28 Oasis
La habitación era amplia, pero estaba atestada de carpetas, libros y cajas de cartón por lo que daba la sensación de ser pequeña. Estanterías metálicas cubrían tres de las cuatro paredes, una mesa llena carpetas de colores y una fina capa de polvo que lo cubría todo. La atmósfera de abandono nos daba la tranquilidad justa para pensar que estaríamos unas horas allí sin que nadie nos descubriera.
Daryl permanecía sentado en el suelo apoyando la espalda en el único trozo de pared que no habían ocupado. Estuvo bastante lúcido al explicarnos dónde estaba Jesús y después cayó en un sueño profundo.
Mientras él dormía, yo había estado buscando entre los papeles. No tengo muy claro qué quería encontrar, puede que simplemente algo de paz. Entender qué estaba pasando allí, ¿me daría paz?
Depende.
Mientras rebuscaba entre los papeles de una carpeta verde noté sus ojos clavados en mi espalda. Me volví y estaba despierto. Me sonrió mirándome con dulzura. Me estremecí, cómo cada vez que le veía sonreír y se me olvidaron los papeles y mi búsqueda.
—¿Qué tal estas? —pregunté devolviéndole la sonrisa.
—No podría estar mejor. — contestó aunque se le veía todavía mareado.
Me senté a su lado. Alargó su mano para coger la mía y sin dejar de mirarla entrelazo sus dedos con los míos. No quería hablar de lo que había pasado, eso en aquel momento no era importante, ya habría tiempo de contarnos todo el uno al otro.
El miedo comenzó a alejarse, lo único que me importaba era el presente con él. Me acerqué tímida a él para besarle y me devolvió el beso. Al principio suave, pero enseguida puso su mano en mi nuca para atraerme hacia él. Hubo un momento en el que paró y sentí como se debatía consigo mismo, como si una parte de él siguiera pensando que no era buena idea. Yo ya sentía la electricidad por todo mi cuerpo y con la esperanza de persuadirlo me senté encima y le volví a besar. Sentí cómo ganaba la batalla, encima de él notaba su pantalón crecer. Mi menté se nublaba por momentos, entre besos y caricias intentaba pegarme más a él para notarle. Y cada vez que lo hacía, su respiración se aceleraba.
Agarró mi camiseta y me preguntó con la mirada si podía quitármela. Asentí contenta de que tomara esa iniciativa. Acarició mis pechos sin dejar de mirarlos, después con cierta inseguridad se acercó y pasó su lengua por uno de ellos lo que hizo que se me escapara un gemido y casi instintivamente me restregara contra su pantalón para notarlo más. También gimió. Me agarró de la cintura y mirándome se mordió el labio.
—Eres preciosa, Beth —susurró entre jadeos.
Le respondí besándolo y sentí como acercaba su mano a mi sexo.
—Voy a... — dijo.
Yo asentí y metió suavemente la mano acariciando me. Tenía una maestría que no entendía, nada más tocarme gemí y mi cuerpo se tensó. Empezó a meterme un dedo muy lentamente, yo estaba muy mojada y solo quería más.
—Quiero más, te quiero dentro, estoy lista —le dije apartando su mano.
—Estas muy mojada...—susurró.
No se por qué el hecho de que lo dijera él, me avergonzó.
—Perdona... yo....—balbucee sin saber muy bien qué decir.
—¿Perdona?¿Perdona por qué? Es bueno, es perfecto. —contestó y me volvió a agarrar los pechos esta vez con más fuerza y gimió— Me gusta.
Me levanté y me quité los pantalones. Desnuda delante de él me sentí poderosa, me miraba como si yo fuera una diosa. Sonriéndome me pidió que volviera con él.
—No estamos en igualdad de condiciones, ¿no crees?— le dije ayudándole a levantarse del suelo.
Se quito la camiseta y yo le ayudé a bajarse los pantalones. No pude evitar mirarle unos instantes.
—Sé que esto es mala idea, en cualquier momento...—comenzó a decir pero le interrumpí.
