En las sombras del pueblo bajo

En una ciudad, en una isla, en algún continente, después de años en los que los tiempos de la magia fueran olvidados y los hombres crearan una civilización industrial, de las cenizas de un reino nació una ciudad prospera y rica, donde la magia es fácil de encontrar para aquellos que la desean igual que la miel en las manos.

Grandes edificios, rodeados de una zona suburbana y pueblos variados de toda nacionalidad y de toda parte del mundo, un bosque grande esconde la belleza de tan magnifico lugar y en su corazón hay un lago donde en el centro hay un islote con un faro, grandes museos y palacios pueden verse en laderas y colinas, teatros muestran películas y obras, centros comerciales, burdeles y condominios iluminan en tenues luces cuando baja el sol fundiéndose con las estrellas, si. Nuevo Camelot es un lugar de magia al igual que perdición como cualquier otra ciudad.

En sus pueblos y callejones más manchados de sangre, las luces de neón son más fáciles de ver, cadáveres y encantamientos hacen un retrato cruel de una sociedad que condenó la belleza extraordinaria de lo que el hombre no puede explicar, hay discriminación a los magos y las cortes de las hadas, los hombres lobo llevan collares de conducta y los vampiros trabajan en explotación laboral día y noche solo para tener un techo donde no quemarse.

Uther encendió el cigarrillo mientras esperaba en un callejón oscuro levemente iluminado por un anuncio neón para una destilería ilegal en el local detrás de él. El humo ascendió mientras la luz pasaba de un rosa vibrante a un verde menta, un color ponzoñoso que dejaba a Uther Pendragon divagando por un instante en el color de ojos de un hijo que dio en adopción hace ya tantos años.

Un ruido en movimiento llamó su atención.

Luces segadoras, crueles y amarillentas como farolas iluminadas por llamas extraídas del propio sol, luego se apagaron. Pudo apreciar la silueta de un auto deportivo: ¿Lamborghini? ¿BMW? No un Jaguar. De un azul metálico casi como salido de la agencia, llantas notablemente nuevas y vidrios tan claros que parecía no haber a simple vista

Del auto bajó Gorlois, un viejo amigo suyo al que los años perdonaban de forma graciosa, aún parecía tener veinte años mientras él y algunos otros miembros del comité aparentaban más de los que tenían en realidad. Gorlois tenía un sombrero fedora negro igual que el impermeable de cuero puesto sobre el, sus zapatos resonaron mientras sus pasos encaminaban al hombre hasta él.

—Cuanto tiempo sin vernos viejo amigo.

Gorlois levantó los brazos casi esperando un abrazo de parte del candidato a la gobernatura de la ciudad.

—Sabes a lo que vine ¿no?

Gorlois bajó sus brazos

—Wow relájate viejo, prometo que la verás pronto.

Exclamó el magnate haciendo ademanes de excusa.

— Ha sido suficiente.

Uther tiró el cigarrillo al suelo y lo aplastó con sus zapatos de charol.

— ¿Sabes acaso lo que ha costado? Toda la sangre en mis manos está ahí por tu culpa Uther, lo mínimo que puedes hacer es agradecerme por ponerte la situación en bandeja de plata.

— Tus problemas no me importan Loisse, si no eres los suficientemente capas de encargarte de un par de hadas y brujos entonces debí haberle pedido a Carlomagno que...

— Detén tus caballos, ya entendí, ya, solo no me recuerdes lo que ese imbecil hizo, es suficiente.

— Entonces llévame a la espada.

Gorlois sacó una moneda de un bolsillo, la tiró al suelo y rebotó revelando un espectro verde de luces que iluminó los edificios de un color esmeralda y el suelo de un color dorado, luego desvaneciéndose en el aire una especie de luz neon de color purpura guió a los hombres por una red de calles y callejones que de forma laberíntica pasaban por los puentes hasta llegar al corazón de la ciudad

— ¿Tendremos que usar los autos?¿Si quiera es un hechizo confiable?

— Lo es y no creerás de quien lo robe

— Supongo que nadie que realmente importe.

Su camino a sus vehículos no es algo que podamos relatar, pero su conversación en cambio...

Llevaban internándose en la ciudad ni diez minutos cuando Uther preguntó:

— ¿Como esta Igraine?

— Se fue otra vez.

— Lamento oír eso.

No lo lamentaba, para nada.

— ¿Como esta mi...?

— Ya no quiere salir de casa últimamente, a veces deseo poder ser honesto, pero es tan difícil ¿sabes?

