15. Aquel que Llora en los Averno
Finalmente, había llegado al corazón del Averno, el origen de esta dimensión y el final de mi senda. Lo observaba atónito perdiéndome en sus complejas y espectrales características. Era ajeno a todo lo que vi en el tártaro, como si su naturaleza no conectara con este lugar. Por otro lado, el ambiente se había perdido en una profunda oscuridad, no había vegetación, rocas, paredes, templos o estructuras; solo el vacío y el gélido viento que me envolvía. También sentía como mi mente se perdía en sus dominios pues no podía recordar o concentrarme en cualquier otro factor que no fuese este. Intenté caminar hacia él, pero mi cuerpo no se atrevía siquiera a responderme, se había sumergido en un profundo trance.
Tras aquellos prolongados segundos, minutos... tal vez horas, pues el tiempo se distorsionó en este punto de mi travesía, fue que mi presencia fue notada rompiendo la lógica del espacio y demostrándome, una vez más, que este lugar había sido abandonado por la unión de la creación y que, por lo tanto, el surgimiento de esta se remonta a un orden ajeno a la naturaleza. Volviendo al protagonista de mis visiones, sus pasos alteraban la lógica del mundo que conocía pues si el Averno era un lugar ajeno a lo concebido en el mundo mortal, esta entidad corrompía la poca sensatez que preservé. Una vez pude percibir su rostro, cuando su lánguido y desproporcionado cuerpo se presentaba ante mi limitada vista y cuando su llanto, fue entendido por mis maltratados oídos; fue que pude pronunciar su nombre, el nombre de un ser olvidado por el mundo. Y mi mente pudo recuperar un poco de su cordura solo para pronunciarlo, para llamarlo... para invocarlo una vez más. Aquel nombre, de significados tan infames como su portador, pronunciable en todas las lenguas y conocido por los mortales quienes, junto al mundo, le dimos la espalda... era Rin, El Dios Olvidado.
-Pequeño mortal.- Dijo con una voz susurrante que inexplicablemente, enfrió mi ya congelado cuerpo. -¿Cómo has llegado hasta lo más profundo de mis dominios?... aún más importante ¿Cómo has podido encontrarme dentro de los sinsentidos de tu mente?-
Traté de responder, articular la más insignificante palabra, pero el frío de su alma helaba cualquier acción que quisiese realizar.
-Entiendo tu temor, mas no debes de desconfiar pues reconozco con quien estoy hablando.- Y, acercando uno de sus largos dedos a mi frente, desligó mi alma del cuerpo que había invadido. Ahora volví a ser Leander tanto en cuerpo como en espíritu. -Mucho mejor ¿No lo crees?-
Su talante era amistoso, mas no confiaba en sus enrevesadas intenciones pues si algo me habían enseñado sus adalides, es que sus tratos siempre perjudican al interesado. Por lo tanto, me mantuve un rato en silencio mientras este, me observaba con sus cuencas vacías en busca de alguna respuesta.
-S-sabes a que he venido...- Tartamudee temeroso, mas mi miedo no fue recibido de mala manera.
-No lo sé con exactitud, me impresiona ver a un humano con la capacidad de sostenerme la mirada y hablarme.- Respondió cordialmente mientras se paseaba alrededor de mí.
A pesar de mostrarse inofensivo, su presencia se me hacía perturbadora alertando cada uno de mis sentidos. Me analizaba como a un nuevo espécimen, curioso y fascinado, mientras que yo lo observaba atónito y aterrado. Su silueta era una contradicción pues su imponencia era la de un dios, un ser venerable y divino; pero sus astas, sus cuencas vacías y su rostro sin piel, asemejaban el aspecto de un demonio. De igual forma, su apariencia no se me presentaba de la misma forma pues de a ratos, lo percibía más parecido a una criatura de apariencia insectil mientras que momentos más tarde, lo observaba como una amalgama oscura y humanoide.
-Yo... tampoco entiendo como es eso posible...- Confesé como pude pues el frío del Averno, aún consumía mis sentidos.
