38 Valiente
En cuanto salí del aula, me topé de frente con Tara que permanecía muy seria con los brazos en jarras. Estaba a punto de inventarme una excusa sobre el porqué de mi salida cuando ella empezó el reproche.
—No puedes traer bizcochos a estos niños. Son rebeldes, no entienden de razones y tú los estás premiando con algo que ni siquiera damos a los más dotados —sus palabras salían de su boca sin hacer apenas pausas —. Si hubiera sabido lo que tramabas, jamás lo hubiera permitido.
—Yo...
—Creo que ni tú, ni tus amigos os estáis integrando como deberíais— interrumpió mi intento de explicación.
—Yo quería ganármelos, creo que así podría enderezarlos ya que otros métodos no han surgido efecto —contesté seria con la mayor contundencia que pude reunir— Solo quiero ser útil para Eskola.
Tara me miró dubitativa.
—Ya veo — contestó asintiendo como si me hubiera creído mi interés genuino hacia el colegio— Sin embargo, tienes que hablar con tus amigos. He recibido otras quejas tanto del cura como de los dos que dan asignaturas de guerra. Si no os adaptáis hablaré sobre vosotros en el próximo consejo.
—Hablaré con ellos. No habrá más problemas.
—Simplemente pídeles que dejen la creatividad y se ciñan a lo que deben enseñar como lo deben enseñar.
Asentí volviendo a abrir la puerta.
—Espera, ¿tú no te ibas? —preguntó Tara agarrando mi antebrazo para detenerme.
—Sí, se me ha olvidado la caja del bizcocho —contesté con una sonrisa —Quiero olvidar este incidente y dejar claro que no se va a volver a repetir. Ha sido un fallo y me gustaría borrarlo cuanto antes.
Mi pulso se aceleró esperando la respuesta de Tara. Si sospechaba de mí iba a ser mucho más difícil encontrar a Tomás, y encima mi única forma de encontrarlo era seguirla a ella esperando que fuese donde estaba él.
Asintió y me soltó el brazo. Entré en el aula sin tener claro si me había creído o no. Hice una señal en cuanto entré para que no hablasen por si ella seguía fuera. +
—Voy a llevarme la caja y no habrá más dulces — dije con un volumen suficientemente alto para que me oyera si estaba pegada a la puerta.
Enseguida escuché sus pasos alejarse. Miré a esos tres niños que estaban mucho más indefensos de lo que ellos creían con cierto sentimiento de derrota. Respiré hondo y salí tras los pasos de Tara, esperando que todo saliera bien.
Tara fue en dirección contraria a la que solía llevar para salir del edificio. Mientras seguía sus pasos intentando mantenerme a distancia no dejaba de pensar en todo lo que habíamos visto dentro de las murallas y en qué descubriría ahora.
No había más aulas con ventanas, el pasillo giraba a la derecha y acababa en una sencilla puerta. No era una situación muy ventajosa ya que si volvían a salir me encontrarían allí y no tendría dónde esconderme ni una buena excusa para estar allí.
Me acerqué para escuchar lo que pasaba dentro.
—Por favor, no me dejéiz zolo con ezo — suplicó Tomás.
No pude oir ninguna respuesta, pero me puse alerta, si iban a dejar a Tomás solo significaba que iban a salir por la puerta en cualquier momento. Iba a empezar a correr cuando escuché un "Ahora volvemos" seguido de un portazo que provenía de dentro de la sala. Me quedé muy quieta escuchando para estar segura, pero estaba claro, había otra salida.
Conté hasta cinco y entré.
Tomás estaba atado a una silla en medio de la estancia. El lugar era una mezcla entre una sala médica y un laboratorio. Había máquinas, camillas y estantes llenos de medicamentos. Por otro lado una gran mesa de madera llena de frascos de vidrio de diferentes formas y tamaños, algunos etiquetados con caligrafía apresurada y otros con líquidos de colores vivos.
El niño sollozaba con los ojos cerrados. En frente de él había una gran caja tapada con una tela negra. Estaba tan muerto de miedo que no se había percatado de mi presencia.
Me acerqué a él y le toqué suavemente las manos intentando no asustarle. Se sobresaltó y cuando vio que era yo comenzó a llorar con más fuerza.
—Han dicho que hay que ezperar por que había comido bizcocho— dijo entre sollozos—. Ez la tercera vez que me ponen la medicina, muy pocoz vuelven dezpuez de la tercera.
—¿Sabes dónde está la medicación que te van a poner?— pregunté intentando pensar deprisa un plan.
El niño me señaló con una de sus manos atadas una pequeña mesa donde habían dejado una jeringuilla preparada con un liquido transparente. Al lado había un pequeño maletín, lo abrí para ver que contenía y descubrí otros cinco frascos pequeños llenos del mismo líquido.