— Te entiendo

— y Mauss ¿Va mejorando?

— Una bruja excelente, de las mejores según Freyja

— ¿Cuando podré ir a verla?

— Pronto

Nunca. Desearía poder decir que esa fuera la situación

Siguieron adentrándose un rato más, pasaron semáforos, señales, calles y algunos autos, Camelot tiene esa rareza de ser tranquila de noche en sus profundidades, es como idílico, aunque de vez en cuando la inmaculada ciudad es manchada por vándalos juveniles en la periferia

Se adentraron hasta llegar a la basílica central, un lugar cuyo santo patrono era Pedro, pero le llaman la basílica de santa Elizabeth por las cosas raras que habían sucedido ahí.

Estaba abierto aún.

Los hombres estacionaron en la plaza en frente del templo.

En ninguna parte de su vida Gorlois se consideraba un mal cristiano pero tampoco alguien muy devoto,  había sido criado por un padre justo y buen católico, su madre era más pagana pero nunca realmente se enteró de ello hasta que esta murió a los ochenta y algo, la religión no era algo que le inculcó mucho a sus hijas por esta misma razón.

Uther era cristiano pero no muy devoto y no muy buen samaritano, su asenso al poder ocultaba un hijo que tuvo en la adolescencia en un momento de debilidad, una esposa que ya no era suya y un récord impecable como parte de la comunidad conservadora que apoyaba su candidatura a gobernador de Nuevo Camelot.

Entraron persignándose, la luz de neón se detenía en la frente de una estatua.

Cuando la identificaron se dieron cuenta que el arcángel Miguel que atravesaba con su espada al demonio estaba detallado con el rostro de un viejo amigo suyo.

— Por supuesto, el hijo de perra tenia que ser.

— No le digas asi.

— De cualquier forma esta muerto Gorl, hicimos esta búsqueda por nada

— Yo no diría eso ¿Recuerdas lo que Gaius nos enseñó?

Gorlois se subió a donde la estatua, dio pequeños toques como si de una puerta se tratara, descubriendo que el mármol era hueco excepto en parte del lado que la lanza era sostenida.

Gorlois empujo la lanza para arriba y luego para abajo revelando su naturaleza de palanca y revelando una puerta secreta en la base donde se exhibía la estatua

— Por supuesto era uno de sus trucos.

— Por supuesto el detalle era algo oculto, este Miguel lleva una lanza y no una espada por una razón.

— Ahora solo parloteas por parlotear.

— ¿Que esperas? Vayamos por tu espada de cuento Uther.

Los señores bajaron por la apertura en las escaleras sumiéndose en la oscuridad aun más profunda de lo que había abajo.

Gorlois sacó una varita lumínica de un bolsillo iluminando su camino a través de un pasillo oscuro que dirigía a una puerta que Uther abrió tackleando con sus hombros, algo totalmente necesario pero al final el resultado fue que se encontraran con el salón que tantos años habían buscado.

Dentro el suelo era piedra solida y lustrada, pura, limpia y sin trampas aparentes, una bóveda de joyas incrustadas y bellas flores luminiscentes creaban una atmósfera atemporal, en el centro una plataforma, con escaleras que conducían a un yunque que parecía más la estatua de un dragón y sobre este una piedra grande que tenia incrustada una espada de mango dorado y una joya roja en la punta de este en forma circular, en la base del cuchillo que sobresalía una inscripción ilegible desde donde los hombres alcanzaban a ver. Sobre esta la flama neón se detenía en la forma de una equis flamante  

— Bueno ¿Pues quien te dio ese encantamiento?

— Te digo Uther me deberías dejar de subestimar y confiar más en mi

— ¿A quien mataste?

— ¿No es obvio? Ahora ven que tenemos que hacer un accidente para que puedas invertir en la reparación de esta bazofia.

— Y pensar que estaba aquí, finalmente tenemos a Excalibur.

Mientras los hombres se maravillaban con su descubrimiento, en un lago no muy lejano, un cuerpo inscribía en el lodo del borde un símbolo, encantó unas cuantas palabras y su sangre se ofrecía como sacrificio a los dioses de la vieja religión, dioses antiguos y enojados con Uther Pendragon, en el fondo del lago algo abrió los ojos y le fue susurrada una misión:

—Encuentra a alguien digno de portar la espada, encuentra a la dama pálida y a la sangre de mi sangre guiálos, uneteles y cuando estén listos asesinen a Uther Pendragon



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La Historia completa próximamente...

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