26 Ellas

Nada me habría preparado para lo que vendría después. Entramos a una amplia estancia de paredes blancas. A la derecha de la puerta había un escritorio de aspecto antiguo con papeles desordenados sobre él y algunas probetas que parecían vacías. Caminábamos detrás de Gabriel y nuestra extraña guía, por lo que en un primer momento no pude ver lo que aquella sala era en realidad. Enfocada en no ser vista ni percibida, miraba al suelo la mayor parte del tiempo.

Pero entonces me percaté.

Camillas con cuerpos tapados con sábanas blancas, no los conté, pero allí había muchos cuerpos. Me estremecí y el horror me invadió al darme cuenta de que eran mujeres embarazadas. Por las formas que se distinguían bajo las sabanas no había duda: eran mujeres que habían muerto en un estado muy avanzado de gestación.

Paré en seco como si mis piernas hubieran dejado de obedecerme. Andrea reaccionó rápidamente y me cogió del brazo, arrastrándome para que continuara, pero la mujer ya se había percatado de mi reacción y se giró para mirarnos.

—Vosotras no sois de por aquí, ¿verdad? —preguntó con tono preocupado— Al principio impresiona, pero te acabas acostumbrando.

"Lo dudo", pensé y seguí andando sin mirar aquellas terroríficas sábanas. Con el piloto automático encendido, ponía un pie tras otro, intentando ignorar toda la escalofriante escena que estábamos viviendo.

Llegamos al final de la sala donde había otra puerta. La mujer alargó la mano para coger el picaporte y abrirla pero antes de hacerlo se paró en secó y se giró hacia nosotras.

—No hace falta que entréis aquí. —dijo seria— Yo si fuera vosotras no entraría, necesitamos al Padre para que intente bendecir a una pobre criatura, rezar por ellos. Yo tengo fe y sé que esto sin permiso de Dios no va a funcionar —continuó dirigiéndose hacía Gabriel. —Ayúdenos Padre.

Y entonces abrió la puerta.

Ellos entraron a la sala y la mujer entrecerró la puerta dejándonos fuera. Escuchamos un gemido de dolor que venía de dentro y unos susurros de Gabriel pidiendo a la mujer que le dejara solo.

Pasaron décimas de segundo y sin mediar palabra Andrea se precipitó dentro de la habitación. No dudé ni un segundo en seguirla, aunque no entendía qué estaba pasando. Nos encontramos de frente con la mujer, sorprendida y algo preocupada ante nuestra reacción. Yo seguía confusa, intentaba descifrar qué había pasado para que Andrea estuviera tan alterada. Era una mujer que sabía controlar sus emociones y siempre daba pasos inteligentes, anticipándose a casi cualquier cosa. Pero aquel momento la había sobrepasado y su expresión me era indescifrable. Pude leer miedo, ira e incluso alivio en su rostro.

Desde mi posición pude ver una mujer embarazada tumbada en una camilla, pero sin llegar a ver su cara. Gabriel estaba junto a ella, mirándonos con expresión preocupada.

Entonces, percibí su inconfundible pelo rojizo. Un frío temor se instaló en mi cuerpo.

— Tranquila, pueden pasar. Son novicias y me podrán ayudar en los rezos. — mintió Gabriel, dirigiéndose a la mujer que permanecía intranquila ante nuestra presencia.

Esperamos a que la mujer saliera de la habitación para cerrar la puerta y correr hacía la cama donde Jessica permanecía casi inconsciente.

— Jess —susurró Andrea mientras le tocaba la cara con dulzura y continuó hablando con nerviosismo—.Está ardiendo. ¿Qué te han hecho, preciosa? ¿Cómo es posible qué esté tan... embarazada? No lo entiendo. Ha pasado muy poco tiempo; ni si quiera ha pasado un mes desde la última vez que la vi.

Permanecí congelada mirándola, postrada en la camilla, intentando abrir los ojos y sonriendo al mirar a Andrea. Estaba muy delgada, hasta su cara había cambiado drásticamente. Nos miraba con unos ojos vacíos acompañados de unas grandes ojeras. Solo parecía quedar una fina capa de piel sobre sus huesos y la gran barriga que en ocasiones se movía ligeramente. Aún así su belleza no se había desvanecido y me dolió verla así. No se merecía eso, pero el mundo es así. El destino no elige a los más merecedores del sufrimiento para infligirlo, simplemente pasa.

