37 Monstruitos

Al día siguiente me encaminé con esperanza hacia mis monstruitos: Ana, Marco, Sara y Tomás. El bizcocho que había hecho era un arma poderosa y confiaba en derribar alguna que otra muralla. Encontré una caja que me servía para llevar el bizcocho hasta el aula y así evitar llamar demasiado la atención. A pesar de no llevar el dulce al descubierto levanté alguna que otra sospecha.

Intenté desviar la atención con un intento de sonrisas seductoras y algún guiño. No era precisamente mi estilo, y me sentí algo ridícula, pero creo que funcionó bastante bien.

Al entrar al aula, saludé con un "buenos días" mientras dejaba la caja sobre mi mesa. Luego me senté en el borde de la mesa, dándole la espalda al bizcocho.

No voy a mentir, me esperaba por lo menos un saludo. Sin embargo los cuatro estaban a lo suyo ignorándome completamente. Tomás, Ana y Marco jugaban a cartas sentados alrededor de una mesa. Parecían animados. Por otro lado, Sara, medio tumbada en el suelo al final del aula, escribía algo en un cuaderno.

—Os he traído algo — anuncié, intentando sonar entusiasta.

Silencio absoluto. Tenían muy interiorizado hacer como si la profesora no existiera.

—Vale, pues me lo voy a comer yo sola — dije haciendo como si fuera a coger la caja.

Eso despertó su interés, especialmente el de Tomás que se levantó ligeramente de su silla.

Al ver que no había más reacción, abrí la caja para que se viera el bizcocho con las virutas de chocolate por encima.

—¿Quéééé? — gritó Tomás levantándose de su silla.

Los demás estaban muy sorprendidos, mirándome a mi y a la caja. Tomás se adelantó hacia mi para ver mejor lo que les estaba ofreciendo, mientras Sara fruncía en ceño.

—¡Espera! — gritó Sara levantándose del suelo— No la conocemos, puede ser una nueva forma de...ya sabéis. No nos vamos a comer eso.

Una nueva forma, ¿de qué? No pensé en la posibilidad de que no se fiaran de comer algo que les trajera yo. Tenía mucho sentido, así que iba a cumplir mi amenaza de empezar a comer. Corté un trocito y me lo llevé a la boca.

— ¡Ze lo eztá comiendo! —volvió a gritar Tomás muy excitado.

—Espera que se lo trague, podría ser un truco — apuntó Marco fijando su mirada en mi de manera algo cómica.

—Se lo está tragando —susurró Ana para que solo le oyeran sus compañeros, pero sin mucho éxito —. No sé, creo que nos podemos fiar de ella. Es rara, pero no ha hecho nada que nos haga sospechar. Ni siquiera nos quiso leer nada de los libros de apoyo, creo que leyó una parte y le pareció una tontería. Por la cara que puso, digo.

Permanecí callada, comiendo el trozo de bizcocho e intentando oír todo lo que susurraban.

—Pero si no está con ellos, ¿qué hace aquí? — apuntó Marco, era una duda razonable, yo también la tendría.

—¿Qué hacemos? —preguntó Ana dirigiéndose a Sara.

Está se tomo unos segundos para pensar, pero al fin y al cabo también era una niña y quería comer bizcocho.

—Nos comeremos el bizcocho — contestó al fin.

—¡Bien! — exclamó muy contento Tomás y se acercó a mi.

—Espera —se me ocurrió intentar averiguar algo y utilizar el dulce como moneda de cambio— ¿De dónde conocíais a Oliver Twist?

Una jugada que me pareció maestra, sin ningún fallo. Pero los niños volvieron a cerrarse en banda, pensando que quería descubrir algo para perjudicarles.

—No. No queremos tu maravilloso bizcocho— contestó inmediatamente Sara.

Me rendí con respecto a intentar sonsacar información. Así que acerqué la caja hacia ellos, poniéndola en una mesa y cogí otro trozo muy pequeño para intentar animarles a comer.

— No sé cómo hacer que os fiéis de mi, pero yo no quiero haceros daño. — seguí bajando la voz y esperando que no se lo contaran a nadie —Yo no quiero estar aquí y creo que vosotros tampoco.

Sara me dedicó una mirada desconfiada, pero pude ver un destello de duda. Una pequeña esperanza, si podía con ella, me los ganaría a todos.

—Voy a comerme un trozo, ¿vale? — dijo Tomás acercándose y sin esperar respuesta.

Yo asentí y le sonreí.

Uno a uno pasaron a por un trozo. Todos menos Sara, que parecía tener una lucha interna sobre si comer o no. Le dije que dejaría allí la caja por si quería más tarde, pero ella no contestó. Esperaba que cogiera un trozo en algún momento cuando yo no mirara y así poder conquistarla un poco por el paladar.