-Has pasado por tanto mi siervo, tu hazaña me ha deleitado y ha despertado un increíble interés en ti.-
-¿Por qué me has llamado?-
-Nunca lo hice Leander, jamás he pronunciado tu nombre hasta ahora.- Aquello me dejó perplejo mas su discurso, no acababa ahí. -Te conozco pues el descenso de Raldaram, es un acontecimiento que siempre me fascinó. El alzamiento de los débiles me ha conmovido, fue por eso que escuché tu llamado.-
-¿Y p-por qué nos trajiste hasta aquí? ¿Por qué mis aliados t-tuvieron que perecer conmigo en el Averno?-
-Hay reglas que no deben de ser quebradas Leander, leyes que, de ser pasadas por alto, desembocan en consecuencias fatales.-
Ahora entendía el porqué de mi condena pues, así como perdimos el combate, yo debía morir en esa batalla. Nunca debí salvaguardar mi alma bajo ningún pretexto y es por ello, que la muerte no pudo reclamarme antes que él.
-Pero eres la destrucción del alma, el carcelero de la esperanza y un paladín de la agonía.-
-¿Y tu esperanza quedó en las puertas del Averno?- Me preguntó sin alterarse.
-No...-
-¿Por qué continúas en tu senda? ¿Qué es aquello que estás buscando?-
-Salir de aquí... quiero encontrar a mi familia.- En esos momentos, pude moverme a pesar del inmenso frío que experimentaba. -Solo quiero volver a verlos ¿Sabrías decirme sus destinos?-
El silencio se hizo presente tras mi exigencia y su afable tono, se acalló junto al tártaro. A pesar de mostrarse siempre inexpresivo, sus intenciones eran tan claras como su presencia, es por ello, que su pesar se debía a la dificultad de la respuesta.
-Emma te amó hasta el último suspiro, mas si el mundo no los hubiese apartado, sus sentimientos hubiesen perdurado por más tiempo.-
-¿Y mi hijo?- No obtuve réplica, pero su silencio fue una respuesta igual de funesta. -Nadie se salvó... nadie es capaz de contar lo que pasó aquel día... tú... ¿Los mataste?- Añadí con mi mirada perdida en la absoluta oscuridad.
-No, tu familia nunca estuvo en el trato, si su muertes fueron inevitables, fue por culpa de las desigualdades de Tenemmen.- Y fue ahí donde comprendí el desenlace de los actos.
-Raldaram pereció luego de nuestra caída pues Soriius, no se dejaría derrotar por simples campesinos. Solo fue cuestión de tiempo para que volviesen a invadirnos.-
-Raldaram cayó pues al perder su ejército y gran parte de sus hombres, solo era cuestión de tiempo para que el hambre los consumiesen. Sin embargo, fue el acero quien le arrebató la vida a tu familia.-
Y lloré tras su respuesta, pero mis lágrimas amargas, eran guiadas por el odio y frustración ante la injusticia. El mundo fue incapaz de ver la belleza en mis seres queridos y me los arrebató sin piedad, estaba solo ahora, solo con el dolor del recuerdo. Los había perdido para siempre, mi razón de existir se había ido y todo por mi egoísmo. Anhelé que mi cuerpo pudiese moverse con soltura, mas tuve que tragarme la impotencia en un simple llanto.
-Sus almas no fueron condenadas al martirio, mas tu encuentro no es posible. Si era aquello lo que buscabas, me temo que ni yo puedo ayudarte pues los dominios de la Muerte, son inclementes y ajenos a mí.-
-Entonces déjame morir, libérame de este tormento para poder reencontrarme con ellos, te lo suplico.-
-No soy yo quien te aprisiona aquí.-
-¿E-entonces quién? ¿Quién es el que me mantiene cautivo?- Interrumpí desesperadamente.
-Quien te detiene aquí eres tú, Leander. Tu alma es tan oscura como el Averno, te has vuelto parte de este mundo... una criatura de la oscuridad.-
-Eso no es posible, yo no pertenezco aquí, no soy una mala persona.-
-¿Mala persona?- Aquello había perturbado la paz de la criatura. -El Averno no es un mundo de castigos, es una dimensión para las criaturas correctas, para aquellos que el mundo decidió abandonar y rechazar desde su concepción, es un mundo del cual tú puedes ser partícipe.- Y su caminar se detuvo frente a mí.