Gabriel se alejó de la cama para dejarnos intimidad.

— Tenemos que sacarla de aquí. — dijo Andrea mirando a Gabriel.

— No podemos— contestó con pesar.

— ¿Cómo que no? Claro que sí, no podemos dejarla aquí — dije sin poder esconder la ansiedad de mi voz y me dirigí hacia Gabriel cogiéndolo de los hombros—. ¿Qué ha pasado? ¿Qué le han hecho?

Un golpe de realidad fue recordar la sala por la que acabábamos de pasar llena de cuerpos de embarazadas y las lágrimas se me comenzaron a acumular. Hice un gran esfuerzo para que no se me notara, me intentaba convencer a mí misma de que saldríamos con ella de allí y para ello pensaba en cómo hacerlo sin que nos descubrieran. Quería reconfortar a Andrea, coger la sartén por el mango y salvar la situación.

Pero no podía.

No hay peor acción que la que hacemos aun sabiendo que lo que se viene es inevitable. Remamos y remamos contra corriente agotando nuestra energía. Encarar lo inevitable, soltar lo que irremediablemente se va: son lecciones difíciles de aprender.

Andrea de pie sujetando la mano de Jessica miraba a Gabriel negando con la cabeza. No quería escuchar lo que él tenía que decir. Yo tampoco.

— Me gustaría poder hacer algo, pero me temo que no podemos. Lo que han hecho aquí no tiene nombre. — contestó Gabriel.

—¿Qué le han hecho a Jessica? — volvió a preguntar Andrea pronunciando las palabras una detrás de otra con rabia.

Gabriel miró hacia otro lado inspirando, como si se estuviera preparando para decir algo que tampoco quería decir.

— Están inseminando a las mujeres que no se adaptan a Hope con semen de caminantes. — susurró Gabriel avergonzado y sin dejar de mirar a Andrea— La idea es que engendren seres humanos inmunes, pero lo que acaba pasando es que el feto crece a una velocidad vertiginosa y acaba matando a la madre.

Sus palabras dejaron un extraño silencio en la habitación. El horror que impregnaban las blancas paredes de las estancias que fuimos recorriendo se convertía en dolor con forme comprendía lo que Gabriel estaba diciendo.

Lágrimas silenciosas comenzaron a correr por mis mejillas, pero no sucumbí al pánico y me acerqué a Jessica para darle un beso en la mejilla. Le susurré un "gracias" al oído e intenté guardar sus bonitas facciones en mi memoria. Ella pareció entenderme y entre abriendo los ojos y asintió levemente con la cabeza.

—Andrea, Gabriel y yo vamos a salir de la sala para que puedas despedirte. — dije cogiéndola de la mano. —Cuando hayas acabado nos iremos y Gabriel entrará para ayudarla, dudo que crea que esto pueda ser obra de Dios.

Mis últimas palabras fueron un dardo envenenado para Gabriel y admito que me gustó ver que le dolieron. Por su reacción había estado claro que no sabía nada de aquello, pero aún así formaba parte de Hope y para mí era complice.

— Espera... —dijo Andrea casi en un susurro.

Me volví, pero ella no dijo nada más. Me miró con los ojos llenos de lágrimas y un corazón roto en mil pedazos. Casi sentí el desgarro. Me acerqué para abrazarla.

—Solo dile que la quieres.— susurré— Os volveréis a encontrar.

Asintió y me soltó para ir a despedirse del amor de su vida.

Gabriel y yo esperamos en silencio en la sala contigua llena de mujeres que también habían sido amores, madres, hijas o hermanas de alguien.

Finalmente Andrea apareció intentado controlar su llanto, arrastrándose cómo si le faltara parte de su alma. Gabriel sin decir nada volvió a entrar a la habitación y yo agarré por la cintura a Andrea para encaminar sus pasos. Nos alejamos juntas, pero yo sabía que parte de ella siempre se quedaría en esa habitación y en aquel momento.

¡Hola mis walkers!

Tal y como os comenté en el anuncio no me dio tiempo a actualizar el viernes como de costumbre. Así que actualizo hoy.

Para mí es un capítulo un poco triste y me gustaría que me contarais si ha sido triste para vosotros o no. ¿Os ha dado pena la muerte de Jessica o os a dado un poco igual? 

Cualquier opinión será bienvenida. 

¡Un besazo!

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