Epílogo

Escuchaba el tormento de las celdas superiores, donde las prisiones de hueso aprisionaban los que alguna vez, fueron poderosos soldados de Raldaram. Lánguidos y temerosos, aquellos hombres se arrastraban como patéticas ratas temerosas de la muerte. No sabía si recordaban el dolor que sufrieron en vida, si eran consciente de como Raldaram se nos fue arrebatada por la injusticia de nuestro mundo o si en sus memorias, vivían los gritos de las viudas del pueblo. De igual forma, los demonios se apartaban ante mi marcha pues no deseaban interferir en mi búsqueda por el tártaro. Podía parecer que vagaba sin rumbo, mas sabía perfectamente a donde me dirigía. Ahora mi senda era mucho más clara, más concisa y hasta accesible.

Me trasladé por los cuartos superiores donde el sufrimiento de aquellos ajenos al lugar, era protagonizado por gritos de agonía. No obstante, sus alaridos serán acallados como los míos, el silencio reinaría en sus mentes tras una paz indescriptible porque será la calma de un nuevo resurgir. Además, podía sentir sus peticiones, eran deseosos de justicia pues así como yo, eran pobres subyugados que buscaban la paz en ideales mal direccionados. Ahora podíamos ser parte de un todo mucho más grande, un cambio que traería la libertad que tanto anhelamos. Por otro lado, eran, por desgracia, incapaces de pronunciar mi nombre, pero aquello no suponía un problema, de hecho, daba por sentado que así fuese pues en más de una ocasión, yo mismo olvidaba como pronunciarlo. Igualmente, recordaba su significado, era un apodo lleno de luz y valentía, el nombre de un general quien ha pasado muchas penurias, pero que nunca se atrevió a entregarse a la muerte.

Todos agonizaban a mi lado nuevamente, suplicando mi atención... calma hijos míos, pronto podrán unirse conmigo a una nueva senda, una que nos conducirá a un nuevo renacer, el resurgir de nuestro salvador. Pronto podrán ver con claridad aquello que estuvo oculto durante tantos años, el descenso de una estrella oscura y putrefacta para los dioses, una caída que dio origen al Averno como lo conocemos.

Finalmente, levanté el largo mandoble que llevaba a rastras y con una abanicada, liberé a aquellos que me sirvieron alguna vez en vida. No reconocían mi rostro, pero yo sabía el nombre de cada uno de ellos porque sus caras eran imágenes en mi cabeza que nunca se podrán marchar. Por otro lado, sus miradas me recordaban a mí, algo bastante irónico, aunque más que lástima, solo mostraba la grandeza de mi ser en este punto de mi existencia. Calma mis siervos, pronto podrán observar el mundo como yo, pero deben de demostrar que poseen la valentía para afrontar la verdad, para alzarse contra el mundo que los dejó arder y para que sus voluntades, se vuelvan las más filosas de las espadas. Me maravillé al verlos levantarse de su letargo pues me demostraron que su raciocinio, no estaba del todo extinto, que aún, luego de tanto sufrimiento, conservaban parte de su humanidad. Temerosos al principio, siguieron mi marcha por las secciones más oscuras del tártaro, donde la esperanza debía de ser dejada en la puerta.

Y es en este punto que mi promesa por fin sería cumplida, que podría sentir el calor del sol una vez más y que mi alma, sin desligarse del Averno, sería temida en Tenemmen. Mi cuerpo, que antes se encontraba pintado con numerosas cicatrices, era una obra digna de nuestro maestro, una oda a la cálida oscuridad que me ofreció. Me había vuelto un ser perfecto a sus ojos, un digno soldado y por fin, tras ser marginado por una sociedad que nunca me comprendió, podía ser reconocido con un título digno de mi valía.

Todos danzaban ahora al son de mi marcha, sin miedo, sin prejuicios... sin dolor. Mis soldados me servirían ahora tras la muerte pues nuestro resurgir será inminente. En estos momentos, entendían los valores de El Oscuro, interiorizaron aquella oscuridad a través de mí. Ahora nos levantaríamos a reclamar aquello que se nos fue arrebatado, aquello por lo que luchamos tiempo atrás y que merecemos por derecho. Revélense una vez más, pero en esta ocasión, por una causa digna de nuestra grandeza, un cambio que generará el cataclismo sobre las naciones privilegiadas, sobre aquellos que el sol siempre alumbró mucho más y quienes nos sumergieron en las sombras que proyectaban; dobléguense ante mi voluntad... la voluntad de Leander... el último adalid de Rin.  

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top