—¡No! Puede que sea nuestro único momento —dije.
—No me has dejado acabar —contestó y rebuscó entre los bolsillos de su chupa de cuero.
Sacó un preservativo y en un primer momento me entró el miedo.
—No hace falta que hagamos nada que no quieras.— dijo como si hubiera adivinado esa emoción fugaz que había pasado por mi mente.
—¡No! Sí que quiero —exclamé y me sinceré algo avergonzada— Te deseo mucho pero es la primera vez para mí y me da algo de miedo. Pero si lo deseas también, me gustaría hacerlo.
—Yo te deseo más que a nada. — susurró— Cuando quieras paramos; si te duele dímelo. Iremos poco a poco y iremos hasta dónde tu quieras.
Asentí.
Se tumbó y cogiendo me de la mano me llevó para que me tumbara con él.
—¿No te lo vas a poner?—pregunté.
—Espera, impaciente— contestó con una sonrisa— Yo también lo estoy. Créeme.
Me volvió a besar y encaminó su mano hacía mi sexo de nuevo. Comenzó a acariciarme lentamente y a introducirme un dedo de manera pausada. Mi miedo comenzó a disiparse de nuevo y el fuego se reavivó. Le agarré también para acariciarle y él gimió, lo que me encendió todavía más. Látigos de deseo pasaban por todo mi cuerpo al ver como me miraba al hacerme disfrutar.
Noté como empezó a usar más dedos.
—¿Podemos probar ya?—preguntó.
Asentí y esperé a que se pusiera el preservativo.
—Vamos poco a poco, cuando quieras que pare, paro.
Sentí como entraba, era grande y sentí un ligero dolor. Pero el deseo era mayor.
—¿Te duele?— preguntó.
—Si.
Paró y comenzó a salir.
—No, espera.— dije— Un poco más, yo te diré cuando paramos, a menos que quieras parar tú.
Sonrió y negó con la cabeza. Llegó hasta dentro. Se me escapó un gemido, y a él también.
Comenzó a moverse muy lentamente y a acariciarme, lo que convirtió el poco dolor que todavía sentía en puro placer. El cómo se movía y el cómo me tocaba me hacían acelerar el ritmo. No podía parar, y él tampoco. Sus manos se paseaban por mi piel mientras nuestro ritmo se aceleraba y la intensidad también. Toda mi piel se había calentado, sentía el fuego y solo lo quería a él dentro de mi, una y otra vez. Sus caricias se volvieron más intensas por lo que mis envestidas hacía él también. Bailábamos la misma canción y se sentía increíble. La necesidad de más y más se intensificó y mi cuerpo se comenzó a tensar. Y cómo un rayó atravesando me completamente, pude sentir eso, por primera vez, con un hombre. La petit mort, la pequeña muerte, como lo llaman los franceses.
Permanecimos unos instantes así, él dentro de mi, abrazados y escuchando el ritmo de su corazón. Sin decir nada. En nuestra pequeña burbuja de felicidad.
—¿Te ha gustado?— le pregunté.
—Me ha encantado— sonrió—.¿A ti?
—Estaría todo el día contigo, así. Una y otra vez —le devolví la sonrisa.
—Cuando salgamos de aquí, serás toda mía. Me pasaré tooodo el día comiéndote.
—Ojalá— contesté.
Quería que fuera así, pero iba a ser duro y, también cabía la posibilidad de que nunca pasara, así que estaba agradecida por haberme regalado ese momento.
¡Feliz viernes walkers! ¡Daryl ha vuelto!
He tenido una semana bastante ocupada y no me ha dado tiempo a avanzar como me gustaría. Pero el capítulo del viernes está aquí y espero que os guste.
Pronto me iré de viaje y tendré que hacer un parón de aproximadamente un mes. Es algo que me hace muchísima ilusión y le estoy dedicando bastante energía, pero intentaré que el parón no sea muy largo y avanzar lo máximo que pueda con la historia antes de irme :)
¡Un abrazote enorme gente!
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