5. Los Recorridos de Sangre

Me alejé cobardemente de aquella escena, no podía con el pesar de mi pasado, con tan atroz acusación, con las llamas de la culpa que ardían más que las flamas del averno. Lo peor fue pensar en mis acciones, que la causa y origen de las penurias recaía en mí; pero no debía flaquear, no podía invitar a la agonía pues la luz que emanaba mi tenue esperanza se extinguiría. 

Me escabullí lejos del carcelero, introduciéndome en los largos y agónicos pasillos del infierno. El silencio de estos invitaban a regresar pues su enervante paz, se asemejaba al inocente engaño de un infante. Me atreví a dar pequeños pasos irrumpiendo aquella calma. Mi ridículo caminar, a causa de mi protuberante herida, me dejaba a merced de cualquier criatura que rondara por estos pasadizos. Sin embargo, ahogando mis gritos, me las arreglé para terminar en las cúpulas adornadas con huesos suspendidos en el aire por ligamentos semejantes a telarañas, un grotesco pero pintoresco arte sin duda. Me entretuve observando tan magnífica composición a la vez que desconocía su propósito. No me atrevía a tocarlos, a pesar de su singular belleza, pues a saber que tipo de males me esperarían tras aquello, por lo que continúe analizando los recovecos del lugar. 

Mi silencio no debe confundirse con calma pues en mi callar, continuaba pensando en las vivencias y acciones que me llevaron hasta aquí. Las cuencas vacías "Del Oscuro", "De Aquel que llora en los Avernos"; trasmitían un extraño pesar, como si tratase de empatizar conmigo. En otras palabras ¿Sería posible que aquel ser conozca la pena mortal? ¿Tendría la capacidad de comprender lo que sentía? Dentro de Raldaram no se profesaba su nombre y no era un dios en el que creyéramos. Reconocíamos su presencia en estatuas y escrituras, muchas traídas por los extranjeros, no obstante, jamás nos dedicamos a estudiarlo. A pesar del desconocimiento, dudo que el haberlo estudiado hubiera cambiado mi actuar. Mis recuerdos eran difusos, pero mientras más me atormentaba con ellos, más memorias pasaban fugazmente por mi mente. Hasta ahora logro vislumbrar el pequeño pueblo de Raldaram el cual más que un pueblo, era una nación rebelde. Se había separado de Soriuus mas no recuerdo en que año exactamente, tampoco la respuesta de este último, pero deduzco que aquel trágico combate fue producto de nuestro absurdo patriotismo. Aquel sentimiento tan banal y estúpido, el amor hacia una patria, comprendo ahora que me llenó de delirios. Las patrias no existen, solo personas queriendo unirse para no sentirse solos, para darle un rumbo a sus vidas o para servir como ovejas a un pastor que ante una mínima tempestiva, las abandona como los gobernantes nos abandonaron en aquel combate. Confieso que me pregunto el qué habrá pasado con aquella nación, pero me carcome más la cabeza si nuestros dioses nos habían abandonado, como tantas plegarias fueron en vano, pero a la primera llamada de auxilio, "El Oscuro" respondió.

Ya continuaré con mis delirios, ahora debía enfocar mis sentidos en escapar o atravesar estos pasillos bañados en sangre. Un hecho que me enervaba vagamente, era la soledad de esta sección, es decir, en el averno no hay dirección, gravedad, vida o muerte definidos; las leyes de mi mundo escapan a su complejidad, estoy seguro de haberlo mencionado antes; sin embargo, y he aquí la cuestión ¿Por qué me encontraba solo específicamente en este lugar? Más concretamente ¿Por qué las demás almas en pena no vagaban por los pasillos? Mis dudas fueron resueltas cuando los quejidos de algo mucho más grande destruían la falsa paz del tártaro. Me oculté torpemente como pude, pero su visión era escaza a comparación de sus demoníacos hermanos. Aquella criatura contenía los restos de cuerpos calcinados por sus pecados, entre sus enormes fauces. Como un ratón en un hogar debía de escabullirme antes de ser encontrado por aquel monstruo. Mi marcha era lenta, pero la poca visión que propiciaban los malformados ojos de la criatura, me ayudarían a sobrellevar mis miedos. 