—Yo me fío de ella, no puede zer que noz traiga esta delicia zi no fuera de fiar — afirmó Tomás y comenzó a andar hacia el final del aula.

—¿Pero qué haces? —preguntó en tono acusativo Marco.

Entonces Tomás dirigió la mirada hacia Sara, esta asintió levemente y profirió un sonoro suspiro que indicaba no estar totalmente convencida de algo. Permanecí en silencio intentando entender lo que estaba pasando. El niño llegó hasta un armario abriéndolo de par en par. Había unas telas viejas cubriendo algo que parecían cajas de distintos tamaños. Se volvió para mirarme y sonriéndome levantó un manto de colores pálidos descubriendo una pila de libros.

— ¡Tachán! —exclamó.

Sentí una emoción que hacia mucho no experimentaba. Me acerqué para poder ver los ejemplares con claridad. Había de todo, cuentos clásicos, novelas clásicas y algunas más contemporáneas. También algunos libros de texto que se usaban para el colegio, de matemática, literatura y ciencias. Sin duda alguien llevaba mucho tiempo coleccionando diferentes libros que escandalizarían a las personas que creían en Eskola o en Hope. O podría no ser solo una persona, si no que un grupo que no está de acuerdo en cómo funciona todo lo que engloban las murallas. Esos libros prohibidos eran una puerta a otro mundo, uno que Eskola no permitiría.

En ese momento todavía intentando procesar todo lo que había en aquel armario, la puerta del aula se abrió bruscamente. Cerré el armario lo más rápido que pude y me volví hacia la puerta con una sonrisa, intentando parecer tranquila.

—¿Hola? —saludó Tara con tono interrogativo.

—Hola —contesté con una sonrisa que intenté que pareciera auténtica.

Tara permaneció en la puerta y dos hombres vestidos con batas blancas entraron al aula. Me tensé inmediatamente y un acto reflejo hizo que me posicionara delante de los niños. Ellos estaban formado una muralla alrededor de Tomás que estaba muy asustado.

—Beth, ¿qué haces? —me preguntó Tara ante mi negativa de dejar paso a aquellos hombres hasta mis niños.

Tenía que pensar rápido, puede que oponer demasiada resistencia allí fuera el fin de mi tapadera.

—Nada, es que no hemos acabado la lección y estaban muy receptivos.

Los dos hombres me miraron extrañados y se volvieron hacia Tara para esperar indicaciones. Ella asintió para indicarles que siguieran con su cometido.

Yo me aparte para dejarlos pasar y se me encogió un poco el alma mientras oía los susurros de "ya os lo dije" ante mi retirada de la formación que parecía querer proteger a Tomás.

Intentaron por todos los medios que no se llevaran a Tomás, hubo golpes, chillos, Sara incluso acabó mordiendo a uno de los hombres. Sin embargo el desenlace de aquella lucha la sabíamos todos, incluso antes de que empezara. Yo intenté tranquilizar a ambos bandos para que la violencia fuera la mínima posible y no hubiera sospechas de nada.

—Tranquiloz chicoz, no paza nada— Tomás intentó tranquilizar a sus amigos antes de que cerraran la puerta al llevárselo.

La tristeza y la ira de los niños llenaban la sala. Marco estaba intentando consolar a Ana que no podía controlar el llanto y Sara me miraba con un odio difícil de imaginar en una niña tan pequeña.

Yo estaba abrumada y aunque sabía que era lo mejor que podía hacer, la culpabilidad me carcomía por dentro. Y ese "tranquiloz chicoz" se grabó en mi mente como un puñal, algo que esperaba no tener que cargar en mi conciencia para siempre.

—Se que ahora me odiáis, pero si alguien viene, intentad cubrirme. Yo voy a ir a por Tomás.

Los tres me miraron sorprendidos. Sara asintió con gesto de aprobación y gratitud. Yo estaba asustada, pero no podía dejar a ese niño a su suerte. No tenía mucho tiempo, pero necesitaba algo de contexto, así que pregunté esperando que esta vez confiaran en mí.

—¿Qué pasa aquí?

—No lo sabemos. Pero cuando empiezan a llevarse a uno de nosotros al tiempo desaparece y dicen que se ha reinsertado, pero nunca lo volvemos a ver. — contestó muy seria Sara — Trae a Tomás, entonces serás una de nosotros.

Asentí y me dirigí hacia la puerta.

Este mundo no se merecía a personas como Tomás, pero eran ellas nuestra esperanza para construir uno mejor. 

¡Feliz año 2025 mis walkers!

¡Espero que estéis pasando unas fiestas maravillosas! 

Yo por mi parte os mando un abrazo y os deseo que empecéis bien el año. (y espero que os guste este capi jeje)

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