Su imponente presencia se me hacía más agradable ahora, como si se tratase de un ser familiar. Y el frío del tártaro se apaciguó junto al temor que sentí al principio.
-Has vagado por mis recuerdos, Leander, has sido testigo de nuestro sufrimiento, has interiorizado mis valores y mis penurias, y ahora que finalmente pudimos encontrarnos, te das cuenta de que no somos tan distintos.- Y extendió su larga zarpa hasta mí. -Rechazados injustamente, tú y yo merecemos ser testigos de un nuevo renacer, un verdadero cambio.-
-Las revoluciones no funcionan... solo buscan subyugarnos.-
-No es una revolución... es justicia, la justicia que nunca se nos fue entregada; un renacer en donde podremos ser quienes dictaminen las reglas.-
-Quieres volverte un dictador...-
-Quiero que el mundo nos reconozca después de tanto martirio, que nuestro sufrimiento no fuese en vano y que Tenemmen, sepa de nuestra existencia.-
-Solo quiero salir del Averno... quiero que el dolor acabe.-
-Y acabará.- Y volvió a extenderme su zarpa. -No busco engañarte, mortal. Nunca podré alejarte del Averno pues tu alma ha quedado sumergida en su negrura, no obstante, te ofrezco paz en tu senda, te ofrezco ser capaz de ver el Averno como yo lo veo.-
-Tus tratos siempre hacen sufrir a quienes caen en ellos.- Dije entre suspiros producto del resurgir del frío.
En ese momento, recordé a cada uno de sus adalides: Virita, Layla, Ikku y Dominik; todos quienes cayeron en sus maliciosos trucos. Sin embargo, haciendo un análisis más exhaustivo en la vida de cada uno de ellos, me doy cuenta de que sus deseos, fueron satisfechos por El Oscuro. Virita obtuvo su venganza y aceptó la oscuridad que se le fue entregada, Layla consiguió el poder que siempre anheló y el reino que se le prometió, Ikku desarrolló su naturaleza vil y despiadada y Dominik, percibió los conocimientos que siempre anheló y si bien, era el más indispuesto de todos, El Oscuro no lo engañó.
-El frío te carcome hijo mío, te consume el hielo del abandono.- Dijo mientras caía de rodillas con la piel congelada. -Acepta la calidez que te ofrezco y prometo que el martirio del Averno será mucho más llevadero.
-Deseo ver la luz de un nuevo amanecer, poder ser abrazado por los rayos del sol de Tenemmen... reencontrarme con mi familia... y arrebatarle Raldaram a los privilegiados.- Respondí mientras mi voz se fundía con el viento.
-Prometo que así será pues si tomas mi mano, podrás ver el mundo que conociste a través de mis ojos.- Y accedí a su petición sosteniendo su larga zarpa. -Tu alma conciliará el calor de mi regalo pues tú, Leander, has logrado entender cada uno de mis ideales.- Y mi mano comenzó a ser consumida por una oscuridad semejante a la de los pilares.
Mi cuerpo no sufría el frío de las brisas del Averno, por el contrario, el tártaro se sentía mucho más familiar y agradable. Ahora mi cuerpo no perecía, no sentía el dolor de la pena y la culpa, mi debilidad había desaparecido y era ahora, un ser superior a lo que fui alguna vez. De igual forma, mis recuerdos fueron apaciguados por una deleitante motivación pues no sentía más que determinación al poseer su oscuridad en mi ser. Me sentía superior pero ajeno al mismo tiempo, una criatura superior a un humano... superior a Leander.
-Álzate y juro que mi promesa será eterna, la promesa de un nuevo renacer y tu reencuentro con tu familia.-
-Así será...- Respondí mientras mi cuerpo era consumido por la oscuridad.
Había llegado al final de mi senda, al cenit de mi aventura, mas el recuerdo de Emma y mi hijo, continúa vigente en mis memorias, sin embargo, no de la manera en que solía hacerlo. Mi culpa no me atormentaba pues sabía que, a pesar de sus muertes, no serían partícipes de la oscuridad de Rin, del cambio que se avecinaba en Tenemmen y de lo bajo que tuve que caer para poder descansar.
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