Me reincorporé en una pausada marcha cuidando de no hacer ruido al pisar los numerosos charcos de sangre. Mi pierna estaba pidiendo a gritos atención mas no podía socorrerla, no cuando se oían las bizarras pisadas de la criatura. Su aspecto era como el de una especie de ciempiés con grandes y protuberantes colmillos. Su extraño aspecto me invitaba a imaginar que tipo de bizarras creaciones me esperarían más adelante, sin embargo, por más tentadora que se escuchase aquella pesadilla, debía continuar con mi travesía. No me caracterizo por ser repetitivo pues no tacho de incompetente a quien me escucha, pero se me hace imposible evitar el repetir las características del averno, que en este, las leyes físicas no aplican; por lo que, por más complejo que llegue a parecer aquello que estoy por describir, los pasillos me obligaron en más de una ocasión a caminar por una senda vertical, es decir, podía ir "hacía arriba" o "de cabeza", por decirlo de alguna manera, sin necesidad de aplicar mayor esfuerzo o caer. Por supuesto, mi torpe persecutor también poseía la habilidad de realizar esta acción, por lo que en más de una ocasión, lo encontré caminando como si nada arriba de mí, como si mi "arriba" fuese su "abajo", me disculpo al no tener la capacidad de describirlo mejor.

Recorrí los bizarros pasadizos, pero mi recorrido se entorpeció tras verme en la incómoda situación de abrir una puerta, una que por supuesto, no era capaz de abrirse. Sus enigmáticos grabados tampoco lograban ayudarme con mi labor, por lo que decidí reposar un momento para pensar. Aquel recorrido era laberíntico aunque bueno, todo el averno era un laberinto de por sí, pero este se enrevesaba más de la cuenta. Medité unos largos minutos, hacía un tiempo que no me relajaba en mi frenética aventura, aunque, disculpándome por mi insistencia con el tema, el tiempo no aplicaba en estos lares, por lo que carezco de la capacidad de medir el tiempo, en otras palabras, no puedo describir la fracción de tiempo que me tomó recorrer todas las salas que atravesé.

Decidí ponerme en pie para hallar otra salida, a fin de cuentas, no me podía permitir el lujo de estacionarme en los aposentos de aquella temible criatura. Sin embargo, por más cuidadoso que fui, mi presencia no había pasado desapercibida. Aquel monstruo se encontraba a unos metros de mí posiblemente, olfateando el rastro de sangre dejó mi pierna. Por suerte, su limitado intelecto y falta de visión confundían su búsqueda. A pesar de aquello, continuaba estancado contra la espada y la pared. Continuar por otro pasadizo me aseguraría una muerte a manos de la criatura o perderme por siempre en los pasadizos; por otro lado, el intentar abrir la puerta era inútil teniendo en cuenta que estaba sellada. Anduve con aquel dilema mientras observaba a ese demonio reposar tranquilamente, cerca de mí. Podía escuchar su pesada pero lenta respiración a pesar de encontrarse a unos cuantos metros de mí. Fue tras esto, tras deducir sin mucho esfuerzo, la fuerza de aquel ser, que idee una manera de salir. Mi mente no me hubiera permitido llevar a cabo este plan, mucho menos el poco valor que me quedaba, no obstante, me aterraba más el quedarme un minuto más en esos pasillos. 

Me acerqué lentamente a esta criatura, su pútrido aliento me alejaba y bloqueaba mi marcha como si de una barrera se tratase. Ante esto, tuve que detenerme a respirar en más de una ocasión antes de poder llegar hasta él. Su piel quitinosa me sirvió, gracias a sus irregularidades, para escalarlo mas su viscosidad, terminó sentenciando mi destino. En un desliz, desperté a este monstruo quien me devolvía una mirada helada y hueca. Si bien sus ojos eran casi inexistentes, la negrura de estos recorría de ida y vuelta cada recoveco de mi alma. Sin chistar, sin expresión u objeción alguna, se abalanzó como un bovino enfadado, contra las paredes de los pasillos en un intento por expulsarme de su espalda. Recuerdo el crujir de mis costillas al aplastarse por los numerosos impactos, pero tal vez por enojo, tal vez por fastidio, este decidió correr contra la puerta en un intento por tirarme lejos de él. En efecto, logró su cometido pues al impactar con la puerta, me vi expulsado lejos de él. Por suerte o infortunio, la puerta quedó destrozada mientras que mi enclenque cuerpo, cayó en la ruta que esta bloqueaba, un vórtice oscuro suspendiéndome en una larga caída libre hasta desfallecer en el fondo de este, en las partes más bajas del averno. 

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