—¿Están intentando curar a los zombies?¿Pero entonces porque lo prueban con seres humanos? —susurré para mi sin esperar respuesta de Tomás.
—No lo zé, pero cuando me lo inyectan me duele mucho y quitan la tela negra de la jaula. Ez terrorífico. — Tomás señaló hacia la tela negra algo más tranquilo.
No esperaba una respuesta y mucho menos lo que me reveló Tomás. Me acerqué hacia la supuesta jaula decidida a quitar la tela.
—¡No! ¡Por favor, no lo hagaz!— alzó la voz muy asustado— Me da mucho miedo.
A decir verdad, yo también sentí miedo. No podía imaginarme lo que había allí, pero tenía que averiguarlo. Si tenían que ponerle la medicación a Tomás en ayunas, teníamos tiempo. Había pasado una escasa media hora desde que se había comido el bizcocho y en mi mente ya se estaba cocinando un plan que podía darnos tiempo.
—Tranquilo, no pasa nada. Voy a mirar desde el lado de la caja dónde tu no puedes verlo y voy a levantar muy poco la tela. ¿Te parece bien? —intenté tranquilizarle andando despacio hacia el lado opuesto de la caja.
El niño asintió y cerró los ojos.
Cogí lentamente un pellizco de tela y comencé a moverla. Algo se movió bruscamente dentro. Estaba empezando a sospechar sobre lo que me iba a encontrar, pero no entendía para qué si la medicación se la inyectaban a los niños. Al descubrir el lado de la jaula un caminante se abalanzó hacia los barrotes dando mordidas al aire intentando inútilmente llegar hasta mi. Aunque había visto muchos, aquel me heló la sangre de una manera especial y solté la tela de golpe. Él siguió moviéndose y gimiendo dentro, hasta que finalmente se volvió a calmar. De nuevo parecía que no había nada allí.
Todo era muy confuso, no era normal que no reaccionara de ninguna manera cuando hablábamos y ¿cuál era el objetivo de tenerlo allí?
Me precipité hacia la estantería de los medicamentos y intenté ver qué había. Si había cosas básicas y normales podría sustituir la medicación por algo inocuo. Esa opción era la menos peligrosa, si me tenía que llevar a Tomás conmigo de esa sala, todo podría ir muy mal.
Enseguida encontré unos frascos de suero fisiológico, me acordaba que se podía usar en casos de deshidratación por vómitos o diarrea. Esa iba a ser nuestra jugada. Estaba decidida, aunque por momentos la duda cruzaba mi mente. Yo simplemente intentaba ignorarla.
—¿Qué hacez? Vamanoz ya.
—Espera Tomás, voy — respondí sin hacer mucho caso a sus palabras
Fui corriendo hacia la mesa de los medicamentos, sustituí el contenido de la jeringuilla y de todos los frascos menos uno. Este me lo guardé en un bolsillo, esperando que me fuera útil en algún momento y que al ser solo uno no se dieran cuenta de que faltaba. Tuvimos suerte y el color del medicamento era prácticamente igual al suero, así que eso nos daba más puntos.
Me acerqué hasta Tomás y le cogí de las manos para infundirle valor.
—¿Qué pasa normalmente cuando te ponen la inyección? —pregunté mirándole a los ojos.
—Me duele mucho... y quitan la tela y ezperan. A vecez también me pegan. ¿No me vaz a zoltar?
No estaba preparada para oír todo lo que me dijo, ni para darme cuenta de qué él ya había comprendido que no iba a sacarle de allí.
—He cambiado la medicación, hoy no te va a hacer daño. Pero tendrás que fingir y hacer como si sintieras lo mismo que las veces anteriores— apreté sus manos intentando sonar tranquila y segura — Esto nos dará tiempo hasta la próxima vez que te quieran traer. Tengo amigos aquí, vamos a pensar algo y antes de que eso pase estarás a salvo.
Le templó ligeramente la barbilla, pero intentó no llorar. Le abracé y le di un beso en la mejilla. Era solo un niño y me costaba mucho dejarlo así, pero seguía creyendo que era lo mejor por ahora. Solo esperaba poder cumplir mis palabras, lo intentaría con todas mis fuerzas. Fallarle sería algo que no podría soportar.
Antes de salir por la puerta volví a mirar hacía él y le hice un gesto con el pulgar hacia arriba y una leve sonrisa. Tomás intentó poner cara seria y asintió como diciendo "Yo puedo con esto", pero percibí como apretaba los labios para contener las lágrimas.
¿Alguna teoría walkers? ¿Qué os a parecido?
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