rodeada por sus brazos. Bankotsu dormía abrazado tras ella.
Aquello era el paraíso. Por primera vez desde hacía mucho tiempo se sentía unida a alguien. Aceptada. A él no parecía importarle que no fuera delgada. Ni siquiera le importaba que estuvieran acostados en una cama desnudos.
El simple hecho de estar con ella parecía alegrarlo.
Y eso era lo mejor de todo.
Bankotsu siguió acostado y en silencio, escuchando los suaves ronquidos de Sango mientras dormía entre sus brazos. Su aroma le embriagaba los sentidos. No había
nada tan exquisito como ese olor mezclado con el suyo propio. Como la sensación de tenerla entre sus brazos.
Estaba adolorido y exhausto… pero nunca se había sentido mejor. Estaban con ella.
Unió las palmas de sus manos y entrelazó los dedos con los suyos.
Hacer el amor con las manos entrelazadas, era glorioso.
Sango tendría que aceptarlo.
Y él tendría que ser sincero con ella.
A la tenue luz del amanecer, no parecía tan aterrador como debería.
Cerró los ojos y dejó que el sueño lo venciera. Por primera vez desde hacía meses no lo asaltaron las pesadillas. Solo sintió la paz de la chica acurrucada contra él.
Pero ¿qué pasaría si ella descubría que no era el hombre que fingía ser?
¿Aceptaría al hombre quebrado que vivía en su interior?
Lo ignoraba, pero se prometió que en cuanto le tuviera confianza, sería sincero con ella. Cuando Sango se despertara, vería que pensaba de tener una relación formal.
Lo único que deseaba era que su sinceridad no la alejara de él para siempre.

—¿Qué hora es? —le preguntó con voz ronca.

—Las diez y cuarto.

Lo vio pasarse la mano por la cara mientras soltaba un gruñido.
Contuvo una sonrisa.

—¿No eres madrugador?

—No, si puedo evitarlo, el trabajo cuando era más joven no me permitía dormir mucho sabes, y con hambre era la muerte.

Contestó con voz molesta al tiempo que se ponía de espaldas sobre el
colchón y se colocaba un brazo sobre los ojos para evitar la luz. Su respuesta la hizo meditar en que todo eso se relacionaba con sus cicatrices, quizás luego podría preguntarle.
Cómo se miraba allí desnudo en su cama la hizo tomar una bocanada de aire. Estaba enredado en la sábana, aunque esta apenas tapaba sus largas piernas, endemoniadamente masculinas. De la cintura para arriba estaba desnudo, de modo que pudo darse un taco de ojo con los abdominales, los pectorales y los bíceps. La sombra de barba le daba un toque devastadoramente viril a su rostro, que estaba enmarcado por la desordenada melena.
¡Qué barbaridad! Quitaba el hipo.  Quitó el brazo de la cara y abrió un ojo para mirarla.

—Solo hemos dormido cuatro horas. ¿Por qué estás levantada?

Le contestó mientras se ponía una bata rosa sin levantarse de la cama:

—Porque tengo que trabajar.

Él extendió un brazo y le metió la mano en el pelo.

—¿Es que nunca te tomas un día libre?

—Solo si lo planeo con antelación y dejó todo arreglado con Kikio.

Le besó la mano y le apartó el brazo. Él se dejó hacer sin decir nada más. Lo dejó en la cama y se fue al cuarto de baño.
Bankotsu siguió acostado mientras escuchaba el chorro de la regadera. Los excesos de la noche lo habían dejado hecho polvo, pero se alegraba mucho de que el dolor no fuera precisamente por que le hubieran azotado en la espalda,y en el pecho  o por haber fornicado por horas sin comer. La noche con Sango había sido fenomenal y exitante, y eso era algo, raro en su vida.

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Comentarios por favor, dos capítulos, no podía dejar a la mitad algo tan bonito.

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